“YO PIENSO, LUEGO SOY”
Es la primera verdad del sistema cartesiano, a partir de la cual se pueden ir deduciendo el resto de verdades y, en último término,
el conocimiento empírico de la realidad. El “pienso luego existo” cartesiano (cogito ergo sum) es el reconocimiento de la intuición directa que cada cual tiene de su propia conciencia, y del valor de este conocimiento, capaz de superar cualquier ataque de la duda, por más sofisticado e inverosímil que este sea.
CUERPO:
Sustancia extensa (res extensa). Es la sustancia material, está delimitada
por la figura y ocupa un especio, se puede pesar y medir. Su funcionamiento se
asemeja al de una máquina, puesto que se compone de partes materiales que se
mueven y, en consecuencia, todo cuerpo extenso es limitado, finito y mortal. El
cuerpo se rige mediante las leyes del movimiento.
MUNDO:
El mundo es una sustancia extensa, es una realidad material no pensante
y finita. Esa extensión corpórea y geométrica es matematizable. Se asemeja a una
gran máquina compuesta por máquinas (Mecanicismo universal: la uníón de
extensión más movimiento). El mundo creado existe realmente porque Dios es veraz y
no me engaña. El mundo extenso es otra idea innata, clara y distinta.
DUDAR:
Método esencial de la filosofía cartesiana que tiene como objetivo la
fundamentación radical del conocimiento y que consiste en rechazar como
inadecuadas todas aquellas creencias de las cuales pueda plantearse alguna duda.
VERDAD:
en el contexto de la filosofía cartesiana, imposibilidad de dudar, certeza.
Esto es, cuando se produzcan juicios tales que sean vistos por el entendimiento como
absolutamente ciertos. Se trata de una adecuación del entendimiento no a la realidad,
sino a la representación mental que el sujeto se hace de ella; adecuación que
tiene que llevar aparejada la imposibilidad de duda, la sensación de
certeza.
EVIDENCIA:
conocimiento que se nos aparece intuitivamente de tal manera que
podemos afirmar la validez de su contenido, como verdadero, con certeza, sin
sombra de duda. Se dice que una realidad es evidente cuando se presenta
directamente a un sujeto.
SUSTANCIA:
Aquello que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Especie
de base o sustento en la cual tienen lugar las propiedades y cualidades de las cosas.
YO, SUJETO:
De acuerdo con Descartes es, en realidad, dos cosas a la vez. Un
alma inmaterial, inmortal e intelectual, es decir, exclusivamente mental y sin ningún
soporte físico y, por otra parte, un cuerpo material y mortal.
ALMA:
La tradición aristotélico-tomista consideraba al alma como el principio de la
vida biológica, sensitiva y espiritual, aceptando con ello la existencia de almas en los
vegetales y en los animales. Descartes se separa de esta tradición, pues para él el alma
se identifica con la mente (res cogitans), cuyo rasgo principal es precisamente el
pensamiento o “ser consciente de”. Elabora una antropología dualista según la cual
considera al ser humano como un compuesto de dos sustancias: la materia y el
pensamiento, es decir, cuerpo y alma. El alma es de naturaleza inmaterial e inmortal y
su función es la de controlar las pasiones que se originan en el cuerpo. Para ello,
requiere de dos facultades: el entendimiento, que nos presenta con claridad y
distinción aquello que debemos elegir, y la voluntad, que elige con plena libertad. El
alma no está determinada por las leyes que rigen el universo mecanicista y es,
precisamente por esto, por lo que el ser humano es libre.
Este texto pertenece al Discurso del Método, obra escrita por René Descartes (1596-1650) y
publicada en 1637. Se trata de una obra capital para entender el pensamiento cartesiano y la
nueva actitud que representa la filosofía moderna. Descartes es considerado el padre da la
Filosofía Moderna e iniciador del Racionalismo, fue un ilustre filósofo y matemático que
pretendíó hacer de la Filosofía un saber universal y válido.
Descartes adopta la duda como método, como camino para alcanzar una verdad
absolutamente evidente de la que nadie pueda dudar. Si dudamos de todo nuestro
conocimiento, pero aun así queda algo que siga presentándose como evidente, ese resto
indubitable y cierto puede considerarse como la primera verdad de esa metafísica que
estamos buscando. Esta viene a ser la propuesta cartesiana: pongamos a prueba todas nuestras
verdades, veamos si resisten los más desconfiados y extravagantes planteamientos de la duda,
y si es así, podremos considerar que aquellas verdades que se nos sigan presentando con
evidencia son lo suficientemente sólidas como para construir toda la metafísica sobre ellas.
La duda cartesiana no es una duda escéptica, pues en ningún caso pretende Descartes
destruir todas las verdades conocidas. Su duda pretende, de hecho, la búsqueda de la verdad.
La duda metódica trata de poner a prueba nuestro conocimiento, con el objetivo de ver
cuál resiste la prueba de la duda y puede servirnos para construir el edificio del saber. La
duda cartesiana no es, por tanto, destructiva, sino más bien constructiva. La duda en
Descartes es un paso previo para aplicar el método y llegar a la evidencia. Aplicando la
primera regla del método, la regla de la evidencia, tendremos que poner entre paréntesis
todas nuestras creencias, incluso las más sólidas y cotidianas. Todo lo dudable no puede ser
más que un débil fundamento para la metafísica buscada. Por todo ello, Descartes extiende la
duda de un modo gradual:
– comienza dudando de nuestros sentidos:
– dudar de nuestra razón
– no somos capaces de distinguir la vigilia y el sueño
– ¿y si existiera un genio maligno dedicado exclusivamente a engañarme
En el acto de dudar puedo eliminar todo contenido, cualquier objeto de la duda. Puedo dudar
de todo. Pero lo que no puedo poner en duda es que estoy dudando. Dado que la duda es
una forma de pensamiento, Descartes concluye: “pienso luego existo”, primer principio
absolutamente evidente de su filosofía. Así, el famoso “cogito ergo sum” es una evidencia,
una verdad conocida por la intuición, la única que resiste a la duda metódica. Aparece
evidente la existencia de yo como cosa pensante. La forma que tiene Descartes de enfocar la
filosofía va a ser fundamental en la historia del pensamiento occidental: por primera vez los
problemas de la metafísica van a ser fundamentados a partir del sujeto, del yo. El yo es un
sujeto que tiene como caracterización fundamental ser una sustancia que piensa (res
cogitans).
Sobre el cogito cartesiano debemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
1. En primer lugar, llama la atención que Descartes no diga “dudo luego existo”, sino
“pienso, luego existo”. El pensamiento es para Descartes todo aquello que ocurre
en nosotros. De lo que se trata es, por tanto de la conciencia. En el cartesianismo el
mundo queda encerrado dentro de la conciencia y habrá muchas dificultades para
volver a contactar con la realidad. El mundo termina subjetivizado como contenido
de conciencia.
2. La verdad del cogito no deriva de ningún tipo de deducción, sino que es una
intuición pura, inmediata y evidente. Se trata de una idea clara y distinta de la
conciencia. La verdad será algo ahora ante lo cual se sabe que se está por la presencia
irresistible de la evidencia.
3. La formulación del cogito es novedosa en tanto que es la primera verdad se un
sistema sobre la que se fundamentan todas las demás verdades. Descartes se
descubre a sí mismo como algo que piensa, y a partir de ese pensamiento llega a su
existencia. El “pienso luego existo” nos obliga a intuir un “yo”, una sustancia que
existe y cuya esencia es el pensar. Esto nos obliga a entender el concepto de substancia
cartesiano: substancia es aquello que existe independientemente, sin necesidad de otra
cosa para existir.
En Europa adquieren poder emergente Francia, Inglaterra y Holanda y comienzan a perderlo
las naciones principales del Renacimiento: Italia y España. Es un tiempo de inestabilidad y
frecuentes guerras entre los Estados europeos que rivalizan en su expansionismo colonial.
El Siglo XVII fue de depresión y estancamiento, siendo frecuentes las hambrunas y
epidemias. Las monarquías absolutas sostuvieron cortes fastuosas y realizaron desorbitados
gastos en actividades bélicas (Luis XIV es el monarca absoluto del tiempo de Descartes).
Continúa en auge el desarrollo de la burguésía y del capitalismo que rivalizan con la
nobleza en el campo político. Entre las guerras de religión de esta época, la Guerra de los
treinta años que fue un conflicto netamente político: los obstáculos que las estructuras
feudales (agrícolas y estamentales) opónían al desarrollo burgués capitalista, hizo que la
nobleza usurpara más tierras a los campesinos y reinstaurara la servidumbre. Esta
situación, unida a las transformaciones capitalistas, generó tensiones entre la clase feudal
dominante y los burgueses y campesinos. En esta guerra dos civilizaciones luchaban por
imponerse: la feudal y católica apoyada por los Habsburgo, y la burguesa y protestante
(Países Bajos y algunos Principados protestantes).
Los problemas religiosos influyen también en los Estados absolutos: los países protestantes
de Europa necesitan una autoridad que dé estabilidad a la Reforma. Ello se logra dando
al soberano la primacía sobre las nuevas Iglesias. Él concentrará todos los poderes y
ejercerá un poder absoluto apoyado en unos pocos a los que concede privilegios, riquezas y
honores.
Es también la época de la Contrarreforma –la respuesta católica a la Reforma protestante de
Lutero-. La Inquisición, nacida en el Siglo XIII y a la que se opónía ya el espíritu del
Renacimiento que defendía la razón frente a toda injerencia de autoridad, vuelve a atacar de
modo violento, por la fuerza, para mantener la pureza doctrinal. Fue una lucha contra la
libertad de pensamiento.
René Descartes es el pensador más importante del Racionalismo moderno. En su intento de
crear una nueva filosofía, se propone como modelo el modo de proceder de las matemáticas:
si la filosofía encuentra un método puede proceder con igual facilidad a la búsqueda de la
verdad. Descartes tiene su inicio en la Escolástica. Por ello, está dentro de la línea platónica
agustiniana; pero inicia un Racionalismo. El pensamiento cartesiano y sobre todo su dualismo
antropológico siguen teniendo repercusión en importantes debates contemporáneos, en
disciplinas tan interesantes y atractivas como la filosofía de la mente.
El texto nos habla del alma como la parte del yo que permanecerá cuando el cuerpo muera.
Aquí podemos establecer una evidente relación con Platón. Los dos defendían la dualidad
del hombre, constituido de dos “mitades” absolutamente heterogéneas, alma y cuerpo, y para
ambos, el alma es el lugar donde “reside” la verdad y el cuerpo la fuente de nuestros errores;
aunque difieren en la explicación que dan de ambos conceptos. El alma de Platón es de
naturaleza ideal, divina dice en ocasiones, y preexiste a su uníón con el cuerpo, mientras que
para Descartes, el alma es “pensamiento”, “cogito”, y no tiene realidad ni existencia separada
del cuerpo. Descartes no tiene, como Platón, una concepción tripartita de alma. El alma como
cogito y pensamiento que defendía Descartes, tiene quizá conexión con el alma racional
platónica. En el platonismo, la intelección se vincula a la parte racional del alma, pues a ésta
le corresponde la aprehensión de la Idea del Bien, y por ello ha de ser la parte del alma
predominante en los gobernantes filósofos.
Además, a diferencia de los pensadores empiristas, el Racionalismo cartesiano defiende el
innatismo de las ideas. En ese sentido, también es posible establecer un nexo de uníón entre el
platonismo y el cartesianismo, ya que para Platón la actividad cognoscente del alma remite a
otro tiempo en el que ésta estaba junto a los Dioses, por eso para Platón conocer es recordar
(anámnesis). Además, en el texto, se reconoce el “pienso, luego existo” como la primera
verdad. La duda metódica es un camino de acceso a la verdad , nada tiene que ver con la duda
de los escépticos; del mismo modo, Platón quiere buscar la verdad huyendo del escepticismo
y relativismo de los sofistas.