Noción 3: El arte trágico y lo dionisíaco
EnEl nacimiento de la tragedia del espíritu de la música (1871)
se esbozan los temas fundamentales de la filosofía de N:
la vida como fondo originario y profundo del que surge lo concreto, individual y cambiante;
el arte como mejor órgano para interpretarla (en lugar de la ciencia o la filosofía) y la intuición como método de comprensión de la vida que no puede ser captada por la razón ya que no es posible una comprensión conceptual de la misma. Según N está realidad vital supo ser captada por la tragedia griega, que encarnó el verdadero espíritu griego. N. Consideraba que las fuerzas originarias de la cultura griega habían sido dos fuerzas estéticas que combaten entre sí pero no pueden existir la una sin la otra:
lo apolíneo (que representa el orden, la luz, la medida, el límite, el principio de individuación)
y lo dionisíaco ( que representa el flujo de la vida misma, que rompe las barreras e ignora las limitaciones, que refleja la unidad primordial de todo por encima del principio de individuación).Con el Racionalismo socrático llega, según N., la decadencia de la cultura griega y de la auténtica filosofía y comienza la época de la razón y del hombre teórico. El socratismo es el fenómeno contrapuesto a lo dionisíaco, por lo que significa predominio de la racionalidad intelectual incapaz de captar la vida que fluye detrás de las figuras.N. Afirma que es necesario recuperar la visión trágica del mundo porque nos presenta una realidad en la que vida y muerte, nacimiento y decadencia de lo finito se entrelazan. Pero nacimiento y decadencia son aspectos de una misma ola de la vida y a esto llama N. Contraposición de lo apolíneo y lo dionisíaco. Y llega a dar la vida misma el nombre de Dionisos, considerándola como el fondo originante del mundo.La filosofía es para N. Arte, una sabiduría trágica que penetra en la lucha originaria entre Dionisos y Apolo, visión de la lucha eterna entre unidad e individualidad.
La filosofía de Nietzsche supone una crítica radical a toda la cultura occidental y sus valores y propone una exaltación de la vida como alternativa a la tradición. Esta crítica sigue tres directrices principales: la crítica a la moral, la crítica a la metafísica tradicional y la crítica a las ciencias positivistas.Nietzsche critica la moral por considerarla antinatural, en contra de la vida; pone el acento no en esta vida (que a juicio del autor es la única que hay) sino en el más allá salvador, y establece una serie de leyes, normas de conducta y principios morales que aniquilan los instintos vitales del hombre. Lo que critica precisamente N. Es esta imposición de leyes y principios morales que no vienen del hombre, sino del más allá, de Dios. Su tesis es la siguiente: si Dios ha sido hasta ahora la gran objeción contra la vida, entonces nosotros negamos a Dios. El hombre no necesita a Dios porque no hay nada fuera del mundo que le imponga una determinada conducta. De manera que la moral, según ha sido impuesta como norma de conducta es un síntoma de Nihilismo.A juicio de N., esta moral tradicional tiene su fundamento en el platonismo y en su distinción entre mundo sensible y mundo inteligible, esquema que se repite en el cristianismo y en toda la historia de la filosofía. Es por esta misma razón que N. Critica la metafísica tradicional por la concepción de la realidad que ha ofrecido a lo largo de la historia, ya que supone un desprecio y un juicio negativo de este mundo y la sobrevaloración del inventado mundo inteligible. La ontología tradicional considera la realidad estática porque concibe al ser como fijo e inmutable. Este ser no se presenta en este mundo, donde todo es apariencia y falsedad de los sentidos sino que tiene su propio mundo. Por esta razón debemos buscar la verdad en el otro mundo.Pero para Nietzsche no existe más realidad que ésta: cambiante, contingente; lo que pasa es que racionalmente no puede explicarse este mundo y por eso el hombre busca la manera de poder explicar la realidad y lo hace mediante la división en dos mundos distintos; uno falso, aparente y en devenir, y otro verdadero, fijo e inmutable.Esta división surge por el miedo que tiene el hombre a no poder explicar la realidad como contingente, cambiante y en devenir. El cambio, la procreación, la vejez, no son más que objeciones para una explicación racional (estática y fjia) de la realidad por lo que los filósofos dogmáticos buscan por encima de este mundo mediante la invención de otra vida distinta de ésta y desprecian el mundo sensible, síntoma de Nihilismo.Esta creación del mundo inteligible tiene su fundamento en los conceptos. Nosotros percibimos las sensaciones mediante los sentidos, las convertimos en imágenes mediante intuiciones y mediante generalización y abstracción las fijamos en conceptos, a los cuales referimos todo nuestro conocimiento. Además, se utilizan para fijar una realidad múltiple y cambiante, (momias conceptuales), están vacías de contenido y no representar nada. Pero el verdadero problema es, según Nietzsche, cuando los tomamos, no como nuestra interpretación de la realidad, sino como la realidad misma. En su opinión, la exaltación de la realidad y la elaboración de conceptos son un hábito psicológico y tiene su fundamento en el lenguaje. Nuestras lenguas están estructuradas en sujeto y predicado, con un predominio del primero sobre el segundo, es decir, del estatismo frente a la acción, y por eso elaboramos conceptos (fijos, inmutables para explicar la realidad).Frente al Racionalismo y los conceptos, Nietzsche propone el arte, la metáfora como método adecuado de representar la realidad porque ofrece múltiples perspectivas de una realidad cambiante. No se refiere al arte formal, apolíneo sino al arte dionisíaco, de exaltación de lo vital, de amor a la vida, que ofrece múltiples perspectivas de la realidad.El excesivo Racionalismo que critica a la metafísica se repite en las ciencias positivistas. Por un lado, critica su énfasis en lo cuantitativo, el número, la cantidad, cuando para N. Lo importante es lo cualitativo, la individualidad de las cosas; por otro lado, rechaza que la ciencia se convierta en guía de la conducta y de la vida del hombre y en instrumento de poder en manos del Estado.Toda esta crítica de N. Se enmarca dentro de una crisis de valores que se viene produciendo desde el platonismo: la destrucción o pérdida de los valores tradicionales la representa N. En la muerte de Dios. Esos valores se siguen presentando como norma de conducta pero en la realidad no es así porque no les hacemos caso y como Dios es el que manténía esos valores, la idea de Dios deja de tener sentido. Esto lleva a una situación de desorientación y pérdida del sentido de nuestra vida que N. Denomina Nihilismo, el cual se inició con los valores del platonismo, despreciando esta vida y exaltando la futura.Sin embargo, para N. El Nihilismo tiene un aspecto positivo: la pérdida de los valores tradicionales es el primer paso para la construcción de nuevos valores, de una nueva concepción de la realidad cambiante; por eso exalta los instintos, la pasión, reflejándolo en el concepto de voluntad de poder (voluntad de dominio, fuerza creadora, impulso vital, pasión, ley del más fuerte que valora esta vida terrenal). Es una voluntad que conoce la realidad auténtica del ser: el devenir, y sabe que la razón humana no podrá jamás abarcarlo, simplificarlo en sus conceptos y categorías.Estos nuevos valores son propios de un hombre nuevo, el superhombre, que vive la voluntad de poder. El tránsito del hombre al superhombre lo explica N. Metafóricamente mediante el paso por tres estadios: primero el hombre es un camello, animal de carga que lleva el peso de los valores tradicionales sin protestar. Después se convierte en león, el nihilista que destruye los valores tradicionales y, finalmente, en niño, que se libera de los prejuicios para poder elaborar la nueva tabla de valores. Destruidos los valores tradicionales, el superhombre es el sustituto de Dios y la moral, y elaborará unos nuevos valores que supondrán la exaltación de lo vital, lo terrenal y la ausencia absoluta de la trascendencia.El superhombre ama esta vida por encima de todo y la fórmula suprema de este amor de lo vital es el eterno retorno, el deseo de que todo se repita sin cesar. Se abandona así la concepción lineal del tiempo del cristianismo y se retoma la concepción del devenir de los griegos (sobre todo de Heráclito quien, para N. Es el único filósofo que no ha falseado la realidad).