3ª/ Relación de la temática expuesta en el texto con otra posición filosófica y valoración razonada sobre su posible vigencia o actualidad. (** En este caso, nosotros hemos elegido relacionar a Platón con la posición filosófica de Descartes; pero recuerda que puedes relacionar la temática del texto con la posición filosófica de cualquier otro autor que también haya intentando dar otra explicación al tema planteado en el texto). El proyecto filosófico de Descartes se construye en torno a la sola razón, a un modelo de razón que parece excluir el ámbito de los sentidos. En este sentido Platón y Descartes vienen a coincidir en su falta de aprecio por el testimonio de los sentidos, que en el primero nunca pueden ser objeto de verdadera ciencia y en el segundo nunca pueden ofrecernos la seguridad de la certeza. Coinciden también ambos autores en su valoración del conocimiento matemático, aunque ambos manejaran distintas concepciones matemáticas. En efecto, para Platón, las matemáticas tienen un valor propedeútico, es decir, que su carácter abstracto preparan al hombre para la captación intelectual de las ideas, siendo además la realidad inmediatamente inferior a la de las ideas. Para Descartes, las matemáticas ofrecían el mejor ejemplo de cómo usar adecuadamente la razón, es decir, su método era el mejor referente para razonar con orden y seguridad, de ahí que Descartes las tomara como modelo a la hora de establecer las reglas de su método y de ellas extrajera su valoración de la intuición y la deducción como las operaciones fundamentales que puede realizar la razón para conocer. Tampoco hay que olvidar que Descartes cultivó activamente las matemáticas y que a él se deben algunos descubrimientos importantes en el campo de la geometría analítica, por ejemplo. También encontramos en ambos autores un rechazo a cualquier planteamiento que pusiera en duda el poder de la razón para poder conocer la realidad, rechazo a la sofística y a sus métodos en Platón, y rechazo al escepticismo en Descartes. Ambos se preocuparon por establecer los métodos adecuados de conocimiento que la razón debía usar; así, en Platón, el método dialéctico es descrito como el camino, ascendente y descendente, para conocer las ideas y su relación con las cosas sensibles, y en Descartes la cuestión metodológica ocupa en su filosofía un lugar capital, pues proveernos de un buen 8 método es asegurarnos que el error será más improbable, que el camino hacia la verdad estará más despejado si procedemos ordenada y metódicamente. También podemos apreciar cierta coincidencia en ambos autores a la hora de explicar el carácter de la verdad. Para Platón, las ideas se pueden captar por intuición intelectual sin recurrir al testimonio de los sentidos, es decir, el alma puede reconocer en sí misma estas verdades que ya contempló en otra existencia y este carácter innato de la verdad excluye el hecho de que ésta se descubra para poder concebirla como existente, a la vez que sólo otorga al mundo sensible el papel de “despertador” del alma para que pueda iniciarse tal proceso. Para Descartes, la existencia de ideas innatas como las del cogito también se halla por medio de la intuición intelectual y estas verdades también son connaturales al propio dinamismo y carácter de la razón. Tanto Platón como Descartes mantuvieron concepciones dualistas a la hora de explicar al hombre, en Platón tal dualismo está revestido de un carácter místico y moral puesto que es el cuerpo el culpable de que el alma no pueda encaminarse adecuadamente hacia las ideas y, por tanto, hacia la salvación del hombre. En Descartes, el dualismo alma- cuerpo es el resultado de su concepción de la sustancia y resulta problemático puesto que en el hombre se da la conjunción de dos sustancias con atributos radicalmente distintos y que parecen interactuar de un modo poco convincente. De ahí que una de las delicadas herencias del pensamiento cartesiano fuera precisamente el problema de la “comunicación de las sustancias.” Sin embargo, estos autores difieren en dos aspectos fundamentales: en su concepción del término “idea” y en el papel que otorgan a las cosas y al sujeto de conocimiento. En Platón, la idea es una cosa realmente existente que el hombre puede conocer, el conocimiento consiste pues en reflejar el orden natural de las cosas-ideas. Por el contrario, en Descartes la idea es una concepción mental que representa en la mente a alguna realidad exterior a ella y nuestro conocimiento siempre lo es a través de ideas, nunca lo es directamente de las cosas. Además, Descartes inaugura en la historia de la filosofía el subjetivismo, es decir, a partir de Descartes el papel protagonista en el proceso del conocimiento ya no va a recaer en las cosas y sus relaciones sino en el sujeto y su modo de conocer, la filosofía deja de ser realista u ontología para convertirse en subjetivista o epistemología (teoría del conocimiento).
Valoración: Valorar la huella y repercusión del planteamiento platónico es una tarea compleja pues Platón ha marcado gran parte de la historia de la filosofía y, por tanto, de toda nuestra cultura. El gran mérito de Platón, aunque para otros como Nietzsche suponga todo lo contrario, es haberse mostrado insatisfecho con el testimonio de los sentidos y haber tratado de dar razón, de explicar lo que vemos y percibimos. Y el recurso a la razón como medio para investigar y explicar la realidad es aún hoy una tarea en marcha, pues, a pesar de los pesares, lo que distingue al hombre es su capacidad de buscar respuestas a las preguntas que racionalmente se va formulando. 9 Y esto es especialmente más urgente en unos tiempos como los nuestros, en los que se acusa a la razón de todos nuestros males y en los que un falso y superficial hedonismo, unido a unas fuertes dosis de engaño y superstición, impregna todos los ámbitos de nuestra existencia. Los sofistas del Siglo XXI son todos aquellos que, con el índice de las audiencias en la mano, se reúnen para dar al pueblo lo que éste, dicen, les pide, ni siquiera argumentan sus posturas, son directamente los “intérpretes de la voluntad popular”… Así pues, los ecos de la caverna platónica resuenan aún en nuestros días con luces más fulgurantes, pero también falsas y espeluznantes. El idealismo, como actitud que pone por encima las ideas, que cree firmemente en su poder de transformación de la realidad, es también una clara herencia que hemos recibido de Platón. Al menos, siempre nos cabe la posibilidad de pensar que el mundo puede ser trasformado puesto que no aceptamos la verdad injusta que se nos presenta como un hecho insalvable. El sueño utópico de Platón, aunque hoy seamos más conscientes de las pesadillas que pueden encerrar algunos sueños, resulta bastante atractivo por mostrar su distancia crítica con lo que llamamos realidad. Por ello, La República ha sido objeto de múltiples estudios e interpretaciones a la par que modelo, a su vez, de otros proyectos utópicos. En el fragmento que hemos comentado se refleja la preocupación platónica por encauzar adecuadamente la educación. Una de las posibles lecturas de la República es la de ver en la obra todo un programa educativo ideado por Platón como alternativa a los males de su tiempo. Y éste es un tema de bastante actualidad, pues esa preocupación por cómo debe ser la educación, qué contenidos deben ser objeto de aprendizaje y estudio y qué métodos son los idóneos para tal fin es hoy objeto de un vivo debate en nuestra sociedad. Así, es habitual que, ante cualquier problema social (drogas, violencia, marginación, etc.), se recurra a la necesidad de que la educación pueda prevenir y moldear tales conductas problemáticas, del mismo modo que se hace depender de la calidad educativa la sociedad en la que se vive. En definitiva, gran parte de nuestra cultura ha quedado profundamente marcada por el mensaje platónico, el cual, además, está expuesto de una manera muy bella y sugerente a través de sus diálogos, muchos de ellos reforzados con la introducción de mitos (como el famoso “mito de la caverna”), hecho que viene a constatar tanto la calidad literaria de Platón como su empeño en que su mensaje fuera entendido.
Platón (428-347 a.C.) nacíó en Atenas procedente de una familia aristocrática con interés en la vida política, cosa bastante habitual entre los ciudadanos libres de las polis griegas (basadas en un sistema esclavista de producción). Se trata de una Atenas revuelta por los cambios políticos, consecuencia de la Guerra del Peloponeso (431-404 A.C.) y el ascenso de Macedonia (primera mitad del siglo IV a.C.). Estos hechos agudizaron más las contradicciones del sistema democrático ateniense ya existentes antes de la Guerra del Peloponeso, contradicciones que tenían su reflejo intelectual en la confrontación entre el modelo aristocrático de justicia y educación con el sofista y el socrático.
Antes de la guerra y de la derrota ateniense, Atenas había sido «el espejo en el que se miraba toda civilización», como dijo Pericles. Con él al frente de Atenas (461-429 a.C.) se desarrolló a la par la política imperialista de Atenas con otras polis de la Liga de Delos (Liga de polis lideradas por Atenas para protegerse de los persas) y la democracia con el ascenso de las clases medias en todos los órganos de gobierno (Asamblea, Consejo, Magistraturas). Se trata de los “años dorados de Pericles” o “ilustración griega”, que ve florecer la tragedia (Sófocles, Eurípides, Esquilo), la comedia (Aristófanes), el arte (Fidias, Policleto, Praxíteles) y el pensamiento (presocráticos, sofistas, Sócrates, maestro de Platón).
Pero no todos en Atenas estaban a favor de esta democratización. Los aristócratas (entre los cuales estaba la familia de Platón) se opónían a los demócratas, y Esparta aprovechó el descontento de muchas polis controladas por Atenas y de los aristócratas atenienses para enfrentarse a Atenas en la Guerra del Peloponeso.
En ella, la Atenas democrática se vio vencida por la aristocrática Esparta, la cual impuso un gobierno pro-espartano (la oligarquía de los Treinta Tiranos, en la que había dos familiares de Platón). Platón es invitado a participar, pero se retira viendo las injusticias de este gobierno. En el 403 vuelve una democracia que busca la reconciliación.
Dispuesto de nuevo a participar en política, en el 399 la muerte de Sócrates («el más justo de los hombres de su tiempo»a quien Platón seguía desde hacía 8 años), condenado a beber cicuta, lleva a Platón a una convicción:
todos los Estados están mal gobernados, pues acceden al poder quienes son movidos por sus pasiones y ansían el poder, no quienes conocen la Justicia y el Bien. Y los males del género humano no se acabarán hasta que se eduque a los gobernantes en la filosofía (algo que intentó Platón en tres ocasiones en Siracusa, a petición de Dión, sin éxito), o los filósofos fueran quienes gobernaran (algo que Platón quiso lograr al fundar la Academia de Atenas en el 387 a.C. Como centro educativo alternativo a los sofistas).
Contexto filosófico
la educación como una liberación de las cadenas que nos sujetan a la ignorancia apunta a problemas fundamentales de la época en la vivíó Platón:
El problema de la realidad de los valores morales y políticos, su papel en la vida individual y colectiva, el papel del lenguaje y de los conceptos en la creación de nuestro conocimiento y la orientación de nuestra vida. Todos estos problemas se aglutinaban en el problema de la educación de los ciudadanos, cuando el conocimiento se convierte en una fuerza social, y los planteamientos presocráticos, centrados en la realidad del cosmos, resultan insuficientes para las nuevas demandas de la vida política.
La juventud de Platón coincide con el desarrollo del giro antropológico de la filosofía iniciado con sofistas y Sócrates, y ambas corrientes de pensamiento ejercen una influencia continua y poderosa en el pensamiento platónico.
Platón sigue el planteamiento socrático en su enfrentamiento con los sofistas
Calificándolos de «mercenarios de la palabra» y “prostitutos del espíritu”, considera sus doctrinas escépticas y relativistas sobre el conocimiento y los valores y su convencionalismo moral y político perversiones para los jóvenes ansiosos de participar en el poder. Negaban la capacidad del lenguaje para representar la realidad, y en una sociedad ateniense en la que el gobierno se desarrollaba mediante el uso de la palabra, la oratoria, la erística y la retórica enseñadas por los sofistas tenían la finalidad de lograr persuadir para obtener éxito político, y eran el «alimento» de los demagogos que habían llevado a Atenas al desastre, desde el punto de vista platónico.
Son los sofistas quienes aparecen en el mito de la caverna como los portadores de objetos en el interior de la caverna, incapaces de liberar de sus cadenas a los prisioneros y conducirlos hasta la luz. Y es Sócrates quien aparece no sólo como portavoz de las palabras de Platón en todos sus diálogos, sino que en el mito, es el prisionero liberado que ha ascendido al exterior (el sabio) y que vuelve al interior de la caverna para liberar a otros prisioneros (aun a costa de su vida). Para Platón, como para Sócrates, la educación es una mejora integral del alma, el conocimiento va de la mano de la virtud (intelectualismo moral)
, los valores morales son realidades objetivas y universales que se pueden conocer a través de la razón y definir a través de los conceptos, la verdad se manifiesta a través del diálogo, y el filósofo tiene la función de educar en una sociedad enferma de ignorancia y encadenada por aquello que considera valioso pero no son más que “sombras” de la realidad, como las que ven los prisioneros de la alegoría.
A partir de la muerte de Sócrates Platón desarrolla su proyecto educativo y político siguiendo el modelo socrático de una forma perdurable y enfrentándose a los sofistas, pero incorporando elementos decisivos a raíz de sus viajes a la Magna Grecia porque le pusieron en contacto con los pitagóricos y la escuela eleática.
La influencia del pitagorismo y del eleatismo se observa en sus diálogos de Transición (Menón, Gorgias, Crátilo)
, donde predominan los problemas políticos, pero ya se apuntan sus doctrinas sobre el alma, el conocimiento como recuerdo, la verdad como lo inteligible.
Del pitagorismo recoge la creencia sobre la inmortalidad y trasmigración del alma, la idea del cuerpo como cárcel del alma, de la impureza por el contacto con lo sensible, de la expiación de esta impureza gracias al conocimiento, las matemáticas como conocimiento superior, los números como entidades realmente existentes, la uníón entre política-filosofía.
De la escuela eleática influyen tanto el recurso lógico de la dialéctica de Zenón como las doctrinas de Parménides: su planteamiento racionalista (los sentidos sólo nos proporcionan opinión, un conocimiento engañoso, sólo la razón accede a la verdad inmutable, eterna y universal), y el dualismo entre realidad auténtica (el ser como inmutabilidad, perfección) y apariencia (el mundo del cambio). Esta influencia del pitagorismo y eleatismo se hace patente en sus diálogos de madurez (El Banquete, Fedro, Fedón, La República…)
, donde aparecen las doctrinas dualistas de Platón (dualismo ontológico, epistemológico y antropológico), reflejadas en la alegoría de la caverna, y la utopía del Estado tripartito gobernado por filósofos.