Kant, como casi todos los pensadores, tiene unos planteamientos iniciales muy sencillos. En la Crítica de la Razón Pura, Kant se ocupa de la determinación del problema del conocimiento y del análisis de la posibilidad de la metafísica como ciencia, con la misma exactitud que en aquella época habían alcanzado la matemática y la física. Kant entiende por metafísica la disciplina heredada de tradiciones filosóficas anteriores que era considerada como el fundamento y la base no solo de todas las ciencias sino también de los valores, la moral, la política… La metafísica cayó en un desprecio general, y esto preocupó a Kant, por que aunque la metafísica no fuese una ciencia, se ocupaba de los problemas más importantes del ser humano, que, aunque no tuvieran una respuesta científica eran los más importantes. Según Kant, la matemática y la física han entrado en el camino seguro de la ciencia, pero la metafísica no. ¿Se puede aplicar la idea kantiana de “trascendental” al conocimiento científico y a la filosofía tradicional?¿Es posible la metafísica como ciencia? Para responder a esta pregunta debemos, por una parte, determinar las condiciones que hacen verdaderos los enunciados científicos, y, por otra, definir convenientemente el concepto de metafísica, posiciónándolo frente a los modelos metafísicos propuestos por los filósofos anteriores.
El conocimiento científico busca establecer, mediante “leyes” regulares y constantes, además de válidas universal y necesariamente, una descripción veraz sobre una determinada área de la realidad basándose en la experiencia y en los hechos.
La ciencia no es otra cosa que la descripción de las regularidades naturales, basada en experimentos anteriores y cuantificando valores y resultados.
Es decir, el conocimiento científico se expresa en “leyes de la naturaleza”, que son manifestación de la racionalidad humana en forma de ideas y conceptos que vinculan determinados acontecimientos entre sí y establecen una determinada relación de proporcionalidad entre ellos. Estas leyes científicas tienen un doble componente, la existencia de un mundo exterior, y por otro lado el ser humano, que de acuerdo a su racionalidad, intenta comprender y explicar los hechos.
Kant identifica conocimiento con “conocimiento verdadero”. Por una exigencia de coherencia lógica, no es posible que un conocimiento sea falso. En el supuesto de que el hombre alcance conocimiento científico sobre el mundo, tal conocimiento sólo merecerá este calificativo si cumple con determinados criterios de racionalidad. Estos criterios son dos: la universalidad y la necesidad, que son las condiciones del conocimiento científico, es decir, todas las leyes científicas establecen determinadas conexiones necesarias y universales entre determinados acontecimientos. Como vemos, la propia racionalidad humana confiere al conocimiento su carácter de “verdad”. Un “conocimiento falso”, si esta expresión tuviera algún sentido, consistiría en realidad en una operación no autorizada o ilegítima de la razón.
Kant coge como modelo de conocimiento verdadero el de las leyes de la física newtoniana. El sistema del mundo descrito por Isaac Newton representa en el Siglo XVIII una cima en el conocimiento racional de la naturaleza. Es de reséñar que Kant no cuestiona la verdad de los enunciados científicos: los toma como modelo de toda verdad universal, y lo que la Crítica de la Razón Pura pretende dilucidar es si podemos y cómo podemos asegurar en los juicios metafísicos un grado de verdad igual al de las proposiciones científicas.
La física se convierte en ciencia en la modernidad con el cambio de método que impone Galileo. Este cambio de método consistíó en que la razón no se dedica a contemplar la naturaleza para que ésta muestre sus secretos, sino que establece previamente aquello que quiere conocer. El rigor científico de ambas ciencias (matemáticas y física) parece proceder, pues, de que las dos nos dan una información sobre la experiencia pero ninguna de ellas extrae información desde la experiencia. Su cientifidad procede de que las dos son a priori.
Kant no lo extrae solamente del estudio de la historia de las ciencias, sino del análisis mismo del conocimiento que ellas proporcionan. El estudio de este conocimiento lo lleva a cabo a través de la forma que tienen de manifestarse, que es por medio de juicios.
Todo conocimiento se expresa en juicios, que son, recordemos, el resultado del trabajo de la razón o facultad de juzgar.
Los juicios son enunciados que pueden ser verdaderos o falsos. A partir de un análisis de los juicios Kant determina su consabida doble clasificación: por un lado los juicios se clasifican en a priori y a posteriori. Por el otro en analíticos y sintéticos.
Los juicios analíticos constituyen un modelo de verdad lógica. A pesar de ser necesarios en los momentos inciales de cualquier disciplina científica. Son juicios universales, por ejemplo, “el triangulo tiene tres lados”, se refiere a todos los triángulos no a uno en particular. Son necesarios, ya que si se niega un juicio análítico, se incurre en contradicción. Son juicios que no amplían la información que contiene implícitamente el sujeto. El preficado se refiere a alguna carácterística definitoria del sujeto y, por tanto, no proporciona información. Los juicios analíticos no cumplen la condición de ampliar nuestro conocimiento, por tanto no puede constituir conocimiento científico.
Los juicios sintéticos, por su parte, amplían el campo de la experiencia, pero por sí solos no son capaces de proporcionar a ésta la necesidad y universalidad exigidas por el criterio kantiano de verdad Kant distingue dos clases de juicios sintéticos, a posteriori y a priori. Un juicio es a posteriori si su verdad sólo puede ser establecida después de la experiencia. Esto es, si puede ser corroborado o falsado por ella. “La mesa es verde” es un juicio a posteriori, pues su contenido exige ir a la experiencia para ser comprobado. Un juicio es a priori si su verdad no depende de la experiencia, en el sentido de que es anterior e independiente de ella. Los juicios a priori son la expresión de la Razón Pura, es decir, de las capacidades innatas de la propia razón antes de cualquier operación empírica.
De los dos criterios anteriores surge la idea de un tipo de juicio especial que suma a su capacidad de ampliar nuestro conocimiento (sintético)
La capacidad de hacer esta ampliación a priori, esto es, como resultado de las operaciones del entendimiento del sujeto. Los juicios sintéticos a priori son el modelo de conocimiento buscado por Kant. Los sintéticos, producirán un avance en el conocimiento. Los a priori, su contenido expresará necesidad y universalidad, carácterísticas que le presta la Razón pura o teórica por su propia constitución. Tales juicios se expresan en matemáticas y en la física teórica. Si fueran identificables también en metafísica Kant podría declarar “posible” el objetivo de saber de su estancamiento.
Pero, lamentablemente, el dictamen de Kant no será favorable. Los juicios sintéticos a priori no pueden existir en metafísica porque en la constitución de los conceptos metafísicos no se ha tomado en consideración la experiencia: no existe experiencia del alma, de la libertad o de Dios, por lo cual los juicios que contienen estos conceptos no pueden extender el campo de mi conocimiento de los mismos.
En resumen, el conocimiento científico tiene unas carácterísticas, exigencias de la racionalidad humana, que no pueden ser contravenidas, todo conocimiento es la conjunción de informes recibidos del mundo exterior mediante los sentidos y la forma humana de adaptarlos para ser válidos e inteligibles.