La Sustancia en la Filosofía de Aristóteles
La sustancia es uno de los conceptos clave en la filosofía de Aristóteles. Para él, la sustancia no es un ente cualquiera, sino que es aquello que existe de manera independiente, lo que constituye la base o el fundamento de todo lo demás. Aristóteles dedica gran parte de su filosofía a la ontología (o ciencia del ser), intentando desentrañar la naturaleza de lo que «es» en su sentido más profundo.
La Ontología Aristotélica y la Sustancia
La filosofía primera o metafísica se ocupa de estudiar el «ser en tanto que ser», es decir, lo que es en su nivel más fundamental y universal. Aristóteles quiere entender lo que hay en común en todo lo que existe, y su ontología busca identificar los principios primeros que explican la existencia de todo lo que es. En este sentido, la sustancia ocupa un lugar central como aquello que es ser de manera primaria.
Aristóteles establece que el término «ser» se utiliza de diversas maneras. Hay diferentes sentidos de ser dependiendo del contexto, pero lo que tiene primacía es el ser sustancial. El ser de la sustancia primera es el más fundamental, porque es aquello que existe por sí mismo, mientras que otros tipos de ser dependen de las sustancias para existir.
Las Categorías y los Sentidos del «Ser»
En su obra «Categorías«, Aristóteles clasifica los distintos sentidos en los que se puede decir «ser», desarrollando un sistema para diferenciar los diferentes tipos de «ser». Dentro de este sistema, la sustancia primera es el tipo de ser más fundamental, ya que es lo que existe independientemente de todo lo demás.
Las Categorías no solo buscan clasificar los diferentes sentidos de «ser», sino que también establecen la distinción entre los diferentes tipos de predicación:
- Predicación esencial: Se refiere a lo que constituye la naturaleza misma de una cosa, es decir, a las cualidades que definen lo que esa cosa es.
- Predicación accidental: Se refiere a las cualidades o características que pueden estar en una cosa sin ser parte esencial de ella.
Distinción entre Sustancias Primeras y Segundas
- Sustancias primeras: Son los individuos particulares, las entidades concretas que existen por sí mismas. Estas son las sustancias que existen de manera independiente y no dependen de nada más para existir.
- Sustancias segundas: Son los géneros y especies de las sustancias, lo que Aristóteles denomina «tipos de seres», que se predican de las sustancias primeras.
La sustancia primera es definida por Aristóteles como aquello de lo que todo se predica y que no se predica de nada más. Es la realidad básica, el sujeto que soporta las cualidades y predicado de ninguna otra cosa. Las sustancias primeras son los individuos concretos y particulares, como Sócrates, este árbol, o esta piedra.
Diferencias con Platón
Una de las grandes diferencias entre Aristóteles y Platón es su visión sobre lo que es más «primario». Platón sostenía que las Formas universales son más reales que las sustancias concretas e individuales, que son solo copias imperfectas de estas Formas. Aristóteles, por su parte, da primacía a las sustancias individuales, considerando que son las realidades más fundamentales, y que las características universales dependen de las sustancias particulares. En lugar de buscar una realidad ideal fuera del mundo material, Aristóteles afirma que la realidad concreta es la que debe ser estudiada.
Materia y Forma en la Metafísica
En la Metafísica, Aristóteles profundiza aún más en la naturaleza de la sustancia. Para él, una sustancia no es algo aislado, sino que es compleja, pues involucra tanto materia como forma.
El Hilemorfismo
Aristóteles propone que todas las sustancias son compuestos hilemórficos, es decir, combinaciones de materia y forma. La materia es el principio de potencia, la capacidad de ser algo, mientras que la forma es el principio de acto, lo que actualiza esa potencialidad y le da identidad específica. Aristóteles considera que la forma sustancial es lo primero, no la materia. La materia por sí sola no es nada determinado, solo es pura potencialidad. La forma es lo que actualiza la materia, dándole una identidad concreta y convirtiéndola en algo específico.
La Primacía de la Forma
La materia primera (o materia en su estado más puro) no puede ser la base de la realidad, ya que es pura potencialidad, sin ninguna determinación. Para que algo sea algo determinado, la materia necesita recibir forma. Sin forma, la materia no es nada en particular.
La forma sustancial es lo que define a una sustancia y la hace ser lo que es. La forma es lo que da unidad y determinación al compuesto de materia y forma. Sin forma, la materia no sería nada determinado, por lo tanto, la forma sustancial es lo primero en el proceso de individuación y determinación de las sustancias.
La Unidad de Materia y Forma
Aunque la forma sustancial sea lo primero, Aristóteles subraya que en la realidad concreta la forma siempre está unida a la materia. El compuesto hilemórfico es una unidad indisoluble, en la que la materia y la forma están intrínsecamente conectadas y no pueden separarse de manera real. La sustancia no es solo materia ni solo forma, sino una unión de ambas.
La Excepción: Dios como Sustancia Perfecta
El único caso en que Aristóteles considera que hay una sustancia sin un compuesto de materia y forma es Dios, a quien considera actuación pura, sin necesidad de materia, ya que es absolutamente perfecto y no depende de nada más para existir.
El Problema de la Ética en Platón
El problema de la ética en Platón se centra en la concepción de la justicia, la virtud y la felicidad. La ética platónica sostiene que la vida justa y virtuosa es la más feliz, estableciendo una relación inseparable entre virtud (areté) y eudaimonía (felicidad plena).
El Esquema Virtud-Eudaimonía
En primer lugar, en el esquema virtud-eudaimonía, Platón define la virtud como la excelencia moral o perfección del alma, mientras que la eudaimonía es la felicidad auténtica. Para él, alcanzar la justicia significa alcanzar la armonía interior y, por lo tanto, la felicidad verdadera. La vida más justa es también la más feliz, porque en ella reina el orden y la razón.
El Desafío de Glaucón y Adimanto
En el desafío de Glaucón y Adimanto, personajes en La República, se plantea la idea de que la justicia sería solo una convención social. Según ellos, los individuos actuarían injustamente si pudieran hacerlo sin consecuencias, ya que la justicia sería un mal menor que aceptamos para evitar el daño mutuo. Ante este desafío, Platón responde construyendo la ciudad ideal como analogía para explicar la justicia en el individuo.
En la ciudad ideal:
- División de clases sociales:
- Gobernantes (sabiduría).
- Guardianes (valor).
- Productores o artesanos (moderación).
La justicia surge cuando cada clase cumple con su función sin interferir en las tareas de las otras.
- Educación de los gobernantes y guardianes: es fundamental para preservar el orden y la justicia en la ciudad.
De esta manera, la justicia en la ciudad ideal se convierte en un modelo para entender la justicia en el alma.
La Concepción Positiva de la Justicia
Platón desarrolla su concepción positiva de la justicia mediante una analogía entre la ciudad y el alma. Al igual que en la ciudad ideal, el alma está dividida en tres partes:
- Racional: debe gobernar con sabiduría.
- Irascible (ánimo o voluntad): su función es apoyar a la razón con valentía.
- Concupiscible (deseos): debe moderarse para no caer en el exceso.
La Justicia en el Alma y las Cuatro Virtudes Cardinales
La justicia en el alma ocurre cuando cada parte cumple su función: la razón gobierna, el ánimo respalda y los deseos se controlan. Esta armonía interna corresponde a la justicia en la ciudad, donde cada clase social desempeña su rol específico.
Platón identifica cuatro virtudes cardinales, presentes tanto en el alma como en la ciudad:
- Sabiduría: en los gobernantes y en la razón.
- Valor: en los guardianes y en el ánimo.
- Moderación: en los productores y en los deseos.
- Justicia: la armonía general donde cada parte cumple su función.
La Vida Justa como la Más Feliz
Finalmente, Platón justifica que la vida justa es la más feliz y virtuosa. El orden y la armonía permiten alcanzar la eudaimonía, mientras que la injusticia genera desorden, ruina y sufrimiento (akrasia). Por lo tanto, la ética platónica demuestra que la justicia no es solo una convención, sino una necesidad para lograr la perfección del alma y la felicidad verdadera.