Resumen: La Ciencia según Aristóteles
Aristóteles define la ciencia como una virtud intelectual, una disposición del alma que posee la verdad. El objeto de estudio de la ciencia es lo necesario, aquello que no puede ser de otra manera y, por tanto, es eterno. Esta ha de enseñarse siguiendo un método: la inducción, que es el conocimiento que fundamenta la deducción y que suministra las verdades universales a través de las cuales la deducción extrae sus consecuencias. El silogismo es un razonamiento deductivo y se complementa con la abstracción. Por esta razón, Aristóteles dice que la ciencia es un modo de ser demostrativo que parte de lo que ya se conoce. Por tanto, la ciencia es un saber demostrativo por la causa.
Nociones
La ciencia es una virtud intelectual, es decir, una inclinación del alma de los hombres cuyo objetivo es la obtención de la verdad. El objeto de estudio es lo necesario y universal, aquello que no puede ser de otra manera. Además, toda ciencia se enseña y se aprende siguiendo un método: el de la deducción (silogismo), inducción y abstracción.
Para alcanzar el conocimiento universal y necesario, debemos saber la realidad con certeza. Esto ocurre cuando sabemos qué es (su existencia), qué es (la esencia) y por qué es (causas y razones que lo explican). Así, la ciencia es un saber demostrativo por la causa. Lo “que es” lo captamos mediante los sentidos, “qué es” lo sabemos mediante la abstracción sobre los datos sensibles, y el “por qué es” lo sabemos gracias a los razonamientos demostrativos o deductivos.
Así, la deducción o demostración se encarga de proporcionarnos la certeza sobre la verdad de una afirmación. En este proceso se relaciona la afirmación que se quiere fundamentar con los principios en los que se fundamenta y hacen imposible su negación. Aristóteles establece la lógica como una ciencia, una teoría del razonamiento formalmente correcto. La lógica trabaja mediante unas estructuras formales llamadas silogismos, que expresan la relación de inclusión, como lo particular se deduce de lo universal.
Los silogismos tienen unas características que nos dan certeza de su verdad: han de partir de premisas verdaderas y evidentes, y si las premisas son verdaderas, tienen que ser indemostrables, primeras e inmediatas. Para llegar a esas verdades primeras es necesario el uso de la abstracción, pero antes, necesitamos de la inducción como una ayuda para poder captar estas verdades.
La inducción nos permite pasar de lo universal a lo particular. Así pasamos de enunciados particulares referidos a individuos a enunciados particulares cada vez más amplios. La abstracción entonces nos permitirá intuir aquellas verdades primeras e indemostrables en las que todo conocimiento científico ha de apoyarse.
Platón descartaba la idea de poder alcanzar algún conocimiento necesario y universal mediante la experiencia y el uso de los sentidos, pues ese conocimiento se encontraba en el mundo de las ideas, que está vedado a los mortales. Precisamente por eso Platón rechaza la idea de la física como una ciencia, pues esta se basaría en el estudio de aquello que nosotros observamos (los fenómenos naturales), que sería, según Platón, un mero conocimiento contingente y particular. Aristóteles, en desacuerdo con su maestro, da una explicación de por qué la física es ciencia mediante el uso de su teoría hilemórfica y los conceptos de potencia y acto. Según Aristóteles, las ideas se dan mezcladas con lo contingente en los individuos particulares y concretos. Así, estando la materia (lo contingente) en potencia de la forma (las ideas, universales y necesarias) podemos alcanzar un conocimiento científico mediante el estudio metódico de lo contingente que observamos con nuestros sentidos.
Virtudes Intelectuales y Morales
Aristóteles piensa que todo cuerpo o sustancia es un compuesto de materia (hyle) y forma (morphe), y una jamás se puede dar sin la otra: “no hay morphe sin hyle”.
Esto se contrapone totalmente a Platón, que defendía la existencia de dos mundos totalmente separados: el de lo necesario, donde se encuentran las ideas (formas) que es eterno y perfecto, y el de lo contingente e imperfecto, donde se encuentra la materia.
El alma de los hombres será, por tanto, nuestra forma, que tendemos siempre a alcanzar mediante la perfección de las virtudes. Para Aristóteles, estas virtudes podían clasificarse en dos grupos: por un lado, las virtudes éticas o morales, disposiciones que nos ayudan a perfeccionar el carácter y encaminar nuestro comportamiento; y por otro lado, las virtudes dianoéticas o intelectuales, que buscan la perfección del conocimiento.
El alma está dividida en dos partes: la racional (relacionada con el pensamiento) que nos conduce a la verdad, y la irracional (común con los seres vivos) que nos conduce al bien.
La parte racional del alma, a su vez, se puede dividir en dos funciones: la científica, por la que captamos la parte de la realidad que no puede ser de otra manera, y la calculadora o deliberativa, por la que conocemos los aspectos contingentes de la realidad.
Las virtudes intelectuales atribuidas por Aristóteles a estas dos funciones del alma son la ciencia y el arte respectivamente. Aunque también le atribuye a la parte científica el intelecto, que es el dominio de los principios que no necesitan demostración, y la sabiduría, que vendría a ser el resultado de la unión del intelecto y la ciencia.
Por otro lado, el alma tiene también una parte irracional que, a su vez, tiene dos funciones: la vegetativa, que no responde a la razón, y la apetitiva, que puede, pero no necesariamente, ser dominada por la razón. La virtud intelectual que le corresponde a esta función es la prudencia.
Las virtudes éticas o morales, como virtudes que son, se consideran disposiciones del alma para actuar de un modo determinado. En este caso, la tendencia de las virtudes morales será llevarnos a elegir el término medio relativo a cada cual. Además, la virtud, entendida por Aristóteles como excelencia, nos dice que dichas virtudes nos llevan a perfeccionar los rasgos de nuestro carácter que nos destacan positivamente entre los demás y llevarlos a la excelencia.
Aristóteles subdivide estas virtudes en dos categorías: una en la que se engloban las virtudes que dominan la parte irracional del alma (como la valentía, que es el término medio entre la cobardía y la temeridad); la otra categoría englobaría las virtudes relacionadas con la relación social del hombre con sus semejantes (la justicia es la principal de todas ellas, a la que Aristóteles dedica el libro V de la Ética a Nicómaco).
Virtud y Felicidad
Para Aristóteles, el fin último del hombre es la felicidad. Esta consiste en el ejercicio de la actividad propia de cada ser.
Todo ser natural tiene una disposición a realizar determinadas actividades con el fin de satisfacer sus tendencias, llegando así a la perfección y la felicidad. La actividad más propia del hombre es la intelectual, siendo por tanto el ideal de felicidad para un hombre la actividad contemplativa.
El ejercicio de este tipo de actividad requiere del saber contemplativo, deseable por sí mismo y que versa sobre lo que no puede ser de otra manera. Este saber es totalmente desinteresado, sin un fin en la producción o la acción, estando por tanto identificado con la ciencia.
Para llegar a esta forma de felicidad es necesario poseer ciertos bienes corporales (como la salud y determinados placeres) y medios materiales económicos suficientes, pues como dice Aristóteles: “…los que afirman que el que sufre tortura o el que ha caído en grandes infortunios puede ser feliz si es bueno, no saben lo que dicen”.
Otro requisito muy importante para alcanzar la felicidad es la posesión de las virtudes morales. Estas virtudes, que como tales, son disposiciones del alma para actuar de un modo determinado, tienen como fin llevarnos a elegir el término medio relativo a cada cual. Además, la virtud, entendida por Aristóteles como excelencia, nos dice que dichas virtudes nos llevan a perfeccionar los rasgos de nuestro carácter que nos destacan positivamente entre los demás y llevarlos a la excelencia.
Según el intelectualismo moral de Sócrates, la virtud es igual a conocimiento, mientras que, según Aristóteles, eso no es suficiente, y se requerirá siempre de la voluntad: “la felicidad es una cosa excelente y divina” pero no es un regalo de los dioses ni tampoco producto del azar, sino que es preciso conquistarla por el ejercicio y práctica de las virtudes.
Para Aristóteles, por tanto, la virtud es un hábito adquirido mediante el esfuerzo y tenacidad en la práctica de obrar bien. Además, la virtud se concibe como un hábito voluntario y libre, donde no solo se requiere del conocimiento, sino también la voluntad para llevarlo a la práctica.
Así, Aristóteles explica esto mediante los conceptos de potencia y acto, afirmando que una virtud que no se lleva a la práctica, se queda, por tanto, en una mera potencialidad.
Contextualización
El texto se integra en el contexto de la reflexión ética griega que se plantea en términos de felicidad, de la posibilidad de alcanzar una forma de vida digna y satisfactoria para la cual es imprescindible la posesión de un buen carácter (virtudes morales) e imprescindible la excelencia del conocimiento (virtudes intelectuales). Este texto muestra un alejamiento radical de Aristóteles respecto de su maestro.
La obra de Aristóteles a la que pertenece este fragmento es la Ética a Nicómaco, una obra compuesta por 10 libros. El libro I intenta determinar en qué consiste la felicidad. Los libros II-V están dedicados al estudio de las virtudes morales, desarrollando la definición de virtud como término medio, y también se estudia la justicia. En el libro VI se estudian las virtudes intelectuales y en el libro VII se dan consideraciones sobre la incontinencia y el placer. Se estudia la amistad en los libros VIII-IX y finalmente el libro X está dedicado a la discusión sobre el placer y al tema de la vida contemplativa como ideal de felicidad.
El libro VI, en el que se encuentra nuestro fragmento, menciona las consideraciones sobre la incontinencia y el placer. Este libro está dividido en 8 capítulos, de los cuales del 3 al 5 pertenecen a este fragmento:
El capítulo I establece la transición entre virtudes morales y virtudes intelectuales. En este capítulo atribuye las virtudes intelectuales a la parte racional del alma, y divide las funciones de esta en científica y calculadora o deliberativa. En el capítulo II se dice que el bien para el conocimiento es la verdad, y las virtudes intelectuales son las disposiciones del alma que favorecen la obtención de esta. En el capítulo III Aristóteles enumera las virtudes intelectuales y define la ciencia por su objeto de estudio (lo necesario) y por ser una disposición a demostrar por la causa. El arte se caracteriza en el capítulo IV, y se distingue entre acción y producción y caracteriza el arte. Ya en el capítulo V se caracteriza la prudencia, referida a la acción. En el capítulo VI se explica el intelecto y su relación con la ciencia. Además, se dice que la operación fundamental del intelecto es la intuición. La sabiduría y la prudencia son distinguidas en el capítulo VII. Y finalmente en el capítulo VIII Aristóteles analiza la prudencia de nuevo, y trata de conectarla con la política y también con la experiencia.
De los tratados de Aristóteles apenas nos quedan unos pocos fragmentos exotéricos (destinados al público), mientras que la mayor herencia que tenemos de Aristóteles son sus obras esotéricas, como apuntes de clase destinados a alumnos del Liceo, su escuela.
El conjunto de escritos de Aristóteles que se conserva se conoce como corpus aristotelicum y así encontramos tanto tratados de lógica, escritos físicos, tratados de ética y política, como la Ética a Nicómaco.
A pesar de haber estado 20 años conviviendo con Platón, Aristóteles critica fuertemente la filosofía de su maestro. Para Aristóteles el universo sí era un todo ordenado, consideraba la ciencia como un conocimiento universal y necesario, rompió con la dialéctica platónica y consideraba que no había un mundo de las ideas separado por las cosas. Aparte, ponía solución al problema eleático del movimiento de Platón, ya que para él la ciencia trata lo universal, buscando la esencia común de las cosas.
Será un buen referente para Santo Tomás de Aquino. Además, su modelo de ciencia, que dividía el mundo en dos (sublunar y supralunar) se mantiene prácticamente hasta la aparición de la ciencia moderna.
Aristóteles nace en Estagira (384-322 a.C.). Su padre fue médico del rey de Macedonia, hecho relacionado con su interés por la biología y la ciencia física. Fue preceptor de Alejandro Magno y durante su reinado funda su escuela: el Liceo.
Resumen: Prudencia
Aristóteles caracteriza la prudencia a partir de la significación de prudente en el lenguaje. Es un modo de ser, una disposición a comportarse conforme a normas, deliberar correctamente acerca de lo bueno y malo para el hombre. Lo diferencia de acción y producción. Su objeto es lo contingente, es decir, lo que puede ser de otra manera. Podemos distinguir la prudencia de la ciencia, ya que para esta su objeto es lo necesario, y del arte porque se basa en la producción y está destinada a la génesis; mientras que la prudencia se basa en la acción, que tiene su fin en sí misma. No se trata de construir o hacer algo bueno, sino de comportarse conforme a reglas.
El hombre prudente es aquel capaz de deliberar sobre lo bueno y conveniente con el fin de alcanzar una vida buena en general. Aquello sobre lo que deliberará el prudente es aquello que puede ser de otra manera, lo contingente. Podemos decir que la prudencia entonces no es ciencia, pues el objeto de la ciencia es lo necesario, y no es arte pues la producción está destinada a la génesis, mientras que la acción (objeto de la prudencia) tiene su fin en sí misma. La prudencia, al ser una cualidad en la economía y la política, ha de ir siempre acompañada por la moderación, pues el hombre corrompido por el dolor o el placer ve nublado su juicio sobre aquello que es bueno o conveniente para los demás. No existe además excelencia en la prudencia, al contrario de lo que ocurre con el arte, diferenciando finalmente la prudencia como una disposición racional y verdadera que delibera sobre lo bueno o malo para el hombre.
Nociones
La prudencia es una virtud intelectual o dianoética que permite al ser humano deliberar correctamente. El rasgo distintivo del hombre prudente es ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas que pueden ser buenas y útiles para él, que deben contribuir en general a su virtud y a su felicidad. Así, la prudencia será un modo de ser racional (virtud intelectual), verdadero y práctico, respecto a lo que es bueno para el hombre. Es la virtud de la parte racional del alma encargada de formar opiniones, pues ambas (la opinión y la prudencia) tienen por objeto lo contingente, a diferencia de la racionalidad teórica.
La moderación es un término medio respecto de los placeres corporales. El hombre moderado es aquel que es guiado por la recta razón (prudencia y término medio). Los deseos del hombre moderado deben estar regulados por la razón. La recta razón es la que determina el justo medio de las virtudes morales.
Por tanto, la moderación es para Aristóteles algo que salvaguarda la prudencia, por lo que debe añadírsele a esta, porque un hombre que no contenga los placeres (que no sea moderado), se encontrará cegado a la hora de deliberar acerca de lo bueno, labor que corresponde a la prudencia. La moderación, por tanto, preserva a la prudencia de la perturbación que el placer y el dolor ocasionan en los juicios referidos a la actuación, de los que se ocupa la prudencia. Las virtudes morales se rigen por la pauta ética del “justo medio”: la virtud está en el término medio entre dos extremos deficientes, uno por exceso y otro por defecto. Por tanto, la moderación será lo que permita al ser humano alcanzar el resto de las virtudes.
En resumen, la prudencia y moderación constituyen dos caras (una del plano de las virtudes morales y otra del plano de las virtudes intelectuales prácticas respectivamente) para el dominio de los impulsos del deseo irracional del ser humano, situados en el alma sensitiva que, si bien no es racional, sí “escucha” los dictados de la razón y puede ser guiada por ella a través de la costumbre. La obra del hombre, afirma Aristóteles, se lleva a cabo por la prudencia y la virtud moral, porque la virtud hace que el fin propuesto sea recto, y la prudencia hace rectos los medios para este fin. Así, sobre todo la virtud moral de la moderación, hace recto el fin que se propone el hombre en su acción, mientras que la prudencia se ocupa de los medios. La persona prudente, por tanto, es aquella que elige adecuadamente.
Resumen: Arte
Aristóteles caracteriza el arte como una disposición a producir conforme a reglas obtenidas de la experiencia por inducción y abstracción.
El fin de la acción es productivo, el objeto que se produce es lo contingente, es decir, aquello que puede ser de otra manera, y lo diferencia de lo necesario, lo que no puede ser de otra manera. El objeto del arte es la creación (génesis) que tiene como objeto la producción y cuyo origen y causa es quién lo produce y no el producto. Concluimos, pues, que el arte es un modo de ser productivo acompañado de la razón verdadera y que representa y se refiere a todo aquello que puede ser de otra manera y no surge de los objetos y seres existentes necesariamente en la naturaleza, sino el que la produce, el hombre.
Nociones
Para Aristóteles, la experiencia es la base de la técnica y de la ciencia. En este aspecto era totalmente empirista, al contrario que su maestro Platón, que restaba protagonismo a los sentidos, pues solamente percibían un mundo contingente e imperfecto totalmente distinto al de las ideas.
Se puede poseer experiencia y ser incapaz de formularla lingüísticamente, como es el caso del experto. Este sabe, pero no conoce las causas ni puede explicar lo que hace, y por tanto es incapaz de enseñar. El experto acierta por rutina, y no por saber las reglas que rigen aquello que hace. Por otro lado, está el técnico o científico, que conoce las causas y es capaz de enseñar. El saber siempre predomina sobre la experiencia.
Por ende, podemos distinguir tres tipos de saberes: el contemplativo, el productivo y el práctico. Estos se corresponden con tres tipos de actividades: teórica, producción y acción respectivamente.
La acción es aquel tipo de actividad que tiene un fin interno a la propia acción.
Así, Aristóteles distingue un tipo de racionalidad para cada actividad. La correspondiente a la acción será la prudencia. Aquí el hombre no busca fines externos para justificar la acción, sino que esta queda justificada por sí misma. El fin de la acción es la actividad misma, es decir, el principio y el fin de la acción coinciden. Así será una característica del hombre prudente la capacidad de deliberar rectamente sobre lo bueno o malo para sí mismo.
Por otro lado, la producción (objeto del arte) es la actividad cuyo fin siempre es externo a la acción. La racionalidad propia de esta actividad será la racionalidad técnica o productiva. En la producción, el fin de la actividad es algo externo a esta, el producto. Practicar el arte o técnica es considerar cómo producir algo que es contingente (puede ser o no ser) y tiene su principio en quien lo produce, la causa eficiente. Así el arte posee universalidad, pero no necesidad. Entonces estamos en situación de expresar el arte como el modo de ser productivo acompañado de la razón verdadera, es decir, el saber hacer o producir algo conforme a reglas.
Ambas, producción y acción, tienen en común que se refieren a aquello que puede ser de otra manera, lo contingente.