Crítica de la metafísica tradicional
La metafísica, conocimiento ilusorio y tendencia natural
Kant lleva a cabo una crítica demoledora de la metafísica dogmática, que aspiraba a presentarse como ciencia. Apoyándose en la anterior teoría del conocimiento y de la ciencia, muestra cómo la metafísica no es, ni puede ser, conocimiento, y menos aún ciencia, sino una ilusión. Pero esta ilusión es inevitable, pues tiene su origen en la naturaleza misma de la razón humana, la cual, siendo como es, siempre tenderá a hacer metafísica. Por eso la metafísica es más antigua que las ciencias, y seguiría existiendo aunque éstas desaparecieran. De ahí la necesidad de una crítica de la razón. Es más: de ahí la necesidad de mantener una actitud de constante vigilancia frente a semejante impulso, tan arraigado en el hombre, y que lo lleva al engaño.
La razón
Kant distingue ahora una tercera facultad en el hombre: la razón. No es una facultad de conocimiento, sino de sistematizar el conocimiento, dándole unidad. Tal unidad es una profunda exigencia de la razón humana, que no queda satisfecha con ninguna experiencia, con ningún fenómeno, con ningún objeto particular, relativo y condicionado a otro, por lo que tiende siempre a lo más general, a lo último, absoluto o incondicionado.
Las Ideas.
Son los actos u operaciones de la razón. Las Ideas son nociones generalísimas, de carácter absoluto, más allá de toda experiencia posible, que resultan de sintetizar series o sucesiones, potencialmente infinitas, de fenómenos condicionados unos a otros. La razón recorre de un golpe, idealmente, la serie de fenómenos, que es una serie de condiciones, salta por encima de esas condiciones y, situándose en lo incondicionado, elabora una Idea, que unifica o totaliza la multiplicidad de los términos recorridos.
Mundo, alma y Dios
Tres son las Ideas de la razón, que Kant hace coincidir con tres grandes temas de la tradición metafísica: el alma, el mundo y Dios. Así, con la idea de alma la razón piensa la unidad y permanencia sustanciales del sujeto, bajo la multiplicidad cambiante de sus experiencias o vivencias; la idea de mundo es la unidad de todos los fenómenos, de todos los objetos del conocimiento, y resulta de sintetizar todo lo que se contrapone al sujeto; la idea de Dios, es la unidad, en una síntesis suprema, de todos los objetos del pensamiento, y, por tanto, el fundamento de las otras dos Ideas.
Utilidad de las ideas
Las Ideas son legítimas, pues, siendo exigencias de nuestra razón, resultan eso, “Ideas”, simples Ideas que no implican la existencia o realidad de sus correspondientes contenidos.
La ilusión metafísica
El hombre no puede pensar sin categorías. Desde el momento en que la razón produce, por un lado, Ideas generalísimas, más allá de toda experiencia posible, y el entendimiento, por otro lado, opera con categorías, para aplicarlas a la experiencia, ya están puestas las condiciones de la ilusión metafísica, ilusión que se da cuando aplicamos nuestras categorías, ilegítimamente, a las Ideas, que están más allá de toda experiencia posible, y no a los fenómenos espacio-temporales: entonces tiene lugar la ilusión, específica de la metafísica, de qué mundo, alma y Dios son cosas reales, y no simples Ideas. Pero esta ilusión es prácticamente inevitable desde el momento en que la razón produce Ideas y el entendimiento no puede pensar sin categorías. La metafísica, según Kant, siempre envuelve un uso ilegítimo de las categorías, más allá de toda experiencia.
Otro inconveniente de la metafísica: ser un obstáculo para la moral
Como el conocimiento siempre va referido a la experiencia, la metafísica, al querer conocer algo que no pude ser objeto de experiencia, de hecho convierte ese algo en “fenómeno”, con lo cual lo desvirtúa y degrada, impidiendo que sea abordado desde otra perspectiva más correcta y más modesta, el enfoque moral.
Dos comparaciones
Kant hace referencia a la ilusión metafísica con dos imágenes. Así, el metafísico es tan iluso como una paloma que, al sentir la resistencia del aire mientras vuela, quisiera un espacio vacío para volar mejor, sin darse cuenta que, en tal caso, sería imposible el vuelo, privadas sus alas de todo apoyo.
Conocimiento y creencia
Kant recuperará después los grandes temas de la metafísica (el alma, Dios), pero presentándolos ahora no como saberes ciertos, demostrados en sentido fuerte, al modo de la metafísica dogmática, sino como simples creencias, demostradas en un sentido débil, es decir, demostradas sólo moralmente. Sin embargo, se trata de creencias racionales, que tiene su sede en la razón práctica, esto es, en la razón humana en cuento facultad de dictar la norma de la acción o conducta. Por eso, estas creencias, aunque no sean conocimientos, poseen legitimidad y sentido, y no deben confundirse con meras creencias psicológicas, basadas en la imaginación, o religiosas, basadas en la fe.
Criticismo, dogmatismo y escepticismo
La frase de Kant en la que nos resume el sentido último de su investigación: “He suprimido el saber para dejar sitio a la creencia” está plenamente justificada. Con su crítica a la razón especulativa, con su crítica a la metafísica, Kant no solo pretende hacerle justicia la conocimiento científico, sino darle juego a la razón práctica, tirando por tierra todas las objeciones que se han hecho a la moral y a la religión, desde la incredulidad, ya que el dogmatismo de la metafísica es la verdadera fuente que alimenta el escepticismo. En efecto, “para qué creer, si puedo saber”, y al final, si sabe ni cree.