Descartes del Siglo XVII fusiónó la reforma protestante y la revolución científica en su búsqueda de certeza epistemológica. Defendíó la matemática como método de conocimiento seguro, promoviendo un giro al sujeto con su «nuevo ars inveniendi».
Esto condujo a la «scientia universalis», un sistema unificado basado en evidencia y razón, fundando el Racionalismo moderno.
Descartes generalizó su método a través de la aplicación matemática, estableciendo la base del Racionalismo moderno. Para Descartes lo fundamental es buscar un conocimiento cierto y seguro sin ningún tipo de duda. Por ello, su prioridad será buscar un método que nos ayude a modo de guía a razonar.
Además, este método debe ser compatible con la forma de pensar de la Razón humana.
Por ello, lo primero que hace es analizar la forma de actuar de la propia Razón. En la Razón, que es la misma para todos los hombres, se distinguen dos modos de conocimiento seguros:
la intuición o luz natural, conocimiento de las ideas simples que surgen de la propia razón de forma clara y distinta, cuya verdad es evidente e indudable;
Y la deducción, que es el conocimiento de una sucesión de intuiciones de las ideas simples y de las conexiones que la razón descubre entre ellas para llegar a verdades complejas, juicios o leyes. Por ello, el método deberá cumplir cuatro reglas que permitan desarrollar estos modos y que nos lleven a un conocimiento seguro. La primera regla es la evidencia, que consiste en aceptar como verdadero solo aquello que se muestra de forma clara y evidente. La segunda es el análisis, por el que se dividen las ideas complejas hasta llegar a las ideas simples y evidentes para que puedan ser intuidas. La tercera es la síntesis que busca desde lo ya intuido construir las verdades complejas. Y, por último, Descartes empleó la regla de la enumeración para revisar meticulosamente sus pasos, asegurando la validez y consistencia de su método filosófico. Descartes aplicará este método para buscar una verdad indudable y llegar así a una metafísica cierta y segura.
Para encontrar esta verdad evidente aplicará la duda metódica:
A través de un proceso de duda se buscará llegar hasta aquello que resulte evidente e indudable. En la primera duda, dudará del conocimiento que proviene de los sentidos pues pueden engañarnos. En la segunda duda, dudará de la existencia de la realidad extramental ya que resulta imposible distinguir la vigilia del sueño. Y por último, en la tercera duda, dudará del conocimiento que proviene de la razón, de las ideas de razón o de los razonamientos, pues se puede suponer la existencia de un genio maligno que nos lleva hacia el error cuando creemos estar en lo cierto. Sin embargo, afirma Descartes, no podemos dudar que dudamos, mientras pensamos no podemos dudar que estamos pensando y por lo tanto que existimos. La primera intuición de una verdad indudable es pienso, luego existo (cogito ergo sum). Y si existo lo hago como un yo pensante, un cogito, afirmando, pues, la existencia de la sustancia pensante (el cogito) como primera verdad indudable. Descartes partirá del cogito, la verdad indudable, para construir su metafísica. El cogito piensa ideas que pueden dividirse hipotéticamente en tres tipos:
adventicias, que parecen provenir del exterior;
facticias, que construye la mente a partir de otras ideas; e innatas, aquellas que la razón tiene en sí misma y no son ni adventicias ni facticias. Tras la demostración de la existencia de la sustancia infinita o Dios (a partir de la idea de infinito)
Descartes afirmará la existencia de tres sustancias:
La sustancia pensante o el cogito, la sustancia infinita o Dios, y la sustancia extensa o realidad exterior.
Descartes definirá “sustancia” como todo aquello que existe independientemente de cualquier otro ser, y por ello, en sentido estricto, sólo Dios sería sustancia pues es el único que no necesita una causa ajena a sí mismo para existir. Sin embargo, como la sustancia extensa (la realidad exterior) y la sustancia pensante (el cogito) son independientes entre sí estima que también pueden ser consideradas sustancias
A partir de la idea de Dios, Descartes distingue entre ideas adventicias, innatas y facticias. Entre las ideas innatas se encuentra la idea de Infinito, que Descartes identifica con la idea de Dios, idea que tiene la mayor realidad objetiva, ya que incluye las máximas perfecciones. Según Descartes, la idea de Infinito (Dios) queexiste en nuestra mente no es adventicia, pues no puede proceder del exterior, ni facticia, pues no puede ser producida por la mente, así que tiene que ser innata. Descartes aplica el principio de causalidad sobre la idea de Dios para demostrar su existencia. Afirma que toda idea tiene una realidad objetiva dada sus carácterísticas y propiedades, y su causa debe tener una realidad formal, existencia real actual con cualidades determinadas, igual o mayor y, por lo tanto, proporcional a la realidad objetiva de la idea causada.
La idea de infinito (Dios)
no puede haber tenido como causa a un ser finito, pues no habría proporción entre la realidad formal de la causa (las cualidades del ser real que ha originado la idea de infinito en el sujeto) y la realidad objetiva del efecto (las carácterísticas o propiedades de la idea de infinito). Por tanto, esa idea de infinito ha tenido que ser causada por un ser real que es infinito y, por ello, Descartes afirmará que Dios existe como sustancia infinita, pues es la causa necesaria de nuestra idea de Dios-infinito. Además de esta demostración, Descartes defiende una variante del Argumento Ontológico según la cual el propio concepto de Dios implica todas las perfecciones necesariamente, conllevando la afirmación de su existencia, pues de lo contrario supondría una imperfección. Igualmente, considera que Dios debe existir por la necesidad de una primera causa para la sustancia pensante que sea, a su vez, incausada. El Dios afirmado por Descartes, la sustancia infinita, es infinito, omnisciente, perfecto y bueno.
Así, Dios existe sin duda alguna y es la garantía, el fundamento, de que a mis ideas sobre el mundo exterior les corresponde una realidad extramental, pues Dios es bueno y no me engaña.
Por tanto, ya no podremos dudar de la existencia de la realidad extramental.