Para Kant,la filosofía se plantea tres grandes preguntas:¿que puedo conocer?, ¿qué debo hacer? Y ¿qué me cabe esperar? A la prie pregunta responde la gnoseología (como vimos en la unidad 2); a la seou cuestión responde la ética (como se estudiară en la unidad 8), y a terco responden la metafísica (unidad 4) y, fuera ya de la filosofía, la religión. Pero según Kant estas tres preguntas se resumen en una sola: ¿qué es el hombre? Y a esa pregunta responde la antropología filosófica. La cuarta pregunta incluye las otras tres porque, en realidad, estas están guntando qué puede conocer el ser humano, qué debe hacer y qué puede perar tras la muerte.
Según la respuesta que demos a la pregunta įqué es el hombre?, conoceremos más o menos la realidad, deberemos actuar de un mode otro o tendremos más o menos esperanzas de sobrevivir tras la muerte. Por eso, si alguna pregunta tiene importancia teórica y práctica en nuestro conocimiento, nuestro comportamiento y nuestras esperanzas es precismente esta: ¿qué es el ser humano en su totalidad? Ahora bien, no resulta tan fácil responder a esa cuestión, porque el ser huma no en su totalidad se presenta a cada cual en dos experiencias y en dos ámbitos radicalmente distintos.
Descartes es el primer filósofo en distinguir claramente dos ámbitos en nuestra experiencia: la experiencia física de los objetos materiales (mi cuerpo entre ellos) y la experiencia mental de nuestro mundo interior (el yo). La primera experiencia me hace percibirme como un objeto y la segunda experiencia me hace percibirme como un sujeto.
Estas dos experiencias radicalmente distintas explican por qué hay dos tendencias opuestas en nosotros y en la filosofía: el monismo y el dualismo. Por ello, casi todas las respuestas a la pregunta ¿qué es el ser humano? Se pueden englobar en uno de esos dos grupos:
La reflexión filosófica sobre el cuerpo humano
El cuerpo es un objeto a través del cual se expresa un sujeto
Hay una radical diferencia entre objeto y sujeto. El objeto es conocido, utili-zado, manejado, y el sujeto conoce, utiliza y maneja. El objeto es una cosa y el sujeto una persona. El ser humano reúne esos dos extremos. Eso lo convierte en el objeto más asombroso, pues también es sujeto, y, a la vez, en el más difícil de definir, por-que lo conocemos desde dentro, es más, todo lo conocemos desde él. Por tanto, el ser humano no es un objeto más. Se trata de un objeto que, al ser habitado por un sujeto, se caracteriza por su especial dignidad y su extraordi-nario misterio.
Sin embargo, no por ser objeto habitado por un sujeto deja el cuerpo humano de estar sometido a las leyes de la física que afectan a los demás cuerpos: es extenso, material, denso, ocupa un espacio, es vulnerable, está sujeto al desgas-te, a la gravedad, etc.En esa tensión de ser, en un extremo, un objeto más y, en el otro, el único sujeto entre los objetos, se despliega la enorme complejidad y grandeza de la personalidad humana.
-El cuerpo es más que un objeto físico: es un animalEl cuerpo está vivo, tiene unas necesidades y apetitos, requiere unos cuidados, está sometido a las leyes de la genética y la biología, cambia, evoluciona, sufre unos procesos y, sobre todo, es mortal.
b) El cuerpo es el soporte físico, no elegido, que los demás ven de mí Mi vida se despliega a través de un cuerpo que no he escogido y que viene condicionado, en gran parte, por los genes heredados de mis ancestros. El espejo me devuelve una imagen con la que puedo no identificarme, porque la puedo ver como un objeto extraño a mi yo interior. Concedemos tanta importancia a la ropa, el maquillaje y el cuidado per sonal porque es lo que voluntariamente escojo para un cuerpo que no he podido voluntariamente elegir.
b) El cuerpo es el soporte físico, no elegido, que los demás ven de mí Mi vida se despliega a través de un cuerpo que no he escogido y que viene condicionado, en gran parte, por los genes heredados de mis ancestros. El espejo me devuelve una imagen con la que puedo no identificarme, porque la puedo ver como un objeto extraño a mi yo interior. Concedemos tanta importancia a la ropa, el maquillaje y el cuidado per sonal porque es lo que voluntariamente escojo para un cuerpo que no he podido voluntariamente elegir.
El cuerpo está vivo, tiene unas necesidades y apetitos, requiere unos cuidados, está sometido a las leyes de la genética y la bio- logía, cambia, evoluciona, sufre unos procesos y, sobre todo, es mortal.
2.1. El héroe homérico En las obras de Homero, la llada y la Odisea, destacan la importancia va valor del héroe individual. Se trata de una idea que Occidente ha hereda y que luego el cristianismo reforzó y universalizó, como veremos, con concepto de persona. Esa dignidad descansa sobre dos pilares: la libertad la areté. A) Libertad. En Homero, el destino está subordinado a la acción individual y libre. Aquiles, por ejemplo, elegirá la temprana muerte que el destinole depara y que lo hará célebre, antes que una larga vida sin fama. Así pues aunque aun se cree en el destino, nos encontramos con la afirmación del concepto occidental de libertad: la posibilidad de elección dentro de unas limitaciones. B) Areté. El héroe homérico posee una excelencia propia solo del noble: la arete, que lo hace excepcional y lo lleva a competir y destacar sobre los demás. Esta excelencia se manifiesta en cualidades tales como belleza, magnanimidad, inteligencia, honor… Pero, sobre todo, valentía. Gracias a la areté el héroe se enfrenta a la muerte, mata a los enemigos y gana la gloria correspondiente, lo que lo convierte en bueno, bello y amado de los dioses. Asimismo, en el mundo homérico se celebra la vida y se llora la muerte, porque el alma, en el Hades, es tan solo una triste sombra de la vida. Dice Homero de Héctor al morir Apenas acabó de hablar, la muerte lo cubríó con su manto; el alma volò de los miembros y descendíó al Hades, llorando su suerte, porque dejaba un cuerpo vigoroso y joven.
El alma tiene tres niveles o dimensiones según la influencia que el cuerpo ejerza sobre ellas: la dimensión racional, la dimensión pasional y la di- mensión apetitiva o, si se prefiere, razón, sentimientos y apetitos. La razón debe dominar a las otras dos; los sentimientos, a los apetitos, y los apetitos no deben mandar sobre nadie, sino ser gobernados. A cada dimensión le corresponde una virtud, es decir, una manera adecuada de comportarse.
2.4. El animal racional y político de Aristóteles Platón concibe al ser humano como la uníón accidental entre dos pring. Píos opuestos: el cuerpo y el alma. Por este motivo, la muerte no representa la desaparición del ser humano, sino solo la del cuerpo. En cambio, en Aristóteles «cuerpo y alma constituyen el viviente» y, por tanto, el ser humano es la uníón inseparable y sustancial de cuerpo (materia) y alma (forma). Por eso lo define como «animal racional» su cuerpo es animal y su alma es racional. Cuando alma y cuerpo se se- paran en la muerte, el ser humano desaparece. Para Aristóteles el alma es tan mortal como el cuerpo y el cuerpo es tan bueno y humano como el alma. I Alma vegetativa: presente en las plantas, los animales y el ser humano, permite la nutrición y la reproducción. IAlma sensitiva: presente en los animales y en el ser humano, capacita para la percepción, el deseo y el movimiento. Alma intelectiva: presente solo en el ser humano. Gracias a ella, posee mos voluntad y entendimiento, Aunque el alma es mortal, Aristóteles pa rece creer que el entendimiento es inmortal, como las realidades divinas e inmateriales que es capaz de conocer. Ahora bien, la inmortalidad del entendimiento no conlleva, en Aristóteles, la inmortalidad del individuo.
2.5. Materialismo e individualismo helenista El periodo helenístico abarca desde finales del siglo IV a. C., con la muerte de Alejandro Magno, hasta el siglo II a. C., con la conquista romana de la Hélade. Tras las conquistas de Alejandro Magno, la cultura griega se globali- za: Oriente se heleniza, pero Occidente también se orientaliza. El horizonte político del ser humano ya no es la polis, sino la ecúmene, es decir, la tierra habitada. Esto favorece tanto el cosmopolitismo como el individualismo: el individuo ya no encuentra su sentido en la polis, sino que lo ha de buscar por su propia cuenta, y comienza a percibir el mundo conocido como su patria. La gran preocupación de la filosofía ya no es la metafísica ni la políti- ca, sino la ética. La pregunta fundamental no será qué es el ser humano, sino cómo debe vivir. Nos encontramos con una filosofía práctica, es decir, orientada a la moral y a la consecución de la felicidad. La felicidad se consi- gue alcanzando la apatía en el caso de los estoicos (ausencia de pasiones) o la ataraxia en el caso de los epicúreos (sosiego interior ante las turbulencias interiores y exteriores). Dos son las grandes escuelas helenísticas: estoicismo y epicureísmo, inspirada la primera en la cosmología de Heráclito y la segunda en la de Demócrito.
a) El estoicismo sostiene que la felicidad o apatía se logra viviendo como corresponde a seres racionales: cultivando las virtudes y luchando contra las pasiones. Así se logra la apatía. Nos encontramos de nuevo con una valoración positiva de la razón y una valoración negativa del cuerpo y la irracional. Vivir racionalmente es además, vivir de acuerdo con la naturaleza, porque esta se identifica con la razón cósmica o logos, que todo lo informa, y, a la vez, con el destino. Todo lo que el destino me depare es designio del logos del que soy parte y con el que mi alma se fundirá tras la muerte. Por tanto, el estoicismo es panteísta (porque la divinidad es inmanente y se identifica con la naturaleza), fatalista (porque no hay libertad salvo la de aceptar el destino universal) y cosmopolita (puesto que todos los seres humanos formamos parte del logos). A su vez, el alma individual es una porción del fuego primigenio, del lo- gos; tras la muerte del individuo, se fundirá con él.