La Búsqueda de las Causas y los Principios
Aristóteles, a través de la aporética y la dialéctica, busca unificar los discursos filosóficos anteriores para establecer las nociones de causas y principios. Para los griegos, el lenguaje revelaba el ser, un “arrancamiento del ocultamiento”. En La Física, Aristóteles no analiza los fenómenos en sí mismos, sino su lenguaje, ya que para él, lenguaje y mundo son inseparables (no hay distinción entre objetivo y subjetivo).
Lo que aparece lo hace de forma sensible y en el lenguaje (Phäenomenom), y lo reconocemos por analogía. De aquí surge la investigación acerca de las causas y los principios como condiciones de posibilidad del ente. A través del lenguaje, presenciamos la emergencia del ser; debemos buscar en el ente sus principios y causas a partir de la identidad en las diferencias (Epagogé).
Mediante la aporética, Aristóteles establece tres principios: dos contrarios (presocráticos) y la sustancia (unidad configurada por los contrarios). También establece las cuatro causas:
- Causa material: la materia del ente.
- Causa formal: la forma del ente.
- Causa eficiente: el agente que produce el cambio.
- Causa final: el propósito o fin del ente.
El ente se constituye por la suma de la forma y el conjunto de posibilidades de la materia (potencia). La potencia determina el orden de las posibilidades (primer orden de la naturaleza), que hace que se actualicen unas determinadas potencialidades y no otras. Es importante destacar que Aristóteles no parte de la unidad del ente, sino de una pluralidad en continuo cambio.
El Espacio y el Recipiente
El espacio se define como el límite entre lo envuelto y lo envolvente (no hay espacio sin cuerpos). Aristóteles argumenta:
- El lugar existe y es distinto de los cuerpos que lo ocupan (varios cuerpos pueden ocupar el mismo lugar).
- En el espacio hay direcciones absolutas: una definida por el movimiento causado por la physis del fuego y el aire, y otra, la dirección este-oeste, debida a los movimientos naturales de los cuerpos celestes.
- El lugar no es causa material, formal, eficiente ni final; por tanto, no es ni materia ni forma.
- El lugar es un cierto límite, pero no es forma (no es una determinación del cuerpo).
- El espacio no es ni materia ni forma, ya que estas no son separables del cuerpo, y el lugar sí.
Aristóteles utiliza el ejemplo de un recipiente (ánfora) lleno de agua que, al vaciarse, puede llenarse de vino o aire. El lugar que ocupaba el agua ahora lo ocupa el aire o el vino. Esto sugiere que el lugar necesita del ente para existir, pero no es una determinación del ente, ni materia ni forma, ya que el lugar se puede separar del ente. Si el lugar no es ni materia ni forma, tampoco puede ser ninguna de las causas, sino un límite relacional entre el cuerpo envolvente y el envuelto.
El Problema del Vacío
Partiendo de las nociones del ente y sus determinaciones, Aristóteles concluye que el vacío no existe. Hablar de un espacio vacío es hablar de una extensión sin cuerpo, y la extensión es siempre una determinación del ente: no hay extensión sin cuerpo. En el espacio vacío, un cuerpo no puede adquirir nuevas determinaciones porque es indeterminación, no podría haber movimiento dado que este consiste en la actualización de las potencialidades, en la adquisición de nuevas determinaciones.
El Tiempo y el Nous
El tiempo se define como el número del movimiento según lo anterior y lo posterior. Esta definición surge de los siguientes argumentos:
- El tiempo parece compuesto de no entes, porque lo entendemos dividido en pasado-presente-futuro, que en realidad no están.
- El tiempo no es discontinuo, no es divisible.
- El ahora no permanece siempre el mismo porque, si así fuera, todos los acontecimientos serían simultáneos.
- El tiempo no es un movimiento (el movimiento es una determinación del ente), pero no hay tiempo sin movimiento.
- Conocemos el tiempo al determinar el antes y el después del movimiento.
El tiempo es medido por el movimiento, pero el reposo también se da en el tiempo. “El tiempo es el número del movimiento según el antes y el después”. No solo basta con dividir los acontecimientos temporales, es necesario establecer una relación entre ellos.
Para que exista el tiempo, es necesaria la existencia del Nous (alma específicamente humana – inteligencia, alma racional). El Nous percibe el tiempo, establece las divisiones y las relaciones. El Nous no crea el tiempo, simplemente lo deja aparecer, bajo las condiciones de enumeración y relación con el antes y el después.