Aristóteles: Pensamiento, Obra y Legado en la Filosofía Occidental

Contexto Histórico, Sociocultural y Filosófico de Aristóteles

El rey Filipo II de Macedonia venció a Atenas e impuso su dominio sobre todas las polis griegas. A este le sucedió Alejandro Magno, amante de la cultura griega y cuyo maestro había sido Aristóteles. Una vez en el trono, extendió esta cultura por todo el mundo conocido, pero su temprana muerte le impidió consolidar sus conquistas, iniciándose así el llamado período helenístico.

En el ámbito cultural, destacan las comedias de Menandro, que reemplazaron las tragedias de Eurípides, y Demóstenes, con sus Filípicas, destacó en la oratoria. En ciencia, Eudoxo de Cnido propuso el modelo de universo esférico que adoptó Aristóteles.

El contexto filosófico de Aristóteles está marcado por su actitud crítica hacia la teoría de las ideas de Platón. Acepta las ideas y las incorpora a su teoría, pero rechaza el carácter separado que le daba Platón, hablando de sustancia o compuesto hilemórfico.

También recoge la tesis de que la ciencia es un conocimiento de lo universal, pero para él se basa en la abstracción que realiza el alma de las formas inscritas en la materia.

Asumiendo de nuevo la materia como principio, vuelve sobre los problemas relacionados con la naturaleza y el movimiento, que Platón había rechazado por dedicarse a la investigación sobre el mundo sensible.

Metafísica y Física

Aristóteles, al contrario que Platón, defiende una postura realista: existe un único mundo formado por objetos individuales: las sustancias. Cualquier sustancia es un compuesto hilemórfico (un combinado de materia y forma, cuya forma es la idea platónica unida indivisiblemente a la materia a la que configura).

Pese a esto, Aristóteles sí cree en el alma, que muere cuando lo hace el cuerpo. Separa el alma en tres partes:

  • Alma vegetativa: ejerce las funciones de nutrición y reproducción. Es la propia de las plantas.
  • Alma sensitiva: además de lo anterior, controla la percepción sensible, el deseo y el movimiento local. Es la propia de los animales.
  • Alma racional: además de lo anterior, está capacitada para ejercer funciones intelectivas. Es la propia del ser humano.

La metafísica se ocupa de estudiar las primeras causas y los primeros principios de la realidad. El ser, según Aristóteles, se manifiesta de diez maneras diferentes. La primera es la sustancia y las nueve restantes son accidentes o modificaciones que se predican de la sustancia. Por esto, él considera dos tipos de cambios:

  • Sustancial: cuyo resultado es la generación de una sustancia nueva o la destrucción de una ya existente.
  • Accidental: en el que no se generan ni se destruyen sustancias, simplemente sufren cambios en aspectos no esenciales de su ser.

Entonces, Aristóteles se plantea: «¿qué es lo que permanece en los cambios sustanciales?» Lo que permanece es un sustrato último, una materia prima, indeterminada, que no es acto de ningún ser en particular pero puede ser potencia de cualquier ser natural.

Aristóteles define a los seres naturales como aquellos que tienen en sí mismos el principio del movimiento y del reposo. El movimiento, el cambio, se explica como el paso del ser en potencia al ser en acto (acto de lo que está en potencia). Es decir: un bebé tiene en potencia llegar a ser adulto, y todos los cambios que va sufriendo hasta serlo, son acto de lo que está en potencia.

En la producción de cualquier ser intervienen cuatro causas:

  • Formal: que es la forma que caracteriza a un ser.
  • Material: que es la materia de la que está hecho, sobre la que actúa la forma.
  • Eficiente: que es el agente que produce algún cambio.
  • Final: que es la meta u objetivo hacia la que se orienta dicho cambio.

Como todo movimiento requiere un ser en acto previo que actúe como causa eficiente o motor del cambio, es necesario admitir la existencia de un primer motor inmóvil, acto puro, que es causa y fin último de todos los movimientos del universo.

Antropología y Teoría del Conocimiento

Como cualquier otra sustancia, el hombre se compone de cuerpo y alma, siendo este último el principio vital que anima y organiza el cuerpo. Como forma y materia van siempre unidas, alma y cuerpo son inseparables, por lo que Aristóteles niega que el alma humana sea inmortal.

El alma racional, específica del hombre, es capaz de adquirir la ciencia, abstrayendo las formas y separándolas de la materia a la que están unidas.

El proceso de abstracción avanza desde los sentidos al concepto universal, y en él desempeña un papel decisivo la imaginación, sobre la que operan el intelecto paciente, que tiene la posibilidad de conocer las formas, y el intelecto agente, que las separa de la materia. Este último constituye la parte más perfecta y divina del hombre, porque su capacidad para conocer las formas lo hace separado, eterno e inmortal. Despoja a las formas de sus componentes individuales y permite extraer la especie inteligible, formando el concepto universal.

Ética y Política

La ética aristotélica es eudemonista: se trata de una ética de la felicidad, bien supremo que Aristóteles entiende como un bien accesible a la actividad práctica del hombre.

El fin último de nuestros actos es alcanzar la felicidad, pero sólo la vida dedicada a la búsqueda del conocimiento permite alcanzar esta actividad, porque esa vida se caracteriza por el ejercicio de aquello que constituye la naturaleza específica del hombre. Por ello, Aristóteles dice que la felicidad consiste en el ejercicio de la actividad propia de cada ser y, el bien, es el cumplimiento de la tendencia que lleva a todos los seres hacia la perfección.

El ejercicio de la contemplación permite al hombre alcanzar las virtudes intelectuales, tales como la prudencia o la sabiduría, pero como es un ser corporal, no puede dedicarse sólo a esto, por eso la felicidad requiere también un disfrute moderado de bienes externos, sin los cuales ninguna vida puede ser enteramente feliz. Junto a las virtudes intelectuales están las éticas, que son aquellas que dependen del carácter del sujeto. La virtud ética es el término medio. Esto significa que no somos virtuosos ni viciosos por naturaleza, sino que la virtud y el vicio se consiguen ejercitándose de ellos.

La virtud constituye siempre un extremo de perfección y la mayor excelencia a la que puede aspirar el hombre. Asimismo, el vicio no admite término medio, sino que corresponde al otro extremo.

Aristóteles mantiene un organicismo social: el Estado es anterior a los individuos, familias y a las aldeas que lo forman, y el hombre puede definirse como un animal político, puesto que carece de sentido fuera del todo social. El hombre es social porque su alma racional y el lenguaje le permiten conocer lo justo y lo injusto, así como crear leyes que regulen la vida colectiva.

El Estado posee prioridad, porque únicamente él es autárquico y se basta a sí mismo. Es en él donde el hombre puede alcanzar su perfección, ya que sólo el Estado le permite, mediante la educación, actualizar todas las potencialidades inherentes a su naturaleza, tanto intelectuales como morales.

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