Como autor de un sistema filosófico y científico que se convertiría en base y vehículo del cristianismo medieval y de la escolástica islámica y judaica, Aristóteles ha determinado, más que cualquier otro filósofo, la orientación y los contenidos de la historia del pensamiento occidental. Sus obras ejercerían una notable influencia sobre innumerables pensadores durante cerca de dos mil años, y continúan siendo objeto de estudio por parte de múltiples especialistas en nuestros días. La filosofía de Aristóteles constituye, junto a la de su maestro Platón, el legado más importante del pensamiento de la Grecia antigua.
Pese a ser discípulo de Platón, Aristóteles se distanció de las posiciones idealistas para elaborar un pensamiento de carácter naturalista y realista. Frente a la separación radical entre el mundo sensible y el mundo inteligible planteada por las doctrinas platónicas, defendíó la posibilidad de aprehender la realidad a partir de la experiencia. Así pues, en contra de las tesis de su maestro, consideró que las ideas o conceptos universales no deben separarse de las cosas, sino que están inmersos en ellas como principios informantes de la materia.
no se dirigieron únicamente al estudio especulativo de las cosas y sus causas, sino que, en coherencia con sus concepciones, otorgó gran importancia a los estudios científicos y a la observación de la naturaleza. No menos relevantes son sus escritos sobre lógica formal y sus reflexiones en torno a la moral, la política y la estética. De acuerdo con las fuentes antiguas, el filósofo griego escribíó 170 obras, aunque sólo 30 se han conservado hasta nuestros días.
La metafísica
La metafísica de Aristóteles es por un lado crítica con respecto a la de su maestro Platón, y por otro constructiva, puesto que se propone llegar a una nueva sistematización. Hay que notar que ni el maestro ni el discípulo emplearon el término «metafísica», que fue acuñado por Andrónico de Rodas, editor del legado aristotélico. Lo que pretende la metafísica es llegar a saber «de los principios y de las causas primeras», y por ello Aristóteles llamó al estudio de las cuestiones metafísicas «filosofía primera», ciencia que considera el ser en cuanto ser. Por ocuparse de las primeras y verdaderas causas, puede ser considerada igualmente ciencia de lo divino, ciencia teológica (Theologiké épistéme).
Aristóteles rechaza la teoría platónica de las Ideas separadas de los entes de este mundo. Lo verdaderamente existente no son los «reflejos» de las Ideas, sino los entes individuales, captados por la inteligencia y en los que reside el aspecto universal. En todo ser se da lasustancia (ousìa, esencia de cada ente individual subsistente en sí mismo) y el accidente(cualidad que no existe en sí misma sino en la sustancia). La sustancia permanece más allá de todos los cambios accidentales que experimente. Por ejemplo, el árbol sigue siendo un árbol aunque pierda sus hojas en otoño; si el árbol muere, experimenta un cambio sustancial, y deja de ser un árbol.
El hilemorfismo
Las sustancias sensibles se hallan constituidas por dos principios: materia, que dice de qué está hecha una cosa, y forma, disposición o estructura de la misma. Esta doctrina se denomina hilemorfismo o teoría hilemórfica (de híle, materia, y morfé, forma). La materia es el substrato general de toda sustancia corpórea, y de ella derivan las propiedades físicas comunes a todos los cuerpos, pero, por si sola, ni siquiera es cognoscible: es imposible experimentar una materia no determinada, no incardinada en una forma. La materia es un principio indeterminado que adquiere su determinación gracias a la forma; la forma es el principio determinante que hace que la materia sea lo que es. Ambos principios son inseparables.
La distinción aristotélica entre forma sustancial y forma accidental ayuda a comprender el concepto de forma. Un ser individual se compone de materia y de una forma sustancial, que viene a ser el diseño estructural de la materia. A través de los sentidos y del intelecto identificamos tal diseño e incluimos al ser en un género; la forma sustancial nos permite incluir cierto fruto en el género “manzana” y distinguirlo de una nuez. Ahora bien, el tamaño, la forma, el color o el sabor varían de una manzana a otra; tales rasgos, que individualizan una manzana en concreto, configuran su forma accidental. Como puede verse, formas sustanciales e ideas platónicas son nociones afines. Pero para Platón las ideas son trascendentes: se hallan en un mundo aparte, el mundo de las Ideas, y los seres del mundo sensible (el nuestro) son meros reflejos de las Ideas. En Aristóteles sólo existe el mundo sensible; la materia y las formas sustanciales son dos principios constitutivos que residen en los mismo seres, es decir, son inmanentes.
Potencia y acto
Para explicar el cambio, Aristóteles se vale de las nociones de acto y potencia, determinaciones primeras del ser. Por potencia se entiende una potencialidad que posee un ser; el acto es la realización de esa potencialidad. Aristóteles define el cambio como el paso de la potencia al acto. Así, el mosto de uva tiene entre sus potencias o capacidades la de convertirse en vino. Tras la fermentación del mosto, obtenemos vino: esa potencia o potencial del mosto se ha realizado.
Existen, como ya se ha indicado, dos tipos de cambio: el cambio sustancial y el cambio accidental. En el cambio sustancial, un ser se convierte en otro, lo que implica un doble proceso simultáneo de corrupción del primero y de generación del segundo. En el cambio accidental, la sustancia permanece; sólo se modifican las cualidades accidentales. Los cambios accidentales pueden ser de tres tipos. En el cambio cuantitativo se altera la cantidad (el árbol que crece gana en altura, pero sigue siendo un árbol). En el cambio cualitativo se modifica la cualidad (las lentejas se hacen blandas tras una prolongada cocción). El cambio local es simplemente el cambio o movimiento de un lugar a otro.