Análisis Comparativo de la Filosofía de Descartes y Nietzsche

Comparación entre Descartes y Nietzsche

Desde un punto de vista ontológico, para Descartes la realidad en sentido estricto es única e idéntica para todas las personas, se identifica con la infinita res o Dios, ya que Descartes definió sustancia como aquello que no necesita de otra para existir. Sin embargo, de dicha sustancia podemos derivar otras sustancias que existen como res cogitans (mente) o res extensa (cuerpo). Para Nietzsche lo único que existe es la vida (voluntad de poder) en el sentido biológico, pero esta es diversa y cambiante, es decir, sujeta al devenir, irracional y relativa a nivel individual; Los conceptos fijos de la tradición como ser, entidad, sustancia son ficciones vacías.

Epistemológicamente, para Descartes la realidad se conoce a través de la razón, la cual, cuando se aplica correctamente el método, descubre ideas innatas verdaderas o ciertas (claras e inequívocas) que forman la base de todo conocimiento del que se derivan (derivados) el resto de las ideas. Ideas que constituyen el conocimiento humano, incluidas las ideas aleatorias o significativas. Para Nietzsche, la intuición sensible es la única que nos permite mirar la vida como una realidad única, pero a través de la intuición cada sujeto adquiere sólo un conocimiento relativo de la vida, ya que la vida está en constante devenir y cambiar.

Antropológicamente hablando, Descartes representa un dualismo antropológico: res cogitans (yo) y res extensa (cuerpo), unidos en la glándula pineal. El hombre es esencialmente su ego o cogito y el cuerpo es un añadido molesto del que hay que deshacerse. Sin embargo, para Nietzsche el hombre es un cuerpo, fundamentalmente inconsciente e instintivo, que realiza la vida a través de sus propios valores (vitalismo). La mente o espíritu es parte del cuerpo. Pensar, como hace Descartes, que el hombre es una criatura de Dios que aspira a valores absolutos es una ilusión creada por el cristianismo y la tradición filosófica a partir del miedo y la inseguridad ante la muerte y que en definitiva lleva a que el hombre niegue la propia vida y rechaza lo único que tiene, su propio cuerpo y todos los elementos asociados a él.

La ética voluntarista de Nietzsche, con precedentes en Agustín y Schopenhauer, es la afirmación del placer de los sentidos, el placer y el dolor del cuerpo y, en definitiva, la afirmación de la vida frente a la razón.



La Duda Cartesiana y el Método

La duda cartesiana es una duda teórica, no se aplica a los preceptos morales o religiosos, pero radical, abarca a todo el saber humano. No es una duda escéptica, sino constructiva y voluntaria, e hiperbólica, porque se plantea de un modo exagerado (hipérbole), extremo, incluso ante la evidencia de que algo es verdadero.

Es imposible dudar de todos nuestros conocimientos uno a uno, por ello la duda se aplica a los diferentes niveles de conocimiento:

  • Los conocimientos adquiridos por los sentidos.
  • Los objetos del mundo exterior
  • Los razonamientos y demostraciones racionales.

El método que refleja dicha estructura, según Descartes, es aquel que contiene las siguientes reglas:

  1. Regla de la Evidencia: “Sólo lo que nos parece evidente es verdadero”. La evidencia posee dos condiciones: evitar la precipitación (evitar dar por cierto algo de lo que no estemos seguro que lo es) y la prevención (no negar como verdadero lo que se nos presente de un modo evidente).
  2. Regla del Análisis o Resolución: «Hacer posible la intuición dividiendo las ideas compuestas en sus partes, convirtiéndolas en ideas simples, ya que es más fácil tener evidencia de estas últimas».
  3. Regla de la Síntesis o Composición: «Formar cadenas de intuiciones», pasando de lo simple a lo complejo.
  4. Regla de la Enumeración o Revisión: «Comprobación general».

En realidad, este método original de Descartes es una adaptación del que la matemática (geometría y aritmética) de su época utilizaba. La cual procedía aplicando la intuición y la deducción y obtenía bastante éxito en la resolución de los problemas que se planteaba.

Piensa Descartes que dicho método debe extenderse a otras ciencias por ser el único válido, ya que es el que mejor se adapta a la razón. Es, pues, un método universal. Formulado a partir de una finalidad práctica: «distinguir lo verdadero de lo falso para conducirse correctamente en la vida».


La Duda Metódica y la Existencia de Dios

Para demostrar esta validez, Descartes emprendió una crítica radical de todo el conocimiento humano, probando el método mediante el procedimiento de la duda metódica.

De este modo, la duda metódica consiste en examinar todos nuestros conocimientos para llegar a una idea cuya verdad sea innegable, de la que ya no se pueda dudar, y a partir de ella deducir otras verdades. Si nos topamos con una idea de la que, debido a su claridad y distinción (criterios de certeza, basados ​​en evidencia), es imposible dudar de ella, entonces probaremos indirectamente que dicha claridad y distinción son, de hecho, criterios de certeza adecuados. Sin embargo, al cuestionar todos nuestros conocimientos, esto se hace mediante la aplicación de métodos, de esta manera estamos probando indirectamente el método en sí, si es efectivo para lograr una verdad que no se puede negar entonces se comprobará su validez.

Así, este método ha demostrado ser eficaz, al menos para conseguir una idea real (clara y real) de uno mismo.

Dado que la certeza de nuestro conocimiento no puede derivarse de la verdad del cogito, Descartes necesita buscar otra base. Y para ello utilizará el análisis del conocimiento o de las ideas mismas: “se trata de buscar una idea de tal manera que, aunque sea una idea, implique necesariamente la existencia de una realidad más allá de la idea misma y, por tanto, al yo (cogito) que lo piensa.»

Para Descartes toda idea es un acto de la mente, pero debe tener una causa u origen. Distingue tres tipos de ideas según su origen:

  • Adventicias o adquiridas: proceden de la experiencia de los sentidos (un ruido, un olor, un color, etc.)
  • Facticias o artificiales (ficciones): inventadas por el yo mediante la imaginación (una quimera, un centauro, etc.)
  • Innatas o naturales: Nacidas con el yo (idea de sustancia, cogito, extensión, etc.) Sólo estas ideas se presentan de un modo claro y distinto, y entre todas esas ideas una fundamental, la idea de Dios.

La idea de Dios, la identifica Descartes con la de infinitud, ésta supone la máxima realidad objetiva y está referida a un ser que necesariamente debe existir al margen de la idea que posea el yo.

Para demostrarlo Descartes aporta tres pruebas de su existencia:


  1. Prueba gnoseológica: constituye una aplicación del principio de causalidad a la perfección y dice: la máxima perfección de Dios es la causante del que el yo posea su idea.
  2. Prueba de la causalidad: Constituye una aplicación del principio de causalidad a la existencia, siendo, pues, una variante de la anterior, y dice: si yo hubiera sido el creador y conservador de mí mismo me habría dado todas las perfecciones posibles, en consecuencia, no soy el creador ni el conservador de mí mismo.
  3. Prueba ontológica: es una modificación del argumento ontológico de San Anselmo de Canterbury. Dice: en Dios esencia y existencia se identifican, por ser absolutamente perfecto su esencia debe contener la existencia que es una perfección.

Para Descartes, Dios le dio al hombre un entendimiento o razón limitada, me dio la oportunidad de no equivocarme ya que tengo por naturaleza un criterio para distinguir lo verdadero de lo falso; Si lo cumplo estrictamente, nunca me equivocaré en mis juicios. Pero el “yo” tiene dos facultades: mente y voluntad. Todos los modos de pensar que experimentamos pueden relacionarse con una de las dos operaciones básicas: percibir, propia de la comprensión, o querer, propia de la voluntad. La voluntad es más amplia que la mente, que en sí misma es limitada. De esta manera me engaño y me equivoco cuando afirmo o niego por mi voluntad algo oscuro y confuso.

El error, por tanto, no reside en la mente, sino en el mal uso de la libertad que nuestra voluntad concede, es decir, consiste en que los juicios de la voluntad vayan más allá de lo que la mente permite.

Respecto a las ideas adventicias (basadas en las sensaciones) que están referidas a objetos del mundo exterior, deben ser ciertas en la medida en la que los objetos deben existir porque de lo contrario Dios me estaría engañando, lo cual es imposible desde su absoluta perfección. Las ideas facticias, fruto de la imaginación humana, obviamente, son falsas

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