Filosofía de Aristóteles, Platón, Agustín y Descartes

1. ÉTICA/MORAL(Aristóteles)

Aristóteles, reconocido por su enfoque teleológico, consideraba la moral y la ética desde la

perspectiva de la búsqueda de la felicidad como el fin último de la vida humana. Para él, la

moralidad se basaba en el concepto de eudaimonía, donde la felicidad no se limita a

placeres momentáneos, sino que implica el desarrollo personal y la excelencia. Sin

embargo, planteaba que el ser humano, aunque aspira a la plena felicidad, nunca puede

alcanzarla debido a sus necesidades corporales y sociales. Siendo el Primer Motor el único

que alcanzará la felicidad absoluta.

Destacaba la importancia del desarrollo de virtudes para lograr una vida significativa. Estas

virtudes, tanto dianoéticas (relacionadas con el entendimiento y la contemplación) como

éticas (vinculadas a las necesidades humanas y sociales), eran esenciales para acercarse a

la felicidad.

El discípulo de Platón afirmaba que la virtud ética se manifestaba como un

hábito adquirido por la práctica frecuente, buscando el término medio entre dos extremos

viciosos, adaptándose a situaciones específicas y no siendo un estándar universal.

Para Aristóteles, la felicidad se alcanza mediante la vida contemplativa y la práctica de

virtudes éticas que perfeccionan aspectos racionales y sociales del ser humano. Sostenía

que la virtud se encontraba en el punto medio, relativo a cada individuo, y se adquiere

mediante la repetición de actos, convirtiéndose en un hábito que influí́a en la conducta. La

prudencia era la mayor de las virtudes éticas, perfeccionando el entendimiento práctico y

subordinando a otras virtudes como la templanza, la fortaleza, la justicia y la valentía.

Además, resaltaba la importancia de la educación moral mediante la templanza para

disfrutar de placeres adecuados y rechazar los inconvenientes que podían llevar al hombre

a ser esclavo de sus pasiones.

El estagirita también establecí́a una conexión intrínseca entre la ética y la política,

argumentando que la construcción de una sociedad justa y virtuosa era crucial para que los

individuos alcanzasen la felicidad. En su visión, la ética y la política se entrelazaban en la

búsqueda del bien común y la excelencia colectiva.


1. Humano en antiguo (Platón)

Platón, en su perspectiva antropológica, establece una distinción esencial entre el cuerpo y

el alma, adoptando un enfoque dualista. El alma, según él, pertenece al mundo de las ideas

y es eterna, inmutable e inmortal, mientras que el cuerpo es parte del mundo sensible, finito,

cambiante y mortal. Este dualismo es fundamental para comprender la naturaleza del ser

humano en la filosofía platónica.

La justificación de la inmortalidad del alma se basa en un argumento ético presentado por el

discípulo de Sócrates. Según este razonamiento, si el alma no fuera inmortal, carecería de

sentido castigarla después de la vida, y tampoco habría recompensa para las almas

virtuosas.

La noción de reminiscencia es central en la filosofía de Platón. Según este concepto,

cuando el alma cae en el cuerpo, olvida todo su conocimiento previo en el mundo de las

ideas. A medida que interactúa con el mundo sensible, el alma recuerda progresivamente

todo el conocimiento que ya poseí́a. De este modo La reminiscencia explica el proceso de

adquisición de conocimiento a lo largo de la vida como un recordar lo que el alma ya sabe.

Desde una perspectiva ética, Platón distingue tres tipos de alma: la concupiscible, que

abarca las necesidades básicas; la irascible, fuente de pasiones nobles; y la racional, en

contacto con la vida intelectual y el mundo de las ideas. Para lograr la purificación, el alma

racional debe ejercer control sobre las otras dos partes. Solo las almas purificadas pueden

regresar al mundo de las ideas después de la muerte del cuerpo.

el diálogo «Fedón» ilustra este proceso, destacando la lucha del alma racional(auriga) por

El mito del carro alado en

mantener el equilibrio entre el valor(caballo blanco) y la pasión(caballo negro) y alcanzar la

virtud, concretamente la sabiduría.

Platón extiende esta analogía al ámbito social, proponiendo que la sociedad debe

organizarse de manera análoga al alma. Los trabajadores, guerreros y gobernadores se

distribuirá́n en ciudades que reflejan las partes del alma que han desarrollado más:

sabiduría, valor y templanza. Este ideal de organización social busca la creación de un

Estado justo donde cada individuo cumple su función según la parte del alma que ha

cultivado, contribuyendo así́ al bienestar colectivo.


1. Dios (Agustín de Hipona)

San Agustín defiende el Creacionismo, argumentando que Dios creó el mundo y el tiempo

desde la nada, aplicando la Teoría del Ejemplarismo. Según esta perspectiva, Dios

materializa seres concretos a partir de ideas eternas que existen en su mente divina, dando

origen a entidades a lo largo del tiempo a través de gérmenes o razones seminales

depositados en la materia. La entidad creada consta de materia y forma, siendo esta última

la esencia que define su ser.

Para el filósofo africano, Dios no abandona su creación, sino que la cuida y gobierna a

través de un plan expresado en la ley eterna. Asimismo Aborda el problema del mal como

carencia de ser o perfección, no como algo creado por Dios, y justifica el mal moral humano

en aras de un bien mayor: la libertad.

Aunque la existencia de Dios se sostiene por la fe, el filósofo del siglo V presenta

argumentos racionales basados en el consenso humano y la perfección de la creación como

indicios de un ser supremo. Sin embargo, destaca el argumento que deriva del carácter

eterno e inmutable de ciertas ideas en el alma que contrasta con la naturaleza finita y

mutable humana.

En cuanto al conocimiento, el de Hipona distingue entre el sensible(generador de opinión),

el racional inferior (ciencia) y el racional superior (filosofía y sabiduría), Defendiendo la

teoría de la iluminación que se basa en que entendemos las ideas gracias a la iluminación

divina de Dios.

En la relación entre Razón y Fe, Agustín aboga por su complementariedad. Aunque la fe

debe predominar, la razón y la fe deben colaborar mutuamente, siguiendo el lema de

«comprende para creer y cree para comprender.»


1. CONOCIMIENTO/REALIDAD(Descartes)

Descartes, el padre del Racionalismo, se sumerge en el problema del conocimiento con una

meticulosidad y rigor característicos, persiguiendo una verdad absoluta y segura. Para ello,

traza el camino del método cartesiano, cimientos fundamentales de su pensamiento, que se

erige sobre dos pilares esenciales: la intuición y la deducción.

Este método, plasmado en

cuatro reglas —evidencia, análisis, síntesis y enumeración—, busca dirigir el proceso de

razonamiento humano de manera acorde con la propia razón, distinguiendo dos modos de

conocimiento fiable: la intuición, que permite la aprehensión clara y distinta de ideas

simples, y la deducción, que conecta lógicamente estas ideas para edificar verdades más

complejas.

A través de la duda metódica, Descartes pone a juicio todo conocimiento hasta dar con algo

innegable. Cuestiona la fiabilidad de los sentidos, la existencia misma de una realidad

exterior y hasta la validez de la razón, planteando la hipótesis de un genio maligno que

pueda engañar al entendimiento humano. No obstante, encuentra en el acto mismo de

pensar una certeza irrefutable, expresada en la célebre afirmación «Pienso, luego existo»

(cogito ergo sum). Esta verdad primordial establece la existencia de la sustancia pensante,

el «yo» que piensa, como el primer asidero seguro del conocimiento.

Además de la sustancia pensante (res cogitans), Descartes propone la existencia de otras

dos sustancias: la infinita, atribuida a Dios y a la perfección (res infinita), y la extensa (res

extensa), correspondiente a la materia y a la extensión. En esta concepción, la sustancia se

define como aquello que existe de manera independiente, no necesitando de nada más

para su existencia.

Así́, el legado de Descartes trasciende la mera búsqueda de certezas para adentrarse en

las profundidades de la metafísica y la epistemología. Su método y su concepción de las

sustancias no solo establecen fundamentos sólidos para la indagación filosófica, sino que

también abren las puertas a un nuevo paradigma en el entendimiento de la realidad y el

conocimiento humano.


2. Dios(Descartes)

El filósofo René Descartes, figura central del Racionalismo en la época moderna, abordó el

problema de Dios como parte integral de su método filosófico. Su enfoque, marcado por la

búsqueda de certezas indubitables, se cristaliza en la afirmación «Cogito ergo sum»

(«Pienso, luego existo»), obtenida mediante la duda metódica.

Descartes distingue entre distintos tipos de ideas, adventicias (proceden de la experiencia

externa), facticias (aquellas que construye la mente a partir de otras ideas) e innatas (ideas

claras y distintas que posee el entendimiento por naturaleza). Un ejemplo de idea innata es

la idea de Dios. A partir del cogito, Descartes llega a la existencia de tres sustancias

definidas cada una por un atributo: sustancia pensante, yo o alma(res cogitans), sustancia

extensa, la materia (res extensa) y aquella sustancia que existe de tal modo que no necesita

a ninguna otra cosa para existir, que es la sustancia infinita, Dios (res infinita).

necesariamente debe existir un ser infinito que la origine. Además, la idea de perfección

La existencia

de Dios se deriva de la idea de infinito y perfección: si poseemos la idea de infinito,

innata en el pensamiento humano también apunta a la existencia de un ser perfecto, ya que

la imperfección del yo implica la necesidad de una causa perfecta que la haya puesto en la

mente del individuo.

Descartes establece que Dios, como ser perfecto, garantiza la veracidad de las ideas claras

y distintas. Su existencia asegura la validez del principio de evidencia, pues en su infinita

bondad no permitiría el engaño en la percepción clara y distinta de la realidad, invalidando

así́ la hipótesis del genio maligno. En la concepción mecanicista del universo de Descartes,

Dios actúa como creador de la materia y, por ende, del movimiento. La inmutabilidad divina

se manifiesta en la conservación de la cantidad total de movimiento en el universo.

Este enfoque cartesiano resalta la importancia de la razón y la certeza en la construcción

del conocimiento. A través de la demostración de la existencia de Dios, Descartes establece

un fundamento sólido para la verdad y la fiabilidad del conocimiento humano, mientras que

su visión mecanicista del universo sitúa a Dios como el origen y garante del orden y la

regularidad en la naturaleza.


2. Ser humano en un medieval (Agustín)

El ser humano, según S. Agustín, está hecho a imagen y semejanza de Dios. Esto quiere

decir que posee, a diferencia de los animales, vida espiritual. Por ello, defenderá́ el

dualismo afirmando que el hombre se compone de dos sustancias, el cuerpo (materia) y el

alma (forma) cuya unió́n es accidental.

Así́, el hombre es fundamentalmente un alma inmortal frente a un cuerpo mortal y

corruptible. Esta alma humana tiene tres facultades que le hacen ser una única persona:

memoria, inteligencia y voluntad. La memoria permite unir el presente y el pasado creando

la identidad personal. La inteligencia permite conocer la verdad. La voluntad, por último,

lleva a buscar el amor y la felicidad que solo se pueden encontrar plenamente en Dios.

Por todo ello, y siendo ese amor lo fundamental, el alma debe regir el cuerpo para volver a

Dios de quien procede. S. Agustín defiende el libre albedrío en el ser humano. La voluntad

libre nos permite pecar (libertinaje) o vivir bien y conforme a la ley de Dios (libertad). Sin

embargo, la voluntad no es suficiente para ser bueno por culpa del pecado original, que

hemos heredado y por ello el ser humano necesita la gracia, dada por Dios, para obrar

correctamente.

Una acción humana debe juzgarse teniendo en cuenta la intención que la guía: si es

conforme a la ley de Dios será buena; si no, será pecado. El mal moral humano se afirma

como fruto de un bien mayor, el libre albedrío, resultando del abuso que el hombre comete

de este libre albedrío. Por ello, el ser humano es responsable del pecado cometido pues sin

libre albedrío no habría responsabilidad ni culpa. La voluntad humana tiende a la felicidad,

fin supremo que sólo se consigue en la otra vida, con la contemplación y amor de Dios


SER HUMANO SAN AGUSTÍN

San Agustín, en su abordaje dualista de la complejidad humana, fusiona la

influencia platónica y neoplatónica al concebir al ser humano como un compuesto

de cuerpo (mortal) y alma (inmortal). Aunque cristiano, rechaza la idea platónica

de la «preexistencia del alma», sosteniendo que el alma es inmortal pero creada por

Dios en la concepción. Así́, establece la superioridad del alma sobre el cuerpo.

El de Hipona identifica tres facultades fundamentales: memoria, razón y voluntad,

siendo la memoria reflejo del Padre, la razón del Hijo y la voluntad del Espíritu

Santo, reflejando así́ la Trinidad divina del cristianismo. Destacan la razón y la

voluntad, independientes entre sí, divergiendo del «intelectualismo moral»

socrático. Reconoce que la voluntad puede contradecir a la razón, introduciendo la

complejidad humana.

Éticamente, postula que la felicidad, entendida como unió́n

amorosa con Dios, es el bien supremo, abordando el mal como privación de ser y

bien, no como una entidad.

Paralelamente, sostiene que el pecado moral es una

elección de la voluntad, producto de la libertad concedida por Dios, que nos la

otorga con la expectativa de que obremos bien.

Agustín destaca la libertad individual para elegir entre el bien y el mal, aunque

reconoce la tendencia inherente al pecado transmitida por el «pecado original».

Además, afirma que la gracia divina es esencial para superar esta inclinación y

lograr la salvación. En oposición al pelagianismo, Agustín sostiene que la gracia de

Dios es crucial; la iluminación divina guía a la voluntad humana hacia el bien,

evitando el mal y superando los «bienes» inferiores.


Realidad y conocimiento Platón

Platón, en su filosofía, establece una distinción crucial entre el mundo sensible y el

mundo inteligible. El primero, perceptible a través de los sentidos, es múltiple y

cambiante, mientras que el segundo, accesible mediante la inteligencia, está

compuesto por las ideas, que son eternas y no afectadas por el tiempo. La relación

entre ambos se establece mediante la «imitación» o «participación», donde las cosas

en el mundo sensible participan de las ideas que constituyen la verdadera realidad

y perfección.

La creación del universo según Platón involucra al Demiurgo, una divinidad

creadora que utiliza las ideas como modelo para dar origen al mundo


El filósofo

ateniense, afirma con su teoría de la reminiscencia que el alma humana estuvo en

algún momento en ese mundo inteligible, por lo que es capaz de reconocer (volver

a conocer) las ideas vistas allí previamente por medio de la razón, por eso, para

Platón, “conocer es recordar”. Además, alega que El proceso de conocimiento

comienza cuando el individuo aparta la mirada del mundo sensible y dirige su

atención al mundo de las ideas.

El problema, que Platón plasma en su mito de la caverna, es que, al habitar en el

mundo sensible, muchas veces tomamos por real lo que es solo apariencia

(consideramos real la sombra de Idea, que percibimos con los sentidos, en lugar de

la Idea original, alcanzada mediante la razón). Además, sostiene es importante

liberarse de esa mentira y salir a la superficie para ver el sol, lo que se consigue

con la dialéctica, revelando la verdad más allá́ de las apariencias.

En el contexto del dualismo antropológico de Platón, el cuerpo está limitado a la

opinión(doxa) en el mundo sensible, que consta de «eikasia» (conjetura) y «pistis»

(creencia). En contraste, el alma, con su parte racional, puede acceder al

conocimiento(episteme), que comprende «dianoia» (razonamiento) y «noesis»

(inteligencia).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *