No es lo mismo el color blanco que la gaviota blanca, ni una moneda pensada es igual a una moneda real, aunque todo lo que existe “sea”. Por eso dice Aristóteles que «el ser se dice de muchas maneras».
Los géneros supremos del ser, es decir los grandes grupos en los que se pueden encuadrar los modos de ser, reciben en Aristóteles el nombre de categorías. La primera de las categorías, el principal modo de ser es la ousía o esencia o sustancia, aquello que es y existe en sí, con independencia de otros seres.
Las sustancias son los individuos concretos que nos rodean y que se encuentran en un lugar y momento determinado. A diferencia de Platón, que solo reconocía como auténtica la realidad ideal y consideraba que los objetos sensibles son mera ilusión y engaño, para Aristóteles todo lo que nos rodea (este gato, esta casa, el vecino…) son sustancias y constituyen la única y auténtica realidad.
La sustancia es la entidad que sostiene (sub-stare) a las cualidades o accidentes de dicho ser, sirviéndoles de soporte; por eso permanece (subsiste) a través de los cambios accidentales: Pedro sigue siendo Pedro tanto en España como en Argentina, tanto si engorda como si adelgaza, tanto si estudia Filosofía o Bellas Artes.
Las sustancias forman parte del mundo sensible y material. No obstante, no se identifica con el mundo sensible de Platón. La realidad sustancial constituye una síntesis de los dos mundos platónicos. La sustancia aristotélica es el ser individual compuesto de materia y forma. Dentro de ese compuesto sustancial, la prioridad es para la forma, pues la materia prima, de por sí amorfa, puede llegar a ser una cosa u otra, roble o abeja, por la específica formalización de una forma sustancial.
Los Accidentes
Los accidentes serán lo que existe en otro (necesitan estar en un sujeto para existir). Aristóteles enumera nueve accidentes: la magnitud, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo, la posición, el hábito, la acción y la pasión.
Potencia y Acto
Aristóteles descubre que entre el ser y el no ser hay un término medio, el poder ser. Cada ser que es ya en acto puede llegar a ser otra cosa que todavía no es.
Acto es la determinación actual de la potencia, lo que ahora es. El niño es ahora niño en acto y hombre en potencia. El paso de la potencia al acto es precisamente el movimiento. Todo movimiento es la actualización de una potencia, el tránsito mediante el cual el ser en potencia va convirtiendo en acto su potencia. Aristóteles dirá que el movimiento es «el acto del ente en potencia en cuanto está en potencia».
Potencia es la capacidad de hacer o recibir algo, de producir o sufrir un cambio. Potencia activa es el poder de producir un efecto en otra cosa, se encuentra en el agente (ej.; el fuego puede quemar).
Potencia pasiva es la posibilidad de pasar de un estado a otro o de recibir la acción de una potencia activa, se encuentra en el que experimenta la acción (la madera puede ser quemada).
La materia es potencia en el sentido de que es capaz de recibir la actualización de la forma: el mármol es potencia de la estatua. Por consiguiente, la forma se comporta como acto. El acto tiene prioridad sobre la potencia, pues ésta existe siempre en función de aquél.
Hilemorfismo
El hilemorfismo (del griego hylé (‘materia’) y morphe (‘forma’), son el principio intrínseco.
Toda sustancia es un compuesto de materia y forma. Son coprincipios sustanciales que se exigen mutuamente. En todo individuo concreto (por ejemplo, la mesa sobre la que escribes) se pueden distinguir la materia de la que está formado (madera) y la esencia o forma, aquello que lo hace ser lo que es, en este caso una mesa y no una silla o una cuchara (entre otras cosas, el hecho de estar formada por una base plana sustentada por cuatro patas). Se corresponden con las dos realidades que postulaba Platón (mundo sensible/mundo ideas). Estos dos componentes solo son escindibles teóricamente, mediante un proceso de abstracción. En la realidad, materia y forma constituyen un compuesto inseparable (synolon) y no, como sostenía Platón, dos mundos irreconciliables.
La materia es el soporte o sustrato de la forma (no cambia) (la madera es el sustrato de la mesa); sin materia no hay sustancia (sin madera, o hierro, o mármol, no hay mesa). Pero la materia por sí sola tampoco es nada. Sin forma (lo que cambia), sin esencia, la madera o el mármol (si hablamos de una mesa) no constituyen ninguna sustancia: la forma es lo que hará de ella una mesa, una silla o un arca.
Las Cuatro Causas
Para que se produzca un movimiento, para que algo pase de la potencia al acto, es necesaria la intervención de una causa exterior a la potencia: ni el agua fría se calienta por sí misma ni el montón de ladrillos levantan de común acuerdo un edificio. Esto lo expresa un famoso principio filosófico: «todo lo que se mueve es movido por otro». Al agente del movimiento, al ser que lleva a cabo el paso de la potencia al acto se le conoce como causa eficiente (el escultor, el jardinero, el escritor…).
Toda causa eficiente actúa otorgando una forma a una materia, es lo que origina el principio del cambio o reposo. Ej.: Miguel Ángel (causa eficiente) confiere la forma del Moisés (causa formal) a un bloque de mármol (causa material).
Y lo hace con un fin determinado (causa final), pues toda causa eficiente obra por un determinado fin. Todo fenómeno responde a un objetivo. Todo en la naturaleza tiende a un fin: mejorar y perfeccionarse actualizando sus potencias. Aristóteles tiene una concepción teleológica de la naturaleza que será predominante en la antigüedad y Edad Media.
De la causa final dice Aristóteles que es la primera en el orden de la intención, pues la intención del arquero está en la diana antes que la flecha. Pero lo más interesante es que la causa final ha de ser inteligente, pues obra con previsión, y pre-ver significa ponerse previamente en el futuro y atraer y dirigir hacia sí el presente. En esta extraña peculiaridad se apoya Aristóteles para afirmar la inmaterialidad de la inteligencia humana.