En los siglos XIII y XIV, el saber se mueve en torno a las relaciones entre la fe y la razón, y la sociedad se organiza de acuerdo con una visión geocéntrica del mundo. La Modernidad surge del enfrentamiento con la Edad Media. Si la vida medieval giraba en torno a Dios, el humanismo renacentista, en el Siglo XV y XVI, protagoniza un giro antropocéntrico y naturalista que propugna al hombre como el centro de interés intelectual y descubre, desde la filología, a los pensadores grecolatinos. Este cambio en el pensamiento europeo provoca la “crisis de la conciencia europea”.Diversos sucesos determinaron una gran cambio social y económico (el crecimiento de las ciudades, el desarrollo de la burguésía, la fundación de la nacíón-estado y los descubrimientos geográficos), religioso (la Reforma y la Contrarreforma, las guerras de religión, la Inquisición persiguió con fuerza renovada a científicos e intelectuales, con el afán de dominar la incipiente confianza en la razón humana –Giordano Bruno, Galileo), cultural, artístico y científico. La primera mitad del Siglo XVII, en la que se enmarca el texto, es la época del Barroco.
La crisis generalizada de la cultura medieval se plasmó de una forma especial en el arte.
La pintura barroca está caracterizada por el claroscuro, que alcanza en Rubens, Velásquez y El Greco cotas inigualables. En literatura, Calderón expresa de forma sublimo la representación de la vida como sueño y tragedia. Cervantes y Shakespeare ponen de manifiesto la crisis de la sociedad feudal, y Hobbes hace lo propio con la política del Medioevo. Por su parte, la arquitectura barroca trata de ornamentar hasta lo inimaginable unos edificios que son herencia directa del gótico medieval.En el ámbito científico, el desarrollo de la nueva ciencia de la mano de Galileo, Pascal…, ayuda a que la física matemática se imponga frente al aristotelismo cualitativo; las aportaciones de Kepler en astronomía acabarán por derribar el geocentrismo aristotélico-ptolemaico, y Bacón y los científicos de la escuela de Papúa (entre ellos Galileo) cimentarán la creencia en la necesidad de dotar a las ciencias de un funcionamiento metódico, testigo este recogido por Descartes a la hora de redactar su Discurso del método. El avance del conocimiento científico-técnico exigía una puesta al día del saber, que supuso el abandono de la física aristotélica y de la imagen geocéntrica del universo. Había que sustituir anteriores paradigmas basados en conceptos metafísicos por otros de caracteres físico-matemáticos, fundados en la experiencia y en un método con un criterio riguroso y lógico para que los hechos observados fueran traducidos al lenguaje matemático, y así establecer su razón. Este es el origen de las leyes científicas. Este método, que ayudó al desarrollo de las ciencias, consolida los siguientes presupuestos filosófico-científicos: 1) la naturaleza tiene un orden fijo y natural, 2) nuestra mente puede dominarla y 3) el conocimiento científico puede conseguir la certeza absoluta acerca de los hechos. En cuanto al contexto filosófico, el Discurso del método surge como solución al escepticismo renacentista, que se extendía de la mano de Montaigne y Charron. Para estos pensadores, el hombre no tiene posibilidades de alcanzar ninguna verdad absoluta. La duda es planteada por este movimiento como motor del conocimiento, ya que todo es relativo; dudar de lo que se presente como absoluto hace que el conocimiento no se estanque. Estos principios son recogidos por Descartes en su Discurso, pero la duda cartesiana será metódica, no escéptica. Estos cambios (culturales y filosóficos) se consolidaron en el Siglo XVII en dos sistemas filosóficos contrapuestos: el Racionalismo y el Empirismo, que configuran la Modernidad. Coinciden en que 1) el sujeto es el centro y el fin de toda actividad y quien decide sobre la verdad o falsedad de cualquier enunciado y 2) comienzan por un análisis del conocimiento para determinar su alcance. Pero mientras el Racionalismo pone el criterio de verdad en la autonomía de la razón y construye el conocimiento deductivamente a partir de unos principios innatos, independientes de la experiencia sensible, el Empirismo parte de la experiencia y, por inducción, llega a hipótesis explicativas de los fenómenos. Descartes, que inicia la filosofía moderna y el Racionalismo, significa la solución a la crisis de la conciencia europea. Busca una certeza que esté fuera de toda duda y aplica un método con principios sencillos y evidentes. Sin embargo, su filosofía no debemos reducirla a metodología. Porque es más rica y compleja.
La crisis generalizada de la cultura medieval se plasmó de una forma especial en el arte.
La pintura barroca está caracterizada por el claroscuro, que alcanza en Rubens, Velásquez y El Greco cotas inigualables. En literatura, Calderón expresa de forma sublimo la representación de la vida como sueño y tragedia. Cervantes y Shakespeare ponen de manifiesto la crisis de la sociedad feudal, y Hobbes hace lo propio con la política del Medioevo. Por su parte, la arquitectura barroca trata de ornamentar hasta lo inimaginable unos edificios que son herencia directa del gótico medieval.En el ámbito científico, el desarrollo de la nueva ciencia de la mano de Galileo, Pascal…, ayuda a que la física matemática se imponga frente al aristotelismo cualitativo; las aportaciones de Kepler en astronomía acabarán por derribar el geocentrismo aristotélico-ptolemaico, y Bacón y los científicos de la escuela de Papúa (entre ellos Galileo) cimentarán la creencia en la necesidad de dotar a las ciencias de un funcionamiento metódico, testigo este recogido por Descartes a la hora de redactar su Discurso del método. El avance del conocimiento científico-técnico exigía una puesta al día del saber, que supuso el abandono de la física aristotélica y de la imagen geocéntrica del universo. Había que sustituir anteriores paradigmas basados en conceptos metafísicos por otros de caracteres físico-matemáticos, fundados en la experiencia y en un método con un criterio riguroso y lógico para que los hechos observados fueran traducidos al lenguaje matemático, y así establecer su razón. Este es el origen de las leyes científicas. Este método, que ayudó al desarrollo de las ciencias, consolida los siguientes presupuestos filosófico-científicos: 1) la naturaleza tiene un orden fijo y natural, 2) nuestra mente puede dominarla y 3) el conocimiento científico puede conseguir la certeza absoluta acerca de los hechos. En cuanto al contexto filosófico, el Discurso del método surge como solución al escepticismo renacentista, que se extendía de la mano de Montaigne y Charron. Para estos pensadores, el hombre no tiene posibilidades de alcanzar ninguna verdad absoluta. La duda es planteada por este movimiento como motor del conocimiento, ya que todo es relativo; dudar de lo que se presente como absoluto hace que el conocimiento no se estanque. Estos principios son recogidos por Descartes en su Discurso, pero la duda cartesiana será metódica, no escéptica. Estos cambios (culturales y filosóficos) se consolidaron en el Siglo XVII en dos sistemas filosóficos contrapuestos: el Racionalismo y el Empirismo, que configuran la Modernidad. Coinciden en que 1) el sujeto es el centro y el fin de toda actividad y quien decide sobre la verdad o falsedad de cualquier enunciado y 2) comienzan por un análisis del conocimiento para determinar su alcance. Pero mientras el Racionalismo pone el criterio de verdad en la autonomía de la razón y construye el conocimiento deductivamente a partir de unos principios innatos, independientes de la experiencia sensible, el Empirismo parte de la experiencia y, por inducción, llega a hipótesis explicativas de los fenómenos. Descartes, que inicia la filosofía moderna y el Racionalismo, significa la solución a la crisis de la conciencia europea. Busca una certeza que esté fuera de toda duda y aplica un método con principios sencillos y evidentes. Sin embargo, su filosofía no debemos reducirla a metodología. Porque es más rica y compleja.