TEMA LA DOCTRINA DEL PUNTO DE VISTA
El perspectivismo es el primer periodo original del pensamiento de Ortega que puede resumirse del siguiente modo: no hay un punto de vista absoluto sobre la realidad, sino diversas perspectivas complementarias. El Yo, sujeto, es un punto de vista por lo que hay tantas perspectivas como individuos. En cada perspectiva se expresa la vida de cada cual, las circunstancias, sensibilidades. Así los distintos puntos de vista son infinitos y cada uno contempla la realidad desde la perspectiva en la que le ha tocado vivir. Por eso nadie tiene toda la verdad, pero cada cual aplica la razón a la vida y entonces se van uniendo distintas visiones particulares que forman parte de una sola visión global.
En “Verdad y Perspectiva” Ortega nos explica que en la tradición filosófica se han dado interpretaciones opuestas del conocimiento: el objetivismo o dogmatismo y el escepticismo o subjetivismo. El primero declara que la realidad existe en sí misma y que es posible su conocimiento; a la vez, defiende que la verdad sólo puede ser una, con independencia de las peculiaridades de cada individuo. Frente a esta doctrina está el subjetivismo que niega la posibilidad del conocimiento objetivo. El subjetivismo es relativismo, termina negando la posibilidad de la verdad, del acceso al mundo, y concluye en la idea de que nuestro conocimiento se refiere a la apariencia de las cosas. El objetivismo considera al objeto como el único responsable de las apariencias de las cosas, el subjetivismo defiende todo lo contrario, afirma que dichas apariencias son subjetivas, meros productos de las peculiaridades del sujeto.
Estas dos doctrinas suponen la falsedad del punto de vista del individuo: dado que no existe más que un punto de vista individual y que las peculiaridades del individuo deforman la verdad, la verdad no existe, y así tenemos el subjetivismo, relativismo o escepticismo; en oposición alegan los defensores del objetivismo, dogmatismo o racionalismo, la verdad existe y si existe tiene que existir un punto de vista sobre-individual.
Ortega aspira a sintetizar el escepticismo y el racionalismo. Para los escépticos,como Hume no existe verdad absoluta o eterna sino que toda verdad será relativa siempre a un contexto del que depende. Por el contrario, la tradición racionalista como defendía René Descartes, sí que admite la existencia de verdades absolutas, eternas y universales. El relativismo parte de que no hay más punto de vista que el individual y por ello niega que exista la verdad. El racionalismo afirma la existencia de ésta y en función de ello existe un punto de vista sobre-individual. Ortega de nuevo quiere encontrar un término medio entre ambas teorías y lo encuentra en el perspectivismo.
La novedad de la propuesta de Ortega consiste en afirmar que la realidad no es una sino múltiple, que la perspectiva no la impone el sujeto sino la cosa trascendente. “La perspectiva es algo de la realidad”, la realidad ofrece muchas caras, de ahí que si el espectador cambia de lugar cambia la perspectiva, pero si un espectador es sustituido por otro en el mismo lugar la perspectiva permanece idéntica. La perspectiva es el resultado de la influencia de la realidad en el sujeto cognoscente. El error del objetivismo es hacer del objeto el único responsable del conocimiento, el error del subjetivismo es subrayar en exceso el papel del sujeto. La verdad está en la comprensión de que ambos, el sujeto y el objeto, son inseparables.
En «El tema de nuestro tiempo» Ortega defiende el perspectivismo alegando que el sujeto no es un medio transparente, ni idéntico e invariable en todos los casos. Con sus propias palabras, es más bien un “aparato receptor” capaz de captar cierto tipo de realidad y no otro: de la totalidad de cosas que componen el mundo (fenómenos, hechos, verdades) muchas son ignoradas por el sujeto cognoscente por no disponer de órganos o “mallas de su retícula sensible” adecuados para captarlas, y otras pasan por éstas a su interior. En la percepción visual y la auditiva se ve con claridad las limitaciones y el carácter selectivo de nuestros sentidos, pero lo mismo ocurre con las verdades: en cada individuo su psiquismo, y en cada pueblo y época su “alma”, actúa como un “órgano receptor” que faculta en cada caso la comprensión de ciertas verdades e impide la recepción de otras. Ortega define la actividad cognoscitiva del sujeto como «claramente selectiva», dejando fuera de «su mundo» lo que no se corresponde con la estructura de su «plan vital»: esto es lo que llama Ortega «la perspectiva», que la trata como «un componente de la realidad», pero un componente organizativo. Para ilustrar estas ideas pone los ejemplos de la audición y de la visión, desde un punto de vista fisiológico. El resultado de su análisis es la afirmación de que cada vida es un punto de vista sobre el universo» y al decir «cada vida» se refiere no sólo a los individuos en cuanto tales, sino también a los pueblos y a las épocas.
Para Ortega el racionalismo espera demasiado del sujeto cognoscente(que
conoce), que no puede abandonar su punto de vista, su circunstancia, su
perspectiva; pero el escepticismo se olvida de que este punto de vista también
puede constituirse como verdad. Frente al escepticismo se afirma la verdad de
la perspectiva y frente al racionalismo se afirma la perspectiva de toda
verdad. Ni verdad absoluta, ni verdad relativa: la verdad es perspectiva. Como
Ortega dice” Cada hombre tiene una misión de verdad. Donde está mi pupila no
está otra; lo que de la realidad ve mi pupila no lo ve otra. Somos
insustituibles, somos necesarios”. El descubrimiento y la aceptación de
que, además de la mía, hay un amplio abanico de perspectivas posibles que son
tan válidas como la mía propia, tiene una consecuencia inevitable: la de
aceptar que el otro tiene un valor en sí, en cuanto sujeto de perspectivas,
aunque su perspectiva no coincida en ningún momento con la mía. Esto es, el
valor del otro no radica en su acuerdo conmigo, sino, precisamente, en su
desacuerdo, porque su desacuerdo es signo de su autonomía frente a las cosas.
Ahora afirma Ortega que todas y cada una de las perspectivas tienen validez. Esto nos lleva a reconocer el papel de otros seres humanos en la construcción de la verdad, dado que su perspectiva es necesaria, aunque aparentemente sea opuesta a la mía, para alcanzar el conocimiento de esa verdad objetiva. El individualismo no es ya un obstáculo sino un elemente necesario para conseguir la objetividad. Si aplicamos el perspectivismo al campo de lo moral y lo social, se pone de manifiesto la necesaria tolerancia como valor fundamental para el ser humano, en la medida en que cada uno ha de reconocer todas las perspectivas ajenas. Ningún problema ni ningún dato de la realidad han de ser dejados de lado en la reflexión filosófica. Aunque debemos aceptar las diversas perspectivas nos debemos mantener fieles a la nuestra, este es el único imperativo que ha de mantenerse, el de la individualidad.
El método de la circunstancialidad parte de la reflexión sobre las cosas que nos son más próximas, las cosas que nos rodean, para elevarse paulatinamente a las más lejanas. Esto es, Ortega parte de las circunstancias que le son más cercanas para, desde ellas, llevarnos a la meditación sobre problemas filosóficos comparables a los tradicionales. Este método se puede rastrear en cada una de sus obras, individualmente consideradas y en su totalidad.
Ningún ser
humano con su circunstancia coinciden, luego el yo es diferente y cada uno
captará la parte de verdad correspondiente. Lo que uno ve, no puede verlo otro.
Cada persona es un órgano insustituible para la conquista de la verdad. Lejos
de oponerse los distintos puntos de vista se complementan. La verdad de la
realidad es el punto de vista . El perspectivismo sostiene que todos los puntos
de vista podrían ser unificados para así conseguir la verdad, constituida
por todas las múltiples y distintas perspectivas. La verdad será el resultado
progresivo de la unificación de las perspectivas. Así critica también la visión
racionalista de una verdad absoluta, única, universal y necesaria. En la medida
en que cada individuo ocupa un lugar en el mundo, una perspectiva o un punto de
vista, no es posible lograr este tipo de verdades. Esto es, hay tantas
realidades como puntos de vista.
En este ámbito de la circunstancia podemos mencionar el libro de “Meditaciones del Quijote” donde Ortega expondría su famosa frase: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”. La vida humana es elaborar activamente un proyecto a realizar dentro de unas circunstancias dadas. La vida es lo que podemos ser y esto significa tener que decidir entre las posibilidades lo que efectivamente vamos a ser. El hombre es un ser histórico porque es en la historia donde despliega su proyecto, su futuro, eligiendo entre posibilidades, en el marco de una circunstancia.
El circunstancialismo de Ortega no se limita a subrayar el hecho de que además del yo hay que contar con las circunstancias en las que éste se halla inmerso (particulares, históricas, sociales…), sino que supone también la acción del sujeto para dar «sentido» a esas circunstancias. De este modo la tradición judeo-cristiana y la filosofía griega son dos elementos modeladores de la circunstancia del hombre occidental en esa búsqueda del sentido de lo que nos rodea, a las que deben añadirse las circunstancias particulares del yo, aparentemente de menor entidad, pero cercanas al yo, que confieren sentido a la realidad que le rodea con tanto rigor como las anteriormente señaladas.
Vivir es encontrarse en el mundo. El mundo es un elemento fundamental de la vida, no algo exterior a ella, y junto con el yo forma los dos ingredientes inseparables de la vida. Ortega presenta varios signos de la imposibilidad de separar mundo o circunstancia y yo o subjetividad. El vivir es siempre ocuparse con las cosas del mundo, es convivir con una circunstancia; en ese encuentro con lo otro distinto a uno mismo se va formando nuestro yo. El mundo o circunstancia al que se refiere Ortega es en definitiva “todo aquello que nos afecta”; es toda realidad en la que se sitúa y con la que se encuentra el sujeto o yo y que determina sus posibilidades existenciales, su destino. Como se puede apreciar el concepto orteguiano de circunstancia es complejo y se compone de innumerables capas.
Cuando Ortega insiste en la circunstancia termina hablando también de la perspectiva, y ello porque el hombre es un ser circunstanciado, inscrito en la realidad espacio-temporal que le ha tocado vivir y de la que le es imposible separarse definitivamente. Esto es precisamente una perspectiva: el ámbito desde el que es posible experimentar la realidad. Puesto que somos seres circunstanciados, lo que pensamos y queremos está determinado por el punto de vista que corresponde a nuestra época y a nuestro entorno vital. Finalmente, y en contra del realismo, el mundo no se puede separar de nosotros: no se puede entender el yo sin el mundo o circunstancia, pero tampoco se puede entender el mundo sin el yo o subjetividad puesto que lo que sea el mundo depende de las peculiaridades, creencias y sensibilidad de cada uno.
El circunstancialismo del que nos habla Ortega, para algunos, limita la libertad en la vida del hombre. Cada uno nace en unas circunstancias de las que no se puede escapar. Sin embargo, para Ortega esto no tiene una connotación negativa pues nuestra vida no está totalmente prefijada y las circunstancias nos dejan cierto margen de actuación forzándonos de esa manera a elegir. Por esta razón la vida se presenta siempre como un problema, que sólo nosotros sabemos solucionar. La idea de la responsabilidad que siempre está presente en nuestro vivir lleva a Ortega a tesis muy próximas al existencialismo sartriano. Con esto estamos forzados a participar en nuestro proyecto, debemos elegir y de este modo la vida es libertad, al tiempo que responsabilidad.