Análisis de la Alienación y la Ideología en la Teoría Marxista

Comprensión del texto 1: La Alienación en el Trabajo

Para Marx, la alienación religiosa y la alienación ideológica son fáciles de desenmascarar, porque aparecen de manera patente; pero donde se da la forma más pura de alienación es en el trabajo y esta es la más difícil de desenmascarar. (Marx es, junto con Freud y Nietzsche, uno de los llamados filósofos de la sospecha: tras la aparente neutralidad de ciertas ideas se esconden ideologías que sirven a los intereses de las clases dominantes).

Para Marx, no existe una esencia humana inmutable al margen de la historia (Hegel afirmaba que la esencia humana es el pensamiento, la autoconciencia); el hombre se hace a sí mismo, a través de la historia, en la sociedad y transformando la naturaleza. La única esencia del ser humano es la praxis productiva, el trabajo. El hombre está llamado a transformar la realidad mediante su actividad material y es ésta la que lo distingue de los animales (no es la autoconciencia de Hegel ni la religión de Feuerbach).

El ser humano es un ser social y comunitario, ya que el individuo aislado, al margen de la sociedad, es una mera abstracción. Por eso, oponiéndose a la antropología abstracta de Feuerbach (que concibe una naturaleza humana al margen de las relaciones sociales y de la historia), Marx afirma que la esencia humana es el conjunto de las relaciones sociales -tesis VI sobre Feuerbach-.

¿Cuándo el ser humano autónomo, libre y creador pierde su esencia y pasa a ser dominado y esclavizado por los objetos creados por él, es decir, cuándo el trabajo aliena al hombre?

Este es el tema del texto: cuando los productos de la actividad humana, sea esta material o espiritual, se convierten en fuerzas superiores autónomas e independientes que dominan al ser humano, entonces se produce alienación.

Comprensión del texto 2: La Ideología como Falsa Representación

Marx critica a Hegel como representante de la filosofía como interpretación de la realidad y de la concepción cristiano-burguesa del mundo. Esta crítica se observa, sobre todo, en La ideología alemana y en la Crítica a la filosofía del Estado de Hegel: la filosofía de Hegel es una forma de ideología, una justificación teórica de una situación social y política (el estado prusiano) fundamentada en una interpretación falsa de la realidad.

En una acepción general se denomina ideología al conjunto de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos…) de la sociedad en un momento histórico dado. En esta acepción, la ideología es un momento esencial y necesario en la vida de los seres humanos y de la sociedad pues, como señaló Engels, todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus cabezas.

Sin embargo, en la medida en que la ideología expresa la relación del ser humano con su mundo (histórico y social), las ideas que reflejan esa relación pueden hacerlo de un modo adecuado y verdadero o bien, de un modo falso. En este último caso, es decir, como falsa representación de la realidad, el término ideología posee un sentido peyorativo:

Conjunto de ideas, sublimaciones que dan una imagen o representación falseada y falsificada de la realidad y de las condiciones en que se desarrolla la vida de los seres humanos, en beneficio de la clase dominante.

Por tanto, la ideología tiende a justificar la estructura económica del momento que conduce a una alienación del ser humano. En este sentido, Marx critica a la filosofía anterior -fundamentalmente al idealismo alemán- y a la economía política clásica.

La ideología forma parte de lo que Marx llama superestructura (constituida, además, por las formas de conciencia jurídicas, políticas…) que está condicionada por la estructura económica o infraestructura (constituida por las relaciones de producción y las fuerzas productivas: fuerza de trabajo y medios de producción), base real de la sociedad.

La ideología, como forma de conciencia deformada, nace, pues, cuando la división del trabajo (manual e intelectual) permite que la conciencia se separe de la práctica social de la producción: el hombre se dedica a crear teorías puras.

Los intelectuales crean formas de conciencia y hacen que los demás tomen como real lo que no es sino producto de su imaginación.

Pero, como afirmaba Feuerbach, la naturaleza y el hombre, que forma parte de ella, son lo único real. Las ideologías sólo son formaciones nebulosas, productos del cerebro de los hombres, y por esta razón deben ser rechazadas, pues no entran en un proceso empíricamente contestable y sujeto a condiciones materiales.

La ideología filosófica, como la religiosa, crea sus propios objetos que carecen de consistencia real y no son más que productos imaginarios de los hombres que proyectan en las nubes su subordinación y su resignación.

Quedarse en la teoría, aislada de la praxis, sólo se explica por el desgarramiento y contradicción de la situación económica, pero, según Marx, está en manos del hombre la posibilidad de cambiar las circunstancias económicas materiales y sociales que conducen a la alienación ideológica:

La alienación ideológica (filosófica, religiosa y política) puede ser superada mediante la eliminación de las contradicciones materiales que la sustentan.

El socialismo científico de Marx pretende desenmascarar toda falsa representación propia de las ideologías para poder superar el sistema capitalista y los antagonismos de clase.

El Materialismo Histórico y la Lucha de Clases

En el sistema de Marx hay una idea básica: el trabajo actúa, independientemente de la voluntad del hombre, como elemento transformador de la realidad. El mundo material no depende ni de la ideología ni de ninguna fuerza trascendente, sino de los modos de producción y de las relaciones de producción. Ambos constituyen las bases para comprender la historia de las transformaciones sociales. Todo lo demás (las instituciones, las leyes, la cultura) está subordinado a los modos de producción.

Por tanto, no es el Estado, como régimen político concreto, el factor principal, sino la sociedad civil, como conjunto de relaciones económicas. La satisfacción de las necesidades humanas es lo que mueve la historia.

Los recursos que se encuentran en la naturaleza, los modos de producirlos y las relaciones de producción, determinan el entramado social y, por consiguiente, permiten establecer el tipo de estructuras sociales. No se trata tampoco de reducir la historia a mera historia de la economía, sino de detectar el factor económico presente en toda actividad humana, el cual es la base de la historia. Esto es el materialismo histórico: explicación de las estructuras sociales y de las leyes que rigen sus cambios históricamente constatables.

Para Marx, las contradicciones del sistema capitalista de producción radican en las relaciones de producción, pues estas no son más que la lucha por el dominio de los medios necesarios para conseguir el producto. La contradicción surge cuando el trabajo es propiedad de la clase proletaria y los medios de producción son propiedad de la clase capitalista. Esto conduce a que el trabajo humano se convierta en una mercancía más bajo las leyes del mercado (oferta y demanda).

Pues bien, la relación entre el propietario de los medios de producción (el burgués capitalista) y el trabajador (proletario) está en la base del entramado social y permanece oculta. Es la infraestructura.

La infraestructura está constituida por los principios económicos de explicación de lo real. La superestructura es el montaje jurídico-ideológico-religioso que justifica una determinada estructura económica.

La tesis básica del materialismo histórico afirma que en cada época la infraestructura económica determina o condiciona la superestructura ideológica. Es decir, que la producción material condiciona la producción espiritual, que el ser social determina la conciencia. La relación entre infraestructura y superestructura no se debe entender, sin embargo, de manera unilateral, de manera que, siempre y en todo lugar, la base económica sea causa y la superestructura efecto. La superestructura tiene una autonomía relativa y puede influir sobre la infraestructura (por ejemplo, el influjo de la religión en el sistema feudal). Entre ambas hay, pues, una relación dialéctica de mutuo influjo; a pesar de ello, la economía es siempre, en última instancia, la determinante.

Para Marx, sólo podemos concebir científicamente la historia si la interpretamos como un proceso dialéctico, como una serie de contradicciones que se dan en la estructura económica: en las relaciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción.

Las contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción revisten históricamente la forma de antagonismo de clases. De ahí que Marx en el Manifiesto Comunista (1848) afirme que el motor de la historia es la lucha de clases.

Las clases, en sentido marxista, son grupos sociales antagónicos que se definen en función del lugar que ocupan en el proceso de producción, es decir, en virtud de la propiedad o no de los medios de producción: libres y esclavos, señores y siervos, burgueses y proletarios. En realidad, Marx no descubre las clases sociales ni la lucha entre ellas, lo que descubre es la vinculación que guardan las clases sociales con determinadas fases históricas del desarrollo de la producción (modos de producción).

Puesto que las fuerzas productivas avanzan más, llega un momento en que las relaciones de producción se convierten en trabas a su progreso, lo que implica entrar en una fase de revolución social que acabará dando paso a una nueva formación social. Así se comprende que Marx pensara que el desarrollo del sistema capitalista de producción conduciría, inevitablemente, a la superación de la sociedad burguesa y de la propiedad privada de los medios de producción. Con la lucha de clases se camina hacia la sociedad sin clases: sociedad comunista sin Estado como poder represivo y donde las relaciones serían libres relaciones de producción. (Esta sociedad, sin embargo, no llegó a producirse aún en el proceso histórico y representa, como dice Bloch, una especie de utopía de la esperanza, es decir, una aspiración a un mundo justo, igualitario y feliz).

En conclusión, la historia no es conducida, según el materialismo histórico marxista, por la astucia de la razón (como afirmaba Hegel), sino, fundamentalmente, por el desarrollo de las fuerzas de producción, la principal de las cuales es el trabajo humano. Por tanto, el hombre productor, trabajador, es el verdadero protagonista de la historia.

Las contradicciones que mueven la historia no son entre ideas, sino entre clases sociales; su raíz no está en el mundo espiritual, sino en la economía material. Tesis – antítesis – síntesis es el triángulo dialéctico que configura el progreso histórico: el capitalismo genera en su seno el proletariado como antítesis de la burguesía, el cual habrá de conducir, tras un periodo revolucionario, a la dictadura del proletariado (que Engels comparó con la Comuna de París y que recibió luego el nombre de fase socialista).

El Estado proletario, antítesis del estado capitalista, será, según Marx, transitorio. La síntesis, negación de la negación, llegará con la disolución del Estado o fase final de la historia: el comunismo. En la sociedad comunista los medios de producción son comunes, pertenecen a la comunidad por lo que, suprimida la propiedad privada, es decir, el capital, abolidos los antagonismos de clase, quedaría abolida la explotación, la contradicción y la lucha. La sociedad comunista sería así la meta de la historia o, si se prefiere, el final de la pre-historia, es decir, del inhumano periodo de desigualdad. A partir de ahí, la historia empezará a escribirse en positivo.

La teoría del futuro nuevo ser humano supone la superación de todo tipo de alienación, la recuperación de la verdadera esencia humana y la reconciliación definitiva del ser humano consigo mismo, con la naturaleza y con los demás hombres.

Comprensión del texto 4: Plusvalía Absoluta y Plusvalía Relativa

Para comprender la diferencia entre plusvalía absoluta y plusvalía relativa veamos un ejemplo:

Si un empresario paga 1000 € a un trabajador por 8 horas de trabajo y produce ese beneficio en 4 horas, los 1000 € restantes que el trabajador produce en las otras 4 horas y que el empresario no le paga (es decir, su plustrabajo) son la plusvalía absoluta.

En 8 horas el trabajador produce 2000 €, pero el empresario sólo le paga 1000 €, por lo que el empresario obtiene una plusvalía de 1000 €.

Ahora bien, si el empresario consigue que el trabajador se vuelva mucho más productivo, por ejemplo mejorando las técnicas de producción, pero mantiene su salario en 1000 € de modo que produzca el mismo beneficio en la mitad de tiempo (por ejemplo, que produzca un beneficio de 2000 € en 2 horas), entonces el empresario habrá conseguido que otras 2 horas más pasen a incrementar la plusvalía absoluta:

El trabajador sigue trabajando 8 horas, pero para producir lo que el empresario le paga (1000 €) es suficiente con que trabaje 2 horas y no 4 como antes.

Ahora, en 8 horas, el trabajador produce 4000 €, pero el empresario sólo le paga 1000 € con lo que ha triplicado la plusvalía que ahora es de 3000 €, en lugar de los 1000 € de plusvalía inicial.

Por lo tanto, cuanto más se pueda producir en menos tiempo, menos será el trabajo necesario para producir el salario pagado por el empresario y más fácil le será a este último incrementar su plusvalía (ya que el empresario se queda con el fruto del trabajo añadido, es decir, el trabajo realizado por el obrero y cuyo beneficio el empresario no paga al trabajador). El total de la plusvalía o la plusvalía que en términos absolutos se embolsa el empresario es, pues, relativa a la eficacia productiva del trabajador.

La Contradicción Interna del Capitalismo

En el sistema capitalista el trabajo se convierte en una mercancía más sujeta a la ley de la oferta y la demanda. Como los medios de producción están en manos del capital, hay una oferta abundante de mano de obra y el capitalista puede comprar a bajo coste el trabajo del obrero, robándole parte del valor de su trabajo.

El afán del capitalismo por aumentar los beneficios hace que cada vez invierta más capital en máquinas, que prolonguen las jornadas de trabajo, que se limite el número de trabajadores y se reduzcan los salarios. Surge entonces la contradicción interna del propio sistema capitalista:

El proceso de inversión en máquinas hace que aumenten los precios al consumo y el beneficio sea cada vez más bajo; un proletariado empobrecido no puede acceder a las mercancías que produce; aumenta el número de parados; el mercado languidece cada vez más provocando, según Marx, la ruina del sistema capitalista.

Marx está convencido de que las correcciones que se pueden introducir en este sistema no bastan para solucionar las crisis que provoca y que lo que entra en crisis es el sistema mismo.

Por otra parte, esta situación de crisis hace que la clase proletaria tome conciencia de la situación en que se encuentra. Por tanto, se darían las condiciones objetivas para acabar con ese sistema capitalista que reduce a la mayoría de los hombres a un estado miserable y los despoja de lo que los define como hombres: el producto de su trabajo.

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