Durante la Ilustración, la concepción del ser humano se basaba en su esencia racional y la idea de progreso. Nietzsche y Freud cuestionaron la importancia de lo irracional y el siglo XX presenció la caída de estos pilares. El desarrollo tecnológico, económico y político resultó en una crisis de identidad. El existencialismo, estructuralismo y personalismo surgieron como respuestas filosóficas.
Existencialismo: ve al ser humano como libertad pura, sin esencia predefinida. Rechaza la trascendencia y códigos morales externos, considerando la libertad como una condena. El individuo está obligado a definirse a sí mismo, pero esta tarea carece de sentido, generando angustia. Sartre, destacado existencialista, describe esta angustia como una sensación de náusea al enfrentar elecciones en medio de la futilidad.
Estructuralismo: Contrario al existencialismo, destaca estructuras profundas e inconscientes que determinan los sistemas simbólicos culturales, buscando similitudes entre distintas culturas como prueba de una estructura común. Para ellos, el individuo no es dueño de su libertad y destino; las estructuras sociales y culturales juegan un papel fundamental en la realidad humana.
Personalismo: liderado por Mounier, destaca la importancia de la persona, oponiéndose al individualismo existencialista y a la disolución del individuo del estructuralismo. Busca superar la crisis histórica proponiendo ejercicios para fortalecer tres dimensiones de la persona.
San Agustín reflexiona sobre el ser humano, buscando entender la creación para acercarse al Creador. En «Confesiones», describe el conflicto interno de una voluntad dividida entre la fe y los placeres mundanos. Coincide con Platón en que el alma utiliza temporalmente el cuerpo, pero añade nuevos significados influenciado por la doctrina de la creación y la resurrección. El alma refleja la Trinidad divina, con tres facultades, y el cuerpo es obra de Dios. La salvación cristiana promete inmortalidad tanto al alma como al cuerpo.
Reflexión contemporánea sobre el ser humano
En los siglos XIX y XX, el debate filosófico sobre el ser humano experimentó una transformación importante. En el XIX, hubo un cambio de centrar la reflexión antropológica en el individuo a considerar al ser humano como parte de un colectivo, como la sociedad o incluso la humanidad en su totalidad.
Siglo XIX
En este siglo, destaca el surgimiento de las ciencias humanas, como la psicología y la sociología, separándose de las ciencias naturales. Además, se generó un debate sobre los métodos de investigación específicos para estas disciplinas, con dos posturas:
- El positivismo aboga por un único método de investigación, independientemente del objeto de estudio.
- El historicismo: defiende un método distinto al de las ciencias de la naturaleza.
Se buscó prever el futuro de la humanidad indicando la dirección para alcanzar el progreso anhelado por los ilustrados del siglo anterior. Cuatro pensadores:
Auguste Comte: abogaba por extender la racionalidad científica y unir ciencia y técnica para lograr progreso económico y social. Proponía que el gobierno estuviera en manos de científicos para garantizar el avance continuo de la sociedad.
John Stuart Mill: destacó en el liberalismo y utilitarismo. Defendió la no intervención estatal en la economía y la iniciativa privada para el desarrollo. El utilitarismo busca maximizar el beneficio social, promoviendo el bienestar a través de una organización económica y moral estratégica.
Karl Marx: considera que la actividad productiva define al ser humano y aborda la historia como una lucha de clases. Propone una sociedad sin clases donde el trabajo se distribuya según las capacidades y se satisfagan las necesidades individuales.
Friederich Nietzsche: abogó por el vitalismo, criticando la cultura occidental por basarse en el odio hacia la vida. Despreció la filosofía platónica y el cristianismo, considerándolos ficciones de voluntad débil. Propuso un cambio radical hacia un superhombre capaz de amar la vida sin restricciones.