Conformados a su imagen

La vinculación de la razón con la experiencia

Aristóteles, al igual que Platón, hace radicar la grandeza específica del ser humano en su alma, es decir, en sus capacidades racionales.
Todos nuestros conocimientos son el resultado de la colaboración entre el alma y el cuerpo: los sentidos ofrecen datos y experiencias sensibles al entendimiento, que los selecciona, organiza, sintetiza y universaliza. Esa acción conjunta se lleva a cabo mediante la abstracción, el proceso de ascenso por el que la razón va prescindiendo de lo sensible para configurar las ideas y el conocimiento racional.

Para Aristóteles, el proceso de abstracción, en el que actúan conjuntamente los sentidos y la razón, sigue los siguientes pasos:

  • Observación directa de las cosas por los sentidos:El punto de partida de todo conocimiento es la observación y percepción de los objetos o hechos.

  • Recuerdo y confrontación de las observaciones. Mediante la memoria, el entendimiento recuerda y relaciona las observaciones: Se forma así la experiencia, que no son datos aislados, sino su apreciación conjunta.

  • Formación de una imagen común:El entendimiento retiene lo que hay de común entre las experiencias percibidas y, mediante la imaginación, forma una imagen única de los diversos objetos percibidos.

  • Inducción de conceptos universales: A partir de la imagen, el entendimiento configura un concepto o idea universal. Los conceptos o ideas de la razón son una representación intelectual del mundo real percibido por los sentidos.








La composición del ser y sus causas.

El ser está compuesto de materia y forma:

La materia es el principio que la razón concibe como substrato permanente para poder decir que las cosas cambian y no se destruyen en cada cambio.

La forma es la manera concreta y definida de presentarse la materia. Si los cambios son accidentales, la nueva forma es también accidental:
el ser humano pasa de niño (forma) a joven (nueva forma) sin dejar de ser el mismo (misma materia). Si los cambios son sustanciales, se produce el paso a una nueva forma sustancial (el cadáver ya no es un ser humano, sino otra sustancia).

Matería, aquí, no equivale a la materia física. Es un principio “meta-físico” solicitado por la razón para poder entender los cambios.

Las 4 causas del ser son:

  • Eficiente: ninguna sustancia sería real sin una causa. Solo hay una sustancia incausada, la divinidad.

  • Formal: coincide con la propia sustancia de la cosa;
    Es lo que hace que una cosa sea lo que es.

  • Material: aquello de lo que está hecha la sustancia, sus elementos estructurales.

  • Final: designa el objetivo o fin para el que algo está constituido.


El ser humano.

El ser humano es imagen de Dios. Para Agustín, Dios es Eternidad, Verdad y Amor, y a su imagen, el ser humano está constituido por tres potencias: la memoria, por la que hace presente el pasado; la inteligencia, que busca la verdad; y la voluntad, por la que tiende a la felicidad.

La dualidad cuerpo/alma. Agustín piensa que el alma es una sustancia autosuficiente unida accidentalmente al cuerpo. Con ello pretende mantener el valor superior de lo espiritual sobre lo material. Su concepción antropológica es, por tanto, dual, en cuanto que alma y cuerpo, aunque funcionalmente inseparables, son sustancias distintas. Pero eso no le impide decir que considera un misterio antropológico la forma en que dos sustancias tan distintas pueden formar una sola naturaleza: la humana.

La herencia del pecado original. El género humano ha recibido de sus progenitores la totalidad de sus atributos. Por eso, de ellos ha heredado también la culpa del primer hombre. Como causa del pecado sobrevinieron al mundo los males que padece, de donde nacen enemistades, egoísmos, injurias, sospechas e incluso el crimen de unos contra otros.

La conciencia como distensión en el tiempo. la conciencia* es la actividad que unifica el discurrir de la vida interior. El tiempo es la “distensión de la propia conciencia”, es decir, que la conciencia, por la memoria, recupera el pasado; por la atención, evita la huida de las cosas presentes; y por la espera, hace presente el futuro.


Tercera mirada y cuarta mirada

TERCERA MIRADA


La imagen de la memoria es recubierta por la imagen del entendimiento, que elabora las ideas de las cosas, que sobrepasan en universalidad a las sensaciones iniciales.
El alma elabora en sí misma realidades intelectuales con validez universal, aplicables incluso a esas realidades que no se parezcan a las que hemos visto o nunca veremos.

En nuestra vida ordinaria siempre nos desenvolvemos manejando ideas, esto es, me
diante el conocimiento inteligible
. Mediante ideas se elabora el conocimiento científico, y por ellas nos guiamos, en la confianza de que en el mundo hay continuidad, porque, aunque las cosas cambien o desaparezcan, sus ideas ni cambian ni desaparecen.
Al conocimiento por ideas Agustín lo denomina razón inferior
.

CUARTA MIRADA


No satisfecha con las ideas de la ciencia y del conocimiento intelectual, el alma se vuelve sobre sí misma y en su interior encuentra verdades inmutables y eternas que no ha aprendido de nada ni de nadie, sino que intuye como anteriores y superiores, condición de todo cuanto ha aprendido. 
Estas verdades eternas solo pueden tener su fundamento en un ser eterno e inmutable: Dios. Por tanto, el objeto de esta sabiduría o razón superior es el conocimiento de Dios, en cuanto fundamento de tales verdades.

Volver a la “propia intimidad” exige meditación y contemplación.


Historia y vida social.

La racionalidad es inconcebible sin vínculos sociales, pues sería impracticable. Pero tal vinculación natural tampoco aquí es fruto de normas o leyes, sino del más íntimo de los sentimientos humanos: el amor.

El amor, causa eficiente y formal de las sociedades:


Todos aquellos cuyos amores coinciden engendran espontáneamente una comunidad o sociedad.

Así, la ciudad o sociedad puede definirse como “un conjunto de seres racionales asociados por la concorde comunidad de objetos amados.

Pero, a lo largo de la historia, ha habido sociedades más perfectas que otras, porque unas buscaron amores espirituales y morales, y otras solo amaron el dominio y la guerra.

Las dos ciudades:


la humanidad se divide entre los que se mueven por el amor a sí mismos y a las cosas temporales y aquellos que se mueven por el amor a Dios. Los primeros forman la Ciudad terrenal y los segundos, la Ciudad de Dios. Cada una tiene su propio orden y persigue su propia paz

La Ciudad de Dios busca la gloria de Dios y tiene como vínculo de sus ciudadanos la caridad, y no el Imperio de la autoridad. La Ciudad terrenal busca los bienes terrenales y asienta su unidad en la autoridad.

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