Las Meditaciones Metafísicas de Descartes tienen como principal objetivo la demostración de la existencia de Dios mediante razonamientos lógicos y definir las bases del conocimiento con el fin de establecerlo sobre fundamentos más sólidos. Descartes también estudia la naturaleza dual del hombre compuesta por la res cogitans (pensamiento) y la res extensa (cuerpo). En resumen, Descartes busca encontrar la verdad a través de la razón.
Meditación Primera: La Duda Metódica
En esta primera meditación, Descartes plantea la duda metódica como base para su investigación. Reconoce que los conocimientos adquiridos a lo largo de su vida se basan en los sentidos, pero se cuestiona su fiabilidad. Dado que los sentidos pueden engañar, no se puede confiar plenamente en ellos. La imposibilidad de distinguir el sueño de la vigilia también lo lleva a la duda. Descartes considera la posibilidad de un genio maligno que nos induce al error.
Meditación Segunda: La Existencia del Yo Pensante
Descartes busca reconstruir el conocimiento sobre bases sólidas. Se centra en las funciones del alma, ya que no puede afirmar la existencia del cuerpo. Llega a la conclusión de que si piensa, existe: Cogito ergo sum. Con esto, demuestra la existencia del espíritu y establece que el cuerpo es el medio que usa el alma para interactuar con el mundo material creado por Dios.
Meditación Tercera: La Existencia de Dios
Descartes demuestra la existencia de Dios a través de varios argumentos. Argumenta que los humanos, como sustancias pensantes, desean, y este deseo implica la existencia de algo mejor y perfecto: Dios. Distingue entre dos tipos de cualidades:
- Cualidades primarias: Captadas por la razón (claras y distintas).
- Cualidades secundarias: Captadas por los sentidos (pueden llevar al error).
Descartes también se pregunta sobre el origen del alma, concluyendo que solo Dios puede crearla. Finalmente, argumenta que la idea de Dios no puede provenir de los sentidos, sino que Dios mismo la introduce en nosotros.
Meditación Cuarta: El Problema del Error
Descartes reconoce la imperfección humana, especialmente en la capacidad de realizar juicios. Si Dios es perfecto, el engaño no puede provenir de Él. El error, entonces, debe originarse en la voluntad, que puede realizar juicios sobre cosas que no conoce. Para evitar el error, debemos usar la razón antes que la voluntad y asegurarnos de que las ideas sean claras y distintas, provenientes de Dios.