Crítica de la Sustancia y de la Causalidad: Fundamentos de la Ciencia del Ser Humano

CRÍTICA DE LA SUSTANCIA Y DE LA CAUSALIDAD

Hume señala que, puesto que todas las ciencias han de fundamentarse en la ciencia del ser humano, ésta no podrá partir de hipótesis ni de principios a priori, sino que tendrá que fundamentarse en la experiencia y en la observación. Estas (experiencia y observación) constituyen pues el fundamento de la ciencia de la naturaleza humana. ¿Cuál ha de ser el objetivo de esa ciencia? Acabar con las discusiones absurdas y abstrusas de la metafísica tradicional determinando con precisión el alcance y límite del entendimiento.

Para Hume los materiales que se encuentran al alcance del entendimiento son: las IMPRESIONES y las IDEAS. Las impresiones son las percepciones vivas: actuales, que me son proporcionadas por los sentidos; bien por los sentidos externos (sensación) o por los sentidos internos (emociones, pasiones). Las ideas en cambio, son las percepciones débiles que consisten en copias o recuerdos de las impresiones anteriores.

De este modo podemos decir que un concepto o idea posee significado cuando podemos referirla a la impresión de la que procede. Por lo tanto, el primer paso de un proceso científico adecuado será averiguar las impresiones de que se derivan nuestras ideas de tal modo que si encontramos una idea que no se deriva de impresión alguna, dicha idea no poseerá significado alguno.

La combinación de ideas simples da lugar a las ideas complejas. Pero, ¿cómo podemos formar ideas complejas a partir de las ideas simples? Hume responde que mediante las leyes de asociación. Estas son tres: SEMEJANZA, CONTIGÜIDAD y CAUSA Y EFECTO.



CRÍTICA DEL PRINCIPIO DE CAUSALIDAD

Hume afirma que si no disponemos de ninguna impresión del hecho causal, el principio de causalidad carece de fundamento y es fruto de nuestra imaginación.

Este principio constituyó el núcleo explicativo del razonamiento científico (hasta se decía que la filosofía era la ciencia que pretendía todas las cosas por sus últimas causas). Por otra parte, frecuentemente se recurría a principios como: “todo lo que comienza a existir exige una causa”, “no existe efecto sin causa”…

Para Hume, dichas leyes carecen de fundamento. Ninguna impresión nos lo mostraba. Sin embargo, ¿no resulta evidente la causalidad?. Ayer, anteayer, y todos los días a lo largo de mi vida, siempre que puse la leche al fuego se calentó, luego, ¿no es manifiesto que el fuego es la causa de que se la leche se caliente?



LÍMITE DE LA INFERENCIA CAUSAL

Si nos fijamos un poco en la crítica al principio de la causalidad llevado a cabo por Hume siempre aparece la “causalidad”. Ej: las impresiones originan las ideas. Parece como si en nuestros contenidos mentales dicho principio estuviese siempre presente. Hume admite cierto nexo causal entre percepciones, en eso consisten las leyes de la asociación (una impresión nos hace recordar otra) pero lo que siempre niega es el valor objetivo de dicho principio. Ante las siguientes preguntas: ¿existe alguna impresión entre cosa y cosa? ¿alguna conexión entre las impresiones, entre las ideas y las cosas? ¿quién origina nuestras impresiones?, la respuesta de Hume es: No lo sabemos.

Para los filósofos anteriores nuestras ideas se correspondían con la realidad porque eran causadas por dicha realidad, para Hume, los puentes con la realidad (cosas) se encuentran rotos.



¿QUÉ PODEMOS CONOCER?

¿Qué nos muestran nuestras ideas? Nos muestran distintas relaciones de las ideas entre sí y hechos. Hume distingue entre las verdades de las matemáticas (relación de ideas) y las cuestiones de hecho. Las verdades de las matemáticas se refieren exclusivamente a la relación entre ideas y no guardan ninguna relación con la existencia real. Las verdades lógico-matemáticas pueden ser conocidas a priori de la experiencia, son evidentes y necesarias y su contrario resulta imposible.

Pero Hume se centrará en las cuestiones de hecho. Es decir, en las verdades a las que llegamos mediante la experiencia y, en este sentido, los conocimientos humanos son muy restringidos: dependen de la experiencia y esta nos muestra ciertas regularidades entre unos hechos y otros, pero no enseña nada más. Ej: al hecho de poner la leche al fuego le sucede el hecho de que la leche se caliente. ¿Qué pasará mañana cuando ponga la leche a calentar? Según Hume, no lo podemos saber. Sin embargo, todos estamos seguros de que la leche se calentará, con esta certeza hemos ido más allá del campo de nuestra experiencia, más allá de los datos que nos aportan nuestras impresiones y por tanto es infundada. Para Hume es meramente probable que suceda. En las cuestiones de hecho no existen verdades universales, no puede existir la certeza a priori, los hechos son siempre contingentes (puede existir el contrario).

Ahora bien, ¿hasta dónde alcanza el conocimiento que tenemos de los hechos? Todos nuestros conocimientos acerca de los hechos se quedan encerrados en nuestras impresiones (percepciones e ideas). ¿Qué hay más allá de ellas?, no lo sabemos.



CRÍTICA DE LA SUSTANCIA

Para Locke la sustancia no era percibida, sino inferida. Para Hume esta deducción no tiene sentido puesto que no tenemos ninguna percepción de la sustancia y por ello no podemos tener conocimiento de ella salvo cualidades particulares unidas por la imaginación.

Demostración del mundo externo. No sabemos qué hay más allá de nuestras ideas, no podemos concebir cómo son los cuerpos con independencia de nuestras impresiones, los puentes con la realidad están rotos.

Demostración de la existencia de Dios. Hume niega la posibilidad de la demostración de la existencia de Dios. Por una parte, Dios sería una sustancia, una realidad en sí, pero nuestros conocimientos quedan limitados a nuestras impresiones y a nuestras ideas y nunca podemos llegar con ellos a la realidad en sí. Por tanto, Dios nunca puede ser objeto de nuestras impresiones.

Por otra parte, los argumentos que se utilizan para tratar de demostrar la existencia de Dios se fundamentan en el orden de la naturaleza y el principio de la causalidad. Para Hume, no tenemos percepción de la naturaleza ni de su orden y el principio de causalidad carece de valor trascendente a nuestras percepciones. Por todo ello, no se puede demostrar la existencia de Dios. El yo y la identidad personal. Para Locke la existencia del yo se ponía de manifiesto con evidencia intuitiva. En el acto de pensar, de querer, se captaba de manera indudable el propio yo. Para Hume esto no es así, según él, nuestros contenidos de conocimiento se reducen a impresiones e ideas. ¿Tenemos alguna idea del yo? No, por lo tanto, el yo resulta incognoscible. El yo es un conjunto de impresiones e ideas en perpetuo movimiento que imaginamos unidas entre sí.

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