Filosofía de Nietzsche: Crítica a la Cultura Occidental
La filosofía de Nietzsche supone un enfrentamiento radical con buena parte de la tradición filosófica occidental, ejerciendo considerable influencia a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX. Así como Marx había establecido la acción, la praxis, como centro de la realidad, Nietzsche postulará la «vida» como fundamento de su propuesta metafísica, antropológica y ética. El sujeto es fundamentalmente vida, y no conciencia o pensamiento.
Nietzsche parte del supuesto de que la cultura occidental está viciada desde su origen. Es una cultura racional y dogmática, y por eso es decadente, porque se opone a la vida, a los instintos. Nietzsche entonces considera necesario criticar el dogmatismo para eliminar el error de base. Por eso hace una crítica total que abarca todos los aspectos de la cultura occidental: el mundo racional, el mundo religioso y el mundo moral.
Crítica a la Moral Tradicional
La crítica más profunda de Nietzsche a la cultura occidental es la crítica a los valores morales. El principal error de la moral tradicional es su antinaturalidad, es decir, el ir contra la vida, contra los instintos vitales. La moral platónico-cristiana es la que encarna estos valores, antitéticos a la vida misma, pues el mundo de las ideas de Platón sirve de “más allá” religioso para los cristianos. En varias de sus obras, como en Más allá del bien y del mal, Nietzsche se refiere a la moral cristiana como moral de esclavos o moral del resentimiento hacia la vida, y la diferencia de la moral de señores.
Moral de Esclavos vs. Moral de Señores
La moral de esclavos es una moral pasiva, en la que los seres humanos no buscan ni crean valores, sino que se someten a una ley considerada divina y que es de carácter universal. Esta moral iguala a todos los individuos y promueve el amor al prójimo. Sin embargo, rechaza lo diferente y cualquier forma de vida que sea superior.
La moral de señores, en cambio, no tiende al igualitarismo sino a la autenticidad. La moral de los señores es activa, exige la creación de valores y procura expresar los estados más elevados del espíritu, los afectos y sentimientos más nobles.
En un primer momento, sobre todo en el mundo clásico anterior a Sócrates y a Platón, la moral fue una expresión de la aristocracia caballeresca, que afirmaba valores vitales como la fuerza, la salud, la fiereza, la alegría (moral de señores). En un segundo momento, en cambio, que culmina con el cristianismo, la moral defiende los valores anti-vitales del desinterés, la abnegación, el sacrificio de uno mismo, etc. (moral de esclavos).
Nietzsche explica este cambio en la moral a partir de que los sacerdotes, sintiendo resentimiento hacia los guerreros, que encarnaban la moral de señores, se dieron cuenta de que no podían vencerlos, y para lograr dominarlos elaboraron una escala de valores antitética a la de los caballeros. De esa manera contrapusieron el espíritu al cuerpo, la humildad al orgullo, la castidad a la sexualidad, dando lugar a una moral débil.
Transmutación de los Valores y el Superhombre
En este marco, la propuesta de Nietzsche es la transmutación de los valores racionales y suprasensibles por valores vitales y sensibles.
De esta manera, Nietzsche concibe al ser humano sustancialmente como cuerpo, negando así la necesidad de otro mundo más allá de este, y afirmando que el máximo valor moral es la aceptación total de la vida, encarnada en la aceptación del Eterno Retorno característica del superhombre.
Gracias a “la muerte de Dios”, Nietzsche afirma que los valores anti-vitales de la tradición occidental pueden ser invertidos en una nueva escala de valores. Estos nuevos valores serán los del superhombre y serán expresión de la voluntad de poder. El superhombre está destinado a la creación de nuevos valores, que darán lugar a una moral aristocrática, moral de señores, que afirmará la vida por encima de todo. El concepto de Dios es interpretado por Nietzsche como el fundamento de los valores morales tradicionales, y él ha sido hasta ahora el gran obstáculo contra la vida, contra la existencia. Por ello “la muerte de Dios” es fundamental para la transmutación de los valores y la llegada del superhombre.
Filosofía de Marx: La Alienación y la Crítica al Capitalismo
La situación social, económica, política e ideológica del siglo XIX ejerció un indudable influjo en la vida y obra de Marx, pues constituyó el punto de partida y base de sus análisis. Marx centró su filosofía en la naturaleza de la explotación que sufre el trabajador en el régimen capitalista y que no es modificable a menos que cambie el sistema entero, es decir, a menos que los trabajadores sean los propietarios de los medios de producción.
La Alienación del Ser Humano
La filosofía de Marx tuvo como principal propósito llevar a cabo una clarificación crítica y racional de la conciencia, de modo que el ser humano se diera cuenta de que vive con una concepción distorsionada de sí mismo, del mundo y de la historia. Esta concepción distorsionada es la ideología, que describe al ser humano, el mundo y la sociedad de un modo deformado y distorsionado. Una de las tareas fundamentales de la filosofía será la de desenmascarar el supuesto carácter objetivo de las descripciones ideológicas; la filosofía se concibe esencialmente, por tanto, como filosofía crítica, pues solo conociendo la realidad que subyace a la ideología es posible su transformación.
Sin embargo, la ideología es muy útil para el sistema capitalista, ya que su función es alienar al ser humano. Que el ser humano está alienado significa que no se posee a sí mismo, que no realiza su ser, no se desarrolla libremente y se siente fuera de sí.
Debido a que los medios de producción son privados y no pertenecen al trabajador, dice Marx, este pierde autonomía y libertad, y se convierte en una mercancía, usada por el propietario de los medios de producción como un instrumento más en la cadena de producción de bienes. La propiedad privada de los medios de producción aliena al ser humano porque no lo trata como fin en sí mismo, sino como mero medio o instrumento para la producción. La alienación principal es la alienación económica, la alienación que se da como consecuencia de la estructura socioeconómica que descansa en la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, existen también otros tipos de alienación: la religiosa, política y social.
Para Marx, además, el ser humano es un ser productivo, y el trabajo (praxis) no es otra cosa que la transformación de la realidad para la satisfacción de sus necesidades, pero transformando la realidad se transforma también a sí mismo, desarrollando su personalidad y su ser. Sin embargo, en el sistema capitalista, como el producto del trabajo no pertenece al trabajador ni toma decisiones acerca de cómo trabajar, no puede proyectar en el trabajo sus cualidades personales, y se encuentra entonces vaciado de sí mismo, es decir, de nuevo, alienado.
El Materialismo Histórico y la Lucha de Clases
Ante esta situación de alienación del ser humano Marx propone la transformación práctica de la realidad social, encaminada a una mejor y plena realización del ser humano, de su naturaleza y sus potencialidades. Por esta razón el marxismo elabora una teoría o concepción del ser humano, porque sólo desde ella se podrá enjuiciar una determinada situación como alienada y, por tanto, superarla.
Para Marx, la naturaleza del ser humano no está fijada ni dada, sino que tiene que construirla a través del trabajo y de la transformación de la realidad, siempre en relación con la naturaleza y también con otros seres humanos, es decir, en relación con la sociedad. Por esta razón, el ser humano es un animal no solo sociable, sino que consiste y se constituye en la sociedad. Como el ser humano tiene que producirse, la historia es la verdadera historia natural del ser humano.
El marxismo puede considerarse un humanismo en cuanto que promueve una crítica y lucha contra la alienación del ser humano, que tiene como fin acabar con su explotación, con su cosificación, y que busca la liberación del ser humano. El marxismo aboga, pues, por la libertad y la racionalidad del ser humano.
Marx defiende que no existe una naturaleza del ser humano que deba ser realizada, sino que el ser humano se hace a sí mismo mediante el trabajo (praxis). Además, Marx considera que el ser humano es un ser material, es decir, que el trabajo y la transformación de la naturaleza, la realiza con vistas a satisfacer las necesidades elementales humanas, que son materiales.
A través del trabajo el ser humano transforma la naturaleza y obtiene de ella sus bienes, que después los seres humanos trabajan produciendo bienes materiales, que intercambian entre sí para satisfacer sus necesidades materiales. Esto es a lo que Marx llama materialismo dialéctico, que consiste en considerar que la realidad se construye y fundamenta en la relación dialéctica de dos elementos materiales: el ser humano y la naturaleza. Sin embargo, el ser humano se define también como el ser realizado socialmente, productor de su propia vida y nacido en la historia. La realidad es, pues, social, y será estudiada por el Materialismo histórico.
El materialismo histórico se centra en la explicación de la historia a partir de la materia, es decir, del sistema con el que los seres humanos han producido los bienes materiales en las distintas épocas. Esto implica que son las relaciones económicas las que explican y condicionan las formas de la vida social, política, cultural, espiritual, y no al revés. La estructura económica, que es el sistema de organización de la economía, e incluye los medios de producción y la fuerza del trabajo, condiciona y fundamenta la superestructura, es decir, la cultura, la religión, el sistema político, legislativo, jurídico, etc.
En el sistema capitalista, la alienación del ser humano se produce por una única causa: el trabajador no es el propietario de los medios de producción, y no vende el resultado de su trabajo, sino su fuerza de trabajo, creando un valor excedente del que se apropia el capitalista: la plusvalía.
Esta situación da lugar a dos clases sociales originadas en el trabajo: la que tiene la propiedad de los medios de producción (clase capitalista), que cada vez acumula más riqueza, y la que solo cuenta con su fuerza de trabajo (clase proletaria) y es cada vez más pobre.
Esta situación de alienación que sufren los trabajadores solo se resolverá con la revolución socialista. El capitalismo es una forma histórica que tendrá su final. El comunismo será el estadio posterior a la revolución, encargado de superar la privatización de los medios de producción que aliena a los seres humanos.
El instrumento para colectivizar la propiedad privada de los medios de producción es la lucha de clases, entre burguesía y proletariado, que desembocará en la victoria de este último.
La lucha de clases supone tener conciencia de clase, esto es, la aceptación de intereses comunes de los trabajadores, de modo que formen un grupo social unido, consciente de su poder y de su situación, así como la creación de un partido obrero en el que organizarse.
Según Marx, este partido obrero será el que tomará el poder, sustituyendo al Estado, cuando triunfe el proletariado y establezca la “democracia verdadera” del pueblo, que se organizará, no como poder político de una clase que oprime a otra, sino para poner la totalidad de los medios de producción en manos del proletariado.
Según la concepción materialista de la historia, esta consiste en la sucesión de los diferentes modos de producción. Según esta concepción el motor de la historia es la lucha de clases. Además, el desarrollo histórico se configura por la relación dialéctica entre la estructura económica y la superestructura, si bien el fundamento económico constituye el principio de explicación. El fin al que se dirige la historia es la desaparición de las clases y la instauración del comunismo, que terminará con las alienaciones y permitirá la realización total del ser humano.