Crítica de la Religión y la Moral: Marx y Nietzsche

Crítica de la Religión: Marx

Marx sostiene que la religión es una proyección humana, una creación del ser humano que carece de realidad objetiva. Sin embargo, su análisis de las causas de esta proyección lo llevó a una crítica económica de la religión, que consideraba a los individuos en sus circunstancias sociales e históricas concretas.

Para Marx, la religión no es constitutiva del ser humano, sino que está estrechamente vinculada a las relaciones económicas, sociales y políticas. La raíz del hecho religioso es la alienación económica. Por un lado, la religión es una expresión de protesta por parte de los seres humanos oprimidos. Sin embargo, por otro, como se basa en la esperanza en una felicidad ilusoria más allá de la historia, se convierte en el «opio del pueblo».

Por ello, la alienación religiosa constituye una forma de alienación ideológica, ya que justifica el orden económico vigente y le proporciona estabilidad. La religión conduce a la resignación, la justificación trascendente de la injusticia económica y la búsqueda de consuelo en la promesa de una compensación en el más allá.

Aunque es necesaria una crítica de la religión como ideología, la supresión de la alienación religiosa solo se logrará mediante la transformación económica. Solo cuando se supriman las condiciones materiales que originan la religión desaparecerá toda forma de alienación religiosa y la pregunta por Dios.

Esta crítica de la religión implica que «el ser humano es el ser supremo para el ser humano» y, en consecuencia, el ateísmo. Sin embargo, este ateísmo no se queda en una mera negación teórica de Dios, sino que consiste en una afirmación de la autonomía y la primacía del ser humano.

Crítica de la Moral: Nietzsche

Nietzsche sostiene que los valores morales sobre los que se funda la cultura occidental se oponen a la vida y a sus instintos. Las obligaciones y los valores morales surgen de la imposición en el interior del propio individuo de lo que conviene al «rebaño» de la sociedad, por encima y hasta en contra de todos los instintos vitales.

Para mostrarlo, Nietzsche lleva a cabo una genealogía de la moral, cuya principal conclusión es el resentimiento de los débiles sobre la exaltación de la vida de los fuertes. Los débiles y los plebeyos no pueden realizar los valores propios de la moral aristocrática, por lo que reaccionan considerándolos malos y estableciendo como buenos los valores opuestos a la vida, tales como la obediencia, el altruismo, la resignación o la paciencia.

Así pues, mientras que la moral de esclavos se basa en un decir no a lo distinto y a los valores aristocráticos, la moral de señores consiste en un decir sí a sí mismo y a la vida.

Según Nietzsche, además del platonismo nacido de la moral socrática, que impuso la razón y la virtud sobre la vida, las manifestaciones más claras de este triunfo de la moral de esclavos son el judaísmo y el cristianismo, que recurren a las ideas de la culpa y del pecado para defender valores como la justicia, la humildad, el sacrificio o la compasión.

Por el contrario, como la vida consiste en voluntad de poder, solo puede afirmarse mediante la creación de nuevos valores. Así, en oposición a los valores contrarios a la vida que imponen la religión, la moral y la metafísica de la tradición occidental, Nietzsche propone una transmutación, transvaloración o inversión de los valores, cuya raíz es la afirmación de la totalidad de la vida con su multiplicidad y su devenir desde la segunda inocencia propia del superhombre, que se encuentra «más allá del bien y del mal».

Crítica de la Metafísica: Nietzsche

Nietzsche critica la metafísica tradicional de Platón por privilegiar esencias sobre la vida dinámica, argumentando que surge del resentimiento hacia la existencia. Su concepto de «Voluntad de Verdad» señala cómo la razón ha sido utilizada para negar el devenir de la realidad, resultando en una filosofía contraria a la vitalidad.

Frente a la metafísica tradicional, Nietzsche afirma la realidad como devenir sin finalidad ni meta. Esta realidad cambiante y múltiple se presenta al ser humano a través de perspectivas. Estas perspectivas en las que se da la realidad son propias de cada momento de la vida individual. Por ello, no existe una perspectiva verdadera y la Voluntad de Verdad, que pretendía una verdad absoluta, única, universal e inmutable, es falsa.

Por ello, Nietzsche defenderá la “Voluntad de Poder” que supone asumir y enfrentarse a la realidad cambiante afirmando una perspectiva individual de forma temporal para vivir más plenamente. Con la Voluntad de Poder se reconoce la realidad como cambiante y la inexistencia de la verdad, admitiendo la elección de una perspectiva entre las múltiples posibles para potenciar la propia vida.

Desde la perspectiva de la Voluntad de Poder, los conceptos son meras metáforas que se alejan de la realidad original, la experiencia individual.

Así, para Nietzsche no hay verdad absoluta y sólo podrá considerarse “verdad” aquello que favorezca a la vida. El criterio de verdad es la “Voluntad de Poder” que asume y justifica el error necesario para vivir como válido. Por ello, exaltará el poder de la metáfora como una perspectiva que se reconoce como tal, que selecciona e interpreta la realidad sin identificarse nunca con ella. La metáfora se sabe que es una perspectiva que nos ayuda a vivir plenamente.

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