Aristóteles: La Felicidad como Actividad Racional
Aristóteles denomina de forma general “política” a la ciencia que abarca la actividad moral de los hombres, ya sean considerados como individuos (en su dimensión particular) o como ciudadanos (en su dimensión social). Esta “política”, también llamada filosofía de las cosas del hombre, se subdivide a su vez en ética y en política propiamente dicha. Como vemos, la ética se subordina dentro de la obra del pensador griego a la política, ya que para él, el individuo existe en función de la ciudad y no a la inversa. Hemos de tener presente dicha supeditación para comprender de forma plena todo el pensamiento ético aristotélico: el bien supremo debe ser siempre un bien común.
En sus diferentes acciones, el ser humano persigue siempre algún fin, que es entendido habitualmente como bien. Dichos fines pueden ser, fundamentalmente, de 2 tipos:
Fines relativos: Los que perseguimos para conseguir fines y bienes últimos. Por ejemplo, persigo un trabajo para conseguir dinero y poder comprar así comida y pagar una vivienda. Trabajo y dinero son fines intermedios para poder vivir.
Fin Absoluto: Fin último y supremo al cual tiende toda acción humana. Persigo la felicidad porque quiero ser feliz, no porque me sirva para otra cosa.
Aristóteles considera que el bien supremo y el fin absoluto de toda acción es la felicidad. Ahora bien, ¿qué es la felicidad? ¿Cómo se alcanza? ¿Qué bienes nos proporcionan la felicidad: el dinero y las riquezas, la salud, el placer, el amor? Para poder dar respuesta a estas cuestiones, Aristóteles analiza aquellos bienes que diferentes tipos de personas de su época consideraban como necesarios para alcanzar la felicidad.
El vulgo y los más groseros identifican la felicidad con el placer. Por ello, el amor por una vida plagada de placeres corporales y goce es identificado por muchos como una vida feliz. Sin embargo, según esto, poco o nada nos diferenciaría de las bestias, aunque sucumban a dicha actitud muchos individuos de posición socialmente elevada.
Las personas más desarrolladas y cultas, que se dedican generalmente a la política, consideran que el bien supremo y la felicidad residen en el honor. Ahora bien, para Aristóteles este es un bien individual, alejado del “bien común” de la polis.
Aristóteles también analiza el tipo de vida dedicada a amasar riquezas. Para este pensador, los bienes materiales solo sirven como medio para conseguir otras cosas. Este es, pues, un tipo de vida falso porque convierte en fin absoluto aquello que, en su justa medida, es necesario para vivir (los bienes materiales). Un medio nunca puede convertirse en un fin absoluto.
Las Virtudes Éticas
Virtud: El medio para conseguir la felicidad
Para Aristóteles, la virtud es: “Un hábito selectivo encaminado a conseguir el término medio entre dos extremos, igualmente viciosos, tal como lo entendería una persona sensata y prudente”.
Las virtudes éticas se derivan de la costumbre y de los hábitos a la hora de actuar. Tienen como función principal orientar nuestra conducta hacia el bien, dominando para ello los instintos irracionales. Dicho control se realiza, según Aristóteles, al situar nuestros actos en el justo medio entre el exceso y el defecto. De esta manera, son catalogadas como virtudes éticas:
El valor, justo medio entre la temeridad y la cobardía (sería temerario tratar de cruzar una autopista para ayudar a un accidentado, pero sería cobarde no hacer nada).
La templanza, situada entre el libertinaje y la sensibilidad (si recibimos una reprimenda injusta en clase, tan malo es comportarse de modo desvergonzado como mostrarse insensible en la regañina).
La generosidad, entre la prodigalidad y la avaricia (no podemos regalar todos nuestros bienes a alguien, aunque lo necesite, ya que entonces los necesitados seríamos nosotros; tampoco guardarnos todos esos bienes y no ayudar al necesitado es lo más correcto).
La justicia. En un sentido, puede entenderse como respeto a las leyes del Estado. En el sentido específico de la ética, Aristóteles la vincula al reparto equitativo. Así, las ventajas, los bienes, las cargas y las obligaciones deben ser repartidos siguiendo el criterio del justo medio (el reparto justo sería aquel en el que todos deben aportar lo mismo o se llevan igual proporción de lo repartido). La justicia es la virtud ética más importante de todas.
El Estoicismo: La Felicidad Tranquila
Zenón de Citio abrió el año 306 a.C. una escuela filosófica en la stoa poikile, pórtico decorado que daba entrada al ágora de Atenas. Del pórtico (stoa) deriva el nombre de “estoicismo”.
Crisipo y los romanos Séneca, Epícteto y Marco Aurelio son, junto con el propio Zenón, los principales representantes de esta corriente.
Todo el sistema filosófico estoico gira en torno a la ética. Para esta corriente existen unas leyes naturales que actúan de forma inexorable sobre todos los seres, incluido el ser humano. Así, mientras la física nos explica cuáles son esas leyes, solo la ética nos puede enseñar a vivir de acuerdo con dichas leyes.
La ética estoica puede resumirse en la siguiente sentencia: Vive de acuerdo con la naturaleza. Por ello, solo podemos alcanzar la felicidad si conocemos en profundidad las leyes naturales que rigen nuestro destino y las aceptamos de forma serena. Esta serenidad surge cuando ejercemos un control absoluto sobre nuestras pasiones (apatheia: También llamada apatía, es el control ejercido por la razón sobre las pasiones, afecciones y emociones que alteran nuestro ánimo).
Una vez controladas dichas pasiones y comprendido el orden natural que envuelve al ser humano, el sabio alcanza la ataraxia: estado de tranquilidad espiritual alcanzado tras la apatheia, es decir, la imperturbabilidad del espíritu. De esta forma, entra en sintonía con la naturaleza y accede a un estado de serena felicidad.
Epicureísmo: Evitar el Dolor y Buscar el Placer
El epicureísmo es la doctrina filosófica inspirada en los escritos de Epicuro de Samos. Fue sistematizada y ampliada con posterioridad por el pensador romano Lucrecio.
Conocida también como hedonismo, esta corriente defiende que la felicidad reside en el goce y el placer, tanto del alma como del cuerpo (hoy día todavía se sigue utilizando el término hedonismo para referirse a posturas que defienden el goce y el placer como fin de la vida). La originalidad y novedad de esta teoría radica en que tiene en cuenta lo físico y lo corpóreo como medio para acceder a la felicidad y a la vida en sintonía con las necesidades connaturales del hombre.