1ª vía (del movimiento): El tema de esta primera vía es que Santo Tomás trata de demostrar la existencia de Dios basándose en que “perciben los sentidos que en este mundo hay movimiento”. Nuestros sentidos nos muestran que hay cosas en el mundo que se mueven. Y como decía Aristóteles, en quien Santo Tomás se basa en esta primera vía, que “todo lo que se mueve es movido por otro”, si un objeto se mueve es porque otro lo ha movido. Ese otro objeto que mueve será algo que a su vez se mueve; pero, puesto que se mueve, será a su vez movido por otro, y este otro también será movido por otro, etc. Como es imposible que continúe hasta el infinito este proceso que nos lleva a buscar la explicación de cada movimiento en un motor que, a su vez, es movido, ya que la serie de motores movidos no nos explica el origen del movimiento, es preciso que haya un “primer motor” que lo mueva todo y sea inmóvil, ya que de lo contrario sería movido por otro. Ese primer motor inmóvil es, según Santo Tomás, lo que los cristianos llaman Dios.
2ª vía (de la causa eficiente): El tema de esta segunda vía es que Santo Tomás trata de demostrar la existencia de Dios basándose en que “en el mundo sensible hay un orden de causas eficientes”. Como la primera vía, se basa en la experiencia, pero, parte de la serie de las causas eficientes. Afirma que “nada puede ser causa de sí mismo”. Nada puede ser el origen de sí mismo, sino que su origen siempre debe estar en otra cosa que fue la “causa eficiente” de su existencia. Pero la causa de algo tendrá a su vez una causa. Este razonamiento nos llevaría a una serie de “causas causadas” que podría continuar hasta el infinito, pero prolongar hasta el infinito la serie de causas eficientes como explicación de los efectos equivaldría a no explicar nada. De modo que tiene que haber una “causa eficiente primera” que sea el origen de la serie de las causas, pero que no tenga a su vez causa alguna, ya que de lo contrario no sería la primera y tendríamos que seguir buscando su causa. Y a esa causa incausada, según Santo Tomás, la llamamos Dios.
3ª vía (de la necesidad): El tema de esta tercera vía es que Santo Tomás trata de demostrar la existencia de Dios basándose en que “encontramos que las cosas pueden existir o no existir”. Vemos que en el mundo hay cosas que aunque existan podrían no existir (a estos objetos les llama “contingentes”). Pues, hubo un momento pasado en el que aún no existían y habrá un momento futuro en el que dejen de existir. Si todo lo que existe es contingente, si hubo un tiempo en que no existía nada de todo lo que existe, entonces, no existiría nada, ya que no sería posible que en un momento dado hubiese surgido algo de la nada, pues de la nada no puede surgir nada. Debe haber, por tanto, algo que no sea contingente sino “necesario”, es decir, un ser que no comenzase a existir en un momento dado sino que exista en todo momento, desde siempre, y que sea el origen de todo lo que ha existido y de lo que existe. A ese ser necesario lo llamamos Dios.
4ª vía (de la perfección): El tema de esta cuarta vía es que Santo Tomás trata de demostrar la existencia de Dios basándose en “la jerarquía de valores que encontramos en las cosas”. Ahora bien, el hecho de que existan grados de perfección limitados en las características de las cosas implica la existencia de un “ser perfectísimo”. Si no existiese ese ser perfectísimo, que nos sirve como modelo de cómo deben ser las cosas, no habría una referencia que nos permitiese comparar las cosas entre sí y afirmar que una es más perfecta que otra. Debe existir, según Santo Tomás, la máxima perfección. A ese ser perfectísimo, según Santo Tomás, lo llamamos Dios.
5ª vía (de la finalidad): El tema de esta quinta vía es que Santo Tomás trata de demostrar la existencia de Dios basándose en que “vemos que hay cosas que no tienen conocimiento y que obran con un fin”. Es decir, es como si los seres naturales tuvieran la intención de surgir, desarrollarse, multiplicarse, etc. Ahora bien, las cosas que carecen de inteligencia, no han podido darse a sí mismas la finalidad de su existencia, puesto que no son conscientes de lo que hacen y, por tanto, no tienen la capacidad de actuar con la intención de conseguir dicha finalidad. Tiene que existir algún ser inteligente que ha ordenado todos los seres de la naturaleza, que ha hecho que aquellas cosas que no tienen conocimiento actúen de acuerdo con un fin. Y a esa “inteligencia ordenadora” la llamamos Dios.
Objeciones y Respuestas
El tema de las objeciones es que “parece que Dios no existe” por dos razones:
- Si Dios fuese infinito, el bien absoluto, entonces no sería posible que existiese el mal. Pero el mal existe y, por tanto, parece que Dios no existe.
- Todo lo que existe parece tener su “razón de ser”, el origen de su existencia, en otros principios que no son Dios: lo natural parece provenir de la naturaleza y lo intencionado de la razón y voluntad humanas.
Sin embargo, contra esas dos objeciones, Santo Tomás responde:
- A la primera, diciendo, como San Agustín, que Dios, al ser el bien absoluto, no permitiría que hubiera ningún mal en sus obras, a no ser que del mal sacara un bien. De manera que el mal no es algo real sino la negación de esa realidad.
- A la segunda, responde que como la naturaleza no es consciente de lo que hace y, por tanto, no puede darse a sí misma ninguna finalidad, de modo que es necesario que sea dirigida por alguien, que sí sea consciente de lo que hace y pueda darle esa finalidad, es necesario que Dios sea su primera causa. Y lo hecho a propósito por la razón y voluntad del ser humano también necesita ser explicado a partir de la existencia de Dios, ya que el ser humano es imperfecto y cambia fácilmente de opinión y, por tanto, no sabría diferenciar el bien del mal si no existiese Dios, el bien absoluto e inmutable.