El Problema del Conocimiento y la Moral en Kant, Marx y Nietzsche
El Problema del Conocimiento en Kant
El “Problema del Conocimiento” de Kant se centra en su proyecto crítico. Influenciado por Christian Wolff y su metafísica dogmática, Kant se despertó del “sueño dogmático” gracias a la crítica empirista de Hume. El faktum de la ciencia se convierte en el punto de partida del proyecto kantiano, dando lugar al giro crítico y a la pregunta crítica por la posibilidad de la ciencia. La concreción del proyecto crítico se basa en las distinciones a priori/a posteriori y analítico/sintético. Kant distingue entre la materia y la forma en el conocimiento, otorgando un papel crucial a los juicios sintéticos a priori. La pregunta crítica se convierte en una pregunta por la posibilidad del conocimiento a priori. Kant distingue entre sensibilidad y entendimiento, considerando el espacio y el tiempo como formas a priori de la sensibilidad y objeto de intuición pura. La intuición pura de espacio y tiempo se convierte en las condiciones trascendentales de la posibilidad de la matemática como ciencia. En cuanto al entendimiento, Kant identifica elementos (conceptos) y operaciones (juicios). Las doce categorías son conceptos a priori del entendimiento, y los principios fundamentales del entendimiento son el fundamento a priori de la física. El idealismo trascendental kantiano se basa en la distinción fenómeno/noúmeno. El idealismo trascendental y el giro copernicano kantiano critican al realismo trascendental. Kant argumenta la imposibilidad de la metafísica como ciencia. La razón y la unificación de la experiencia mediante el razonamiento son fundamentales. Las ideas de la razón pura (Dios, alma, mundo) son principios unificadores. Sin embargo, Kant critica la ilusión trascendental surgida del uso constitutivo de las ideas de la razón pura. Finalmente, los resultados de la crítica llevan a la reconversión de la metafísica general en filosofía trascendental. La metafísica especial se considera imposible como ciencia. Sin embargo, es posible un uso regulativo de las ideas de la razón pura en la unificación del conocimiento. Esto abre la posibilidad de determinar las ideas de la razón pura por el uso práctico de la razón.
La Moral en Kant
Immanuel Kant, en su búsqueda de la ley moral universal y necesaria, plantea tres preguntas fundamentales. Primero, ¿qué tipo de principio es la ley moral? Según Kant, la ley moral es un imperativo categórico, un principio que debe seguirse independientemente de los deseos o intereses personales. En contraste, los imperativos hipotéticos son contingentes y carecen de universalidad.
La primera formulación del imperativo categórico, la fórmula de la ley universal, establece que debemos actuar solo según aquella máxima que podemos querer que se convierta en ley universal. Esta universalizabilidad de las máximas es la marca de su permisibilidad moral. Si una máxima no puede ser universalizada sin caer en contradicción, entonces es moralmente inaceptable.
La segunda pregunta de Kant se refiere al fin que perseguimos cuando actuamos moralmente. La segunda formulación del imperativo categórico, la fórmula de la humanidad, sostiene que debemos tratar a la humanidad, tanto en nosotros mismos como en los demás, siempre como un fin y nunca solo como un medio. La humanidad, como capacidad de elegir fines y darles valor, tiene un valor absoluto.
La tercera pregunta de Kant se refiere a la motivación que caracteriza a la voluntad que actúa moralmente. La tercera formulación del imperativo categórico, la fórmula de la autonomía, sostiene que la voluntad moral es autónoma, es decir, se rige por su propia ley. La autonomía se opone a la heteronomía, que es la subordinación de la voluntad a las leyes externas.
Finalmente, Kant se pregunta por qué debemos seguir la ley moral. Argumenta que la moralidad se deduce de la identidad entre libertad y autonomía. La posibilidad de la libertad se basa en la distinción entre fenómeno y noúmeno, y en la necesidad de pensarnos como libres y sujetos a la ley moral.
Para Kant, el bien supremo es la consumación del reino de los fines, y para alcanzarlo, propone tres postulados de la razón práctica: la libertad, la inmortalidad del alma y la existencia de Dios. Estos postulados no son demostrables, pero son necesarios para la moralidad y la esperanza humana.
El Materialismo Histórico y la Alienación en Marx
Karl Marx, en su concepción del ser humano, enfatiza la existencia concreta, el carácter social y la historicidad. Ve al hombre como un homo faber, donde el trabajo tiene un potencial emancipador, pero también puede ser un instrumento histórico de dominación.
Marx introduce el concepto de alienación, que se manifiesta en dos formas: económica e ideológica. La alienación económica se refiere a la pérdida de significado y valor, y al sufrimiento resultante de la explotación laboral. La alienación ideológica, por otro lado, se refiere a la falsa conciencia que surge de las estructuras de poder existentes.
Según Marx, la división de clases y la alienación son constantes históricas. Su teoría del materialismo histórico ve la historia como una lucha de clases. En cada modo de producción histórico, existe un antagonismo de clase que se perpetúa a través de la superestructura ideológica.
En el capitalismo, la explotación económica es rampante. La burguesía, dueña de los medios de producción, explota al proletariado, la clase desposeída. Esto se manifiesta en el chantaje de los salarios y la extracción de la plusvalía. El trabajo bajo el capitalismo se convierte en un trabajo alienado, donde los trabajadores están alienados con respecto al producto de su trabajo, la actividad del trabajo, y los otros trabajadores. Esto resulta en la fetichización de la mercancía y la cosificación del obrero.
El comunismo, para Marx, es el horizonte de la emancipación humana. Surge de la dinámica del capitalismo y de la lucha de un proletariado con conciencia de clase. Bajo el comunismo, se abole la propiedad privada y se elimina el antagonismo de clase. Además, se elimina la explotación y la alienación económica, permitiendo el surgimiento del trabajo libre.
La Crítica de la Cultura Occidental y la Transvaloración de los Valores en Nietzsche
Friedrich Nietzsche, el maestro de la sospecha, propuso una crítica a la cultura occidental y su moral, que él consideraba una negación de la vida. Según Nietzsche, la moral occidental, dividida entre la moral de señores y la moral de esclavos, se originó reactivamente. Sócrates y Platón, en su opinión, pervirtieron esta moral, y el cristianismo no fue más que platonismo para el pueblo.
Nietzsche criticó la metafísica occidental, que consideraba un producto de la moral de esclavos. Esta metafísica dividía el mundo y despreciaba lo sensible, momificando las esencias abstractas y negando el devenir y las apariencias. En su obra “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, Nietzsche propuso una concepción metafórica del lenguaje, donde la verdad es una metáfora. Para él, la voluntad de verdad era una voluntad de nada, y la verdad era una perspectiva, no una realidad absoluta.
Nietzsche vio la historia de Occidente como la historia de un error, que culminó en el nihilismo. El nihilismo negativo, con su voluntad de nada y su división del mundo en dos (platonismo, cristianismo), era la lógica de la historia europea. El nihilismo reactivo, con su nada de voluntad y su visión del mundo como representación, era un síntoma del agotamiento de la cultura occidental. La muerte de Dios marcó el advenimiento del nihilismo pasivo y del último hombre.
Sin embargo, Nietzsche propuso una superación del nihilismo mediante una transvaloración de los valores. Esta filosofía del mediodía buscaba recuperar el sentido de la tierra. El superhombre, que afirma la vida, y el eterno retorno, que afirma lo sensible, el devenir, la inmanencia, la contingencia y el caos, son las claves de esta transvaloración. Así, Nietzsche propuso una voluntad de poder como origen de toda valoración y los valores como origen de toda manifestación de conciencia (moral, metafísica, religión…).
tafísica, religión…).
Friedrich Nietzsche, el maestro de la sospecha, ve la conciencia como una manifestación de una valoración de la vida. Su crítica a la cultura occidental y su propuesta de superar el nihilismo mediante una transvaloración constituyen su proyecto filosófico. En su marco filosófico, la voluntad de poder es el origen de toda valoración, y los valores son el origen de toda manifestación de conciencia, ya sea moral, metafísica o religiosa. Su crítica a la moral occidental es la columna vertebral de este proyecto.
Nietzsche distingue dos sentidos de moral: el inmoralismo nietzscheano. En su obra “La Genealogía de la Moral”, critica la moral judeocristiana como una moral reactiva y la moral antigua como una moral activa. La moral de los señores, con sus características, es una moral activa. Nietzsche argumenta que el significado de “bueno” y “malo” se invirtió mediante el resentimiento y la mala conciencia. El ideal ascético y la figura del sacerdote son centrales en esta inversión. La moral resultante es una moral de rebaño, que ha pasado del cristianismo al socialismo.
Dios, en la moral de rebaño, es la hipóstasis del valor y del sentido. Nietzsche ve la historia de Occidente como la historia de un error: el nihilismo. El nihilismo negativo, con su voluntad de nada y su división del mundo en dos (platonismo, cristianismo), es la lógica de la historia europea. El nihilismo reactivo es un síntoma del agotamiento de la cultura occidental: nada de voluntad, el mundo como representación, pesimismo schopenhaueriano. La muerte de Dios marca el advenimiento del nihilismo pasivo y del último hombre.
Nietzsche propone el nihilismo activo y la transvaloración de los valores como solución. Quien afirma la vida es el superhombre, resultado de las tres transformaciones del espíritu. El superhombre afirma la vida a través del eterno retorno en su lectura ética, el amor fati y la justificación estética de la existencia. Así, Nietzsche propone una nueva ética que supera el nihilismo y afirma la vida
Friedrich Nietzsche, el maestro de la sospecha, ve la conciencia como una manifestación de una valoración de la vida. Su crítica a la cultura occidental y su propuesta de superar el nihilismo mediante una transvaloración son fundamentales en su filosofía. En el marco filosófico nietzscheano, la voluntad de poder es el origen de toda valoración, y los valores son el origen de toda manifestación de conciencia (moral, metafísica, religión…). La muerte de Dios es un acontecimiento fundamental al que responde el proyecto nietzscheano.
Nietzsche ve la moral occidental como negadora de la vida, distinguiendo entre la moral de señores y la moral de esclavos. Critica la figura de Sócrates y la perversión de Platón. Ve el cristianismo como platonismo para el pueblo, y critica la inversión de la moral operada por la casta sacerdotal y el rol asignado a Dios como hipóstasis trascendente de todo valor y objeto de valoración de una “voluntad de nada”.
El nihilismo, según Nietzsche, es la historia de Occidente como la historia de un error. El nihilismo negativo, con su voluntad de nada y su división del mundo en dos (platonismo, cristianismo), es la lógica de la historia europea. El nihilismo reactivo es un síntoma del agotamiento de la cultura occidental, con su nada de voluntad, su mundo como representación, y su pesimismo schopenhaueriano. La muerte de Dios marca el advenimiento del nihilismo pasivo y del último hombre.
Sin embargo, Nietzsche ofrece una lectura positiva de la muerte de Dios: la transvaloración de todos los valores y la recuperación del sentido de la tierra. Propone el nihilismo activo y la transvaloración de los valores. Su concepción del mundo desde la voluntad que afirma la vida incluye la figura del superhombre y la afirmación de la vida. Propone la recuperación del sentido de la tierra: el eterno retorno y la afirmación de lo sensible, del devenir, de la inmanencia, de la contingencia y del caos.