Este texto pertenece a la alegoría de la caverna.
En su aspecto ontológico podemos hablar de dualismo, ya que Platón distingue dos mundos. La caverna será el mundo sensible, es decir, el que observamos a través de nuestros sentidos , la generación y la corrupción y que es una mera copia del mundo inteligible.
El exterior de la caverna es el mundo inteligible, el de las Ideas, el auténticamente real. Las Ideas son eternas e inmutables, en un sentido lógico serán conceptos, pero en un sentido ontológico les confiere realidad extramental.
En su aspecto gnoseológico también podemos afirmar que la teoría platónica del conocimiento es dualista, es decir, distingue dos tipos de conocimiento:
El conocimiento sensible.
Es un conocimiento engañoso, que no nos ofrece la verdadera realidad. Es el conocimiento que obtenemos cuando nos dejamos llevar por los sentidos y no usamos la razón. Este conocimiento nos ofrece sólo apariencias. Es un conocimiento imperfecto y engañoso. En el mito se corresponde con lo que perciben los prisioneros en el interior de la caverna a la luz del fuego.
El conocimiento intelectual.
Es el conocimiento verdadero. Es el que obtenemos cuando nos desligamos de los sentidos y utilizamos la razón. Este conocimiento nos ofrece la verdadera realidad, que son las Ideas. Sólo este conocimiento nos permite obtener la ciencia (episteme). En el mito se corresponde con el conocimiento que obtienen los prisioneros en el exterior de la cueva, iluminados por la luz del sol.. La dialéctica tiene una doble dirección:
Ascendente, que consiste en la indagación del principio del que dependen todas las hipótesis, en la búsqueda de una realidad que no necesita de ninguna otra para existir (proceso ya descrito)
Descendente, que consiste en extraer las consecuencias de ese principio para vivir de una manera justa y gobernar también con justicia.
Los que han ascendido al mundo de las Ideas, y han contemplado la Idea del Bien, deben regresar a la caverna a «liberar» a los demás prisioneros de sus prejuicios, y eso a pesar de que, al bajar a la oscuridad, los que están encadenados se van a reír de ellos cuando les cuenten lo que han visto, e incluso querrán matarlos.
Pero para conseguir recuperar el conocimiento de las Ideas hay que seguir un camino marcado por el esfuerzo, desde la ignorancia hacia la sabiduría. Este camino se denomina dialéctica, y pasa por cuatro fases. Dos de ellas pertenecen al conocimiento sensible (doxa) y son:
-Imaginación (eikasía)
Es el conocimiento que sólo nos permite obtener imágenes de la realidad que otros nos proyectan y es la situación en que se encuentran los esclavos encadenados en el mito de la caverna.
-Creencia (pistis
.- Es el conocimiento que obtenemos directamente de nuestros sentidos. Es la situación que se encuentran los esclavos cuando conocen los elementos causantes de las sombras que se proyectaban en las paredes de la caverna.
Las otras dos fases pertenecen al conocimiento intelectual (episteme) y son:
-Conocimiento. Discursivo (dianoia
.- Es el conocimiento que se basa en la razón, pero que se apoya en hipótesis. Da por supuestas algunas ideas y se dirige a partir de ellas hacia las cosas sensibles. Es la situación en que se encuentra el esclavo cuando al salir de la cueva comienza viendo al principio solo las sombras y los reflejos de los seres, se refiere al conocimiento de las Ideas de las especies y sobre todo de las Ideas matemáticas.
-Inteligencia (noesis)
– Es el conocimiento de las Ideas más elevadas en la jerarquía (Belleza, Verdad, Justicia) y sobre todo el conocimiento del fundamento de todo lo real, la Idea de Bien. Es la situación en que se encuentra el esclavo que sale de la caverna y mira directamente al sol.
Lo que mueve al ser humano a caminar desde la ignorancia hacia la sabiduría es el amor, entendido como el reconocimiento de aquello de lo que se carece y su búsqueda.
Friedrich Nietzsche cita en una de sus obras un pasaje de la Suma Teológica de Tomás de Aquino, detalle que puede darnos una idea de la relación entre estos autores.
-Nietzsche sostiene que el hombre inventa la ficción de la METAFÍSICA para consolarse del implacable devenir pero lo único que consigue es hacerse inepto para la vida. Por eso, él propone una metafísica del devenir, en que ningún principio o verdad encuentra sustento, y esto le asocia a Heráclito y al relativismo.
Para él, solo existe lo particular y concreto, no lo abstracto.
La realidad no es más que una lucha de fuerzas que quieren expresar su poder un mundo material, sensible, caótico e imperfecto.
La postura de Santo Tomás respecto a la metafísica es poner a Dios como eje central de la misma, ya que Dios es el Ser pleno sin potencia alguna, es el mismo Ser, la plenitud de Ser, el Ser por esencia.
Es verdad que no hay verdad, alejándose así de cualquier postura relativista.
Respecto al conocimiento sensible, aunque admite que «nada hay en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos» otorga a la razón la capacidad para el conocimiento de determinadas verdades por sí sola al margen de otras que se puedan obtener a través de la fe o bien por medio de ambas vías. De todo esto concluimos que en el autor dominico el acceso al conocimiento y a la verdad es posible, incluso para las personas sin mucha capacidad intelectual.
La doctrina de Nietzsche respecto a Dios es el paradigma del ateísmo, en todas sus dimensiones: como simple negación mental de Dios, como reducción del mundo a la naturaleza, y como reducción de los actos humanos a la pura voluntad. Se trata de una dimensión natural del mundo y de los hombres, que excluye una dirección superior, deja «abandonados» al mundo a una sucesión indefinida de fenómenos, y a la conducta humana a un obrar falible.
Para él la creencia en Dios es una consecuencia de la vida decadente, de la vida incapaz de aceptar el mundo en su dimensión trágica; la idea de Dios es un refugio para los que no pueden aceptar la vida. El Dios monoteísta significa, para Nietzsche, el triunfo del «otro» mundo y la negación del mundo aparente. Cuando Nietzsche declara que Dios ha muerto quiere indicar que los hombres viven desorientados. Es necesario para empezar un nuevo modo de vida. La muerte de Dios nos permite vivir sin lo absoluto, en la «inocencia del devenir». De ahí que la muerte de Dios sea la condición para la aparición del superhombre.
Para Sto. Tomás, sin embargo, el hombre se compone de cuerpo y alma, y por tanto tienen facultades corpóreas e incorpóreas. El alma humana se compone de tres facultades: la voluntad o apetito racional, la facultad de la sensación y el apetito sensible.