Aristóteles
Virtudes Dianoéticas
La virtud o excelencia (arete) consiste en cumplir una función de la mejor manera posible. Las virtudes de la razón o dianoéticas son:
Sabiduría
Función teórica. Se alcanza cuando la función de distinguir la verdad y la falsedad se cumple de forma excelente. La sabiduría nace de la unión de dos capacidades complementarias que se ejecutan de forma virtuosa. Estas capacidades son el entendimiento, la capacidad para captar intuitivamente los axiomas de una ciencia, y la ciencia demostrativa, es la capacidad para hacer deducciones a partir de axiomas.
Prudencia
La virtud de la función práctica. Consiste en saber escoger siempre el término medio más adecuado entre dos extremos. Puede adquirirse mediante la experiencia y tomando de modelo a otras personas prudentes.
Técnica
Función productiva, cuando se alcanza la experiencia en la facultad productiva, se dice que una persona posee técnica.
Virtudes Éticas
Aristóteles distingue en el ser humano dos elementos: uno irracional y otro racional. Cada uno puede ser conducido a la perfección. Dos tipos de virtudes: éticas referidas a la parte irracional y las dianoéticas que se refieren a la racional. Para Aristóteles la ética es la ciencia del carácter, el carácter se forma a partir de deseos, sentimientos y emociones, nace del elemento irracional del alma humana. Las virtudes éticas corresponden a la parte irracional y apetitiva del alma. El ser humano se conduce con excelencia cuando se sirve de razón para satisfacer aquellos deseos que contribuyen a la felicidad.
El Término Medio y el Carácter
El término medio es el camino que conduce a la eudemonia. Consiste en aplicar la razón a los sentidos y emociones de modo que una emoción no nos desborde, ni que la falta de emociones vuelva insulsa la vida. La virtud se alcanza cuando se encuentra el término medio. La virtud es el término medio entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto. El término medio es la acción más racional y adecuada. No es el mismo para todos, sino que depende de las circunstancias. Al escoger siempre las opciones racionales, se adquiere el hábito de someter el carácter a las directrices de la razón. La suma de las acciones que se han tomado racionalmente acaban conformando nuestros hábitos, y los hábitos son los que conducirán a tener un carácter virtuoso y excelente. La eudemonia consiste por tanto en el hábito de escoger siempre el término medio. La culminación de la virtud se alcanza cuando se actúa de forma excelente sin que esto suponga ningún esfuerzo.
Platón
Reminiscencia
Para Platón el conocimiento consiste en la contemplación de las Ideas. Sin embargo, las Ideas pertenecen a un mundo distinto al mundo sensible en el que vive el hombre. Aun así, la mediación del alma hace posibles las dos vías de acceso al conocimiento que señala Platón: la reminiscencia y la dialéctica, y un elemento emocional que impulsa al alma en su progreso hacia las Ideas: el amor.
La teoría de la reminiscencia sostiene que conocer no es otra cosa que recordar. El alma humana ha contemplado las Ideas con anterioridad, aunque las haya olvidado al unirse a un cuerpo, puede recordarlas al contemplar las cosas sensibles. Eso significa, pues, que el conocimiento no es sino una reminiscencia, es decir, un recuerdo de lo que ya está en el alma. Esta teoría se desarrolla en el Menón.
La Dialéctica
Antes de llegar a la dialéctica, Platón hace una distinción entre grados de conocimiento. Platón entiende la dialéctica como el método mediante el cual se asciende gradualmente desde el conocimiento sensible hasta el verdadero conocimiento, que consiste en la contemplación directa de las Ideas. Este ascenso se produce a través de diferentes niveles de conocimiento descritos en la República de manera metafórica mediante el símil de la línea.
El símil de la línea presenta una línea dividida en segmentos desiguales. El primero corresponde al conocimiento del mundo sensible. Este segmento de la opinión aparece dividido en dos: el grado más bajo de conocimiento es la imaginación o conjetura que se refiere a las imágenes o reflejos de las cosas sensibles. La opinión que tiene como objeto las cosas sensibles es un segundo grado de conocimiento, la creencia e incluye el estudio de la física. Conocimiento del mundo inteligible: recibe el nombre de ciencia y aparece en otro segmento también dividido en dos: el pensamiento discursivo (matemáticas) y la inteligencia (dialéctica).
La dialéctica, como las matemáticas, parte de hipótesis, pero las toma como punto de partida provisional para llegar a los primeros principios, sin recurrir a representaciones materiales, elevándose de Idea en Idea hasta llegar a la Idea suprema, la Idea de Bien. Hay una dialéctica ascendente, que comienza por los objetos sensibles y continúa por conceptos cada vez más universales hasta captar las Ideas y sus relaciones, en un proceso que va de lo particular a lo universal. El proceso inverso, la dialéctica ascendente, permite llegar de lo universal a lo particular. La dialéctica es el método propio de la filosofía, pero es algo más que un proceso intelectual, porque necesita de una disciplina de purificación del alma. Platón señala además un componente emocional en este ascenso al conocimiento: el amor.