Contrato social:
En las diversas teorías contractualistas, es decir, aquellas que defienden que la sociedad civil o estado es fruto de un pacto o acuerdo entre los hombres, esta expresión alude al hipotético pacto mediante el que los hombres deciden crear la sociedad civil o estado para salir del estado natural en el que se supone vivíamos antes de este hecho. Recordemos que la situación del estado de naturaleza, según Kant, era una situación de guerra, no necesariamente efectiva, pero si entendida como constante amenaza, donde aunque había libertad, no existía ni orden, ni ley, actuando cada uno a su antojo y predominando el derecho del más fuerte. Para salir de esta situación negativa los hombres establecen la sociedad civil o estado mediante un contrato libre entre ellos. Para Kant, el contrato social fue la primera obligación moral del hombre: salir del estado de naturaleza y buscar la paz, la libertad y la justicia que sólo es posible en una sociedad civil o estado. Si una persona o grupo de personas somete y se impone a otras por la fuerza, no se considera que haya mediado ningún contrato sino que ha impuesto la fuerza bruta. De este poder impuesto sobre los demás por la fuerza no puede surgir ningún tipo de derecho. Para Kant, el contrato social debe desembocar en una sociedad civil o estado regido por una constitución republicana que garantice los principios de libertad, igualdad y ciudadanía, la división de poderes y la representatividad. En una constitución republicana las leyes deben gozar del consentimiento de todos, deben ser pues expresión de la “voluntad unida del pueblo”. Además las leyes deben ser iguales para todos, no pudiendo existir leyes diferentes para cada clase social.
Imperativo
La razón en su uso práctico se ocupa del deber-ser y genera imperativos. Un imperativo es un mandato que prescribe cómo debemos comportarnos. Existen dos clases de imperativos: – Imperativos hipotéticos: Son aquellos en los que se prescribe una acción como buena porque dicha acción es necesaria para conseguir un fin determinado. Las acciones que se ordenan, por tanto, no son valiosas en sí mismas, no son buenas en sí mismas, sino en cuanto medios para alcanzar un fin previamente establecido. Este tipo de imperativos es el característico de las éticas materiales. Este tipo de éticas se caracterizan por dos principios: a) Establecen un fin supremo del hombre. Por ejemplo, en Aristóteles la Felicidad (eudamonía). B) Establecen una serie de acciones para alcanzar dicho fin. Ej. Deseas la felicidad pues “busca el término medio en tus acciones” (Aristóteles). Como vemos el buscar el término medio no se considera que sea bueno por sí mismo, sino como medio para alcanzar un fin determinado, la felicidad. – Imperativos categóricos: Son aquellos en los que las acciones que se prescriben son valiosas en sí mismas, son intrínsecamente buenas y no por la utilidad para lograr algún fin. El valor de estas acciones reside en la voluntad que las determina, una voluntad que obra por deber, por reverencia a la ley (moral). Este imperativo es el que caracteriza la ética formal kantiana y presenta dos formulaciones básicas: – “Obra de tal manera que quieras que tu máxima se convierta en ley universal”. – “Obra de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, como un fin en sí mismo y nunca únicamente como un medio”. Como vemos, frente a las éticas materiales Kant nos presenta una ética formal, vacía de contenido, en la que no se establece ningún fin supremo del hombre y donde no se ordenan acciones concretas. Para Kant, lo importante es la forma de nuestras acciones, es decir, determinar cuándo nuestras acciones tienen valor moral. Sólo cuando actuamos por deber, por reverencia a la ley moral, nuestras acciones tendrán valor moral.
Giro copernicano:
Kant explica el cambio que supone su filosofía en la concepción del conocimiento basándose en una analogía con la revolución copérnicana. En astronomía, Copérnico comprendió que no podía entender el movimiento de los astros con la tesis según la cual la Tierra estaba en el centro del universo (Geocentrismo) y el sol y los demás objetos celestes giraban a su alrededor. Comprendió que para explicar el movimiento de los cuerpos celestes era necesaria cambiar esta relación poniendo el sol como centro del universo (heliocentrismo) y suponiendo que es la Tierra la que giraba a su alrededor. Kant considera que en filosofía es necesaria una revolución semejante a la planteada por Copérnico para poder explicar cómo es posible un conocimiento a priori, universal y necesario, de las cosas. La filosofía del conocimiento anterior a Kant ponía el centro de interés en el objeto de conocimiento, en la experiencia, y no en el sujeto cognoscente, que se entendía como un sujeto activo que impone condiciones al objeto de conocimiento y que, por tanto, modifica la realidad conocida. Conocemos las cosas a través del filtro que constituyen nuestras estructuras de conocimiento. Por tanto, la realidad que conocemos, el fenómeno, es, en parte, un producto de nuestra mente. El hombre no es un mero receptor sino también un constructor. Para Kant, el sujeto impone una serie de condiciones a priori (espacio, tiempo y categorías) al objeto de conocimiento que se adapta a nuestra manera de conocer y que son las que hacen posible un conocimiento a priori, es decir, universal y necesario: sólo podemos conocer a priori de las cosas aquello que antes hemos puesto en ellas”. Por ejemplo, supongamos que observamos la dilatación de un cuerpo. Nosotros podemos saber a priori que ese fenómeno tiene una causa porque en el momento en que lo observamos mi entendimiento le aplica la categoría de causa. La experiencia es la que nos dará el conocimiento de que ese suceso tiene como causa el calor pero a priori podemos saber que tiene una causa.