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Santo Tomás (1225-1274) vivíó en pleno Siglo XIII, época de sosiego político en la que se afianzó el poder del rey frente a los señores feudales, aumentó la importancia de las ciudades y florecíó el comercio. La Iglesia ejercía una gran influencia en todos los órdenes de la vida. En este período se produjo un gran desarrollo cultural por tres razones:
1) El nacimiento de las universidades. Muy importante fue la creación de la Universidad de París fundada para mayor prestigio del rey y como foco de influencia de la Iglesia. 2) El conocimiento del pensamiento árabe 3) El establecimiento en París de los dominicos (1217) y de los franciscanos (1219), y su acceso a las cátedras de la universidad pocos años después. El arte gótico, con su esbeltez y orientación hacia el cielo, es la escala por la que Dios se muestra a los hombres e influye en sus vidas. Es un estilo que trasluce una fuerte racionalidad. Am- bos, teocentrismo y racionalidad, son dos elementos clave en este siglo, los cuales supo conjugar genialmente la escolástica.
La escolástica construye grandes sistemas filosóficos y se preocupa, fundamentalmente, por dos problemas: la armonización de la razón y la fe y la naturaleza de los universales. El núcleo del primero de estos problemas es si la fe necesita de la razón, si la razón de la fe o si son incompatibles. Ante la diversidad de pueblos, culturas y creencias religiosas con las que convivía, el cristianismo precisaba de una sólida argumentación racional que apoyase su fe. El núcleo del segundo problema es si las ideas universales existen por sí mismas o solo se dan en la mente.
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Relación entre la fe y la razón
Santo Tomás da una solución al problema de la relación de la fe con la razón, consiguiendo la armonización de la filosofía aristotélica y la doctrina cristiana. La obra de Aristóteles había llegado al mundo cristiano de la mano de Averroes, a través del averroísmo latino, en el que, entre otras cosas que contradecían el dogma católico, se manténía la teoría de la
doble verdad: una era la verdad de razón y otra la verdad de fe, de tal manera que no tenían por qué coincidir. Aquino considera que ambas son fuentes de conocimiento, pero la razón tiene un límite a partir del cual se sitúa la fe, con lo que esta fe aporta conocimientos que la razón no pue- de alcanzar, viniendo así a perfeccionarla.
Antropología y teoría del conocimiento
De acuerdo con la teoría hilemórfica de Aristóteles, en el hombre hay un elemento material y otro inmaterial, el cuerpo y el alma, que, respectivamente, son la materia y la forma de este ser. Esta uníón es sustancial, es decir, pertenece a la esencia del cuerpo estar unido al alma, y a la del alma estar unida al cuerpo.
Dios y la estructura de la realidad
Aquino distingue a Dios del resto de los seres en función de la relación entre su esencia y su existencia. El resto de los seres no existen necesariamente, pues existir no forma parte de su esencia, de lo que son. En Dios, por el contrario, la esencia y la existencia se identifican; por tanto, existe necesariamente. Luego, las «criaturas», los seres, son creados por el ser que se define por existir, Dios.
Ética y vida social
El hombre, además de conocer, actúa. El fin último de las acciones humanas es la búsqueda de la felicidad, que consiste en la contemplación de Dios. Para alcanzarla, son un obstáculo las facultades vegetativas y sensitivas, que el hombre controlará mediante las virtudes y la observancia de la ley natural. La ley natural es el reflejo en el hombre de la ley eterna. Dios ha creado el mundo a partir de la nada y lo ha regula- do mediante una ley (eterna), mostrando así su providencia divina. En el caso del hombre, esa providencia se traduce en la inscripción en su naturaleza libre de una ley natural de la que se derivan unas normas, las cuales habrá de observar para conducirse correctamente y conseguir la felicidad. Como esta ley está inscrita en la naturaleza humana, es evidente, universal e inmutable, y como nos orienta a nuestro fin último, es única. Su primer precepto es:
«Debe hacerse el bien y evitarse el mal»; en él encuentran su fundamento los demás preceptos de la ley natural. A su vez, las leyes positivas, escritas por los hombres, son la concreción de la ley natural a las particularidades de las comunidades sociales. Las dos tendencias propias del hombre por razón de su naturaleza racional, de las cuales se extraen algunos preceptos de la ley natural, son conocer las verdades divinas y vivir en sociedad.
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Aquino acepta el concepto griego de naturaleza, entendida como lo común a todos los hombres a pesar de sus diversidades culturales, raciales, etc., y lo que permanece constante a través de los cambios históricos, etc., a que se halla sometido el ser humano. Además, como seguidor del aristotelismo y de acuerdo con la filosofía teleológica aristotélica (todo en la naturaleza tiende a un fin que le es propio) Aquino afirma que el hombre, al igual que cualquier otro ser natural posee ciertas tendencias enraizadas en su naturaleza puramente racional, entendido esto como línea de conducta orientada a un fin específico. La naturaleza humana posee, pues, ciertas tendencias. Esto es algo que tiene en común con el resto de los seres naturales. Ahora bien, el hombre se distingue del resto de los seres naturales por su racionalidad, porque sólo él es capaz de conocer sus propias tendencias y, por tanto, puede deducir ciertas normas de conducta encaminadas a dar a éstas el cumplimiento adecuado. De este modo se demuestra, a juicio de Aquino, la existencia de la ley natural: como ser racional que es, el hombre puede formular ciertas normas de conducta de acuerdo con las exigencias de su propia naturaleza. El concepto de ley natural, en cuanto expresa la exigencia de una ordenación racional de la conducta humana basada en las demandas de la naturaleza, ha gozado de un indudable prestigio en el pensamiento occidental.