Análisis Comparativo de la Filosofía Kantiana

La Revolución Copernicana en la Filosofía de Kant

La «Revolución Copernicana» en la filosofía, según Immanuel Kant, se refiere a un cambio fundamental en la forma en que entendemos el conocimiento y la experiencia. Kant compara esta revolución con la teoría heliocéntrica de Copérnico, que desafió la visión geocéntrica prevaleciente al proponer que la Tierra y los planetas giran alrededor del Sol. De manera similar, Kant propone un cambio en la comprensión del conocimiento, argumentando que la universalidad y necesidad de las leyes de la naturaleza no se basan en la realidad objetiva, sino en la actividad ordenadora de nuestras facultades cognoscitivas.

Antes de esta revolución, se creía que todo nuestro conocimiento estaba determinado por los objetos externos. Sin embargo, Kant propone que el sujeto no solo recibe pasivamente la experiencia, sino que también la construye activamente a través de elementos a priori, es decir, conceptos universales y necesarios que preceden a la experiencia. Esta perspectiva desafía la noción de que la experiencia proporciona conocimientos universales y necesarios, y sugiere que el sujeto desempeña un papel activo en la formación del conocimiento.

El Imperativo Categórico

Según Kant, el imperativo categórico es un principio moral que establece una regla de conducta que debe ser seguida incondicionalmente, independientemente de los deseos personales o las circunstancias particulares. Se diferencia de los imperativos hipotéticos, que son condicionales y dependen de ciertos fines o metas.

Kant sostiene que el imperativo categórico es la expresión de la ley moral, que debe ser seguida por deber y por respeto a la moralidad en sí misma. La formulación principal del imperativo categórico es: «Obra solo según aquella máxima por la cual puedas querer al mismo tiempo que se convierta en ley universal». En otras palabras, una acción es moralmente correcta si la máxima que la motiva puede ser universalizada, es decir, si todos los seres racionales pudieran actuar de la misma manera en circunstancias similares sin contradicción.

El imperativo categórico también implica tratar a los demás como fines en sí mismos, en lugar de simplemente como medios para alcanzar nuestros propios fines. Esto se relaciona con la noción de autonomía moral, donde los individuos actúan de acuerdo con la razón y la ley moral, en lugar de ser influenciados por inclinaciones o intereses personales.

La Libertad en la Filosofía Kantiana

Según Immanuel Kant, la libertad es un concepto fundamental en su filosofía moral y ética. Para Kant, la libertad es la capacidad de actuar de acuerdo con la razón y la ley moral, sin estar sujeto a influencias externas o a las inclinaciones personales. La libertad se relaciona estrechamente con la autonomía de la voluntad, que es el principio supremo de la moralidad según Kant.

Kant distingue entre la libertad negativa, que implica la ausencia de coacción externa, y la libertad positiva, que se refiere a la capacidad de actuar de acuerdo con la ley moral. La libertad positiva es la verdadera libertad para Kant, ya que implica la capacidad de autodeterminación moral, es decir, la capacidad de elegir y actuar de acuerdo con la razón y la ley moral, sin estar determinado por deseos e inclinaciones.

Además, Kant sostiene que la libertad es un postulado de la razón práctica, es decir, una condición necesaria para la posibilidad de la moralidad. La existencia de la libertad es un requisito para que la ley moral tenga sentido, ya que solo los seres racionales y libres pueden actuar de acuerdo con la ley moral.

La Ilusión Trascendental

La «Ilusión Trascendental» es un concepto central en la filosofía de Immanuel Kant, que se aborda en su obra «Crítica de la Razón Pura». Según Kant, la ilusión trascendental se refiere a un engaño del conocimiento humano que consiste en aplicar las categorías del entendimiento sobre material no empírico, es decir, sobre sí mismas o sobre otros conceptos, lo que conduce a la generación de un conocimiento aparente e infundado. Esta ilusión surge cuando el entendimiento y la razón utilizan ideas y conceptos que carecen de base empírica, enredándose en teorías, tesis o ideas que no pueden ser contrastadas.

Kant identifica que la ilusión trascendental desempeña un papel central en la metafísica, ya que proporciona la materia prima fundamental para la generación de conocimiento aparente e infundado. Además, la ilusión trascendental se relaciona con la creencia en ideas que no tienen base empírica, como la idea de «yo», «alma», «mundo» y «Dios» como conjuntos de experiencias internas, externas y posibles, respectivamente.

Kant vs. Aristóteles: Discrepancias en la Ley Moral

Entre Aristóteles y Kant, se delinean profundas discrepancias, destacando especialmente en su concepción sobre el cumplimiento de la ley moral. Kant postula que este cumplimiento es intrínsecamente valioso, un fin en sí mismo, mientras que Aristóteles enfatiza que la felicidad, entendida como el bien supremo, solo se alcanza a través de la virtud. Este contraste sitúa la ética aristotélica como una ética material, centrada en el contenido de las acciones y la consecución de la felicidad mediante la virtud, mientras que la ética kantiana se presenta como una ética formal, donde el cumplimiento de la ley moral es un deber que trasciende la búsqueda de la felicidad.

Aristóteles sostiene que el fin último de las acciones humanas es la eudaimonía o felicidad, que se logra mediante la práctica de la virtud y el dominio de uno mismo. Las virtudes, para Aristóteles, se desarrollan a través del hábito y están orientadas hacia un fin específico, más allá de simplemente mantener relaciones sociales adecuadas. Por otro lado, Kant afirma que la bondad o justicia de la conducta humana radica en la conformidad de las acciones a normas universales, independientemente de las consecuencias o del deseo de alcanzar la felicidad.

No obstante, tanto Kant como Aristóteles coinciden en la importancia de la reflexión sobre el conocimiento humano, las acciones individuales y sus repercusiones. Ambos reconocen la necesidad de una reflexión ética profunda que considere tanto los principios universales como las particularidades de la acción moral.

Kant vs. Contractualistas: El Contrato Social

Kant toma de Hobbes la descripción de la humanidad en estado de naturaleza: el ser humano es malo por naturaleza, ley del más fuerte y guerra de todos contra todos. Hobbes creía que los hombres decidían salir del estado de naturaleza para escapar de la miseria de la guerra. Mientras que Kant entiende que es un deber moral el que empuja al ser humano a salir de tal estado. Para Kant, el contrato social supone por un lado, el respeto a la libertad del individuo (el individuo se convierte en colegislador), coincidiendo con Rousseau. Además, Kant apoya la República, que está mediada por el principio de representatividad y la separación de poderes, defiende así la libertad, la igualdad y la ciudadanía por votación. Lo cual, no coincide con el pensamiento de Hobbes ni Rousseau, ya que el primero propone entregar el poder absoluto al soberano, siendo éste el único sujeto autorizado a emplear la violencia. Y el segundo propone una democracia absoluta en la que todos los individuos son ciudadanos con derecho a legislar.

Kant vs. Realismo y Empirismo: Límites del Conocimiento

El racionalismo defiende que el conocimiento no tiene límites ya que este proviene de la razón y tras comprobarlo con la duda metódica y rechazar todo aquello que proviene de los sentidos, se puede llegar a conocer todo en su totalidad; sin embargo los empiristas tratan todo lo contrario, dicen que el conocimiento sí tiene límites y estos son nuestros propios sentidos y todo nuestro conocimiento viene de los sentidos, por lo que no podemos llegar a conocer realmente la realidad ya que nuestros sentidos la condicionan. Kant, cogiendo ideas de ambos y realizando una síntesis, defiende que el conocimiento sí tiene límites, que se divide en lo dado de forma innata ya en el sujeto, más lo que el propio individuo forma con ayuda de la experiencia y los sentidos, pero lo que nos condiciona realmente a no llegar a conocer el noúmeno o la realidad, es la percepción del espacio y del tiempo instaurada en nosotros.

Otra de las diferencias es que los racionalistas defienden las ideas innatas, que son una serie de conceptos con los que nacemos ya de forma obligatoria, y los empiristas dicen que estos conceptos los adquirimos con la experiencia, tras concluir que algo pasará porque anteriormente ya ha pasado y lo has vivido; Kant también realiza una síntesis de estas ideas, y separa los conceptos y las ideas a priori, que son las anteriores al sujeto, las ya impuestas, y las ideas a posteriori, que son las que construye y adquiere el propio sujeto por su cuenta y vivencias.

La rama de la metafísica por tanto será diferente, puesto que al resolver las cuestiones en relación a las estructuras de la realidad y su percepción, la de los empiristas se ve modificada por los sentidos y la experiencia, los racionalistas mediante la razón sí logran conocer la verdadera realidad; y en Kant el espacio y tiempo interno al sujeto, no nos deja conocer en profundidad el noúmeno.

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