La Duda como Camino a la Certeza
Descartes inicia su filosofía con la duda, no como un fin en sí misma, sino como un método para alcanzar la certeza. A diferencia del escepticismo, la duda cartesiana no se estanca en la incertidumbre, sino que la utiliza como herramienta para descubrir verdades inquebrantables. En sus Meditaciones Metafísicas y el Discurso del Método, Descartes somete a duda las verdades sensibles, encontrando resistencia en las verdades matemáticas e ideales. Posteriormente, aplicando la duda hipotética o ficticia, incluso las verdades matemáticas son cuestionadas, hasta llegar a la certeza existencial: el cogito ergo sum, la primera evidencia filosófica.
La Duda Cartesiana: Universal, Metódica, Crítica e Hipotética
Según Copleston, la duda cartesiana es universal y metódica, una etapa preliminar en la búsqueda de la verdad. Es crítica porque se autodestruye al generar certeza. Es hipotética o ficticia porque utiliza recursos imaginarios para problematizar la creencia ingenua en la existencia de un mundo externo independiente de la conciencia. Descartes aclara en las Meditaciones Metafísicas: «no soy uno de esos que cree que es un príncipe y va vestido de andrajos o cree que su cuerpo es de cristal». No se trata de locura, sino de una estrategia para validar las verdades matemáticas y la propia existencia.
El Cogito Ergo Sum: Fundamento de la Filosofía Cartesiana
San Agustín ya había anticipado una certeza frente al escepticismo: si enim fallor sum (si me engaño, soy). Sin embargo, el pienso, luego existo de Descartes se convierte en el pilar de su sistema filosófico. Al suponer la inexistencia del cielo y los cuerpos, Descartes hace tabula rasa con los conocimientos tradicionales y el realismo ingenuo. El racionalismo cartesiano, una filosofía crítica, confía en la razón y las ideas innatas como fuentes válidas de conocimiento, tomando las matemáticas como modelo de saber universal (mathesis universalis) basado en el método deductivo.
La Intuición Intelectual y la Certeza del Cogito
Mediante la intuición intelectual, se llega a la certeza inmediata de que para pensar es preciso existir. El cogito no es una deducción ni un razonamiento, sino una evidencia inmediata. No se infiere de una premisa mayor ni implica una secuencia temporal. El acto de dudar implica la existencia del sujeto que duda. Descartes afirma: «yo, que dudaba –había de ser algo, debía tener alguna realidad». El pensamiento es continuo, pues si se dejara de pensar, se dejaría de existir.
La Autodestrucción de la Duda
La duda se anula al llegar a la certeza de la propia existencia. Al dudar, se piensa, y al pensar, se existe. La existencia se descubre clara y distintamente, no como resultado de un razonamiento, sino en el acto mismo de la duda. La duda es un modo del pensamiento, al igual que la imaginación, la sensación o la volición.
Pensamiento e Ideas
A partir del cogito, Descartes establece la existencia de una sustancia pensante, cuya actividad es ininterrumpida. El objeto inmediato de conocimiento son las ideas. Descartes distingue tres tipos de ideas:
- Innatas: Brotan de la facultad natural de pensar, nacen con el sujeto.
- Adventicias: Parecen proceder del exterior, se caracterizan por su conocimiento a través de la inclinación, la semejanza con los objetos, la materialidad de las causas y su involuntariedad.
- Facticias: Son quimeras inventadas por la imaginación, como la sirena o el hipogrifo.
Todas las ideas son iguales en cuanto datos de conciencia, pero difieren en lo que representan. Las ideas de sustancia parecen tener más realidad que las de modos o accidentes. La idea de sustancia infinita tiene más realidad que la de sustancia finita. Descartes argumenta que lo menos perfecto no puede ser causa de lo más perfecto. La causa de una idea debe poseer la misma perfección que lo representado por la idea. Si bien las ideas, en cuanto modos objetivos, parecen proceder del sujeto, éste no puede ser la causa de lo que cada una representa. La causa de lo representado debe poseer tal perfección en la realidad.