Metafísica
La metafísica es la rama de la filosofía que busca comprender lo que está más allá de la experiencia sensible, especialmente Dios y el alma humana. Esta disciplina se ocupa del ser y su origen mediante diversas metodologías como conceptos y teorías que simplifican su estudio. Originada en los presocráticos en su búsqueda del arjé, o principio fundamental de toda existencia, la metafísica ha evolucionado a lo largo de la historia filosófica.
En la metafísica se exploran conceptos fundamentales como:
- El acto (el estado actual de un ente)
- La potencia (sus posibilidades de transformación)
- La forma (lo que define su naturaleza)
- La materia (de qué está hecho)
- La sustancia (la esencia subyacente que puede ser sustancial o accidental).
Además, se abordan teorías como las cuatro causas:
- Formal: estudia su significado
- Material: de qué está hecha, materialidad
- Eficiente: en el ser humano, por ejemplo, serían los padres
- Final: para qué sirve, para qué está, cuál es la causa final de algo, introducida por Aristóteles
Monismo y Pluralismo
A lo largo de la historia, la metafísica ha enfrentado diferentes enfoques como el monismo, la creencia en un único principio fundamental, y el pluralismo, varios principios fundamentales.
Materialistas e Idealistas
Los filósofos tienen distintas concepciones sobre qué constituye la realidad última. Los materialistas sostienen que esta realidad última es material; ejemplos de filósofos materialistas incluyen a Marx, Demócrito y Empédocles. Por otro lado, los idealistas argumentan que la verdadera realidad es espiritual e inmaterial; Platón y Hegel son ejemplos destacados de filósofos idealistas.
Los filósofos presocráticos se dedicaron a buscar el fundamento que explicara todo lo que existe. Estaban convencidos de que la diversidad de cosas que nos rodean no podía ser la última realidad. Según ellos, todo debía originarse en algún principio más básico. Confiaban en que, mediante la razón, podrían identificar cuál era la raíz verdadera de todo lo existente. Para los presocráticos, este principio fundamental, llamado arjé, era el inicio y el fundamento común de todo lo que observamos. Consideraban que esta realidad primordial no solo fue lo primero en existir, sino también el origen desde el cual se desarrollaron todas las demás cosas que nos rodean.
Metafísica Antigua
En la antigua Grecia, se cuestionaba el arjé y los cambios naturales, mientras que en la Edad Media, la discusión se centraba en temas como la existencia de Dios y la relación entre la fe y la razón. En la era moderna, la metafísica se interroga sobre la verdadera naturaleza de la realidad y la diferencia entre materia y pensamiento, así como la libertad y la causalidad.
Época Medieval
La influencia decisiva del cristianismo en todos los aspectos introdujo nuevos temas en la metafísica medieval. Durante este período, las cuestiones acerca de Dios adquirieron una importancia significativa. Se debatía sobre la posibilidad de demostrar racionalmente la existencia de Dios, la relación entre las creencias de fe y las verdades racionales, y el problema del mal: ¿cómo es posible que Dios permita el mal siendo omnipotente e infinitamente bueno?
Modernidad
En la filosofía moderna surgieron las preguntas metafísicas centradas en descubrir la verdadera naturaleza de la realidad. Se interroga sobre qué es lo que realmente existe y por qué existe algo en lugar de nada. Se debatía acerca de la diferencia entre materia y pensamiento: ¿son dos realidades distintas o aspectos de una misma realidad? También se cuestionaba si las causas realmente producen efectos y si la libertad existe como concepto genuino o es solo una ilusión.
En esta época surgieron los primeros cuestionamientos metafísicos significativos. Kant, por ejemplo, sostuvo que las preguntas metafísicas estaban más allá de lo que la razón humana podría conocer. Sin embargo, según él, existe una inclinación inevitable en el ser humano a plantear este tipo de preguntas, aunque no podamos conocer las respuestas definitivas.
Edad Contemporánea y Crisis de la Metafísica
El avance científico y tecnológico ha agudizado la crisis de la metafísica en la era contemporánea. Los notables progresos de las ciencias parecían ofrecer respuestas precisas y confiables a muchos interrogantes. Mientras tanto, los filósofos continuaban inmersos en interminables debates sin lograr consenso.
Surgen preguntas sobre la relevancia de las interrogantes metafísicas: ¿han sido meras discusiones sobre palabras sin significado real? ¿Sería más prudente confiar exclusivamente en la ciencia y desechar por completo la filosofía? Estos cuestionamientos explican la profunda crisis que atraviesa la metafísica en la edad contemporánea. A pesar de las críticas, la metafísica ha contado con figuras destacadas en este período.
Un ejemplo que relaciona la metafísica con un problema concreto es el accidente de los Andes. Este accidente plantea preguntas filosóficas significativas, especialmente en relación con la metafísica. Se destacan dos preguntas fundamentales: ¿Es posible afirmar la existencia de Dios? ¿Existe algo después de la muerte?
Pregunta por el Ser del Hombre
Entre las preguntas filosóficas, una se destaca por su cercanía y permanente relevancia: la pregunta sobre el ser humano. Esta interrogante no sólo se impone y conmueve, sino que también llena de incertidumbre. Responder a esta pregunta es difícil (y formularla adecuadamente también lo es), pues nos involucra profundamente. Aquí no tratamos de algo ajeno o externo, sino de nosotros mismos, de nuestro ser más íntimo y de nuestra vida en este mundo. Esta pregunta acompaña y atormenta al ser humano a lo largo de su existencia. Es universal porque afecta a todos, independientemente de la edad, sexo o clase social. Es inevitable, tal vez sea lo que nos define como humanos. Podemos considerar que la reflexión sobre el ser humano surge con la propia humanidad. El ser humano es inseparable de esta reflexión sobre sí mismo. Ante el hecho de nuestra existencia, surgen preguntas fundamentales: ¿por qué existimos? (causa), ¿cuál es nuestro propósito? (finalidad), ¿cómo vivimos? (modo, manera).
Concepción Tradicional
Desde los orígenes del pensamiento humano, el ser humano ha sido objeto de reflexión no sólo en términos racionales, sino también en el ámbito mítico y religioso. A lo largo de la historia, diversas culturas han intentado responder a esta cuestión fundamental. Las respuestas proporcionadas han delineado el lugar que el ser humano ocupa en el universo, sus relaciones con otros seres humanos, la naturaleza y los animales.
Concepción Judeo-Cristiana
Esta perspectiva es teocéntrica. Concibe al hombre como una criatura creada por un ser superior llamado Dios. Según este pensamiento, Dios, en un acto de voluntad generosa, crea al hombre a su imagen y semejanza. El hombre, por tanto, es un ser compuesto de alma y cuerpo. Su alma participa de la divinidad y es inmortal, al igual que su Creador. Esta participación lo distingue y lo eleva sobre el resto de las criaturas creadas, otorgándole el título de «rey de la creación». Según esta concepción, la humanidad traza su origen hasta una pareja primordial, Adán y Eva, que residían en el paraíso. Sin embargo, desobedecieron las leyes divinas y pecaron, lo que resultó en su expulsión del Edén. Desde la perspectiva judeo-cristiana, el hombre es considerado caído debido a su pecado original. Su vida mortal se percibe como un castigo, mientras que el cielo representa su recompensa. Según esta visión, el hombre debe ganarse el cielo durante su vida en este mundo. Su alma, que posee un aspecto divino, anhela reunirse con su Creador en lo que está destinada a ser su destino final.
Concepción Clásica
Es conocida como visión cosmocéntrica, se centra en la afirmación de que la característica distintiva del hombre es su racionalidad. Su capacidad de raciocinio es lo que lo diferencia de los demás animales y lo eleva por encima del resto de los seres naturales. Los antiguos griegos llamaban a esta razón «logos», y la consideraban parte de un logos superior que era el principio organizador del universo. Al participar en este logos, el hombre tenía la capacidad de comprender el cosmos. Sin embargo, para alcanzar este conocimiento de las leyes que regían este orden, debía apartarse del pensamiento mítico. Esta concepción no solo fue fundamental para el desarrollo de la Filosofía entre los griegos, sino que también sentó las bases para la Democracia.
Concepción Científica
Esto es el resultado del optimismo científico, impulsado por los avances y éxitos que han llevado a la ciencia a extender su búsqueda del conocimiento hacia el ser humano. Las teorías evolucionistas de Darwin se aplican al hombre, considerándolo un punto culminante y tardío en el desarrollo de la especie, producto final de la evolución. La diferencia principal entre el hombre y otros animales radica en el grado de complejidad de su constitución; no existen diferencias cuantitativas, sino cualitativas. Tanto el hombre como los animales operan bajo los mismos mecanismos y están sujetos a las mismas leyes naturales. Según esta perspectiva, la razón humana no es más que un instinto altamente desarrollado. El hombre es visto como un ser instintivo cuyo espíritu y razón son el resultado del desarrollo de su capacidad de adaptación. Desde esta visión, el hombre se considera simplemente un mamífero superior bien adaptado. Su dominio sobre la naturaleza se debe al desarrollo de sus habilidades técnicas, siendo descrito como un «homo faber». En esta concepción, no hay atributos divinos, sobrenaturales o especiales que distinguen al hombre.
Esencia y Existencia
En el sentido más tradicional, la esencia se define como aquello que determina la identidad de una cosa, sin lo cual esa cosa no podría ser lo que es. La respuesta a la pregunta sobre qué es algo encapsula la esencia de ese algo, es decir, su definición precisa. La existencia se distingue de la esencia como el hecho de que algo sea, se distingue de lo que es la naturaleza de esa cosa. La existencia podría considerarse como un añadido a la esencia, un complemento mediante el cual la cosa adquiere realidad concreta.
Así contrastadas, la esencia se presenta como algo abstracto frente a la existencia, que se percibe como más real y concreta. No podemos concebir la existencia de algo sin imaginar ese algo como existente, pero sí podemos concebir la esencia de algo que no existe.
En el pensamiento contemporáneo, el esencialismo se refiere a las teorías filosóficas que sostienen el primado de la esencia, ya sea considerando que la esencia precede a la existencia o reduciendo la existencia a la esencia en algún sentido.
Antropología Filosófica
Aunque la reflexión sobre el hombre ha sido constante a lo largo de la historia, el nacimiento formal de la Antropología Filosófica como disciplina tiene sus raíces específicas. Kant, en su obra «Crítica de la Razón Pura», establece que toda sabiduría se resume en la respuesta a tres preguntas fundamentales: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me es lícito esperar? Para la primera pregunta, Kant propone la Metafísica, el conocimiento del mundo; para la segunda, la Ética, el conocimiento del alma; y para la tercera, la Teología, el conocimiento de Dios. La cuestión «¿Qué es el hombre?» marca el inicio de lo que conocemos como Antropología Filosófica, centrada en la reflexión sobre el ser humano. Aunque la reflexión sobre el hombre precede a Kant, al enfocarse en la centralidad de esta pregunta, Kant subraya su relevancia y establece las bases para esta disciplina. A diferencia de la Antropología Científico-Natural, que estudia al ser humano desde un enfoque principalmente somático, la Antropología Filosófica considera al hombre en su totalidad, explorando su relación con el universo, el sentido de la existencia tanto individual como histórica y socialmente.
- HOMBRE: conjunto de imágenes, de rasgos y caracteres morfológicos que se oponen a las características animales
- SER HUMANO: El ser humano es la unidad entre sus instancias interiores y exteriores, que incluyen dimensiones psicológicas y psíquicas. Este término también implica la pertenencia a la especie humana, destacando las características comunes que nos identifican y nos hacen similares entre nosotros.
- INDIVIDUO: El concepto de individuo adquiere importancia en la modernidad al considerar al ser humano como una entidad independiente, dotada de razón y libertad. Se caracteriza por ser monádico, enfocándose exclusivamente en sí mismo y sin considerar la relación con otros individuos o el mundo exterior.
- PERSONA: El hombre participa del ámbito natural, pero en tanto persona, participa del ámbito CULTURAL. SER HUMANO ≠ PERSONA
Unidad y Dualidad
La diversidad de perspectivas sobre lo humano se puede clasificar según la unidad o dualidad de su naturaleza, que aborda la relación entre su aspecto material y corpóreo con su aspecto inmaterial y espiritual. Desde posturas como la de Malebranche, que sostiene que solo existe el pensamiento y la materia es producto de nuestra capacidad de imaginar, hasta la posición de Hobbes, que considera que todo se reduce a la materia y que el pensamiento es simplemente el resultado de procesos mecánicos como la atracción y repulsión. En la visión griega, el hombre era visto como una dualidad de alma y cuerpo: el cuerpo mortal como prisión del alma inmortal, que sufre al estar atrapada en un mundo imperfecto y corruptible, donde el cuerpo sirve como medio para reconocer la perfección de un mundo olvidado. La Antropología Científica se enfoca en explicar el fenómeno humano, buscando establecer sus causas y formular leyes universales que permitan predecir sus acciones, lo cual implica un determinismo riguroso. Esta aproximación refleja el afán científico por descubrir una verdad única y confiar en su posibilidad de revelación, tratando al hombre como un componente más de la naturaleza cuyas acciones se explican como fenómenos naturales sujetos a leyes deterministas.
Existencialismo – Sartre
El existencialismo surge como una respuesta a las tradiciones filosóficas predominantes como el racionalismo y el empirismo, que buscan establecer un orden coherente dentro del mundo observable para encontrar significados universales. Entre los años 1940 y 1950, pensadores existencialistas franceses como Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Simone de Beauvoir introdujeron obras académicas y literarias que popularizaron temas como la libertad, el absurdo y la existencia. Sartre argumenta que el ser humano es arrojado al mundo sin elegir su tiempo ni lugar, pero enfrenta un mar de posibilidades que lo hacen inherentemente libre. Según el existencialismo, el hombre comienza como un ser vacío. Esta corriente filosófica se caracteriza por su enfoque vivencial, abordando dilemas, contradicciones y la complejidad humana. Explora problemas inherentes a la condición humana como el absurdo de la vida, la significancia del ser, el dilema ético, el paso del tiempo, la libertad física y metafísica, la relación con lo divino, el ateísmo, la naturaleza del hombre, así como la vida y la muerte. El existencialismo busca revelar el entorno material y abstracto en el que el individuo se desenvuelve para que este pueda comprenderse a sí mismo y encontrar sentido o justificación a su existencia. Para el existencialismo, el hombre no posee una naturaleza predefinida ni una esencia predeterminada; nace como un ser sin nada más que su existencia, y debe construir su esencia a lo largo de la vida. La existencia precede a la esencia: cada individuo debe inventarse a sí mismo. La libertad absoluta del hombre conlleva la responsabilidad total por sus acciones, lo cual genera una profunda angustia ante la necesidad de tomar decisiones y definirse continuamente. Es la conciencia de estar solo frente al vacío y la responsabilidad de decidir qué tipo de persona queremos ser. En el existencialismo, ya no hay destino que libere al hombre de sus responsabilidades; cada individuo se crea a sí mismo en cada elección que realiza.
Ética
La ética es una disciplina filosófica que se originó en el siglo IV en Grecia con Aristóteles. En su inicio, buscaba determinar qué hace al ser humano feliz, justo y virtuoso. Mientras la ética se centra en teorías y principios, la moral se enfoca en la práctica y la aplicación de esos principios en la vida diaria. Los problemas éticos son de naturaleza práctica y requieren que cada individuo los resuelva basándose en su propia concepción moral y conciencia. Aristóteles situó la ética entre las ciencias prácticas porque consideraba que su propósito es guiar la conducta humana hacia lo que es bueno y apropiado. Como parte de la filosofía, la ética se construye racionalmente mediante el rigor conceptual y métodos de análisis propios de la disciplina. Su objetivo es desarrollar conceptos y argumentos que expliquen la dimensión moral de la persona humana, sin reducirla a explicaciones psicológicas, sociológicas o económicas. Filosofar éticamente implica comprender racionalmente el fenómeno moral, lo cual nos proporciona un mayor conocimiento sobre nosotros mismos y, por ende, nos permite ejercer una mayor libertad. En resumen, filosofamos para dar sentido a nuestras acciones y experiencias, buscando satisfacer nuestra necesidad de libertad, ya que la falta de sentido moral se percibe como una forma de esclavitud.
La Ética es Indirectamente Normativa
Desde sus inicios en la antigua Grecia entre los filósofos, la ética se distingue como un tipo de saber normativo que busca orientar las acciones humanas hacia lo justo, virtuoso y feliz. A diferencia de la moral, que se centra en ofrecer directrices específicas para situaciones concretas, la ética, o filosofía moral, reflexiona sobre diversas morales y las formas racionales de justificar la vida moral. Su influencia en la vida cotidiana no es inmediata; más bien, clarifica reflexivamente el ámbito moral y puede servir indirectamente como guía para aquellos que desean actuar racionalmente a lo largo de sus vidas. Para comprender mejor el tipo de saber que representa la ética, es útil recordar la distinción aristotélica entre los saberes teóricos, poéticos y prácticos. Los saberes teóricos se ocupan de describir cómo son las cosas en el mundo natural, estableciendo lo que «no puede ser de otra manera». En cambio, los saberes poéticos (o técnicos) y prácticos son normativos: los primeros guían la creación de productos o artefactos, mientras que los segundos, como la ética, orientan sobre cómo vivir de manera buena y justa en la totalidad de la vida humana.
La ética, dentro de la clasificación aristotélica de los saberes prácticos bajo la «filosofía práctica», no solo abarca la moralidad individual, sino también la economía y la política, todas destinadas a dirigir sabiamente nuestras acciones para lograr una vida plena y virtuosa.