El texto fue elaborado por Immanuel Kant, autor prusiano del siglo XVIII, ilustrado de profunda religiosidad, racionalista y empirista. Es considerado como uno de los pensadores más influyentes de la Europa moderna y de la filosofía universal. Buscó, por encima de todo, enseñar al ser humano a pensar por sí mismo y a rechazar los dogmas de todo tipo, que destruyen la razón y someten el libre pensamiento a ideas fijas.
En este fragmento, Kant comienza desmarcándose de las ideas más puras de Hume, “rescatando” la idea de sustancia (“conceptos a los que ningún objeto empírico puede corresponder.”) como elemento fundamental en la epistemología, con el fin de alejarse del escepticismo al que conducía el empirismo humeano y poder dar respuesta al entendimiento humano.
Siguiendo con el texto, a partir de la idea de sustancia, Kant resalta la importancia del conocimiento racional, ya que es la razón la única que ha podido aventurarse en los problemas del conocimiento existenciales (la muerte, el porqué de la vida, Dios…) que nos han acompañado desde que somos humanos (“la razón desarrolla aquellas investigaciones que, por su importancia, nosotros consideramos como más sobresalientes”). Y sobre los cuales, las experiencias no han podido dar respuesta a pesar del interés que antropológicamente ha existido (“la experiencia no puede proporcionar ni guía ni rectificación”).
En el resto del fragmento, el filósofo prusiano continúa con la línea de lo ya comentado y presenta a la “ciencia” de la metafísica, la cual emplea como “herramienta” la razón, como única capaz de intentar dar respuesta a las ideas trascendentales que habían acompañado hasta el momento a la especie humana (“la ciencia que, con todos sus aprestos, tiene por único objetivo final el resolverlos es la metafísica”).
Por último, Kant afirma que la metafísica tiene un origen dogmático puesto que parte de la creencia de que somos capaces de ver la verdad sin tener que contrastar con la realidad (“Esta ciencia procede inicialmente de forma dogmática”). Este dogmatismo, aun pudiendo usarse como una forma de desacreditar las conclusiones de la metafísica, es a su vez una necesidad de ella misma, puesto que para poder aventurarse en los problemas que aborda ha de tener confianza en ella misma aun no pudiendo basarse en hechos empíricos.
La Epistemología Kantiana: Una Síntesis del Racionalismo y el Empirismo
Siguiendo con la teoría, ya fuera del texto, la epistemología kantiana se organiza desde una base empírica heredada por David Hume y consigue salir del escepticismo gracias a conceptos racionalistas como el de sustancia, por lo que es una “mezcla” de dos de las corrientes más influyentes de la filosofía hasta la fecha.
La base fundamental del conocimiento en Kant es la existencia del espacio y del tiempo, aquí ya podríamos entrar en conflicto con el empirismo puro pues aunque el espacio sí pueda reducirse a impresiones (ver cualquier objeto en el espacio), el tiempo no, puesto que este tendría que definirse como una secuencia infinita de impresiones, que el ser humano no es capaz de captar. A esto Kant lo denominaría estética trascendental y recoge todo el conocimiento recogido en base a experiencias.
Organización del Conocimiento: Categorías y Juicios
Tras esta base del conocimiento que actúa como “material”, habría que organizar aquellas experiencias con el fin de optimizar el aprendizaje, descartando lo inservible y unificando lo importante, puesto que la mente humana es limitada y necesita de una organización útil. Para ello distribuye las experiencias en categorías por lo que necesitamos un juicio para poder discernir las distintas experiencias que nos suceden. A este juicio Kant lo denomina analítica trascendental.
Más Allá de la Experiencia: La Dialéctica Trascendental
Por último, Kant se sale de lo conocido y otorga otra categoría a lo pensado, puesto que no podemos negar la cualidad humana de pensar más allá de lo que es, en función de lo que debería ser. Para esto, establece la dialéctica trascendental como aquella capaz de establecer argumentos y en la que se encuentran las ideas más “puras”: Dios, Yo y Mundo. Esta categoría, al igual que la primera se asocia mayormente al empirismo, lo hace al racionalismo cartesiano, pues aquí ya hemos abandonado todo conocimiento empírico y nuestra única “herramienta” es el uso de la razón. Esta última categoría seguramente surja por la tendencia humana de reducir todo conocimiento al universal como ya podíamos observar desde Platón en su pirámide dialéctica o de otra forma parecida en Aristóteles con el proceso de abstracción.