La Verdad: El Problema del Conocimiento de la Realidad
Una de las principales actividades de la filosofía consiste en llevar a cabo un análisis de la propia actividad del conocer. De ello se ocupa la teoría del conocimiento, también llamada gnoseología. Se trata de una parte de la filosofía que estudia el origen y la naturaleza del conocimiento. Su objetivo consiste en averiguar qué hay de verdadero o falso en la relación entre lo que creemos conocer y la realidad como es en sí misma.
Nuestro conocimiento tiene su origen en la experiencia, a partir de los datos percibidos por los sentidos. Estos datos son posteriormente ordenados por el cerebro humano. El conocimiento es la relación entre la mente del individuo y todo aquello exterior a ella. Dicha relación es mucho más complicada en el hombre que en el resto de los animales.
- De hecho, la capacidad racional del ser humano no se limita a captar pasivamente los datos, sino que pretende comprender lo percibido, explicarlo, describirlo y predecir posibilidades.
- Lo que nos rodea no son solo objetos físicos estáticos, sino también personas y hechos que pueden variar según el contexto o situación histórica, social, etc.
- Existe además otra complicación: cuando conocemos, damos un sentido y un significado a las cosas. Por ejemplo, la película para ti es interesante, para otro es aburrida, y la interpretación es subjetiva.
- Llegamos así al problema central: si el conocimiento humano está limitado y condicionado tanto por la capacidad de nuestros sentidos como por las circunstancias subjetivas que condicionan mi interpretación.
Diferentes Sentidos de la Verdad
No es posible dar una definición única de verdad. A lo largo de la historia se han dado diferentes modos de ver la realidad.
- Para los griegos, la realidad es algo que permanece idéntico; por ello, la verdad se identifica con las cosas que permanecen. Este descubrir lo que son las cosas, su ser, solo puede hacerse mediante la razón.
- En el mundo romano, la palabra latina veritas se refiere a la exactitud, el rigor cuando pensamos algo y cuando lo expresamos mediante el lenguaje.
- En el mundo cristiano medieval se añadiría además el concepto de verdad eterna, es decir, principios que son revelados a los hombres por la acción de Dios.
- Tras la revolución renacentista del siglo XVI, surge la necesidad de verificar los juicios que las ciencias afirman sobre la realidad. Uno de los filósofos que más ha contribuido a esclarecer el concepto de verdad fue Leibniz, quien distinguió entre las verdades de hecho, que hacen referencia a la realidad, y las verdades de razón, que se refieren a los contenidos del pensamiento.
La Verdad Referida a la Realidad
El término verdad establece una identificación entre lo real y la existencia. La verdad es el desvelamiento de lo que está oculto. Así es como la entendían los griegos. Platón, por ejemplo, considera que el hombre vive en un mundo material y cambiante. Para este pensador, la verdad se encuentra en el mundo de las ideas, eternas e inmutables. Por lo tanto, si queremos conocer la verdad de la realidad, debemos desprendernos de los prejuicios y dirigir nuestra inteligencia hacia las ideas, que son lo único verdaderamente real.
La Verdad Referida al Conocimiento
El término verdad también puede atribuirse al conocimiento. Así, decimos de un conocimiento que es verdadero o que es falso en función de si son verdaderas o falsas las proposiciones que se utilizan para comunicar dichos conocimientos. Por este motivo, conviene hacer la distinción entre verdad como coherencia (propio de las ciencias formales) y verdad como adecuación o correspondencia (propio de las ciencias empíricas).
Verdad como Coherencia
Se considera que una proposición es verdadera si no entra en contradicción con el resto de proposiciones de la teoría o conjunto de conocimientos al que pertenece.
Verdad como Adecuación y Correspondencia
Según esta teoría, la verdad consiste en que nuestra representación de los objetos o hechos se corresponde con los hechos y objetos tal y como se dan en la realidad. Ello implicaría que el individuo es pasivo en su relación con la realidad. Sin embargo, Immanuel Kant, en el siglo XVIII, cambia esta concepción, afirmando que la mente actúa construyendo el objeto de conocimiento. En conclusión, al conocer, los datos que percibimos tienen que someterse a las leyes que rigen nuestro cerebro. Por este motivo, la verdad no se puede entender como una correspondencia exacta entre la cosa. Se trata de una correspondencia entre los datos que me aporta la realidad y la interpretación que de ellos hace mi mente. Sin embargo, no supone que debamos caer en el escepticismo. Las verdades sobre la experiencia no son nunca completas, absolutas y definitivas, sino que constituyen verdades limitadas e imperfectas, y siempre es posible ampliarlas o incluso rechazarlas cuando las ciencias naturales y sociales realizan un nuevo descubrimiento.
La Verdad Pragmática
El pragmatismo americano llevó a cabo, a principios del siglo XX, un replanteamiento importante en la forma de entender la verdad. Así, para los filósofos pragmáticos, lo verdadero es todo aquello que es eficaz, útil y conduce al éxito. En este sentido, una proposición es verdadera si al aplicarla produce resultados positivos. Para William James, el verdadero conocimiento debe construir ideas que satisfagan las necesidades e intereses de los hombres.
Criterios de Verdad
¿Cómo podemos saber que lo que pensamos y decimos es verdad? ¿En qué debemos basarnos para poder distinguir lo que es verdadero o falso? Para ello necesitamos un criterio, es decir, algo que juzgue entre lo verdadero y lo falso. El problema es el siguiente: ¿Existe un único criterio infalible para estar seguros de la certeza de nuestro conocimiento?
Para las ciencias formales no hay problema: basta con que exista coherencia entre varias proposiciones y no entrar en contradicción con otras verdades ya demostradas. Por este motivo, cada ciencia empírica debe adoptar diferentes criterios de verdad. Algunos de los criterios en los que el ser humano ha basado la seguridad en sus creencias son:
- El tiempo: toda palabra o acción situada en el origen cronológico, en el pasado, se considera en las sociedades primitivas como verdadera. En la sociedad moderna lo llamamos tradición. El futuro dirá, verificará, si lo que ahora se piensa es verdad o mentira.
- La autoridad: basándonos simplemente en la confianza, nos resulta impensable la falsedad o el error de su palabra. Sin embargo, a veces el exceso de confianza en una doctrina puede hacer caer en el dogmatismo.
- El sentimiento de certeza psicológica o moral: este criterio se basa en una convicción interna y en la fidelidad a nosotros mismos. Por lo tanto, el subjetivismo cree que no puede existir verdad universal y relativismo.
- La evidencia: consideramos que una cosa es evidente cuando se muestra de forma directa o inmediata ante un individuo, tan clara que consideramos que no podemos dudar de ella y que no necesita ser demostrada. En el terreno de las ciencias empíricas, la evidencia de las proposiciones se asegura siempre con la verificación. Lo estableció Descartes en el siglo XVII.
- La intersubjetividad y el diálogo: algo no puede ser nunca considerado como objetivamente verdadero si solo es afirmado por una persona. Por el contrario, debe ser compartido por muchos individuos, convirtiéndose en una verdad aceptada por encima mediante el diálogo. Por ejemplo, en el contexto científico, lo que al principio es una mera hipótesis se aceptará por toda la colectividad si lo afirmado se puede verificar mediante experimentos repetibles y si hay consenso.
En conclusión, no hay ningún criterio de verdad absoluto. Depende del contexto de la ciencia, de los medios para obtenerla en que nos movemos. La búsqueda de la verdad evidente sigue siendo uno de los ideales más propiamente filosóficos, científicos y de cualquier ser humano.