¿Tiene Dios cabida en clase de ciencias?
La enseñanza de la ciencia en las aulas debe regirse por el método científico, basado en la observación, la experimentación y la falsabilidad de las hipótesis. La Teoría de la Evolución de Darwin cumple con estos criterios, pues está sustentada en evidencia empírica y se ha mantenido como una de las explicaciones más robustas sobre el origen y desarrollo de las especies. Sin embargo, la propuesta del Diseño Inteligente, vinculada a la 5ª Vía de Tomás de Aquino, plantea que la complejidad de los seres vivos implica la existencia de un diseñador superior.
El problema radica en que el Diseño Inteligente no es una teoría científica, ya que no puede ser verificado ni refutado mediante métodos empíricos. Su inclusión en las aulas de ciencia supondría una equiparación con la Teoría de la Evolución sin una base metodológica compartida. Mientras que la evolución puede ser sometida a prueba y revisada con nuevas evidencias, el Diseño Inteligente parte de un postulado metafísico que no es susceptible de prueba experimental.
Por tanto, aunque el debate sobre la existencia de un orden trascendental es filosóficamente válido, su lugar no debería ser la enseñanza de las ciencias, sino el ámbito de la teología o la filosofía. Incluir el Diseño Inteligente en los programas de ciencia podría socavar el rigor científico y confundir a los estudiantes sobre la naturaleza del conocimiento empírico. La educación debe fomentar el pensamiento crítico y la distinción entre ciencia y creencias religiosas.
Comparación entre Aquino y Nietzsche
Aquino ve a Dios como la causa primera y última, un Ser necesario que fundamenta la existencia, integrando la filosofía aristotélica con la teología cristiana. Nietzsche, en contraste, proclama la «muerte de Dios», rechazando la trascendencia y promoviendo una visión inmanente centrada en la afirmación de la vida. Aquino concibe al ser humano como racional y moral, creado a imagen de Dios, guiado por la ley natural y la virtud.
Nietzsche, en cambio, lo ve como un ser en evolución, impulsado por la voluntad de poder y la autoafirmación. Para Aquino, la moral se basa en la búsqueda de Dios y el bien supremo a través de la virtud. Nietzsche rechaza la moral tradicional cristiana y aboga por una «transvaloración de los valores», donde cada individuo crea su propia moral.
Aquino vincula el bien con la conformidad a la naturaleza y la voluntad divina, mientras que Nietzsche lo asocia con la afirmación de la vida y la voluntad de poder, desafiando la distinción tradicional entre bien y mal.
Aquino cree en la armonía entre fe y razón, donde la verdad revelada complementa la razón. Nietzsche, en cambio, critica la objetividad de la verdad, considerándola una construcción ligada al poder y la perspectiva individual.
En conclusión, Aquino busca la síntesis entre razón y fe, defendiendo una ética basada en la ley natural, mientras que Nietzsche rompe con los valores tradicionales y propone una moral centrada en la creatividad y la autoafirmación. Sus posturas reflejan la complejidad del pensamiento filosófico a lo largo de la historia
¿Por qué sigue existiendo el mal en el mundo?
Santo Tomás de Aquino, en su primera objeción sobre la existencia de Dios, plantea un problema fundamental: si Dios es el bien infinito, ¿cómo puede existir el mal en el mundo? La presencia del sufrimiento y la injusticia parecería contradecir la idea de un Dios omnipotente y bondadoso. Sin embargo, en su respuesta, Santo Tomás se apoya en San Agustín para argumentar que, en muchos casos, el mal solo es aparente, ya que de él puede surgir un bien mayor.
Esta justificación filosófica ha sido utilizada históricamente para legitimar decisiones políticas y militares que causan un enorme sufrimiento. Por ejemplo, en la invasión rusa a Ucrania, el gobierno de Rusia ha defendido la guerra como un medio para restaurar un supuesto orden geopolítico y proteger su soberanía. De manera similar, en el conflicto entre Israel y Gaza, los ataques se justifican en nombre de la seguridad nacional y la eliminación de amenazas terroristas. En ambos casos, el argumento es que el sufrimiento inmediato es un precio necesario para un bien mayor, como la estabilidad o la paz futura.
Sin embargo, esta visión plantea serios dilemas éticos. ¿Es realmente justificable causar dolor a inocentes bajo la promesa de un bien superior? ¿No es esta lógica una forma de manipulación para encubrir intereses políticos o económicos? Aunque el argumento de Santo Tomás pretende reconciliar la existencia del mal con la de Dios, en la práctica, se ha convertido en una herramienta peligrosa que puede ser usada para legitimar la violencia y la injusticia.
¿Tiene Dios cabida en clase de ciencias?
La quinta vía de Santo Tomás de Aquino sostiene que el orden y finalidad en la naturaleza implican la existencia de un ser supremo que guía todo hacia su perfección. Esta idea se encuentra en la base del Diseño Inteligente, una hipótesis que rechaza la capacidad de la teoría de la evolución para explicar por completo la complejidad biológica. En algunos estados de EE. UU., se ha impulsado la enseñanza del Diseño Inteligente como alternativa a la evolución, generando un debate sobre su lugar en la educación científica.
El problema radica en que el Diseño Inteligente no es una teoría científica, sino una postura filosófica y teológica. La ciencia se basa en la observación, la experimentación y la falsabilidad, criterios que la evolución cumple ampliamente a través de pruebas fósiles, genética y biología comparada. En cambio, el Diseño Inteligente parte de una premisa no demostrable empíricamente: la existencia de un diseñador.
Permitir que ambas teorías se enseñen en igualdad de condiciones en las clases de ciencia distorsionaría el concepto mismo de conocimiento científico. Sin embargo, el Diseño Inteligente podría abordarse en asignaturas como filosofía o historia de las ideas, donde se analizaría desde una perspectiva crítica. La educación debe garantizar que las explicaciones científicas no sean reemplazadas por creencias sin base empírica. Mezclar fe y ciencia en el aula no solo confunde a los estudiantes, sino que socava el rigor del método científico.