El concepto de “razón vital” en Ortega es complejo y con él quiere
señalar, al menos, las siguientes cuestiones:
1 No podemos renunciar al ejercicio de la razón: todas las dimensiones
cognoscitivas del hombre (razón, entendimiento, memoria, imaginación)
y las construcciones a las que dan lugar (el mundo de la cultura,
de la ciencia, la filosofía,…) están trabadas con la vida.
Frente a las formas
Frente a las formas
radicales del irracionalismo que niegan validez a estas dimensiones,
Ortega considera que son legítimas porque son instrumentos que
utiliza la vida misma para solucionar los distintos problemas con los que
se encuentra. No se puede vivir sin creencias, sólo ellas nos salvan del
caos originario que es la vida. El mundo de la cultura y de la razón es la
balsa en la que nos podemos salvar del naufragio que supone la existencia;
la razón es útil para la vida: “El pensamiento es una función vital,
como la digestión o la circulación de la sangre…” (El tema de
nuestro tiempo, IV). El mundo de la cultura y de la razón tiene un doble
haz, por una parte, en la medida en que responde a la utilidad del
sujeto y que es expresión de sus peculiaridades, está determinado por
leyes subjetivas, pero por otro, y a diferencia de otras actividades vitales
como la digestión, la locomoción…, por su propia esencia aspira a la
universalidad, a la objetividad. El error del irracionalismo consiste en olvidar
esta dimensión fundamental de la vida humana: su apetito de objetividad,
de verdad, de universalidad. El error del Racionalismo está en
renunciar a la vida, en inventarse un sujeto ajeno a la realidad concreta,
histórica.
2 La razón vital nos enseña a apreciar la vida por sí misma y los valores
que le son carácterísticos: “Se trata de consagrar la vida, que hasta
ahora era sólo un hecho nudo y como un azar del cosmos, haciendo de
ella un principio y un derecho” (El tema de nuestro tiempo, VII). En
esta obra nos muestra Ortega cómo el hombre ha sido ciego a los valores
de la vida: ni el mundo asíático, que concentra su ideal en la propuesta
budista de renuncia al deseo, ni el cristianismo, que puso los valores
en la vida del más allá, ni la cultura moderna, han sabido apreciar
adecuadamente la vida. La Edad Moderna se presenta como contraria
al cristianismo, ha hecho del cristianismo algo caduco; sin embargo
adopta ante la vida una actitud parecida al cristianismo: sus grandes
construcciones, la ciencia, el arte, la moral, la filosofía, en definitiva la
cultura misma, no han conseguido acercarse a la vida. “El culturalismo
es un cristianismo sin Dios. Los atributos de esta soberana realidad –
Bondad, Verdad, Belleza– han sido desarticulados, desmontados de la
persona divina, y, una vez sueltos, se les ha deificado.” (El tema de
nuestro tiempo, VII). Es necesario desarrollar una filosofía que haga
compatible la racionalidad con la vida, las exigencias de la racionalidad
con las exigencias de la vida. En El tema de nuestro tiempo nos presenta
dos tipos de imperativos a los que de ningún modo se puede renunciar:
para hacer que la vida sea culta y la cultura sea vital es preciso
combinar los imperativos subjetivos con los objetivos:
La vida debe enriquecerse con nuestro afán por alcanzar los ideales
de la belleza, bondad y verdad (ideales culturales) pero el mundo de la
cultura toma su fuerza de algo ajeno a ella, de la vida. El gran error del
Racionalismo imperante desde Sócrates consistíó en separar la razón de
la vida. La cultura puede enfermar, y esto ocurre cuando es un mero
juego de conceptos, cuando deja de enriquecerse de la savia de la vida.
3 El raciovitalismo, la razón vital, acepta el uso de la razón para el conocimiento
del mundo, pero acepta también las dimensiones irracionales
de la existencia, dimensiones que Ortega cree encontrar no sólo en las
cosas que se ofrecen en el mundo de la vida sino en las propias matemáticas
(los números irracionales, por ejemplo) y las ciencias naturales
(como la propia noción de causa, algo no del todo justificable racionalmente).
El Racionalismo intentó ocultar la dimensión irracional que
tiene la existencia. El raciovitalismo muestra que el orden y conexión
de las cosas del mundo de la vida no coincide plenamente con el orden
y conexión de nuestras ideas, de nuestros pensamientos, de nuestra razón.
4 Finalmente, “razón vital”, racio-vitalismo, es el título que propone Ortega
para la filosofía de la vida; su tema explícito es la reflexión sobre la
vida y el descubrimiento y explicación de sus categorías fundamentales.
Por tanto, el título de su propia filosofía. Con este título quiso separarse
de los movimientos vitalistas más conocidos, particularmente del irracionalista
propuesto por Nietzsche. Nuestro autor considera que carece
de sentido rechazar la racionalidad humana pues es una dimensión básica
e irrenunciable al estar incardinada en la vida humana y ser uno de
sus instrumentos. El apetito de verdad y de objetividad forma parte de
las inclinaciones más profundas del ser humano, así como nuestra predisposición
a alcanzar dichos ideales mediante el ejercicio de la razón;
además, con la razón construimos descripciones de la realidad que nos
permiten orientarnos en la existencia: los sistemas de creencias hacen
inteligible la realidad y permiten enfrentarnos al naufragio que invariablemente
es la existencia. Pero ello no nos lleva de ningún modo al Racionalismo
pues la razón vital, a diferencia de la razón pura del Racionalismo
es capaz de recoger las peculiaridades y reclamaciones de la vida
(la perspectiva, la individualidad, la historia, la vocación por la acción,
la excelencia y la corporeidad,…).