El objetivo general de la filosofía de Hume fue aplicar el método experimental de la física de Newton al estudio de la naturaleza humana, pues consideraba que la ciencia del hombre es el saber fundamental. Con este fin aborda, en primer lugar, el estudio de la mente y el conocimiento humano.Según Hume, todos los conocimientos de la mente humana son percepciones, que pueden ser de dos clases: impresiones e ideas. Las impresiones se presentan ante nuestra mente con nitidez, fuerza y viveza, mientras que las ideas se caracterizan por su debilidad e imposición. Todas las ideas son, en último término, copias de impresiones, de modo que aquellas que no lo son carecen completamente de validez. No obstante,algunas ideas complejas surgen de su asociación mediante la imaginación por la semejanza, la contigüidad espacial y la relación entre causa y efecto. Esta explicación empiristadel origen las ideas conduce tanto a la negación de la existencia de ideas innatas como un claro nominalismo, pues toda idea es copia de impresiones particulares.Por otra parte, Hume reduce todo el conocimiento a dos clases: el que tiene como objeto relaciones de ideas y aquel que trata sobre cuestiones de hecho.
Las proposiciones que expresan relaciones entre ideas son independientes de lo que en realidad existe, se fundamentan en el análisis de las ideas que contienen, y son necesarias, ya que su negociación implica una contradicción lógica. Este tipo de juicios pertenecen a la lógica y matemática. En cambio, las proposiciones que expresan cuestiones de hecho se refieren a lo que existe, se basan en la experiencia, es decir, en las impresiones, y son contingentes, pues su negociación no entraña ninguna contradicción.Sin embargo, hay proposiciones acerca de las cuestiones de hecho que no están presentes en los sentidos. Según Hume, dichas proposiciones sólo pueden fundamentarse en la relación de causa y efecto. Este vínculo consiste en la idea de una conexión necesaria entre dos hechos sucesivos y contiguos en el tiempo. Ahora bien, no se tiene impresión alguna de la impresión de tal conexión, sino simplemente de la sucesión constante entre dos hechos. Así que la idea de conexión carece de validez. Por otra parte, toda predicción se basa en la inducción o generalización, la cual se apoya a su vez en la suposición de que la naturaleza se comporta uniformemente. Sin embargo, como este supuesto se conoce precisamente por la inducción, se cae así en un círculo vicioso, y, en consecuencia, la predicción carece en realidad de justificación. Por tanto, nuestro conocimiento de hechos futuros, así como el de las relaciones causales, es una mera creencia irracional cuya certeza deriva simplemente de la costumbre o hábito de haber tenido en el pasado las impresiones de dos hechos sucesivos.Una consecuencia de esta crítica de la noción de causalidad es la imposibilidad de afirmar la existencia de 2 cosas externas que sean la causa de nuestras impresiones, porque solo conocemos las percepciones y no es tampoco posible inferir a partir de ellas la existencia de una realidad exterior recurriendo a la idea de causa. El Empirismo radical de Hume conduce, pues, a un fenomenismo que implica a su vez un escepticismo moderado, ya que niega que el conocimiento humano pueda ir más allá de la mera existencia de percepciones.El Empirismo de Hume supone también una crítica de los demás conceptos de la metafísica, entre los cuales se encuentra la noción de impresiones e ideas. En su opinión, suponemos ideas de substancias corpóreas exteriores como el soporte de los conjuntos de impresiones para poder explicar así por que estas se presentan unidas ante la mente con certeza. Sin embargo, notenemos impresión de dichos sustratos, sino simplemente de una colección de impresiones. Por consiguiente, la idea de sustancia material carece de validez.En cuanto a Dios, no tenemos impresión ninguna de Él, ni tampoco resulta posible demostrar su existencia utilizando la idea de causa, puesto que dicha carece de fundamento empírico. En primer lugar, no es positivo una demostración a priori porque la existencia es una cuestión de hecho, y, por tanto, carece de sentido sostener que un ser existe necesariamente. En segundo lugar, tampoco resulta correcto la prueba del designio a partir del orden del universo, ya que, entre otras razones, dicha prueba se basa en una analogía o semejanza muy débil entre la relación del hombre con sus obras y la relación de Dios con el universo. Por último, la existencia del mal parece incompatible con un Dios personal, bueno y perfecto. Respecto a la religión, Hume opina que tiene su origen en el sentimiento de temor ante la muerte y del deseo de una vida futura.
Las proposiciones que expresan relaciones entre ideas son independientes de lo que en realidad existe, se fundamentan en el análisis de las ideas que contienen, y son necesarias, ya que su negociación implica una contradicción lógica. Este tipo de juicios pertenecen a la lógica y matemática. En cambio, las proposiciones que expresan cuestiones de hecho se refieren a lo que existe, se basan en la experiencia, es decir, en las impresiones, y son contingentes, pues su negociación no entraña ninguna contradicción.Sin embargo, hay proposiciones acerca de las cuestiones de hecho que no están presentes en los sentidos. Según Hume, dichas proposiciones sólo pueden fundamentarse en la relación de causa y efecto. Este vínculo consiste en la idea de una conexión necesaria entre dos hechos sucesivos y contiguos en el tiempo. Ahora bien, no se tiene impresión alguna de la impresión de tal conexión, sino simplemente de la sucesión constante entre dos hechos. Así que la idea de conexión carece de validez. Por otra parte, toda predicción se basa en la inducción o generalización, la cual se apoya a su vez en la suposición de que la naturaleza se comporta uniformemente. Sin embargo, como este supuesto se conoce precisamente por la inducción, se cae así en un círculo vicioso, y, en consecuencia, la predicción carece en realidad de justificación. Por tanto, nuestro conocimiento de hechos futuros, así como el de las relaciones causales, es una mera creencia irracional cuya certeza deriva simplemente de la costumbre o hábito de haber tenido en el pasado las impresiones de dos hechos sucesivos.Una consecuencia de esta crítica de la noción de causalidad es la imposibilidad de afirmar la existencia de 2 cosas externas que sean la causa de nuestras impresiones, porque solo conocemos las percepciones y no es tampoco posible inferir a partir de ellas la existencia de una realidad exterior recurriendo a la idea de causa. El Empirismo radical de Hume conduce, pues, a un fenomenismo que implica a su vez un escepticismo moderado, ya que niega que el conocimiento humano pueda ir más allá de la mera existencia de percepciones.El Empirismo de Hume supone también una crítica de los demás conceptos de la metafísica, entre los cuales se encuentra la noción de impresiones e ideas. En su opinión, suponemos ideas de substancias corpóreas exteriores como el soporte de los conjuntos de impresiones para poder explicar así por que estas se presentan unidas ante la mente con certeza. Sin embargo, notenemos impresión de dichos sustratos, sino simplemente de una colección de impresiones. Por consiguiente, la idea de sustancia material carece de validez.En cuanto a Dios, no tenemos impresión ninguna de Él, ni tampoco resulta posible demostrar su existencia utilizando la idea de causa, puesto que dicha carece de fundamento empírico. En primer lugar, no es positivo una demostración a priori porque la existencia es una cuestión de hecho, y, por tanto, carece de sentido sostener que un ser existe necesariamente. En segundo lugar, tampoco resulta correcto la prueba del designio a partir del orden del universo, ya que, entre otras razones, dicha prueba se basa en una analogía o semejanza muy débil entre la relación del hombre con sus obras y la relación de Dios con el universo. Por último, la existencia del mal parece incompatible con un Dios personal, bueno y perfecto. Respecto a la religión, Hume opina que tiene su origen en el sentimiento de temor ante la muerte y del deseo de una vida futura.