Contexto histórico, sociocultural y filosófico
Contexto histórico, sociocultural y filosófico:
Descartes vivió en el contexto de la Guerra de los Treinta Años, conflicto en el que se decidió la hegemonía europea. Desde el punto de vista socioeconómico, las consecuencias de la guerra fueron devastadoras: la población se redujo drásticamente y los Estados europeos tardaron décadas en salir de la profunda crisis causada por el conflicto.
En el plano político, se impuso el Estado absolutista, que concentra todo el poder en el rey, a quien se considera designado por Dios. La organización social era estamental. En el terreno religioso, se produjo el enfrentamiento entre la Reforma protestante y la Contrarreforma católica, destacando la orden de los jesuitas y el jansenismo.
En las artes dominaba el Barroco, que acentuaba los efectos escenográficos. Los dos grandes artistas del Barroco son Velázquez y Bernini. La literatura manifiesta una concepción pesimista del hombre, resaltando la fugacidad y la vanidad de la vida, y muestra gran preocupación por la muerte. El marco filosófico viene determinado por la filosofía escolástica y por el escepticismo. Descartes rechaza el argumento de autoridad escolástico, pero no acepta los argumentos escépticos, y trata de encontrar una certeza indubitable para situarla en la base del conocimiento. No hay que olvidar tampoco el intenso debate que mantuvo con otros filósofos, como el atomista Gassendi o el empirista Hobbes.
La filosofía de Descartes coincide en el tiempo con la Revolución Científica, iniciada por Galileo. Los racionalistas, encabezados por Descartes, valoran las matemáticas por su aportación a la nueva ciencia y proponen una interpretación mecanicista de la naturaleza. Junto a ello, buscan un método fiable, parecido al de la matemática, que garantice un avance seguro del conocimiento.
Las reglas del método
Las reglas del método:
El objetivo fundamental de Descartes es encontrar un método que garantice el razonamiento correcto y la reconstrucción de todo el saber humano. Las reglas de dicho método son las siguientes:
- Regla de la evidencia: que exige rechazar cualquier idea que no sea clara y distinta. Se llega a dicha evidencia por intuición (o visión intelectual directa de una verdad, como los primeros principios del razonamiento) o por deducción, que permite derivar una serie de consecuencias necesariamente ciertas de tales principios intuitivamente evidentes.
- Regla del análisis: que consiste en reducir lo complejo a sus componentes más simples, que pueden conocerse intuitivamente.
- Regla de la síntesis: por la cual, partiendo de los elementos simples, conocidos por intuición, se construyen argumentos o deducciones más complejas.
- Regla de la enumeración: en cuya aplicación se revisan todos los pasos dados para comprobar que no se han cometido errores en el razonamiento.
La duda metódica y el cogito
La duda metódica y el cogito:
Tras las reglas del método, Descartes aplica el método a la metafísica, para averiguar si existe una primera verdad absolutamente cierta, sobre la que elevar el edificio del conocimiento. Para ello, plantea la duda metódica, que consiste en cuestionar todos nuestros conocimientos a fin de hallar alguno que sea seguro e indubitable. La duda metódica tiene cuatro niveles:
- Desconfianza del conocimiento aportado por los sentidos: como estos nos engañan muchas veces, suscitando ideas oscuras y confusas, podrían engañarnos siempre.
- Confusión entre el sueño y la vigilia: los sueños no se distinguen a veces de la realidad, de manera que toda la realidad muy bien pudiera ser ilusoria.
- Hipótesis del «Dios engañador»: los razonamientos matemáticos siguen teniendo validez hasta en los sueños, pero quizá Dios nos ha creado de tal manera que nos engañemos siempre, incluso en los razonamientos más evidentes.
- Hipótesis del «genio maligno»: aun suponiendo que Dios no puede engañarnos, porque es bondadoso, podría existir un espíritu malvado que se divirtiese haciéndonos errar cada vez que razonamos.
Sin embargo, aunque la duda parece haber eliminado todos nuestros conocimientos, en el acto mismo de dudar aparece algo que resiste cualquier duda: si el sujeto duda, es porque piensa, y si piensa es que existe. «Pienso, luego existo» o «cogito, ergo sum» es la primera certeza indubitable de la metafísica.
Demostración de la existencia de Dios
Demostración de la existencia de Dios:
Descartes define el yo como una sustancia pensante, en la que hay ideas. Estas pueden ser de tres clases: adventicias, si parecen provenir de los objetos exteriores; facticias, que las crea nuestra imaginación; y las innatas, que parecen ser connaturales al sujeto. Entre las ideas innatas encontramos una muy especial: la de un ser infinitamente perfecto que no puede haber sido creada por el yo, ya que este es finito e imperfecto, de manera que esa idea ha tenido que ser puesta en el sujeto por un ser realmente infinito, con lo que queda demostrado que Dios existe. Otras dos demostraciones: la primera es una variante del argumento ontológico de San Anselmo: dado que el yo tiene en su mente la idea de un ser infinitamente perfecto, este tiene que incluir entre sus perfecciones la de existir necesariamente. La segunda es una variante de la vía tomista de la contingencia por otro ser. La cadena de seres contigentes no puede ser infinita, pues entonces el yo no existiría actualmente, pero como sí existe, ha de haber un ser necesario, Dios, que lo ha creado y lo mantiene en la existencia. Dios, como ser infinitamente perfecto, tiene que ser bondadoso y no puede engañarnos, y por ello garantiza que el mundo exterior existe y que la ciencia matemática que se ocupa de él es verdadera. La metafísica cartesiana distingue tres sustancias: la infinita (Dios), la pensante (almas) y la extensa (cuerpos físicos).
Antropología
Antropología:
La antropología cartesiana es dualista. En el hombre hay que distinguir el alma (inmortal), caracterizada por el pensamiento, y el cuerpo (que es material y se caracteriza por la extensión). Son independientes, no se necesitan para existir. El cuerpo es una máquina compleja, construida por Dios. La separación entre alma y cuerpo plantea el problema de la comunicación entre las dos sustancias, resuelto por Descartes mediante la glándula pineal, punto de contacto entre ambas.
Contexto histórico, social y filosófico
Contexto histórico, social y filosófico:
La primera revolución política moderna ocurrió en Inglaterra en 1688, tras unirse la burguesía y la nobleza en la lucha contra el absolutismo de los Estuardo. Desde inicios del siglo XVII, las reivindicaciones del Parlamento se sucedieron, convirtiendo a Inglaterra en el país más avanzado de Europa en lo que respecta a las garantías jurídicas de sus ciudadanos. Los dos grandes partidos parlamentarios se oponían en lo ideológico, pero se unieron cuando Jacobo II pretendió restaurar el catolicismo. Con la derrota y sustitución de este rey por Guillermo III de Orange, la monarquía inglesa entró en la senda constitucional, promulgándose la «Declaración de derechos.» El triunfo de la revolución instauró las libertades políticas, religiosas y económicas a las que aspiraba la burguesía. La Iglesia anglicana también resultó beneficiada en detrimento de los puritanos, cuya única solución fue la emigración a América, y de los católicos, que quedaron excluidos de los cargos públicos. Inglaterra se inclinó por el desarrollo comercial y capitalista en lo económico, por el parlamentarismo en lo político y por el liberalismo en lo ideológico. La revolución agrícola y el auge de la industria generaron una prosperidad económica sin precedentes. En el ámbito del pensamiento, se produjo un abandono de la especulación, identificada con la filosofía escolástica. Las nuevas ciencias y la adopción de métodos experimentales contribuyeron a dotar de prestigio las renovadas formas de investigación y explicación. Influido por esos avances científicos, el empirismo prestó una gran atención a la teoría del conocimiento, abriendo paso con ello a un nuevo concepto de razón, dependiente y limitada por la experiencia y, por tanto, contrario al innatismo del racionalismo. A la vez, se trata de una razón crítica, que aspira a ser la única guía del hombre, por lo que no tiene únicamente una finalidad gnoseológica, sino que pretende, sobre todo, servir para dirigir la acción humana: la moral, la sociedad y la política deben responder a los dictados de esta razón. De ahí que los empiristas escribieran abundantemente sobre cuestiones políticas, morales, religiosas, pedagógicas, etc., entronizando la idea de tolerancia.
Teoría del conocimiento
Teoría del conocimiento:
Locke pretende determinar el origen, alcance y certidumbre del conocimiento. Rechaza la existencia de ideas innatas, considerando que todas proceden de la experiencia, bien de la sensación o bien de la reflexión. Las ideas procedentes de sensaciones reflejan las cualidades primarias (solidez, extensión, forma…) o las secundarias (color, olor, sabor…), menos fiables que las primarias. Las ideas simples se combinan para formar ideas complejas, que pueden ser de tres tipos: modos, sustancias o relaciones. La idea de sustancia es el soporte de cualidades como el color, figura o tamaño, pero ella misma es incognoscible. La experiencia nos muestra un conjunto de cualidades sensibles, pero no alcanza a decirnos qué es la cosa cuyas cualidades nos transmite. Modos y relaciones son construcciones de la mente que no representan cosas reales. Respecto a la certidumbre del conocimiento, Locke distingue la opinión, como sinónimo de fe y creencia, del conocimiento, que es la percepción del acuerdo y la conexión, o del desacuerdo y el rechazo, entre nuestras ideas. El acuerdo puede ser percibido por intuición inmediata (entre las ideas de la propia mente), por demostración (matemática o moral) y por sensación (al percibir lo que nos rodea). La sensación, a diferencia de la intuición y la demostración, no proporciona un conocimiento seguro.
La realidad y su conocimiento
La realidad y su conocimiento:
Las ideas representan la realidad, y Locke, como Descartes, distingue tres realidades diferentes: el yo, Dios y los cuerpos. De la existencia del yo hay certeza intuitiva, puesto que la mente intuye su propia existencia sin que para ello sea necesaria ninguna idea intermedia. De la existencia de Dios tenemos certeza demostrativa, a la manera de Tomás de Aquino. Y de la existencia de los cuerpos tenemos certeza sensitiva, puesto que producen las sensaciones. Aunque Locke diga que la experiencia es el origen y el límite del conocimiento, no se mantiene dentro de sus límites, al admitir el concepto de causa o la idea de sustancia, así como al explicar la formación de la idea compleja de Dios a partir de ideas simples procedentes de la reflexión, ampliadas con la idea de infinitud. Con ello, no se muestra como un empirista consecuente, y más bien parece haberse limitado a practicar un análisis psicológico del conocimiento.
Filosofía del lenguaje
Filosofía del lenguaje:
Además de las ideas como signos de las cosas, existen las palabras como signos de las ideas. Locke analiza las palabras desde una perspectiva nominalista que caracterizará al empirismo hasta nuestros días: no hay esencias universales y, por tanto, las palabras generales solo son nombres que representan los rasgos comunes a individuos semejantes.
Teoría política
Teoría política:
Locke considera que la autoridad de los gobernantes no deriva de Dios, sino del acuerdo entre los hombres. Estos vivían libres en el estado de naturaleza, bajo la ley natural, que impone el derecho y la obligación a la propia conservación, lo que Locke define como «propiedad», que incluye la propiedad de la persona, su libertad y sus bienes. El trabajo convierte en privada la propiedad común del estado de naturaleza. Lo que un individuo sea capaz de cazar o recolectar pasa a ser de su propiedad, siempre que lo utilice. Y eso mismo vale para la tierra. Esta limitación desaparece con el dinero, que permite una acumulación sin límite. Surgen así las desigualdades, y lo que fue un estado donde la vida era agradable, se convierte en un estado de inseguridad y de amenaza. La ley natural entonces no es suficiente, por lo que la necesidad de leyes positivas, jueces imparciales y poder ejecutor se hace evidente.
La constitución de la sociedad civil requiere no solo el contrato social entre algunos hombres para formar la comunidad, sino también el mandato de la mayoría. Si un gobernante no sigue la voluntad de la mayoría, se convertirá en tiránico y estará justificada la rebelión. Para prevenir los abusos, lo mejor es la división de poderes. El legislativo, que promulga las leyes, no es necesario que esté siempre activo, pero el ejecutivo debe ser permanente para hacer cumplir las leyes en todo momento. El federativo es el poder de declarar la guerra y firmar la paz, aunque en la práctica suele unirse con el ejecutivo.
Idea de tolerancia
Idea de tolerancia:
Al defender la tolerancia, Locke rechaza que la religión se imponga y la separa del Estado. La preservación de la tolerancia exige que ningún grupo obtenga privilegio alguno sobre el resto de la sociedad. Pero Locke también limita los derechos de los ateos, porque quien no cree en Dios puede que no se sienta obligado a respetar sus compromisos, y los de los católicos, que, al obedecer al Papa, se alían con un poder extranjero.
Contexto histórico, sociocultural y filosófico
Contexto histórico, sociocultural y filosófico:
Tras la revolución de 1688, Gran Bretaña inició un camino hacia el constitucionalismo que la convirtió en un modelo para los ilustrados del resto de países. El parlamentarismo de su monarquía permitió desarrollar una legislación en la que los derechos ciudadanos y las libertades políticas, religiosas y económicas se veían cada vez más asentadas. Los ilustrados británicos contribuyeron a difundir un mensaje de tolerancia y una ideología que caló profundamente entre cierta aristocracia y en la burguesía. También se enfrentaron al poder eclesiástico, que seguía ejerciendo una gran influencia.
El importante desarrollo científico de la época encontró su símbolo en Newton, modelo e inspiración de los ilustrados, junto con Locke. Ambos sirvieron de base a una doctrina en la que la observación objetiva de los hechos sirve tanto para oponerse al dogmatismo religioso como para defender la primacía de la sociedad civil y de la razón. Aunque surgieron defensores del ateísmo, se aceptaba la utilidad de la religión para el pueblo y predominaba el deísmo, a la vez que se postulaba la extensión de la educación a todos los ciudadanos. Estas ideas se discutían en salones y sociedades científicas y se difundieron en diarios y revistas. La Ilustración mantiene un concepto amplio de filosofía, que permite incluir en él desde el pensamiento de Newton hasta el de autores como Hume, Rousseau o Kant. También son muy diversos los temas de que se ocupan los ilustrados (razón, sociedad, religión, historia…). En muchos casos, ese tratamiento dará lugar a las nuevas ciencias sociales. El conocimiento es concebido por los pensadores ilustrados no como un conjunto de ideas innatas, sino como un instrumento que permite la investigación y la acción del ser humano en el mundo, mientras la metafísica es analizada desde una perspectiva crítica. Por su parte, las ideas de virtud y de felicidad servirán de base a una moral que quiere desligarse de la religión.
Una teoría empirista del conocimiento
Una teoría empirista del conocimiento:
Los contenidos de la mente son percepciones que se dividen en impresiones, o datos inmediatos de la experiencia, e ideas, que son copias de las impresiones. No existen las ideas innatas. Hay, además, impresiones de sensación y de reflexión: de las primeras surgen las ideas, que provocan las impresiones de reflexión. Las ideas se dividen en simples y complejas. Son simples cuando corresponden a una impresión, y de ellas se siguen las ideas complejas, que son el resultado de la actividad de la memoria o de la imaginación. Las ideas de la memoria son más intensas y mantienen la forma y el orden de las impresiones originales, mientras que las de la imaginación alteran la figura y la secuencia según tres principios de asociación: los de semejanza, contigüidad y causalidad.
Tipos de conocimiento y crítica de la idea de causa
Tipos de conocimiento y crítica de la idea de causa:
Hume distingue dos tipos de conocimiento:
- Relaciones de ideas: son proposiciones analíticas y necesarias, como las de la lógica o la matemática, que afirman la relación entre ideas y a las que se llega mediante el entendimiento.
- Cuestiones de hecho: son sintéticas y probables.
Una idea será verdadera si procede de alguna impresión; si no es así, es una ficción. Aplicando este criterio al conocimiento, este se reduce a nuestras impresiones e ideas. La relación causa-efecto se basa en la experiencia. Nunca podemos descubrir en ella una conexión necesaria entre los hechos, sino simplemente que un hecho (efecto) se sigue de otro (causa). La conexión necesaria implicaría que esa relación se daría siempre, pero esto no podemos garantizarlo; solo creemos que ocurrirá. La costumbre o hábito engendra la creencia, que nunca proporciona certeza.
Crítica de la idea de sustancia
Crítica de la idea de sustancia:
Hume va a aplicar su exigencia de referir las ideas a impresiones para saber si las sustancias del racionalismo son verdaderas. Respecto del mundo corpóreo (sustancia extensa), solo tenemos impresiones, porque la idea de una realidad externa que está más allá de ellas no se basa en impresión o experiencia alguna. En cuanto al yo (sustancia pensante), se reconoce a través de sus distintas ideas e impresiones. Nuestras impresiones están unidas por asociación en la imaginación y no deberíamos atribuir una identidad a lo que solo es una sucesión de percepciones diferentes en perpetuo flujo y movimiento.
Tampoco la existencia de Dios (sustancia infinita) puede mostrarse, porque habría que basar la demostración en la analogía con las obras humanas, pero la analogía es una forma débil de razonamiento.
Fenomenismo y escepticismo
Fenomenismo y escepticismo:
Las tres sustancias cartesianas, por tanto, no podemos conocerlas. La realidad queda reducida a impresiones, a meros fenómenos. Esta posición fenomenista parece llevar al escepticismo moderado, que conduce directamente a la tolerancia, puesto que, al no estar seguros de ningún conocimiento, debemos mantener la libertad de acción y de pensamiento en nuestros comportamientos y nuestras actitudes. Por otra parte, este escepticismo también debe servir al iniciar una investigación filosófica para librarnos de prejuicios y alcanzar la imparcialidad.
La moral del sentimiento
La moral del sentimiento:
Hume considera que la razón no es ni puede ser el fundamento de nuestros juicios morales, puesto que es esclava de las pasiones. La moralidad tiene su origen en los sentimientos. Estos sentimientos, o capacidad de simpatizar con la felicidad o la desgracia ajena, son comunes a toda la humanidad y explican que las personas estén de acuerdo al juzgar las acciones. Pero tal acuerdo solo se dará si quien aprueba o censura es un observador imparcial que se aleja de sus intereses particulares y tiene en cuenta la utilidad social de la acción o de las cualidades juzgadas.
Ideas políticas
Ideas políticas:
Hume disiente del individualismo de las teorías contractualistas de Hobbes y de Locke. Para los seres humanos, vivir en comunidad es más provechoso que la libertad y la independencia individuales.
Esa misma utilidad rige a la hora de aceptar un gobierno, pues todos los individuos saben que así la seguridad es mayor. El gobierno vigila para que los individuos no pongan sus intereses particulares por encima del interés general, y las reglas de la justicia no son leyes naturales, sino convenciones útiles.
Respecto al origen del Estado, puede ser conocido por la historia, sin necesidad de emplear ningún estado de naturaleza. Además, solo en situaciones muy excepcionales, está justificada la resistencia a la autoridad, siempre que sea en favor del interés general y la utilidad pública.
Contexto histórico, sociocultural y filosófico
Contexto histórico, sociocultural y filosófico:
Rousseau pertenece a la Ilustración, movimiento intelectual que alcanzó su máxima difusión en el siglo XVIII y que culmina con la Revolución Francesa en 1789. La Ilustración no fue solo un movimiento filosófico, pues también tuvo repercusiones en los terrenos de la política, la literatura, el arte o la religión. Su principal objetivo fue difundir las «luces» de la razón frente al dogmatismo, la superstición o el fanatismo. En el terreno social, la burguesía comenzó a perfilarse en esta época como la nueva clase dominante frente a la nobleza y el clero. Su ascenso estuvo favorecido por la Revolución Industrial. Hicieron que la mayoría de los ilustrados confiasen en el progreso. El sistema político vigente en la mayoría de las naciones europeas era el despotismo ilustrado, forma de gobierno en la que los monarcas, como Carlos III de España, aplicaban las reformas propugnadas por la Ilustración sin contar con la participación popular. La confrontación entre burguesía y nobleza se proyectó también en el arte: la nobleza se identificaba más con el arte rococó y la burguesía con el neoclasicismo. En religión, los ilustrados defendieron el deísmo, que se propagó gracias a la masonería (organización secreta defensora del laicismo a la que pertenecieron personajes de la época). En general, los ilustrados fueron partidarios de la ciencia de Newton, al tiempo que criticaban la metafísica racionalista. En filosofía, hay que mencionar la Enciclopedia. En el ámbito de la doctrina política, Montesquieu propuso su teoría de la separación de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, al tiempo que por todo el continente se difundieron las concepciones contractualistas sobre el origen de la sociedad, formuladas por los británicos Hobbes y Locke.
Crítica de la sociedad
Crítica de la sociedad:
Para Rousseau, el ser humano es bueno por naturaleza, pero se hace malo porque en sociedad degenera y se corrompe. El error de los ilustrados es creer que el progreso de la civilización y de la ciencia marcha paralelo al progreso de la felicidad y la moralidad del hombre. El progreso de las ciencias y las artes ha contribuido a corromper las costumbres y la naturaleza humana. En sociedad, nadie se muestra tal como es. En las sociedades civilizadas, lo artificial ha sustituido a lo natural, y los rígidos convencionalismos ahogan la libertad. Son sociedades que distorsionan la naturaleza del hombre, encubriendo bajo una falsa máscara su verdadero ser. En el estado de naturaleza, anterior a la vida social, los seres humanos eran pocos y vagaban libremente por la naturaleza, que les ofrecía cuanto podían necesitar. El hombre natural (buen salvaje) se caracterizaba por su inocencia, igualdad y libertad, y por sentimientos como el amor de sí mismo, que lo impulsaba a conservar la vida, y la piedad, que lo llevaba a compadecerse de los demás y colaborar con ellos. El fin del estado de naturaleza se produjo cuando, al aumentar la población y crecer las necesidades, los seres humanos comenzaron a formar sociedades más complejas. En ellas, se instituyó la propiedad privada, que provocó la transformación del amor a sí mismo en amor propio, una pasión artificial que lleva a los hombres a compararse con los demás y a desear ser los primeros en todo, con lo que se fomentan la envidia y el orgullo.
Se impuso, pues, el dominio de unos individuos sobre otros, y esto dio lugar al Estado, que al ser creado por los más poderosos, impone la justicia y la esclavitud. Las ciencias y las artes terminan por domesticar al ser humano, usando los artificios y sutilezas de la razón, y mediante la educación eliminan cualquier resto de naturalidad en su comportamiento. Solo el sentido moral, que permanece en el fondo del corazón humano y nos habla a través de la conciencia, le recuerda al hombre la libertad y la bondad naturales que ha perdido y debe tratar de recuperar.
El problema de la educación
El problema de la educación:
Para Rousseau, resulta ya imposible retornar a la situación originaria, pero sí es posible recuperarla en parte, llevando a cabo una transformación del individuo mediante una educación natural y no represiva. Se propone un sistema ideal de educación basado en la ausencia de toda imposición externa, la libertad de acción para el niño y la primacía de la experiencia sobre la erudición: el niño debe aprender a vivir libremente, conviviendo en tolerancia con los demás seres humanos. Para conseguirlo, hay que liberarlo de los falsos prejuicios y de los conocimientos inútiles que le inculca la sociedad.
El contrato social
El contrato social:
El último paso para recuperar el máximo posible de ese estado de naturaleza consiste en transformar la sociedad mediante un pacto que propicie y respete la libertad de los hombres y legitime el poder, para lo que hay que organizar la sociedad de manera que cada individuo se una a todos, pero no se obedezca más que a sí mismo, quedando tan libre como antes. Para lograrlo, propone una forma de contrato que vincula a la comunidad con el individuo y a la inversa. Así, cada asociado se une a todos. Se trata de un contrato libre que garantiza el máximo grado posible de libertad civil en el marco de un Estado de derecho. Por el contrato social, el hombre se transforma en ciudadano. El contrato social crea la voluntad general, que es colectiva, soberana e inalienable, y tiene como objetivo el bien común. Las leyes y el gobierno significan la puesta en ejercicio de la voluntad general. El gobierno elegido ha de ocuparse de ejecutar las leyes que emanan de la voluntad general, de manera que si se opone a los designios de esta, puede ser sustituido. Rousseau establece una clara diferencia entre la voluntad general y la voluntad de todos: la voluntad general tiende a lo ideal, al bien común, mientras que la voluntad de todos no siempre lo hace. La democracia perfecta se da cuando ambas voluntades coinciden, aunque Rousseau considera que un gobierno estrictamente democrático es más propio de dioses que de hombres. El legislador debe esforzarse por adaptar las leyes que emanan de la voluntad general a las características de cada pueblo, lo que da lugar a diferentes formas de gobierno. El Estado republicano considera que es la mejor forma de gobierno, siempre y cuando se asiente en un territorio pequeño, de manera que todos los ciudadanos puedan participar en la vida política.