SAN AGUSTIN:DIOS:En la filosofía de San Agustín, la idea de Dios es preeminente. Defiende su existencia con diversos argumentos, algunos se apoyan en la belleza y perfección de la realidad:
Si la perfección de los entes dependiese de ellos mismos, los entes serían totalmente perfectos, pero como no lo son, debe haber algo que sea lo que les otorgue dicha perfección en su apropiada medida. Aquello que otorga la perfección y belleza a las cosas, es Dios, que es la belleza y la perfección. Así mismo, se basa en el orden de la creación para llegar a la idea de un Ser Supremo Ordenador, la realidad está ordenada por una inteligencia que los seres del mundo no tienen. Aporta también el argumento del consenso, la común creencia de los hombres en Dios a lo largo de todas las épocas y en todas las civilizaciones. Pero el argumento preferido por San Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas (verdades eternas)
Que tenemos en nuestra alma, que contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, y por lo tanto tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A éste se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas.Ahora sabemos que Dios existe, pero ¿cómo podemos saber cómo es? Sobre Dios tenemos dos tipos de conocimiento, el negativo y el positivo. El negativo consiste en decir que Dios no es lo que no es, por ejemplo, que no es mortal. El conocimiento positivo consiste en decir que Dios es lo que sí es, atribuyéndole las cualidades de los seres en su máxima expresión. La manera más fidedigna de concebir a Dios que tenemos es como el ser cuya esencia es la existencia, cuyo ser es existir.Ahora que sabemos cómo es Dios, pasamos a ver las características que le atribuye San Agustín, a partir de fuentes bíblicas y argumentos filosóficos. Por la vía filosófica, atribuye a Dios las características de las Ideas de Platón, concretamente las de la Idea de Bien, de lo que se desprende que Dios es infinito, eterno, perfecto, inmutable, y espíritu puro (inmaterial). También la atribuye las siguientes, basado esta vez más en la fe que en la filosofía: es omnipotente (todo lo puede), omnisciente (todo lo sabe) y providente (que provee). Dios es pura actividad cognoscitiva y amorosa (que conoce y ama).San Agustín defenderá el Creacionismo:
El mundo y el tiempo han sido creados por Dios de la nada, ex nihilo. Esta creación se explica a partir de la Teoría del Ejemplarismo:
Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de aquellas ideas eternas que están en su mente divina, los arquetipos.
Esta creación no es abandonada por Dios una vez creada, sino que Dios la cuida y la gobierna y para ello ha concebido un plan para el mundo y éste plan se expresa en la ley eterna.
Por ello, le surge a san
Agustín el problema del mal, pues si el mal existiera sería algo creado por Dios siendo así él mismo malo. La solución, para san Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección.
Además, el mal sólo lo es en tanto individual y concreto pero no para la totalidad de la creación en donde siempre resulta de él un bien mayor. Explicará así igualmente el mal moral humano que es fruto de un bien mayor: la libertad.La figura de Dios, dentro del estudio referente al ser humano por parte de San Agustín, también cumple un rol determinante, del que establece un paralelismo con Dios y su Trinidad en la explicación del conocimiento, pues Dios es el portador de las Ideas de las que hablara Platón (dejan de estar en un mundo aparte). También en la moral es crucial la figura de Dios como fin de la vida humana, y por último en la política, reflejado en su obra Ciudad de Dios.HOMBRE:La antropología de San Agustín es una adaptación cristiana de la antropología de Platón. Afirmará que el hombre, como toda criatura, se compone de dos sustancias, el cuerpo (materia) y el alma (forma) cuya unión es accidental.
Por ello, propiamente hablando el hombre no es más que su alma inmortal frente a un cuerpo mortal y corruptible. El alma debe regir el cuerpo y es su aspiración deshacerse de la materia corporal y volver a Dios de quien procede.Sin embargo, difiere con Platón en otros aspectos, puesto que defiende que alma y cuerpo son creados al mismo tiempo negando así la preexistencia de la que nos hablara el filósofo griego. Por otra parte, Platón caracterizaba de cárcel al cuerpo, y San Agustín lo rechaza, lo material deja de tener carácter pernicioso para el alma: mitiga la visión negativa del cuerpo, y suaviza con ello el dualismo antropológico de Platón.El alma, ha sido creada a imagen de Dios, que es Trino, y esto se refleja en ella. Por ello el hombre está dotado de las facultades de memoria (a imagen del Padre), inteligencia (a imagen del Hijo), y amor (a imagen del Espíritu Santo). Estas facultades dotan al alma de un puesto privilegiado en la creación, diferenciándose de todos los demás seres de este mundo por ser más perfecta que éstos.Hemos visto que el hombre es superior en la Creación, pero, ¿hay dentro del hombre algún aspecto superior a otros? En la reflexión que San Agustín hace sobre el hombre, a la hora de explicarlo, da mucha importancia a la voluntad libre, otorgándole una cierta preeminencia sobre la inteligencia. Esto supondrá una gran novedad en la Historia de la Filosofía.Siguiendo con su reflexión sobre el hombre y el alma, San Agustín afirma que ésta es inmortal, apoyado en los argumentos platónicos, principalmente basándose en la simplicidad del alma humana: al no estar dotada de partes, no puede ser destruida; al no ser compuesta, no puede ser descompuesta, disgregada.CONOCIMIENTO:Para san Agustín la Verdad existe pues la afirmación escéptica de que no existe la verdad se contradice al afirmar la verdad de dicho juicio. “Si fallor, sum”: el que duda, sabe que duda, y posee, con ello, una certeza. La experiencia de uno mismo, aún en la duda, nos da una certeza firme contra todo escepticismo.Dentro del conocimiento del que es capaz el hombre, podemos distinguir dos tipos. El primero es el conocimiento sensible, de los sentidos, que genera doxa (opinión), el grado más bajo y común a los animales, provocado por la influencia de los objetos externos sobre nuestro cuerpo. En este conocimiento no hay verdad ni falsedad: ves lo que ves, oyes lo que oyes. Este conocimiento versa sobre lo concreto del mundo material.Dentro del conocimiento intelectual se distingue el inferior, científico o ciencia, donde con el razonamiento se conoce lo universal y necesario relativo a las cosas temporales y el superior, sapiencial o sabiduría, que posibilita el conocimiento de verdades eternas, inmutables, universales y necesarias (correspondería con el conocimiento de las ideas de Platón) que fundamentan nuestros juicios.El conocimiento requiere la iluminación: captamos verdades eternas que no son nuestras (que no somos eternos) ni de los objetos sensibles (que no son eternos). Todo saber presupone verdades inmutables que el alma no produce (no podría), sino que las descubre, preexisten.Según la Teoría de la iluminación estas verdades eternas no pueden ser desarrolladas a través de los sentidos sino que se deben buscar en la intimidad de la conciencia, en el alma, donde Dios las ha puesto y por tanto el hombre debe descubrirlas en su interior. La verdad, por tanto, no está en la realidad sino en el alma y se conoce a través de una iluminación divina.
Las verdades eternas son ideas de Dios, los patrones o arquetipos por los que Dios crea. Dichas verdades eternas pertenecen y proceden de Dios y, por tanto, es necesario que Dios nos las comunique, que ilumine nuestra mente. (El camino ascendente desde el conocimiento hacia Dios constituye una de las pruebas de la existencia de Dios más importantes en San Agustín). Las ideas del conocimiento científico son inmateriales, por lo que no pueden proceder de algo material, sino de algo inmaterial, inmutable, eterno, perfecto, que es Dios. Este es uno de los argumentos de la existencia de Dios: existe un ser que tenga las mismas características de mis ideas.Otra de las cuestiones que aborda San Agustín relativas al conocimiento es la relación entre el conocimiento de la Razón y la Fe. La Fe no es un conocimiento irracional sino superior a la razón, pero “razonable”. La Fe nos hace ver más y mejor, pero sin la razón, la Fe no sirve. De ello se deduce, además, que la Fe predomina sobre la razón, “Intellige ut credas; crede ut intelligas” (entiende para creer, cree para entender). La razón no llega a su plenitud sin la fe. No son idénticas (identificación), ni indiferentes (ininfluencia) ni contrarias (incompatibilidad), sino complementarias.
ÉTICA:El hombre tiene su origen en Dios y también en Dios su fin.
La vida humana se dirige a Dios, a la contemplación de Dios en el Cielo o Visión Beatífica después de esta vida. En ello consiste la felicidad humana. Para alcanzarla (ética eudemonista), el hombre debe buscar a Dios y cumplir su ley. Para ello, debe hacer uso de su libre albedrío (o libre arbitrio), ordenando sus acciones y adquiriendo las virtudes, es decir, siendo virtuoso, la virtud consiste en el orden adecuado de los amores (“ordo amoris”).Las cosas son amables en la medida en la que son buenas, por lo que hay que amar más lo que sea mejor. Es más amable lo que es mejor, y esto debe ser más amado. El amor dirige la acción humana, así que la acción será correcta cuando el amor sea el correcto y aquí se hallará la virtud.La voluntad libre nos hace pecar o vivir bien y conforme a la ley de Dios. Una acción humana debe juzgarse en relación con la intención que la guía: si es conforme a la ley de Dios será buena; si no, será pecado.
El mal moral es el abuso que el hombre comete de su libre albedrío, y por ello, es responsable personalmente del pecado cometido. Precisará san Agustín que la acción mala, contraria a la ley, consiste en una libre “aversión a Dios y conversión a las criaturas”. El mal moral es, por tanto, una privación, ausencia de orden en la acción; se dirige a las cosas (buenas) de manera contraria al orden de la naturaleza.Sin embargo, a causa del pecado original, la naturaleza humana está debilitada y para obrar bien requiere de un auxilio divino.
Esta ayuda recibe el nombre de la gracia.
Esta idea, procedente del cristianismo, supone una novedad filosófica y exige, por parte de san Agustín, una aguda precisión acerca de la naturaleza de la voluntad libre y la compatibilidad de la libertad con la gracia para explicar la acción humana. Al estar debilitada nuestra naturaleza, muchas veces amamos lo menos amable, nos convertimos a las criaturas y, por esto, nos volvemos contra Dios. Pero, ¿Sigo siendo libre después de estar mi naturaleza debilitada? ¿Sigo siendo libre después de ser ayudado por Dios? San Agustín defiende que somos libres en todo momento:
Con la herida y con la ayuda.POLÍTICA:La trató en el libro “Civitate Dei”. Las ideas políticas de san Agustín están unidas a su visión de la historia.
San Agustín añade la idea novedosa de una historia lineal, idea cristiana que no estaba presente en el pensamiento griego anterior, la historia de la humanidad (no de un pueblo concreto) afirmando así la unidad del género humano.
La vida política, la comunidad, afecta a todos los hombres, a la humanidad, porque los hombres forman un conjunto. Esta afirmación se basa en la consideración de que todos los hombres tienen un mismo padre (Adán), un mismo redentor (Cristo), y un mismo fin (la visión de Dios en el Cielo). San Agustín es el primer pensador que analiza el sentido de la historia humana y la concibe como el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y donde se produce la salvación.Los hombres se unen en la medida en que aman lo mismo. Existen dos amores, según san Agustín, a Dios o a uno mismo. Por consiguiente, según el objeto de su amor, los hombres viven en dos sociedades en la tierra, por eso la frase de “dos amores fundaron dos ciudades”: la Ciudad de Dios, formada por aquellos que aman a Dios por encima de todo, dirigida a la gloria y la Ciudad terrenal, formada por aquellos que se aman a sí mismos por encima de todo, dirigida a la perdición. Dichas “ciudades” no se identifican con ninguna ciudad ni institución determinada, no tienen un límite geográfico, y no se identifican con una religión, ni con la Iglesia y el Estado. Ambas ciudades buscan la paz, que es lo que naturalmente buscan todas las cosas, la tranquilidad en el orden (esto hace que, en ocasiones, “colaboren”), pero de diferente manera, y por eso, en ocasiones existen pugnas entre ellas. La historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios que se dará al final de los tiempos.La vida, biografía, de estas dos ciudades es la historia y esta tiene un comienzo, un desarrollo, y un final:
Parte de la creación; pasa por el pecado original y la redención; y se dirige al final de la historia, el juicio y la resurrección. El fin de todo es la Paz, el reposo de lo ordenado.Además, es La historia se desarrolla gracias a la libertad de los hombres y, sin detrimento de esta, por la acción de Dios providente que la gobierna: Dios gobierna la historia. El transcurso de la historia depende de lo que hagan los hombres y de la Providencia Divina.
Si la perfección de los entes dependiese de ellos mismos, los entes serían totalmente perfectos, pero como no lo son, debe haber algo que sea lo que les otorgue dicha perfección en su apropiada medida. Aquello que otorga la perfección y belleza a las cosas, es Dios, que es la belleza y la perfección. Así mismo, se basa en el orden de la creación para llegar a la idea de un Ser Supremo Ordenador, la realidad está ordenada por una inteligencia que los seres del mundo no tienen. Aporta también el argumento del consenso, la común creencia de los hombres en Dios a lo largo de todas las épocas y en todas las civilizaciones. Pero el argumento preferido por San Agustín es el derivado del carácter eterno e inmutable de ciertas ideas (verdades eternas)
Que tenemos en nuestra alma, que contrasta con la naturaleza humana, mutable y finita, y por lo tanto tienen que tener como causa un ser eterno e inmutable: Dios. A éste se le conoce imperfectamente a través de las huellas que ha dejado en las criaturas.Ahora sabemos que Dios existe, pero ¿cómo podemos saber cómo es? Sobre Dios tenemos dos tipos de conocimiento, el negativo y el positivo. El negativo consiste en decir que Dios no es lo que no es, por ejemplo, que no es mortal. El conocimiento positivo consiste en decir que Dios es lo que sí es, atribuyéndole las cualidades de los seres en su máxima expresión. La manera más fidedigna de concebir a Dios que tenemos es como el ser cuya esencia es la existencia, cuyo ser es existir.Ahora que sabemos cómo es Dios, pasamos a ver las características que le atribuye San Agustín, a partir de fuentes bíblicas y argumentos filosóficos. Por la vía filosófica, atribuye a Dios las características de las Ideas de Platón, concretamente las de la Idea de Bien, de lo que se desprende que Dios es infinito, eterno, perfecto, inmutable, y espíritu puro (inmaterial). También la atribuye las siguientes, basado esta vez más en la fe que en la filosofía: es omnipotente (todo lo puede), omnisciente (todo lo sabe) y providente (que provee). Dios es pura actividad cognoscitiva y amorosa (que conoce y ama).San Agustín defenderá el Creacionismo:
El mundo y el tiempo han sido creados por Dios de la nada, ex nihilo. Esta creación se explica a partir de la Teoría del Ejemplarismo:
Dios ha realizado en la materia los seres concretos a partir de aquellas ideas eternas que están en su mente divina, los arquetipos.
Esta creación no es abandonada por Dios una vez creada, sino que Dios la cuida y la gobierna y para ello ha concebido un plan para el mundo y éste plan se expresa en la ley eterna.
Por ello, le surge a san
Agustín el problema del mal, pues si el mal existiera sería algo creado por Dios siendo así él mismo malo. La solución, para san Agustín, es considerar que todo lo creado por Dios es bueno, siendo el mal o la imperfección no algo real, sino carencia de ser o perfección.
Además, el mal sólo lo es en tanto individual y concreto pero no para la totalidad de la creación en donde siempre resulta de él un bien mayor. Explicará así igualmente el mal moral humano que es fruto de un bien mayor: la libertad.La figura de Dios, dentro del estudio referente al ser humano por parte de San Agustín, también cumple un rol determinante, del que establece un paralelismo con Dios y su Trinidad en la explicación del conocimiento, pues Dios es el portador de las Ideas de las que hablara Platón (dejan de estar en un mundo aparte). También en la moral es crucial la figura de Dios como fin de la vida humana, y por último en la política, reflejado en su obra Ciudad de Dios.HOMBRE:La antropología de San Agustín es una adaptación cristiana de la antropología de Platón. Afirmará que el hombre, como toda criatura, se compone de dos sustancias, el cuerpo (materia) y el alma (forma) cuya unión es accidental.
Por ello, propiamente hablando el hombre no es más que su alma inmortal frente a un cuerpo mortal y corruptible. El alma debe regir el cuerpo y es su aspiración deshacerse de la materia corporal y volver a Dios de quien procede.Sin embargo, difiere con Platón en otros aspectos, puesto que defiende que alma y cuerpo son creados al mismo tiempo negando así la preexistencia de la que nos hablara el filósofo griego. Por otra parte, Platón caracterizaba de cárcel al cuerpo, y San Agustín lo rechaza, lo material deja de tener carácter pernicioso para el alma: mitiga la visión negativa del cuerpo, y suaviza con ello el dualismo antropológico de Platón.El alma, ha sido creada a imagen de Dios, que es Trino, y esto se refleja en ella. Por ello el hombre está dotado de las facultades de memoria (a imagen del Padre), inteligencia (a imagen del Hijo), y amor (a imagen del Espíritu Santo). Estas facultades dotan al alma de un puesto privilegiado en la creación, diferenciándose de todos los demás seres de este mundo por ser más perfecta que éstos.Hemos visto que el hombre es superior en la Creación, pero, ¿hay dentro del hombre algún aspecto superior a otros? En la reflexión que San Agustín hace sobre el hombre, a la hora de explicarlo, da mucha importancia a la voluntad libre, otorgándole una cierta preeminencia sobre la inteligencia. Esto supondrá una gran novedad en la Historia de la Filosofía.Siguiendo con su reflexión sobre el hombre y el alma, San Agustín afirma que ésta es inmortal, apoyado en los argumentos platónicos, principalmente basándose en la simplicidad del alma humana: al no estar dotada de partes, no puede ser destruida; al no ser compuesta, no puede ser descompuesta, disgregada.CONOCIMIENTO:Para san Agustín la Verdad existe pues la afirmación escéptica de que no existe la verdad se contradice al afirmar la verdad de dicho juicio. “Si fallor, sum”: el que duda, sabe que duda, y posee, con ello, una certeza. La experiencia de uno mismo, aún en la duda, nos da una certeza firme contra todo escepticismo.Dentro del conocimiento del que es capaz el hombre, podemos distinguir dos tipos. El primero es el conocimiento sensible, de los sentidos, que genera doxa (opinión), el grado más bajo y común a los animales, provocado por la influencia de los objetos externos sobre nuestro cuerpo. En este conocimiento no hay verdad ni falsedad: ves lo que ves, oyes lo que oyes. Este conocimiento versa sobre lo concreto del mundo material.Dentro del conocimiento intelectual se distingue el inferior, científico o ciencia, donde con el razonamiento se conoce lo universal y necesario relativo a las cosas temporales y el superior, sapiencial o sabiduría, que posibilita el conocimiento de verdades eternas, inmutables, universales y necesarias (correspondería con el conocimiento de las ideas de Platón) que fundamentan nuestros juicios.El conocimiento requiere la iluminación: captamos verdades eternas que no son nuestras (que no somos eternos) ni de los objetos sensibles (que no son eternos). Todo saber presupone verdades inmutables que el alma no produce (no podría), sino que las descubre, preexisten.Según la Teoría de la iluminación estas verdades eternas no pueden ser desarrolladas a través de los sentidos sino que se deben buscar en la intimidad de la conciencia, en el alma, donde Dios las ha puesto y por tanto el hombre debe descubrirlas en su interior. La verdad, por tanto, no está en la realidad sino en el alma y se conoce a través de una iluminación divina.
Las verdades eternas son ideas de Dios, los patrones o arquetipos por los que Dios crea. Dichas verdades eternas pertenecen y proceden de Dios y, por tanto, es necesario que Dios nos las comunique, que ilumine nuestra mente. (El camino ascendente desde el conocimiento hacia Dios constituye una de las pruebas de la existencia de Dios más importantes en San Agustín). Las ideas del conocimiento científico son inmateriales, por lo que no pueden proceder de algo material, sino de algo inmaterial, inmutable, eterno, perfecto, que es Dios. Este es uno de los argumentos de la existencia de Dios: existe un ser que tenga las mismas características de mis ideas.Otra de las cuestiones que aborda San Agustín relativas al conocimiento es la relación entre el conocimiento de la Razón y la Fe. La Fe no es un conocimiento irracional sino superior a la razón, pero “razonable”. La Fe nos hace ver más y mejor, pero sin la razón, la Fe no sirve. De ello se deduce, además, que la Fe predomina sobre la razón, “Intellige ut credas; crede ut intelligas” (entiende para creer, cree para entender). La razón no llega a su plenitud sin la fe. No son idénticas (identificación), ni indiferentes (ininfluencia) ni contrarias (incompatibilidad), sino complementarias.
ÉTICA:El hombre tiene su origen en Dios y también en Dios su fin.
La vida humana se dirige a Dios, a la contemplación de Dios en el Cielo o Visión Beatífica después de esta vida. En ello consiste la felicidad humana. Para alcanzarla (ética eudemonista), el hombre debe buscar a Dios y cumplir su ley. Para ello, debe hacer uso de su libre albedrío (o libre arbitrio), ordenando sus acciones y adquiriendo las virtudes, es decir, siendo virtuoso, la virtud consiste en el orden adecuado de los amores (“ordo amoris”).Las cosas son amables en la medida en la que son buenas, por lo que hay que amar más lo que sea mejor. Es más amable lo que es mejor, y esto debe ser más amado. El amor dirige la acción humana, así que la acción será correcta cuando el amor sea el correcto y aquí se hallará la virtud.La voluntad libre nos hace pecar o vivir bien y conforme a la ley de Dios. Una acción humana debe juzgarse en relación con la intención que la guía: si es conforme a la ley de Dios será buena; si no, será pecado.
El mal moral es el abuso que el hombre comete de su libre albedrío, y por ello, es responsable personalmente del pecado cometido. Precisará san Agustín que la acción mala, contraria a la ley, consiste en una libre “aversión a Dios y conversión a las criaturas”. El mal moral es, por tanto, una privación, ausencia de orden en la acción; se dirige a las cosas (buenas) de manera contraria al orden de la naturaleza.Sin embargo, a causa del pecado original, la naturaleza humana está debilitada y para obrar bien requiere de un auxilio divino.
Esta ayuda recibe el nombre de la gracia.
Esta idea, procedente del cristianismo, supone una novedad filosófica y exige, por parte de san Agustín, una aguda precisión acerca de la naturaleza de la voluntad libre y la compatibilidad de la libertad con la gracia para explicar la acción humana. Al estar debilitada nuestra naturaleza, muchas veces amamos lo menos amable, nos convertimos a las criaturas y, por esto, nos volvemos contra Dios. Pero, ¿Sigo siendo libre después de estar mi naturaleza debilitada? ¿Sigo siendo libre después de ser ayudado por Dios? San Agustín defiende que somos libres en todo momento:
Con la herida y con la ayuda.POLÍTICA:La trató en el libro “Civitate Dei”. Las ideas políticas de san Agustín están unidas a su visión de la historia.
San Agustín añade la idea novedosa de una historia lineal, idea cristiana que no estaba presente en el pensamiento griego anterior, la historia de la humanidad (no de un pueblo concreto) afirmando así la unidad del género humano.
La vida política, la comunidad, afecta a todos los hombres, a la humanidad, porque los hombres forman un conjunto. Esta afirmación se basa en la consideración de que todos los hombres tienen un mismo padre (Adán), un mismo redentor (Cristo), y un mismo fin (la visión de Dios en el Cielo). San Agustín es el primer pensador que analiza el sentido de la historia humana y la concibe como el escenario donde Dios se manifiesta al hombre y donde se produce la salvación.Los hombres se unen en la medida en que aman lo mismo. Existen dos amores, según san Agustín, a Dios o a uno mismo. Por consiguiente, según el objeto de su amor, los hombres viven en dos sociedades en la tierra, por eso la frase de “dos amores fundaron dos ciudades”: la Ciudad de Dios, formada por aquellos que aman a Dios por encima de todo, dirigida a la gloria y la Ciudad terrenal, formada por aquellos que se aman a sí mismos por encima de todo, dirigida a la perdición. Dichas “ciudades” no se identifican con ninguna ciudad ni institución determinada, no tienen un límite geográfico, y no se identifican con una religión, ni con la Iglesia y el Estado. Ambas ciudades buscan la paz, que es lo que naturalmente buscan todas las cosas, la tranquilidad en el orden (esto hace que, en ocasiones, “colaboren”), pero de diferente manera, y por eso, en ocasiones existen pugnas entre ellas. La historia humana avanza hacia el triunfo y salvación de los integrantes de la Ciudad de Dios que se dará al final de los tiempos.La vida, biografía, de estas dos ciudades es la historia y esta tiene un comienzo, un desarrollo, y un final:
Parte de la creación; pasa por el pecado original y la redención; y se dirige al final de la historia, el juicio y la resurrección. El fin de todo es la Paz, el reposo de lo ordenado.Además, es La historia se desarrolla gracias a la libertad de los hombres y, sin detrimento de esta, por la acción de Dios providente que la gobierna: Dios gobierna la historia. El transcurso de la historia depende de lo que hagan los hombres y de la Providencia Divina.