Corrientes Filosóficas del Siglo XX
En el siglo XX, además de la filosofía de corte analítico, nos encontramos con otras diversas corrientes de pensamiento, entre las que destacan las siguientes:
Filosofía de la Ciencia
Heredada de la concepción filosófica del Círculo de Viena, convierte a la ciencia experimental contemporánea en objeto primordial de estudio a fin de establecer lo que es el conocimiento riguroso y sus métodos de adquisición. En ella, el enfoque gnoseológico adquiere preponderancia, fijando ciertos límites a la práctica científica, dado que no siempre «debe» hacerse lo que, de hecho, «puede» hacerse. Entre los filósofos que destacan se encuentran Carnap, Popper, etc.
La Fenomenología
Se trata de la filosofía desarrollada por Edmund Husserl y sus seguidores, como Scheler, Heidegger, etc. Tiene que ver, básicamente, con un análisis y descripción de los contenidos de la conciencia con el fin de determinar esencias a partir de la propia vivencia. Se pretende restaurar con ella una filosofía de corte tradicional, suministradora de certezas absolutas a través de alguna forma de intuición intelectual, que rescataría para el pensamiento la «cosa en sí» que Kant había vetado.
El Existencialismo
Se trata de la corriente filosófica que considera la existencia individual como condición última e imprescindible del pensamiento. La existencia se coloca así en el centro de la reflexión como algo anterior a la esencia, al concepto y al pensamiento mismo. El origen del existencialismo se sitúa en Kierkegaard, pero pueden encontrarse antecedentes en Sócrates, los estoicos, Agustín de Hipona, etc. En el siglo XX destacan los filósofos Heidegger y Sartre.
Heidegger y la Pregunta por el Ser
Para Heidegger, la cuestión filosófica fundamental es la pregunta por el ser. El ser no aparece, sin embargo, como sustancia, sino como circunstancia, como contexto de las cosas. Entre los seres destaca el humano, de modo que para comprender el ser hay que comprender al ser humano, comprender su existencia con todas sus características. El ser humano aparece entonces no como esencia, sino como acontecimiento que se extiende desde el nacimiento hasta la muerte. El humano es un ser arrojado a un mundo que no ha elegido, obligado a vivir en un determinado contexto y condenado a la muerte. El ser humano sabe que ha nacido para morir, lo cual le hace sentirse inauténtico y lo obliga a comprometerse en tareas que lo definan, que lo conviertan en algo, que le den una esencia.
Sartre y el Existencialismo Ateo
Sartre, por su parte, es el máximo representante de la vertiente atea del existencialismo. Para él, Dios no existe. El hombre, sin Dios, se queda también sin valores ni principios por los que regirse. Lo único que le queda es su existencia radical. La libertad, sin embargo, se vive como una condena. El hombre está condenado a constituirse libremente a sí mismo a partir de su existencia.
La multiplicidad casi infinita de opciones que se le ofrecen en cada elección se presentan como una nada, pues siempre es mucho más lo que no llegará a ser que lo que realmente materializa. El futuro se va concretando con cada acción, pero resulta absolutamente incierto. Todo lo cual le produce una profunda angustia existencial, al comprobar que la nada es un ingrediente fundamental de la realidad, de manera que la existencia no es más que un paréntesis entre dos nadas infinitas. El ser humano se convierte así en una conciencia infeliz a la que no le queda nada más que la autenticidad de la coherencia de sus elecciones.
La Escuela de Frankfurt
Es una corriente de pensamiento que pretende actualizar el proyecto ilustrado. Horkheimer, Adorno y Marcuse son sus principales representantes. Las ideologías reinantes, el denominado «pensamiento único», frenan los proyectos sociales emancipatorios y la construcción de una sociedad mejor. El hombre ya no es revolucionario a pesar de que solo una parte de la humanidad vive en el estado de bienestar. Los controles sociales se han introducido en las conciencias de los individuos, que no pueden desprenderse ya de esta falsa conciencia.
Habermas y la Ética Dialógica
Habermas, representante de la segunda generación, propone el desarrollo del proyecto ilustrado a través de una «ética dialógica» que potencia el diálogo entre todos los miembros de una comunidad. Frente a la ética monológica kantiana, para la que es la conciencia individual la que decide poniéndose en el lugar del otro, en la ética dialógica es la sociedad entera la que dialoga para encontrar el mejor pacto. La «acción comunicativa» debería convertirse en la acción social fundamental, y así se evitarían los conflictos sociales recurrentes. Y el interés principal de toda sociedad debería ser el emancipatorio, para realizar los ideales ilustrados encarnados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.