Concepto, Arte, Superhombre, Conocimiento y Voluntad de Poder en Nietzsche

Concepto según Nietzsche

Nietzsche entiende el concepto como una idea que se concibe o forma en el entendimiento. El ser humano, en su necesidad de transmitir experiencias, utiliza sonidos articulados (palabras) con carácter simbólico. Un pacto social generaliza el uso de estas palabras, dando lugar al concepto. Por ejemplo, aplicamos el concepto «enamoramiento» a comportamientos con un profundo deseo de estar junto a otra persona, aunque cada experiencia sea única.

El concepto se forma al abandonar arbitrariamente las diferencias individuales, siendo siempre un prejuicio, una máscara. La formación de conceptos es inevitable para afrontar el devenir, sirviendo como guía para vivir y comunicarnos. Sin embargo, para no desmentir la vida y no convertirse en parte del rebaño, debemos recordar que los conceptos son metáforas pactadas. Con el tiempo, se olvida el origen metafórico del concepto, y este pasa a gobernar nuestras vidas. Ejemplos de esto son las discusiones sobre si Cataluña es «una nación» o si un matrimonio homosexual es realmente un matrimonio. Creemos que los conceptos reflejan realidades objetivas, en lugar de ser ficciones construidas desde una perspectiva determinada.

Los conceptos vigentes son producto de un pacto donde el grupo más fuerte impone su voluntad de poder y sus valores. No se trata de una definición neutral de esencias eternas, como pretendía Sócrates, sino de una lucha entre poderes. Este pacto explica el triunfo de conceptos anti-vitales, ya que el amante de la vida es solitario, a diferencia del hombre del resentimiento. A los filósofos les corresponde mantener la estabilidad del pacto, presentando como intemporal lo que tiene un origen histórico. Para la filosofía occidental, entender una realidad es aplicarle un concepto. ¿Cómo realidades distintas como un ciprés y un manzano se agrupan en el concepto de «árbol»? La respuesta tradicional es que comparten una esencia común.

Para Nietzsche, sin embargo, no hay esencias. No existe ningún rasgo común en todos los individuos; ni siquiera existen los objetos, ya que la identidad que les atribuimos es una ficción derivada de nuestra interpretación sustancialista de la realidad. La vida es inconceptualizable. No se trata de encontrar una esencia verdadera, sino de experimentar la plenitud de la individualidad y expresarla en su multiplicidad.

El Arte como Actitud Vital

Para Nietzsche, la actitud más auténtica ante la existencia es el arte. Lo individual y único solo se expresa a través de la creación artística, en contraposición al carácter uniformador del concepto. Quien busca una vida plena, al margen de lo gregario, debe convertirse en artista, no en el sentido de producir obras de arte, sino de regirse por la belleza y convertir su existencia en arte, viviendo creativamente al margen de las convenciones. Esto implica juego, libertad, singularidad, sorpresa, novedad y excepción: la liberación de los corsés conceptuales y el retorno a la experiencia originaria de crear metáforas.

El Superhombre y la Muerte de Dios

Con la conciencia de la «muerte de Dios» comienza la subversión de los valores supremos. Se inicia una nueva etapa histórica que acepta la voluntad de poder y los nuevos valores como realidad de lo real. La decadencia de los viejos valores ha terminado; se ha superado el nihilismo. La humanidad que busca su «ser-hombre» como voluntad de poder, y experimenta esta voluntad como parte de la realidad determinada por la voluntad de poder, se define por una figura esencial que va más allá del hombre anterior: el superhombre.

El hombre es algo que debe ser superado. El hombre superior intenta romper las cadenas morales, religiosas y metafísicas que lo aprisionan. Esta libertad creadora no es posible para el hombre en cuanto hombre, sino para el «hombre ennoblecido». El hombre superior, siempre amenazado, es una realidad: vive en medio de peligros internos y externos. En una sociedad rutinaria, lo extraordinario del hombre superior se corrompe. Son doblegados, se vuelven melancólicos y enfermos. La sociedad es enemiga de los grandes, pues odia lo que se sale de lo cotidiano y mediocre.

El superhombre encarna el mensaje de Nietzsche. No es un personaje terrible, sino un niño, en referencia a un pasaje de Heráclito. La condición para la aparición del superhombre es la «muerte de Dios»: «Dios ha muerto, hagamos que viva el superhombre». Este tema ya aparecía indirectamente en Lutero y Hegel.

Conocimiento, Ciencia y Lógica

Para Nietzsche, la ciencia y la lógica tienen valor en referencia a ciertos intereses humanos. Él reprocha al conocimiento su pretensión de oponerse a la vida, de medirla y juzgarla, de considerarse un fin en sí mismo. El conocimiento, un simple medio subordinado a la vida, ha terminado por erigirse en juez y en instancia suprema. La oposición entre el conocimiento y la vida es un síntoma de una vida reactiva que encuentra en el conocimiento un medio para conservar y triunfar.

Nietzsche critica que el conocimiento haga del pensamiento un simple medio al servicio de la vida reactiva, convertida en modelo de toda vida y del pensamiento mismo. Cuando el conocimiento legisla, el pensamiento queda sometido. El conocimiento es el pensamiento sometido a la razón y a todo lo que se expresa en ella. La vida está sometida al conocimiento, al mismo tiempo que el pensamiento está sometido a la vida. El instinto que busca el conocimiento se ve obligado a abandonar el terreno conocido y a lanzarse hacia lo incierto, y el instinto que busca la vida se ve obligado a buscar un nuevo lugar donde establecerse. La verdad, como concepto, es absolutamente indeterminada.

La Voluntad de Poder

El hombre ya no es un compuesto de alma y cuerpo, sino vida, el conjunto de lo que le acontece. La vida es voluntad de poder, la capacidad para valorar y crear valores. La vida, que busca superarse a sí misma, se expresa mediante la voluntad de poder. Vivir implica obrar, valorar, crear nuevos valores y prescindir de los viejos. Gracias a la voluntad de poder, el hombre tiende a desarrollarse y es consciente de que puede superarse: tiene sensación de poder.

Para conservarse, el hombre implantó valores en las cosas; él fue el primero en crear un sentido humano a las cosas. Por eso se llama «hombre», el que realiza valoraciones. La fortaleza de la vida reside en el conocimiento de la voluntad de poder, y la debilidad en apartar la vista de ella. Crear es la exigencia que todo hombre se impone. Pero en el acto de creación está implícita la destrucción. Nietzsche intentó compensar su débil salud con una férrea voluntad de vivir e imponerse a su naturaleza enfermiza.

Para Nietzsche, el mundo, el hombre y la vida son voluntad de poder. Aunque no explica explícitamente el significado de esta expresión, se refiere a ella con frecuencia. Nietzsche se interesa cada vez más por los valores morales; de ahí que la voluntad de poder sea, en gran medida, voluntad creadora de nuevos valores y aniquiladora de los tradicionales. Esta voluntad alcanza una dimensión cósmica en uno de los textos de Nietzsche.

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