Convencionalismo Moral y Críticas de Sócrates, Platón y Aristóteles: Un Estudio Filosófico

Convencionalismo Moral de los Sofistas

El Nomos, según los sofistas, no se fundamenta en los dioses de la polis ni en leyes divinas o naturales, las cuales, si existen, son incognoscibles. Tanto Gorgias como Protágoras mantienen posiciones «ateas», argumentando que los dioses no intervienen en los asuntos humanos. Los sofistas observan que el Nomos varía entre ciudades, concluyendo que las leyes se originan en costumbres y tradiciones. Su obligatoriedad proviene de un «contrato» o acuerdo entre los hombres al fundar la ciudad para su perduración. Este convencionalismo implica que la ley no es absoluta. No es posible establecer de una vez por todas qué es el bien o lo justo en sí. La virtud, la justicia, etc., varían con el tiempo, las tradiciones y los acuerdos humanos.

Críticas al Convencionalismo Moral

Perspectivas de Sócrates, Platón y Aristóteles

Numerosos autores, como Sócrates, Platón y Aristóteles, se oponen a los sofistas. Inicialmente, la actividad sofista era bien vista por su espíritu crítico y curiosidad. Sin embargo, su reputación se deterioró cuando comenzaron a defender ideas diversas, cobrar por sus enseñanzas y promover el relativismo y escepticismo, generando un choque de valores. Estos aspectos contrastan con Sócrates, quien defendía la definición de valores únicos y absolutos, criticando el uso de la retórica por parte de los sofistas.

Platón criticaba a los sofistas por su formalismo y trampas dialécticas, cuestionando su pretensión de enseñar la virtud cuando nadie puede arrogarse tal derecho desde un saber sectorial como la retórica.

La Mayéutica y el Intelectualismo Moral de Sócrates

Sócrates sostiene que la falta de acuerdo en ciertas cuestiones no implica la imposibilidad de descubrir una definición verdadera. Por ejemplo, no saber qué es la justicia no significa que no exista o que sea relativa. Solo a través de una investigación minuciosa en diálogo (mayéutica) con nuestros semejantes podemos desvelar la verdad gradualmente. Sócrates concebía la filosofía como una búsqueda colectiva a través del diálogo, la esencia de la mayéutica o arte dialéctica.

Para Sócrates, es crucial salvar la moral del relativismo y escepticismo sofista, casi una cuestión de «salud pública». Sin interés por lo bueno o malo, justo o injusto, reinará el caos personal y social. La vida moral y política necesita criterios claros sobre estos valores para desarrollarse adecuadamente. La posición de Sócrates sobre la moral se califica como intelectualismo moral: nadie obra mal a sabiendas. Quien conoce el bien, actuará correctamente. El saber es idéntico a la virtud. Desde el intelectualismo moral, no existe la culpa, sino la ignorancia, que consiste en valorar falsamente las cosas. La virtud no es externa, sino fruto de una indagación interior. La virtud es, esencialmente, conocimiento. Para saber si una persona es virtuosa, primero hay que definir la virtud, el bien, la justicia, evitando el particularismo que es ignorancia. Todo lo particular es relativo y Sócrates busca un conocimiento universal, válido para todos, propio de la Razón. Sócrates «solo sabe que nada sabe», porque aún no ha alcanzado el conocimiento definitivo de la verdad. Este reconocimiento de su ignorancia lo convierte en el más sabio, según el oráculo de Delfos.

El Escepticismo Sofista y la Retórica Vacía

Los sofistas, escépticos, no creían en valores absolutos. Podían hablar de cualquier cosa sin reparo en su definición, pues para ellos no había definición única. Buscaban argumentos para defender sus posturas, como los abogados actuales, defendiendo tanto al culpable como a la víctima sin remordimiento. Para Sócrates, esto es retórica vacía, sin mérito, un simple juego de palabras.

El Concepto del «Deber»

Para los sofistas, el «deber» se basa en las leyes de la ciudad para la buena convivencia, un concepto lejano al de Sócrates, basado en la moral y la ley natural, que fundamentaba el «deber» en procurar al alma el conocimiento de los valores «en sí», lo que proporciona conocimiento y nos hace mejores, con una importante repercusión social y política.

El Alma según Sócrates y Platón

El Alma en Sócrates

Sócrates interpreta el alma en dos sentidos: como aquello que permite a los seres vivos realizar actividades vitales y, en el caso del alma humana, como el principio divino e inmortal que nos faculta para el conocimiento y la vida buena. Consideraba que el alma es el principio que anima los cuerpos, dándoles vida y movimiento. Su concepción peculiar ve el alma como principio de racionalidad y dotada de carácter divino. Para él, el alma es la parte más excelente del hombre, permitiendo alcanzar la ciencia y realizar acciones buenas; el alma nos vincula con el mundo divino y tiene un destino inmortal. El alma es el yo consciente, la conciencia y la personalidad intelectual y moral del individuo. Sócrates consideraba el alma como una combinación de la inteligencia y el carácter.

El Alma en Platón

Para Platón, el alma es el verdadero yo del ser humano, espiritual e inmortal. Cuando el cuerpo muere, el alma abandona sus restos y emigra a un más allá donde recibe premios o castigos según su comportamiento. Estos pueden resolverse en nuevas reencarnaciones en este mundo, en otros cuerpos, incluso de otras especies. En la estructura del alma hay tres partes: la concupiscible, la pasional y la racional (carro alado).

Esta distinción entre los tipos de alma, según predomine uno u otro elemento, es relevante por su proyección política. Aquellos en los que predomina lo racional son los filósofos, los de carácter apasionado deben ser los guardianes, y los voluptuosos y amantes de lo material, los trabajadores.

Platón reciclaba una tradición socrática y órfico-pitagórica, reelaborándola con una renovada vertiente ética y una trascendencia metafísica.

La Teoría de la Reminiscencia

La teoría de la reminiscencia sostiene que conocer es recordar. Asociada principalmente a Platón, afirma que adquirir conocimiento es recordar lo que el alma sabía en el mundo inteligible de las ideas antes de caer al mundo sensible y quedar encerrada en el cuerpo. La teoría está ligada a la diferencia platónica entre cuerpo y alma. Todo lo que el hombre ve, oye y siente podría considerarse conocimiento, pero su veracidad no puede garantizarse, porque no todos sienten igual. Por eso es difícil basar la teoría únicamente en las sensaciones. El recuerdo se logra mediante el diálogo filosófico.

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