Conceptos de Nietzsche
Decadentes: Son todos aquellos individuos incapaces de asumir la realidad del devenir. Algunos no pueden ser dueños de sus intentos y son arrastrados al caos y a la autodestrucción. Otros muchos son enfermos, débiles, domesticados, que han optado por negar, por reprimir la vida y sus manifestaciones, por aniquilar los instintos más primordiales y por inventar trasmundos imaginarios consoladores. Hay a la base un déficit fisiológico, una voluntad de poder debilitada que sólo sabe conservar la vida mediante la negación de los valores superiores. Esa decadencia se ha propagado por Occidente y el resultado final es el nihilismo.
Devenir: Lo que nunca está fijo, lo que es siempre temporal, continuo fluir y acontecer, siempre es movimiento, no tiene sustancia ni esencia. Una sucesión de instantes sin finalidad, un infinito llegar a ser, convertirse en, donde cada instante es ya un punto de llegada: “el sentido del devenir ha de estar en todo instante realizado, logrado, consumado”.
Enfermos: Aquellos cuya fisiología no es capaz de afrontar las manifestaciones de sobreabundancia y de poder de la vida, y, por miedo, las reprimen. Una actitud de negociación de la vida que indica debilidad. Se desprecia este mundo y se sacrifica la vida por un más allá al que nunca accederemos. Se limita a creer en la realidad que inventa porque no tiene la fuerza suficiente para aceptar la vida como es y luchar por crearla según sus aspiraciones.
Lenguaje: Los filósofos pretenden conocer el mundo, representar la “verdadera” realidad, a través del lenguaje, y lo hacen mediante un tipo de concreto de lenguaje, el conceptual. Los conceptos son términos que designan clases de cosas o experiencias y dejan de lado las cosas individuales, cada uno de ellos diferentes de los demás. Su utilización supone que la realidad está compuesta de casos idénticos, universales e inmutables. Por ello, Nietzsche dice que no pueden expresar la realidad de la vida que es sólo cambio, transformación, devenir. Son un falseamiento de la realidad porque “matan” la experiencia primera que los individuos tienen de la realidad y ponen en su lugar un material ajeno, extraño a la vida misma.
Momia: Momificar es interrumpir el proceso natural de degradación de un cuerpo tras la muerte, detenerlo en su último estado de manera que pueda perdurar fijo e inmutable a lo largo de los siglos siguientes, incluso para toda la eternidad. El término explica la postura de los filósofos a lo largo de la historia que han intentado detener el devenir de la vida mediante sus conceptos metafísicos. No han sido capaces de aceptar que en la vida todo fluye y que su esencia es el cambio, la muerte y la transformación. Han odiado el devenir y para contrarrestarlo han creado ultramundos inmutables y eternos. En ello ha tenido un papel fundamental el lenguaje.
Nihilismo: La cultura occidental está enferma y esa enfermedad es el nihilismo. La causa es el descubrimiento de que sus adorables dioses y los grandes conceptos de verdad, bien, razón… eran falsos. Ahora no pueden creer en nada y caminan sin rumbo con un vacío de sentido dentro de cada uno. Se han dado cuenta que sus valores estaban edificados sobre una ficción que ahora se derrumba, lo que causa un pesimismo que lo invade todo. Frente al nihilismo pasivo reacciona Nietzsche con un nihilismo activo para acabar de derribar todos los valores y superarlo con la creación de un nuevo ser diferente al actual. Este paso de crear un nuevo ser lo explica con la triple metamorfosis (camello, león, niño y superhombre).
Razón: Es uno de los principales ídolos de nuestra cultura occidental. Es la responsable del falseamiento del conocimiento, la principal manipuladora de nuestra experiencia y la gran enemiga de los instintos. Ha sido la creadora del mundo metafísico y de sus categorías, la que desterró los mitos e impuso su discurso lógico, el único acceso a la verdad. Este ha cambiado la manera de percibir la realidad a través de los sentidos, y un concepto de bien enfrentado a la vida.
Voluntad de poder: Es la fuerza o instinto primordial característico de todo lo viviente que tiende a exteriorizar su poder. Es algo vital, una energía que nos lleva a actuar con el fin de autoafirmarnos, de crecer y fortalecernos. Se manifiesta de maneras diferentes como el instinto de crueldad, el deseo de dominar… Es inconsciente, irreflexiva, cambiante, libre y configura todas las otras pasiones y determina la razón. Según sea nuestra voluntad de poder, así será nuestra forma de argumentar.
La Influencia de Nietzsche en Ortega y Gasset
Uno de los autores que mostró una especial predilección por el pensamiento de Nietzsche fue el pensador español Ortega y Gasset, que desarrolló su filosofía en la primera mitad del siglo XX. En sus obras de madurez, propone una concepción perspectivista de la verdad y defiende los valores vitales, las dimensiones no estrictamente racionales de la persona, bajo la influencia del vitalismo nietzscheano.
Pero el vitalismo de Nietzsche es contrario al racionalismo. Su pensamiento tiene desde el comienzo un claro propósito: aceptar la realidad como devenir, como cambio permanente y juego trágico entre contrarios, afirmar la vida con toda su complejidad, exaltar los valores genuinamente vitales entendiendo que la vida (cada vida humana individual) es “voluntad de poder”, es decir, fuerza creadora, impulso, intuición, instinto y afán de superación, de manera que subraya los aspectos irracionales de la vida. Ortega, aunque influido por Nietzsche, y aun compartiendo su crítica a los excesos del racionalismo, evita acentuar los aspectos irracionales, pasionales o instintivos de la vida. Es por esto que Ortega no admitió que lo clasificaran como vitalista. Él mismo llamó a su doctrina “raciovitalismo” o doctrina de la “razón vital”, y con este título quiso separarse tanto del racionalismo dominante en la filosofía moderna como del vitalismo de Nietzsche.
Considera que carece de sentido rechazar la racionalidad humana, pues es una dimensión básica e irrenunciable. El apetito de verdad y de objetividad forma parte de las inclinaciones más profundas del ser humano, así como nuestra predisposición a alcanzarlas mediante el ejercicio de la razón. Además, con la razón construimos descripciones de la realidad que nos permiten orientarnos y enfrentarnos al naufragio de la existencia. Ortega reclama el valor de la razón, pero de una razón vital que, a diferencia de la razón pura del racionalismo, es capaz de recoger las peculiaridades y reclamaciones de la vida (la perspectiva, la individualidad, la historia, la vocación por la acción, la excelencia y la corporeidad) y que se dirige fundamentalmente a proporcionarnos ciertas pautas para orientarnos en nuestra vida y circunstancia. La razón vital es también “razón histórica”. Comprender los distintos sentidos de la existencia humana exige tener en cuenta los sentimientos y proyectos del individuo y de la colectividad, así como las categorías, creencias y esquemas mentales que cada individuo, grupo o cultura ha utilizado para dar un sentido a su vida y enfrentarse al reto de la existencia. En este sentido, Ortega afirma que el ser humano no es naturaleza, sino historia. Dicho de otro modo, no existe una esencia humana genérica, “el ser humano no es, sino que se hace”.
La influencia de Nietzsche lleva a Ortega a considerar la vida como el núcleo de la reflexión filosófica, frente al “cogito” cartesiano, es la vida la realidad indubitable. Frente al “yo abstracto” del racionalismo, Ortega propone el “yo circunstancial”. Del mismo modo, el “yo” no puede ser lo que es, sino en el ámbito de lo concreto y depende de la circunstancia para su realización.