Immanuel Kant: Filosofía y ética
Marco histórico, social y cultural
Immanuel Kant (1724-1804) vivió en el siglo XVIII, el Siglo de la Ilustración, un período marcado por la defensa de la razón y la apuesta por la extensión de la educación y la cultura a todas las capas sociales. La razón y la ciencia se erigieron como las nuevas luces que guiaban al hombre. Los ilustrados, en su mayoría, eran críticos con el orden establecido y creían en el progreso de la humanidad a través del desarrollo de la razón. En este contexto, florecieron las enciclopedias y los diccionarios como símbolos del saber.
El siglo XVIII fue una época de profundas transformaciones políticas, sociales y económicas. En el ámbito político, el modelo predominante era la monarquía absoluta, aunque en algunos países se abría paso el despotismo ilustrado. La estructura social seguía siendo fundamentalmente aristocrática y jerárquica. La economía experimentó una revolución demográfica con un incremento sustantivo de la población, cuya base se encontraba en la agricultura. En el ámbito religioso, se vivió un período de relativa paz tras las guerras de religión del siglo anterior. Fue también una época de gran esplendor en el arte, las letras y las ciencias, con genios como Mozart.
Marco filosófico
Como buen ilustrado, Kant entendía el quehacer filosófico como un ejercicio crítico de la razón. El racionalismo y el empirismo constituyeron referentes ineludibles en su teoría del conocimiento. Si bien Kant inicialmente se vio influenciado por el racionalismo, que defendía la existencia de ideas innatas y la certeza de la metafísica, posteriormente se mostró crítico con esta corriente por no examinar cómo la razón llega a esas ideas. Por otro lado, si bien compartía con el empirismo la importancia de la experiencia como punto de partida, Kant lo consideraba una solución insuficiente al problema del fundamento del saber. En este contexto, Kant defenderá el valor de una razón crítica y autónoma.
Influencias recibidas
Kant estudió en la universidad con Martin Knutzen, quien lo introdujo en la física de Newton. Se ha señalado la influencia de la obra filosófica empirista de David Hume en su pensamiento, así como la importancia de Jean-Jacques Rousseau.
La filosofía de Kant
Kant afirma que toda su filosofía gira en torno a tres preguntas fundamentales: ¿Qué puedo saber o conocer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? La primera pregunta busca determinar el origen y los límites del conocimiento humano, particularmente el científico. Kant responde a esta pregunta en su obra Crítica de la razón pura. La segunda pregunta considera al hombre como un ser moral, responsable de su conducta, y su respuesta se encuentra en la Crítica de la razón práctica y la Fundamentación de la metafísica de las costumbres. La tercera pregunta, que indaga sobre el tipo de felicidad que podemos esperar, encuentra respuesta en obras como Ideas para una historia universal en un sentido cosmopolita. Estas tres preguntas se pueden resumir en una sola: ¿Qué es el hombre?
¿Qué puedo saber? La teoría del conocimiento o la crítica de la razón pura teórica
Planteamiento del tema del conocimiento
En la Crítica de la razón pura, Kant se propone determinar las condiciones que hacen posible el conocimiento científico. Para ello, busca superar las limitaciones del racionalismo y el empirismo. En su etapa inicial, Kant fue un filósofo racionalista, pues creía en la capacidad de la razón para conocer la realidad a partir de ideas innatas, sin necesidad de recurrir a la experiencia. Sin embargo, influenciado por el empirismo, abandonó esta postura y llegó a la conclusión de que nuestro conocimiento no puede ir más allá de la experiencia. No obstante, Kant no compartía las consecuencias del empirismo radical y propuso una nueva forma de entender el conocimiento: este solo es posible a partir de la existencia en nuestra mente de conceptos o estructuras vacías (categorías) que, aunque no proceden de la experiencia, solo tienen aplicación en ella. Así, el conocimiento surge de la interacción entre las categorías a priori y la experiencia sensible. Kant se pregunta si la metafísica puede ser considerada una ciencia y la somete a prueba mediante el análisis de los juicios analíticos, sintéticos a priori y sintéticos a posteriori.
La doctrina kantiana del conocimiento: el idealismo trascendental
En la Crítica de la razón pura, podemos distinguir tres partes principales: la estética trascendental, la analítica trascendental y la dialéctica trascendental.
Estética trascendental
En esta sección, Kant estudia la sensibilidad y muestra cuáles son los requisitos que hacen posible la existencia de juicios sintéticos a priori en matemáticas. Establece que la experiencia es la fuente del conocimiento, pero que el espacio y el tiempo son condiciones a priori, es decir, anteriores a la experiencia, que hacen posible la percepción. El espacio y el tiempo no son propiedades objetivas del mundo exterior, sino formas puras de la sensibilidad, estructuras subjetivas que organizan nuestra experiencia.
Analítica trascendental
En esta parte, Kant argumenta que percibir algo no implica necesariamente comprenderlo. Para entender, interpretar o pensar los fenómenos, necesitamos conceptos. Existen dos tipos de conceptos: los empíricos, que son generalizaciones a partir de la experiencia, y los conceptos puros o categorías, que no proceden de la experiencia, sino que son producidos espontáneamente por el entendimiento. Las categorías son estructuras vacías del entendimiento, formas de pensar que unifican y sintetizan los datos procedentes de la sensibilidad, es decir, los fenómenos. Las categorías cumplen la misma función con respecto a los fenómenos que el espacio y el tiempo con respecto a las sensaciones. Kant deduce la existencia de doce categorías del entendimiento, cuya aplicación permite formular juicios. Estas categorías solo pueden aplicarse válidamente a los fenómenos. En conclusión, solo hay conocimiento en sentido estricto cuando el fenómeno aportado por la sensibilidad es unificado y ordenado por las categorías aportadas por el entendimiento. Kant lleva a cabo una verdadera revolución copernicana en el campo del conocimiento. El conocimiento no es una mera copia de la realidad, sino una construcción en la que intervienen tanto factores procedentes del sujeto (las categorías a priori) como elementos que proceden de la experiencia (los fenómenos).
Los juicios sintéticos a priori en física: Kant sostiene que la física pura tiene como objeto la naturaleza, entendida como el conjunto de fenómenos en cuanto determinados por leyes generales. Estas leyes son formuladas mediante juicios sintéticos a priori. A diferencia de Hume, Kant piensa que las leyes de la naturaleza son a priori: no se derivan de la experiencia, pero se aplican a ella. Así, Kant reivindica la validez del principio de causalidad, que se basa en la categoría de causa y, por lo tanto, es a priori, universal y necesario.
Dialéctica trascendental
En esta sección, Kant se ocupa del funcionamiento de la razón y de la posibilidad de la metafísica como ciencia. La razón es una facultad que busca reducir la enorme variedad de conocimientos del entendimiento al menor número de principios. Es decir, intenta encontrar juicios cada vez más generales que puedan explicar el mayor número de fenómenos posibles. La razón tiende a buscar las condiciones generales de todo, es decir, lo incondicionado. A estos incondicionados, Kant los llama ideas trascendentales. De este modo, la razón llega a tres ideas a priori: la idea de Dios, la idea del alma y la idea del mundo como totalidad. Estas ideas son construidas por la misma razón y no les corresponde ningún objeto en la experiencia. En conclusión, el intento de la razón de unificar a través de razonamientos la variedad de conocimientos del entendimiento mediante ideas trascendentales está condenado al fracaso. No podemos conocer la existencia de Dios, ni del alma como sustancia inmortal, ni del mundo como totalidad. Mediante las ideas trascendentales solo podemos pensar esos objetos, pero no podemos conocer su existencia. Imposibilidad de la metafísica como ciencia: la metafísica, entendida como un conjunto de juicios acerca de Dios, el alma y el mundo, es imposible como ciencia. Sin embargo, como tendencia natural, resulta inevitable que la razón busque lo incondicionado, que intente extender su conocimiento más allá de la experiencia. Las ideas de la razón poseen una doble función: señalan los límites de nuestro conocimiento y, al mismo tiempo, impulsan la investigación. En este sentido, las ideas se convierten en ideales regulativos que nos guían en la búsqueda del conocimiento, aunque nunca podamos alcanzar un conocimiento absoluto de lo incondicionado.
La teoría del conocimiento kantiana se denomina idealismo trascendental porque defiende que no conocemos las cosas tal como son en sí mismas (noúmenos), sino que el sujeto construye, al menos en parte, el objeto al aportar una serie de estructuras a priori que hacen posible la experiencia (fenómenos).
¿Qué puedo hacer? La ética kantiana
La actividad racional no se limita al conocimiento de los objetos. El ser humano también necesita saber cómo actuar, cómo ha de ser su conducta, y para determinarlo también emplea la razón. En función de ello, Kant distingue entre razón teórica y razón práctica. La diferencia entre ambos usos de la razón se manifiesta en que, mientras la razón teórica formula sus conocimientos en juicios, la razón práctica formula sus principios en normas, mandatos o, como prefiere decir Kant, imperativos. Ahora bien, los imperativos morales, al igual que los juicios científicos, también deben ser universales, puesto que la moral ha de ser la misma para todos. Por eso, Kant afirma que la moral ha de formular imperativos categóricos y no hipotéticos.
Crítica kantiana de las éticas materiales
La ética de Kant puede ser calificada de formal, en contraposición a las éticas anteriores a él, que pueden ser calificadas de materiales. Se entiende por ética material aquella que considera la bondad o maldad de una conducta en función del bien o fin que persigue. Es decir, es una ética que determina cuál es el fin último del hombre y, en consecuencia, establece normas que permiten alcanzarlo. Kant critica las éticas materiales por tres motivos: por ser empíricas o a posteriori, por ser hipotéticas y por ser heterónomas.
Exposición de la ética formal de Kant
Si todas las éticas materiales son empíricas, sus imperativos son hipotéticos y en ellas la voluntad es heterónoma, la ética formal no debe ser empírica, sino a priori, sus imperativos han de ser categóricos y la voluntad autónoma. La ética formal es universal porque no establece ningún fin que haya de ser perseguido y porque no nos dice lo que debemos hacer, cuál ha de ser el contenido concreto de nuestra conducta. Nos dice, en cambio, cómo debemos actuar, cuál debe ser la forma a la que deben ajustarse nuestras acciones.
El deber
La forma a la que deben responder nuestros actos no es otra que el deber. Kant establece una equivalencia entre obrar moralmente y obrar de acuerdo con nuestro deber. Pero Kant no entiende el deber como algo que nos es impuesto por otros desde fuera; al contrario, el deber es el sometimiento a una norma no porque nadie nos obligue, ni porque nos sea útil, ni porque nos satisfaga, sino porque reconocemos racionalmente, a priori, su necesidad. Por eso, según Kant, el deber tiene que ser siempre el motivo objetivo de nuestros actos. Ahora bien, Kant distingue tres tipos de acciones en relación al deber: contrarias al deber, conformes al deber y por deber. En las primeras, no respetamos lo que nuestro deber nos manda; en las segundas, sí lo hacemos, pero por razones interesadas; solo en las terceras actuamos por deber, es decir, porque reconocemos la ley moral como un fin en sí mismo.
El imperativo categórico
¿Cuál es nuestro deber? Nuestro deber consiste en actuar de acuerdo con la moralidad. Y Kant sostiene que, para que una acción sea moral, tiene que poder ser realizada por todos, es decir, tiene que poder recogerse en un mandato universal. Este mandato universal es el imperativo categórico, que se formula de la siguiente manera:»Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universa».
¿Qué cabe esperar? Filosofía de la historia y de la religión
La sociedad y la historia
El primer ámbito en el que el hombre puede poner sus esperanzas o expectativas es la sociedad histórica en la que vive. El hombre posee, según Kant, una disposición doble y contradictoria en relación a la sociedad. Por un lado, como ser sensible y material, es un individuo insociable que tiende a guiarse por el egoísmo y el amor propio. Por otro lado, como criatura moral, es un ser racional y sociable que vive en un reino de fines. El antagonismo entre estos dos aspectos es lo que Kant denomina la insociable sociabilidad del hombre. A pesar de todo, la sociedad humana no es perfecta. La paz perpetua: Kant reconoce que, aunque el antagonismo entre los individuos se ha resuelto en la sociedad mediante el pacto social y el sometimiento a la ley, la historia está plagada de guerras y conflictos. Por ello, propone avanzar hacia la creación de una sociedad de naciones, de una federación de estados en la que estos se comprometieran a resolver sus diferencias de forma pacífica. La visión kantiana de la historia se asienta sobre la creencia ilustrada en el progreso moral de la humanidad.
La religión
El hombre puede poner sus esperanzas más allá de la historia, puesto que sabemos que en esta el bien supremo nunca podrá ser totalmente alcanzado. Como hemos visto, para Kant la moral es independiente de la religión. Sin embargo, la religión puede ser un vehículo para la realización del bien moral. Kant defiende una religión racional, basada en la moral, que denomina religión dentro de los límites de la mera razón.
Repercusión de la filosofía kantiana
Tras su muerte, Kant se convirtió en un referente para los defensores de los derechos humanos y la igualdad ante la ley. Gracias a él, Alemania y Prusia se convirtieron en el centro indiscutible de la filosofía, dando lugar al idealismo alemán del siglo XIX. Aunque algunos idealistas posteriores negaron la existencia de la cosa en sí (noúmeno), la filosofía kantiana siguió ejerciendo una gran influencia. A finales del siglo XIX y principios del XX, surge el neokantismo, que reivindica el valor de la teoría del conocimiento kantiana. En la actualidad, las doctrinas de la filosofía de Kant siguen suscitando un gran interés y siguen siendo objeto de estudio e interpretación.