Introducción a la Antropología Filosófica
Desde la perspectiva de la antropología filosófica, nos adentramos en una reflexión crítica sobre la naturaleza o esencia del hombre. Esta reflexión debe considerar los conocimientos objetivos de las diversas ciencias que estudian al ser humano. Una reflexión filosófica actual debe tener en cuenta la teoría de la evolución, así como los conocimientos de las ciencias humanas. Tanto la filosofía como las ciencias humanas deben considerar que, al interpretar los hechos sociales, partimos siempre de una precomprensión de lo que es el hombre.
Por ejemplo, un antropólogo cultural que estudia una cultura ágrafa asume que se trata de una cultura humana porque reconoce en ella ciertos rasgos culturales de su propia sociedad. Las ciencias humanas y la filosofía aceptan el supuesto de que, para comprender o interpretar a los seres humanos, debemos partir de una idea general previa acerca de qué es el hombre. Si aceptamos el supuesto de que el hombre es un ser racional, aceptaremos también que todo ser humano debe pertenecer a una sociedad que usa un lenguaje articulado y simbólico, que tiene una moral, una religión, etc.
La antropología filosófica debe responder a una serie de cuestiones sobre el hombre:
- ¿El hombre posee alma inmortal?
- ¿El hombre tiene una voluntad libre?
- ¿El hombre tiene una naturaleza invariable?
- ¿La existencia humana se debe tan solo a ciertas leyes físicas o hay que suponer que ha sido creada por Dios?
Concepciones Filosóficas del Ser Humano
La antropología filosófica actual debe tener en cuenta las averiguaciones de las ciencias sociales. Dado que estas nos ofrecen abundante información sobre diversas sociedades, es necesario unificar esos datos mediante una idea filosófica del ser humano. Las concepciones clásicas pueden clasificarse en dos grupos:
- Concepciones materialistas: Niegan la existencia del espíritu y que el hombre tenga un alma inmortal.
- Concepciones espiritualistas: Afirman que el hombre tiene alma inmortal.
Las concepciones materialistas suelen ser deterministas, sosteniendo que toda conducta humana está gobernada por causas naturales o ambientales, negando así la libertad de la voluntad. En cambio, las concepciones espiritualistas suelen aceptar la libertad de la voluntad.
La antropología filosófica también debe abordar la cuestión de la existencia de Dios, entendido como creador de la naturaleza y del hombre. En relación con este asunto, existen tres alternativas:
- Teísmo: Afirma la existencia de Dios.
- Ateísmo: Niega la existencia de Dios.
- Agnosticismo: Suspende el juicio sobre la existencia de Dios.
Según la concepción que adoptemos, nuestra idea del hombre será diferente. El teísmo presupone una moral universal revelada por Dios a los hombres. Además, implica que el ser humano no puede modificar a voluntad el “derecho natural”, un conjunto de preceptos inscritos en el entendimiento humano por obra de Dios. El ateísmo implica una antropología filosófica peculiar, donde el hombre es dueño de su propio destino. No hay premios ni castigos de ultratumba, y el horizonte moral del hombre se reduce a las normas humanas. La filosofía contemporánea muestra varios casos de pensadores ateos que han defendido el relativismo moral. El ateísmo niega la existencia de un derecho o ley natural inscrita en el entendimiento humano. El agnosticismo niega que el ser humano pueda alcanzar conocimiento alguno sobre la esencia o la existencia de Dios. Huxley negaba que la razón humana pueda conocer jamás la existencia o la esencia de Dios y proponía el agnosticismo, un tipo de escepticismo. Este término se acuñó por contraste con el gnosticismo, que designa una secta mística de comienzos de la era cristiana cuyos seguidores creían que la razón humana puede conocer a Dios tras un largo proceso de purificación del alma.
Naturaleza o Historia
La antropología filosófica se pregunta si el hombre tiene una esencia o naturaleza invariable o si, por el contrario, carece de ella y es ante todo un ser histórico. La afirmación de que el hombre tiene una naturaleza invariable presupone que existen ciertos rasgos culturales presentes en todos los seres humanos desde que estos existen. Tal esencia habría sido creada por Dios. Esta teoría afirma que hay ciertos rasgos culturales que están presentes desde siempre en los seres humanos, porque son de alguna manera innatos.
Por otro lado, el historicismo, una escuela filosófica alemana del siglo XIX, sostenía que la condición humana es esencialmente histórica y, por lo tanto, el hombre no tiene naturaleza invariable. José Ortega y Gasset, fuertemente influido por esta escuela, afirma que el hombre no tiene naturaleza, sino historia. Jean-Paul Sartre afirmaba que solo desde una perspectiva teológica podemos afirmar que el hombre tiene naturaleza invariable.