La teoría marxista y la transformación social

Marx: Ideología, ilusión y conocimiento científico

Para Marx, todo ser humano posee una ideología, que se basa en ideas o representaciones, verdaderas o falsas, de la sociedad en la que vive. La clase dominante puede encubrir la realidad a través de la ideología, pero la propia complejidad de la realidad social puede impedir que se alcance su conocimiento verdadero. Al basarse la ideología en percepciones y vivencias parciales o deformadas y no en una actividad científica, serán falsas las representaciones que la conforman, por lo que la realidad y las condiciones en que se desarrolla la vida de los hombres resultan falsificadas. En ese caso, aunque la conciencia imagine esas ideas como dotadas de su propia sustantividad, la existencia humana resulta alienada.

La alienación y su fin: teoría y praxis

En relación con la alienación, Marx señala que el ser humano, cuya actividad tiene por objeto la naturaleza, crea un mundo en el que dicha naturaleza aparece como su obra y, sin embargo, en el modo de producción capitalista esa actividad no le permite ser dueño de sí ni de lo que produce, porque se presenta como algo ajeno. En segundo lugar, el hombre, al ser desposeído de los objetos que crea, se ve a sí mismo como objeto, viéndose negado como persona. En tercer lugar, como consecuencia, los seres humanos se deshumanizan al tener que someterse a unas relaciones sociales injustas, donde son explotados como maquinarias y reconocidos solo como tales. Para superar esa explotación, se impone el estudio del modo de producción, elaborando una teoría que, una vez puesta en práctica (praxis) permita su transformación y logre la realización del hombre.

Dialéctica y materialismo histórico

La posibilidad de una nueva sociedad surge al concebir la realidad social como un proceso dialéctico, dinámico, que se da tanto en la naturaleza como en la historia. Surge así una concepción materialista de la historia en la que el factor fundamental es la actividad productiva del ser humano para satisfacer sus necesidades básicas. Concibe este material histórico como una ciencia de la realidad social con la que se puede explicar y transformar el mundo. Según esto, los diferentes modos de producción son resultado de las transformaciones económicas que determinan los cambios en las estructuras sociales, políticas, ideológicas, culturales, etc. de la sociedad.

Dinámica del proceso histórico

Estos componentes sociales, políticos, etc., constituyen la superestructura cultural, que depende y está determinada por la infraestructura económica. En esta se distinguen dos elementos: las fuerzas productivas y las relaciones de producción, que dependen de las primeras. La infraestructura económica, fundamento que condiciona, en última instancia, todo el proceso de producción, la superestructura, es el conjunto de representaciones o ideas que configuran la conciencia, así como las estructuras jurídicas y políticas que determinan la infraestructura. Estas están determinadas directamente por la infraestructura económica. Menos determinadas están las superestructuras ideológicas, como la religión, el arte o la filosofía. La estructura económica de la sociedad constituye su modo de producción, relación que en cada sociedad se establece entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Como las fuerzas productivas no dejan de cambiar, los modos de producción no son estables, y con ellos varían las relaciones de producción. Si estas no lo hacen en la medida necesaria, surge una contradicción en la estructura económica de la sociedad, cuyo resultado será la revolución social, que transforma las relaciones de producción, cambiando la superestructura. Los cambios en la conciencia política, jurídica, religiosa, etc., del hombre se producen dependiendo de la transformación en la esfera económica, pues el ritmo de transformación de las fuerzas productivas es siempre más rápido, por el aumento de las necesidades humanas, que el de la superestructura.

Fin de la historia

El objetivo del proceso es la desaparición de las clases y la instauración del comunismo. La marcha hacia esta utopía podrá ser acelerada mediante la lucha de clases del proletariado. Eso significa que el proletariado toma conciencia de su condición de explotación y de sus intereses, contrarios a los de los capitalistas, y se sirve del materialismo histórico para poner fin a su alienación y lograr su realización total. El primer paso es la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y de la división del trabajo, mediante la dictadura del proletariado. Con ello se alcanzará la sociedad sin clases. En una sociedad no tendrá sentido el Estado, porque este es el instrumento que emplea la clase dominante para mantener sus privilegios, pero tampoco la lucha de clases, porque estas no existirán. En su lugar surgirá una comunidad real de hombres libres e iguales.

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