Aristóteles y la metafísica
c) Aristóteles
Aristóteles llamó “filosofía primera” a la metafísica y aseguró que ésta estudia el ser. “Ser” es aquello en lo que coinciden todas las cosas, todas las cosas “son”, de donde se podría concluir que “ser” es la idea más general porque se aplica a todos los seres existentes. No obstante, esto plantea un problema, que mostraremos a partir de un ejemplo: de un ente (cosa, individuo) podemos decir que “es un caballo”, y, además, del mismo ente podemos decir que “es blanco”, que “es a las cinco de la tarde”, que “es uno”, etc. sin que haya contradicción alguna. Pero no podemos, sin embargo, decir, de la misma cosa que es caballo y que es una vaca. Pues, en este caso, las afirmaciones se contradicen.
¿Por qué en el primer caso podemos atribuirle a la misma cosa varios “es” distintos sin que haya contradicción, pero no en el segundo caso?
Aristóteles explicó esto con las categorías (que son distintos modos de decir algo, distintos modos de ser). Aristóteles encuentra diez modos de ser: Sustancia, Cantidad, Cualidad, Relación, Lugar, Tiempo, Posición, Estado, Acción, Pasión. La sustancia es la categoría principal (porque sin sustancia no hay accidentes), y el resto de categorías son los accidentes, y no se pueden dar solos: necesitan una sustancia sobre la que recaer. Es distinto utilizar “es” para referirnos a una sustancia (“Es un caballo”) de utilizar “es” para referirnos a un accidente “Es negro, fuerte, y uno”. Podemos atribuir varios accidentes a la misma sustancia, pero de una sustancia, como por ejemplo, caballo, no podemos decir que es, a la vez dos sustancias distintas: “Es un caballo y una vaca” es contradictorio. Como se ha dicho antes, la sustancia es el modo preeminente de ser, pues los demás modos (los accidentes) la necesitan. Es decir, solo si hay la sustancia caballo, puede haber el accidente “negro” o “estar trotando”.
La sustancia es la categoría, el significado del ser, que hace referencia a ser algo. Así, por ejemplo, a la pregunta de “¿Qué es esto?” podemos responder: “Es un caballo”. Pero caballo es un universal, que se puede predicar de una multitud de cosas concretas. De modo que el individuo (esto) y el universal (caballo) se dan juntos. La cosa concreta y el universal no pueden darse por separado, como sostenía Platón. El error de Platón, según Aristóteles, es que se imaginaba las esencias, es decir, las ideas, como algo separado del mundo de las cosas concretas.
Las sustancias (tú mismo, tu mesa, la silla sobre la que estás sentado) están compuestas para Aristóteles de materia (el material del que están hechas) y forma (esencia) y cambian (están en movimiento o devenir). La esencia de la sustancia no se da en otro mundo, como aseguraba Platón, sino que materia y forma (esencia) se dan de manera conjunta en las sustancias (la materia de la que está hecha la silla sobre la que te sientas y la esencia que tiene -de silla- se dan en la sustancia: sustancia silla sobre la que estás sentado).
A su vez, las cosas pueden estar en potencia (la semilla en potencia es árbol) o en acto (la semilla en acto es semilla), con estos dos términos Aristóteles explica algo en lo que estaban muy interesados los pensadores griegos: el cambio (también llamado movimiento o devenir). Cuando una sustancia se encuentra en su momento óptimo de desarrollo decimos que está en entelequia.
No obstante, Aristóteles diferenciaba tres tipos de cambio: a) el sustancial (creación o destrucción de sustancias, por ejemplo, cuando nace un caballo se estaría creando una sustancia nueva o cuando se destruye una mesa por un incendio se estaría terminando la sustancia), b) el accidental (cuando varían los accidentes de una sustancia), este tipo de movimiento puede ser cualitativo (cuando cambian cualidades de la sustancia, como el color), cuantitativo (cuando varía el tamaño de una sustancia, por ejemplo, el globo al hincharse) o local (sinónimo de desplazamiento: una sustancia sufre este tipo de cambio cuando se traslada o cambia de lugar). Aristóteles también habló de cuatro tipos de causas para explicar las distintas sustancias o realidades (tú, la silla, la mesa…): causa material (la materia de la que está hecha la sustancia), causa formal (la esencia de la sustancia), causa eficiente (el creador de la sustancia) y causa final (la meta u objetivo de la sustancia).
Metafísica especial
6. Dios
a) Posturas ante la existencia de Dios
Afirmativa:
Existe Dios y podemos conocerlo (teísmo)
Fideísmo:
Doctrina que defiende que a Dios no se puede llegar por la razón, sino solamente a través de la fe.
Deísmo:
Doctrina filosófica que defiende que se puede llegar a afirmar la existencia y la naturaleza de Dios a través de la razón (en lugar de hacerlo a través de la revelación directa, la fe o la tradición).
Misticismo:
Actividad espiritual que aspira a conseguir la unión o el contacto del alma con la divinidad por diversos medios.
No afirmativa:
Agnosticismo:
Posición filosófica según la cual no existe la posibilidad de saber si existe o no Dios, ya que esta demostración sobrepasa los límites del conocimiento humano.
Ateísmo:
Doctrina que niega la existencia de Dios.
b) Época medieval
– El argumento ontológico de San Anselmo (prueba a priori de la existencia de Dios)
En el siglo XI San Anselmo de Canterbury, en su libro “Proslogion”, había elaborado el argumento ontológico, que es una prueba a priori de la existencia de Dios. Y decimos que es una prueba a priori porque se basa en el simple análisis del concepto de Dios y prescinde de la experiencia.
La persona atea niega que Dios exista, pero para negarlo ha de tener este concepto en su entendimiento. Ahora bien, Dios se define como aquel ser “mayor de lo cual nada puede pensarse”, de modo que no puede existir solo como concepto en el entendimiento, sino que también ha de existir realmente porque “existir realmente” es “mayor” que existir solo en el pensamiento. Si Dios no existiese en la realidad, no sería “el mayor ser que puede pensarse” y entraría en contradicción con su propia definición.
– Las cinco vías de Santo Tomás (prueba a posteriori de la existencia de Dios)
En el artículo 2 de la “Suma teológica” Santo Tomás (1225-1274) afirma que existe una causa trascendente que ha producido los efectos que encontramos en la experiencia, porque, de lo contrario, estos no existirían. En el artículo 3, expone sus cinco vías o demostraciones de la existencia de Dios.
En cada una de las cinco vías de la demostración de la existencia de Dios encontramos estos cuatro pasos (aunque en algunas no los consigne expresamente):
1º Punto de partida (un hecho de la experiencia);
2º Principio de causalidad eficiente (aquello de lo que se parte tiene siempre una causa para que ocurra, ya que las cosas no suceden sin causa que las produzca);
3º Principio de imposibilidad de acceso al infinito (para evitar un proceso infinito hay que aceptar la existencia de una causa última);
4º Punto de llegada (al final de la cadena de causalidades está Dios como causa primera y última).
Se van a exponer aquí dos de las cinco vías: la segunda y la quinta.
2ª vía. Subordinación de causas:
– En el mundo hay un orden de causas eficientes
– Nada es su propia causa, porque tendría entonces que ser anterior a sí mismo
– No es posible un proceso al infinito
– Hay una causa eficiente primera: Dios
Esta vía se basa en la causalidad eficiente: la experiencia nos muestra que unos seres son causa de otros (porque ningún ser puede causarse a sí mismo, ya que, tendría que precederse a sí mismo en el tiempo, cosa que es imposible). De manera que cualquier ser tiene que haber sido causado por otro ser anterior a él; éste, a su vez, ha tenido que ser causado por otro previo, etc. La serie de causas subordinadas no puede ser infinita (porque entonces no se habría iniciado ninguna cadena causal) debe, pues, existir una primera causa incausada del mundo, origen de todas las cadenas causales: Dios.
5ª vía. Orden del mundo:
– Las cosas que carecen de conocimiento obran por un fin
– El fin está determinado por alguien que entiende y conoce
– Existe un ser inteligente que dirige las cosas a un fin: Dios
Esta vía se basa en la interpretación teleológica (todo obra por un fin) de la naturaleza. En ella nada sucede en vano ni al azar, sino que todo parece ordenado para dirigirse a un fin específico. Si esto es así, ha de existir una inteligencia ordenadora, que dirige a los seres que componen el universo hacia su fin. Dicha inteligencia, o es la inteligencia suprema, o está subordinada a una inteligencia superior, pero la cadena de inteligencias subordinadas no puede extenderse hasta el infinito de manera que tiene que haber una inteligencia suprema: Dios.