Análisis Comparativo: Kant, Marx, Nietzsche y la Crítica a la Moral Occidental

Kant-Marx:

Es observable la diferencia comparativa entre la filosofía kantiana y la marxista. Entre estas diferencias destaca, primeramente, su idea del conocimiento. Kant defiende un idealismo y establece las formas a priori del conocimiento como forma de alcanzar el mismo, mientras que Marx trata al pensamiento como una consecuencia de la realidad, y no como algo absoluto y externo a la misma, siendo esta condicionada por la infraestructura social, que, retroalimentando la superestructura (valores y principios aceptados socialmente), conlleva la existencia de ideologías o lo que Marx reconoce y define como «falsas conciencias».

Por otro lado, Kant considera necesarias las ideas trascendentales como instrumentos de mesura de la moralidad. Marx rechaza esto y postula que esta es únicamente un medio de justificación para la alienación y el dominio de una clase sobre otra, siendo así un medio para perpetuar el abuso a nivel social, haciendo ver como nobles valores como la bondad, la humildad y la sumisión a otros.

A pesar de esto, ambos plantean una revolución: la kantiana es intelectual y pacifista (Ilustración), mientras que la marxista plantea una violenta lucha de clases que elimine la desigualdad social, desembocando en una dictadura de la clase no favorecida, el proletariado, que culminará en el desarrollo del comunismo, un sistema económico contrario al capitalismo, en el cual no existirán clases sociales ni propiedad privada, eliminando cualquier tipo de desigualdad.

En cuanto al uso de la razón, Kant confía en la razón como el entendimiento y concepción de la realidad correcta, mientras que Marx, más relativista, da a la razón un sentido condicionado por la dialéctica ideológica, y en ello, a la lógica del momento histórico capitalista, defendiendo que el pensamiento de su época tiene un enfoque que es pura y exclusivamente capitalista, y que, por tanto, carece de cualquier punto de vista externo, sesgado el propio pensamiento.

Kant, por su parte, ve al ser humano como un fin en sí mismo en su Imperativo Categórico, pero Marx en su análisis del capitalismo defiende que este ser ha sido cosificado y reducido a un medio para obtener beneficio económico mediante su empleo como fuerza productiva, y además explotando lo máximo posible a este para obtener la mayor plusvalía que permita el sistema.

Por último, Marx entiende el Estado (y por extensión a la República representativa y participativa kantiana) como una estructura representativa y favorecedora de la clase dominante, planteando que este sea abolido, y defendiendo, en cambio, que la sociedad se organice en comunas, como comunidades donde sus individuos constituyentes sean autogobernados, siendo la máxima representación del gobierno obrero.

Platón-Nietzsche:

Nietzsche interpreta la muerte de Sócrates como el comienzo del declive de una sociedad occidental la cual se regía por los principios morales establecidos, de forma arbitraria, por los filósofos de la Antigüedad (Sócrates y Platón), en forma de valores como la bondad, la justicia o la voluntad. Nietzsche rechaza además el elemento dionisíaco y crea a la figura de Zaratustra, para dar fin a cualquier ideario metafísico y traer a la realidad una moralidad verdadera, contraria a la propuesta socrática, considerada invertida. Esta idea está fundada dentro de un marco naturalista de la vida espiritual del hombre, y plantea una moralidad mucho más atrevida, basada en valores como la fuerza, el honor, el valor… Los cuales tratan de afirmar la vida, y en ella, a uno mismo, a pesar de la trágica naturaleza de la misma, y su falta de significado intrínseco.

Para Sócrates y Platón, es crucial la idea de que es la verdad, y por tanto, el bien moral, aquello que dota de sentido a la vida. Nietzsche romperá con esta idea al decir que una moralidad construida sobre falsos valores quita todo sentido a la vida. En adición a este rechazo, Nietzsche también negará la existencia de un mundo de las Ideas, defendiendo que fuera del universo no existe nada, y que este en sí no tiene un sentido ni significado.

Esto se ve reflejado en su incipiente teoría del Eterno Retorno, donde Nietzsche trata el mundo como un ciclo de materia finita en un marco temporal infinito, dándose ciclos en los cuales cada momento será vivido infinitas veces (la infinitud de las acciones, repetidas, quita significado a estas), y posteriormente, en su etapa crítica, cuando desarrolla el nihilismo (el humano viene de la nada, y hacia esa nada, entendida como la totalidad del universo, es que el humano se dirige).
De esta forma, además, comprende el platonismo, y por extensión, las bases del pensamiento occidental (y por tanto, el cristianismo posteriormente), como morales de esclavos, siendo estas dependientes de un ente o mundo externo, el cual trata de dotar de sentido a la naturaleza trágica de la propia existencia, y que a su vez trata de enardecer la figura de los miserables, mediante los falsos valores morales, frente a la figura de los señores, quienes aceptan esta naturaleza vital y conviven con ella, de forma directa y sin necesitar de entes externos para hacer fructífera su vida, con el fin de extender su dominio, su poder (voluntad de poder). Gracias a esto, por ejemplo, consiguen evitar la creación de resentimiento y odio en su interior y, por tanto, proyectar estos sentimientos en el resto de ámbitos de su existencia.

Kant-Nietzsche:

El pensamiento de Nietzsche, rompiendo con la idea de una verdad objetiva y universal, rechaza a Kant, pone énfasis en la interpretación propia de la existencia, dando este rechazo de la universalidad a un perspectivismo nietzscheano, que valora una multiplicidad de puntos de vista distintos que sirvan para comprender e interpretar la realidad. De esta forma, el filósofo establece que «no hay hechos, solo interpretaciones». Así, Nietzsche contradice a Kant diciendo que es imposible postular un factum, y constatando como absurdo incluso que ello pueda ser posible.
Además, en su crítica a la moral occidental, rechaza la idea kantiana de la libertad como condición de la moralidad, y decide tachar a la moralidad de un constructo social con el fin de invertir los valores bueno y malo, situando las “morales de esclavos” como lo “bueno”, y las “morales de señores” como lo “malo”. A partir de esta idea surge el concepto de transvaloración, la inversión de los valores y reevaluación de los mismos, dada la concepción nietzscheana de que es más honorable enfrentarse de frente y aceptar la realidad de la muerte sin esperar nada tras esta, en vez de refugiarse en algo superior a uno mismo, que no puede ser alcanzado, y que condiciona toda acción individual.
La última diferencia entre el ideario kantiano y el nietzscheano es la interpretación de voluntad. Kant la define como un elemento a priori de la moralidad (ya que el bien moral surge de la Buena Voluntad, de la naturaleza sociable intrínseca al humano), mientras que Nietzsche defiende que la Voluntad de Poder (el autoacrecentamiento, la consecución de poder en forma de objetivos, con el fin de superarse a uno mismo y no únicamente de existir, sino de hacer que el valor de la existencia dependa de uno mismo) es el motor del humano, que plantea expandir sus fortalezas, aunque este en su camino quizá deba someter otras voluntades. Es así que Nietzsche defiende que no hay mayor valor en la vida que morir tratando de alcanzar algo más grande que uno mismo, intentando ser un «Superhombre» («Übermensch«).

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